MISERIA, HAMBRE Y ALCA
Monseñor Demétrio Valentini
Obispo de Jales, Sao Paulo
ALAI-AMLATINA, Sao Paulo.
En la última asamblea de la CNBB, un tema fue motivo de preocupación de los obispos: la miseria y el hambre de millones de brasileños.
Sin olvidar que esta triste realidad es aún más grave en África y que ella se expande cada vez más en toda América, hasta dentro de los Estados Unidos. Qué dirán los países pobres de este continente
que tiene todo para ser un paraíso de vida, pero que para muchos se está convirtiendo en un infierno donde el tormento está en el estómago y la insatisfacción se expresa en múltiples formas de
violencia.
Con este panorama, nada más coherente para los sucesores de los apóstoles que seguir el ejemplo del Maestro. Delante de la multitud hambrienta, él tuvo sentimientos de compasión. Pero compasión
activa y eficaz. Pidió que colocasen a disposición lo poco que había, y dio la orden perentoria: "Dadles vosotros mismos de comer!".
Incluso con la inseguridad de no saber la cuantía exacta de panes y de peces que tenían a disposición, los obispos se apresuraron a
sintonizar con los sentimientos y la urgencia del Maestro.
Convocaron a una "mutirão" nacional (campaña nacional) para superar la miseria y el hambre.
En este contexto emerge con fuerza el contraste de preocupaciones y de procedimientos entre la propuesta de los obispos y los objetivos del ALCA, la dicha "Área de Libre Comercio de las Américas", que el gobierno de los Estados Unidos quiere imponer al resto de países de América, con la urgencia dictada por un hambre de ganancia y de
lucros que no tiene nada que ver con el hambre del pueblo que habita en estos países.
Ante un continente que arde en crisis sociales y de países que estallan bajo el peso de la explotación financiera que se amparó de la economía mundial, el gobierno de los Estados Unidos no contempla
la miseria del pueblo. Al contrario, parece entusiasmado con las oportunidades de los buenos negocios que las turbias aguas del momento propician a los expertos y poderosos. Su urgencia no es matar el hambre del pueblo. Su prisa es imponer una libertad de comercio que permita aprovechar la flaqueza de otros. Frente a la miseria que crece, el ALCA viene a proponer un festival obsceno de negocios. En lugar de compasión por los pobres, propone las ganancias exorbitantes a costa del agravamiento de la miseria.
En lugar de superar las desigualdades, los impulsores del ALCA se contentan con las oportunidades que ellas propician. Y no se
conmueven delante del espectáculo que se torna común, del contraste
entre ricos aeropuertos, donde transitan mercaderías sofisticadas para capricho de unos pocos, y los basurales, donde los pobres se disputan los restos que sobran del despilfarro irresponsable e
insensible.
En estos días en que la hipocresía de la sociedad se sació con la divulgación de escándalos sexuales que afectaron a algunas figuras de la Iglesia, es necesario decir que el ALCA es la peor de las pedofilias que se pretende encubrir bajo el manto de la libertad.
Todos concuerdan en que los pequeños no pueden ser atropellados por la prepotencia de los grandes, sobretodo si su dignidad personal fuera afectada.
Pues bien, ahora el gobierno de los Estados Unidos propone una libertad total de comercio colocando el peso paquidérmico de su economía sobre las desdichadas economías de pequeños países como Honduras, Nicaragua, Bolivia, entre otros. Y ante Brasil, tal vez el único que podría oponer alguna resistencia basada en su potencial económico, los negociadores muestran los dientes amenazando con represalias. Entonces es hora de gritar. Si los grandes pierden la vergüenza, los pequeños no quieren perder la dignidad. Ellos se van a sentir mucho más libres, si libres estuvieran de la asociación con leones de dientes afilados y voracidad insaciable.
Ante el continente americano que se retuerce en la miseria y en el hambre, hay una opción a tomar, entre dos caminos que se presentan.
¿Es la hora de la compasión o de la explotación? ¿Es mutirão contra la miseria y el hambre o es campeonato de negocios ilícitos?
La respuesta del Evangelio es clara: "Id aprender lo que significa: yo quiero misericordia, y no sacrificio".
¡Yo quiero amor y solidaridad, no quiero este ALCA obscena e hipócrita!
Mons. Demétrio Valentini