26 de agosto del 2002
Declaraciones del embajador cubano en Argentina
El Alca es el matadero de Latinoamérica
La voz del interior
Alejandro González Galiano, embajador de Cuba en la Argentina
enfocó aspectos vinculados a la realidad de su país y el continente
en diálogo con este diario.
–A poco de asumir como canciller y antes de reunirse con Colin Powell, Carlos
Ruckauf prometió el voto contra Cuba, ¿como lo tomó su país?
–El 10 de enero, a pocos días de que el señor (Eduardo) Duhalde
asumió el poder, Cuba fue el primer país, que hizo una declaración
pública de solidaridad con el nuevo gobierno, y planteó a los
organismos financieros y a la comunidad internacional que no era momento de
seguir apretando sino de tener una posición de comprensión y solidaridad
hacia las nuevas autoridades de Argentina. Cuba planteó que este pueblo
merecía levantarse y había que darle apoyo a para salir de esa
situación. Y pocos días después de esa declaración,
resulta que el señor secretario de la Cancillería para asuntos
Económicos, actuando de vocero del canciller Ruckauf, en una entrevista
con Powell, habló en unos términos en que nadie habla desde la
época de la Guerra Fría y se refirió a "la última
dictadura que queda en América latina" aludiendo a Cuba. Nos llamó
mucho la atención esa actitud.
–Pero este año Uruguay presentó la iniciativa en la Comisión
de Derechos Humanos de Ginebra...
–El problema es que a Estados Unidos se le puso muy difícil la cosa porque
los checos, que presentaban el proyecto de resolución en los años
anteriores, decidieron retirar su protagonismo. Todo el mundo sabe que esa comisión
se ha convertido en una suerte de tribunal de la Santa Inquisición donde
son condenados a la hoguera los pueblos herejes que no son del agrado de Estados
Unidos. Por ahí no pasó jamás ningún régimen
de los que viola los derechos humanos con el contubernio de la Casa Blanca.
Jamás pasaron las dictaduras de América latina que hicieron desastres,
como aquí. Lo que se ventila en la Comisión es un cuestionamiento
al sistema político cubano, y eso nosotros no lo aceptamos. Cuba no le
reconoce autoridad moral a ningún gobierno para condenarnos en materia
de derechos humanos y, humildemente, a aquellos que se pliegan a ese chantaje
y presión, lo que les recomendamos es que concentren sus esfuerzos en
garantizar el pleno goce y disfrute de esos derechos a sus pueblos. Esta vez
Estados Unidos encontró al Judas en el presidente de Uruguay.
–Esa calificación de "Judas" que hizo Fidel Castro de Jorge Batlle causó
la ruptura con Uruguay.
–Pero antes de esas declaraciones de Fidel hubo afirmaciones de Batlle ofensivas
hacia la Revolución cubana. Y mientras el presidente de Uruguay resolvió
romper relaciones con Cuba, la respuesta demoledora de mi país fue mandarle
200 mil dosis de vacunas a ese pueblo hermano para resolver un brote de meningitis.
–¿Juntar firmas para reafirmar el sistema cubano fue una respuesta al llamado
Proyecto Varela o al mensaje de Bush en Florida y a su promesa de mantener y
endurecer el embargo?
–Se aprecia una verborrea muy agresiva de la administración Bush hacia
nuestro país. Bush tiene compromisos muy grandes con la mafia terrorista
cubano-americana de Miami que fue la que lo hizo presidente en una votación
trucha. Pero además, en Florida está un hermano (Jebb) de este
señor como gobernador, que también tiene que congraciarse con
estos sectores extremistas. Además, estaba la iniciativa que recogió
11 mil firmas, el Proyecto Varela, que tuvo una cobertura extraordinaria en
la prensa internacional, como no la han tenido los ocho millones de firmas de
ratificación del carácter irrevocable del socialismo en Cuba.
Y Cuba no reaccionó como hacen en otros países, en los que vienen
funcionarios del Fondo Monetario y dicen qué parte de presupuesto deben
destinar a cada área, o qué recortar. Allá, las organizaciones
sociales presentaron un proyecto para introducir esta reforma que declara el
carácter irrevocable del socialismo en Cuba por la Constitución,
pero además, impone que ningún gobierno cubano podrá negociar
los fundamentos socialistas de Cuba, bajo presión y chantaje de un poder
extranjero. Hubo una respuesta extraordinaria: más 8,1 millones de firmas,
que significan el 99,35 por ciento del padrón electoral. Ya sé,
usted me podría decir que fueron a votar por temor a perder sus empleos.
Si dejamos a ocho millones de trabajadores sin empleo, nos quedamos sin quien
corte una caña en la isla. Si fuera posible crear una patota de ocho
millones de ciudadanos, deberíamos vender esa experiencia y seguro que
habría más de un político en este continente dispuesto
a comprarla.
–Lula dijo que si llega al poder en Brasil, pedirá una redefinición
del Alca que incluya a Cuba. ¿Se sumaría su país a una iniciativa
así?
–Aunque a nosotros nos han excluido de ese proceso, todo aquello que pueda favorecer
a nuestros hermanos latinoamericanos, lo apoyamos. Pero creemos que en la forma
en que está diseñado, el Alca de ninguna manera va a favorecer
a nuestros hermanos latinoamericanos. Éste es un proyecto de anexión,
la recolonización de América latina por parte de Estados Unidos.
Es la pelea de la sardina y el tiburón, el matadero al que van a ir Latinoamérica
y cada uno de nuestros pueblos. Va a acabar de destruir lo poco que queda en
este hemisferio de industria nacional, de reivindicaciones soberanas.