Posición de Cuba sobre el ALCA.
Osvaldo Martínez
Después de haber visto nuestro pueblo estas imágenes, que demuestran
una práctica de los más puros principios democráticos de
represión policial contra estos a quienes despectivamente les llaman
globalifóbicos, porque justamente se oponen a la globalización
neoliberal y a las políticas neoliberales, creo que es conveniente comenzar
recordando que nuestro José Martí, ya en el siglo pasado, se enfrentó
a un proyecto norteamericano de integración de Estados Unidos con América
Latina.
Era el entonces naciente imperialismo norteamericano, y en la Conferencia Monetaria
de las repúblicas de América, que se efectuó en 1890, a
Martí le correspondió enfrentarse a este proyecto imperialista,
y escribió unas páginas realmente extraordinarias que, en muchas
ocasiones, parecen redactadas pensando en este proyecto imperialista del ALCA
en este momento. Una de las cosas que Martí decía en aquel momento
es que "a todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas."
Se refería al convite que entonces el naciente imperialismo norteamericano
le hacía a los pueblos de América para intentar integrarlos en
lo que pretendió ser una unión monetaria en aquel momento.
Con el imperialismo actual, ya no naciente, sino bien maduro, creo que las razones
del ALCA no están tan ocultas y resulta bastante fácil poderlas
encontrar. El ALCA no es más que un proyecto norteamericano para crear
un Acuerdo de Libre Comercio entre la economía de Estados Unidos es decir,
la más rica y poderosa del planeta y las economías latinoamericanas
y caribeñas, subdesarrolladas, endeudadas, dispersas, y cuyo Producto
Interno Bruto, sumado, es casi diez veces inferior al de Estados Unidos. Podemos
decir en una primera aproximación que no es, ni más ni menos,
que el proyecto de integración entre el tiburón y las sardinas.
Ahora, las razones para el ALCA no son las opciones latinoamericanas, o caribeñas,
ni las supuestas ventajas de la integración económica para ella,
sino realmente los apetitos estratégicos de dominio norteamericano sobre
la región ante la competencia con otros rivales en el mundo desarrollado
actual y también las propias debilidades latinoamericanas que están
presentes aquí. Es fácil darse cuenta de que América Latina
llega a esta negociación sobre el ALCA en unas condiciones muy especiales
de debilidad, de pobreza, de crisis económica, social y política;
que pretende concertar el acuerdo de mayor trascendencia histórica que
nunca haya concertado con Estados Unidos, que puede comprometer a fondo el futuro
de la región y de sus pueblos, y hacerlo en su momento de mayor debilidad
económica y política, y de mayor falta de cohesión interna.
Esta debilidad latinoamericana actual creo que la podemos concretar en dos elementos
fundamentales: el primero de ellos es la práctica casi generalizada y
dogmática en la región de la política neoliberal; el segundo,
la propia crisis económica y social que esa política neoliberal,
aplicada durante dos décadas, le ha traído a la América
Latina.
En cuanto al primer elemento, este hecho de que el neoliberalismo es práctica
casi generalizada en la región de América Latina, hace posible
el proyecto del ALCA por la coincidencia neoliberal en practicar el mismo tipo
de política entre el dominador, Estados Unidos, y los dominados dentro
del ALCA y, por supuesto, el ALCA, de llegar a entrar en vigor, sería
una profundización del neoliberalismo y un nivel de dependencia y de
subordinación aún mayores. Esta dependencia y esta debilidad merecen
comentarse en dos aspectos relacionados con la forma de practicar y de entender
la integración económica. Si hace 20 años atrás
en América Latina se entendía la integración económica
como un proceso, ante todo, de defensa de los mercados internos latinoamericanos,
de establecimiento de una preferencia al interior de América Latina para
defender los mercados internos latinoamericanos, sobre todo del capital norteamericano
con mayores niveles de eficiencia y mayor poderío; si repito hace 20
años se entendía así la integración, con un sentido
defensivo, con un sentido de protección de los mercados internos, ahora,
con la adopción dogmática del neoliberalismo, se ha pasado a colocar
en primer lugar, no la defensa de los mercados internos y la creación
de un espacio de preferencia para los latinoamericanos, sino que el gran objetivo
es insertarse en las corrientes de comercio y de flujos de capitales en el mundo,
y en la práctica se abandona la protección del mercado interno.
Un segundo punto con el que quisiera ejemplificar esto de la debilidad latinoamericana
con la adopción del neoliberalismo y la forma de entender la integración
ahora, está en el tratamiento a algo que es fundamental en cualquier
intento de integración económica, que es el problema de los diferentes
niveles de desarrollo entre los países. Si hablamos de un proyecto de
integración entre la economía más desarrollada del mundo
y un conjunto de economías en diferentes grados de subdesarrollo, que
van desde la economía de Brasil hasta Haití, Bolivia, Honduras,
economías sumamente débiles, e incluso, pequeñísimas
economías insulares de habla inglesa del Caribe, entonces, el problema
de los diferentes niveles de desarrollo es un problema de vital importancia.
Hace 20 años atrás, en la integración latinoamericana se
entendía como necesario dar en ella un trato preferencial a los países
de menor desarrollo. Ahora, con la adopción del neoliberalismo, esto
se ha sustituido por un concepto de reciprocidad que solo admite que los países
hagan una misma política neoliberal, y la única diferencia posible
es que lo hagan en plazos ligeramente diferentes. Digamos, que Honduras o que
Bolivia demoren uno o dos años más en hacer lo mismo que harían
Estados Unidos y Canadá, así, tan absurdo como suena.
La otra gran debilidad latinoamericana del momento creo que es la crisis económica
y social que vive la región, generada por dos décadas de aplicación
diligente de la política neoliberal. Quisiera recordar los elementos
fundamentales de esa crisis económica y social, generada por la misma
política neoliberal que ahora se pretende profundizar con el ALCA. Se
ha producido en estas dos últimas décadas un crecimiento insuficiente.
En el mejor de los casos, el crecimiento obtenido en la década de los
90, fue la mitad del mínimo de crecimiento que la Comisión Económica
para América Latina de Naciones Unidas establece como indispensable para
poder empezar a reducir las distancias entre desarrollo y subdesarrollo, y para
poder empezar a reducir la pobreza en la región. Ese anémico e
ínfimo crecimiento ha sido un crecimiento de muy baja calidad, y se ha
basado en factores muy endebles y que, además, tienden todos a agotarse
rápidamente.
En primer lugar, las privatizaciones. En otras mesas redondas hemos hablado
de la oleada de privatizaciones que ha caído sobre América Latina,
cómo se han privatizado desde empresas hasta correos, parques, carreteras,
cementerios, y esa privatización desaforada ciertamente ha permitido
algún ingreso de capital a los gobiernos que lo han hecho, por supuesto,
al precio de ceder soberanía nacional; pero, sencillamente, esta vía
de ingreso de capital se agota cada vez más, porque no queda ya mucho
por privatizar en América Latina, de manera que no se puede seguir apoyando
ningún crecimiento en un proceso de privatizaciones que ya va encontrando
muy poco que privatizar.
En segundo lugar, el ingreso de capital, otra de las panaceas neoliberales para
el desarrollo de América Latina. El ingreso de capital, si bien ha tenido
ciertas cifras que son llamativas para la propaganda neoliberal, pierde mucho
de su encanto cuando uno se da cuenta de que, por lo menos, la tercera parte
de ese ingreso de capital no son más que capitales golondrinas, capitales
especulativos de corto plazo, que entran y salen con una tremenda velocidad
y constituyen factores de desestabilización, que han actuado así
en todas las crisis financieras que la región ha padecido en la década
de los 90; y que, además, ese capital extranjero ciertamente entra, pero
también saca utilidades y es el responsable fundamental de que, en definitiva,
esas cifras de ingreso de capital estén anuladas y más que compensadas
por el déficit de cuenta corriente de balance de pago que está
dado fundamentalmente a su vez, por las utilidades que hacia fuera de los países
latinoamericanos envía este capital extranjero.
La tercera base de este proceso de crecimiento ha sido el endeudamiento. Recordemos
simplemente que en 1985 América Latina tenía una deuda de 300
000 millones de dólares. Hoy la deuda es de unos 750 000 millones de
dólares; pero solamente entre los años 1992 y 1999 la región
entregó, como servicio de esa deuda, 913 000 millones de dólares.
Esa deuda compromete hoy el 56% de los ingresos de exportaciones de bienes y
servicios de la región, simplemente para pagar esta deuda y para que
la deuda siga creciendo, pagar más y deber más, como estas cifras
demuestran.
Creo que lo último que refleja la situación de debilidad y de
crisis con la cual la región se aboca a una negociación trascendental
con Estados Unidos sobre el ALCA, es este recurso desesperado al cual ya algunos
gobiernos están recurriendo, a la dolarización de las economías
latinoamericanas; es decir, a ceder la elemental soberanía de manejo
de su moneda nacional, de tener una política monetaria, para adoptar
directamente el dólar de Estados Unidos, en una tal variante de neocolonialismo
que realmente es difícil imaginar otra sujeción y otra dependencia
más fuerte que esta.
Ahora, si este es el panorama de la crisis económica, la expresión
social que esto tiene es realmente espantosa. Si en 1980, cuando todavía
el neoliberalismo apenas empezaba, eran pobres en América Latina según
Naciones Unidas el 39% de los latinoamericanos, ahora lo son el 44% por supuesto
con las estadísticas que Felipe decía que siempre están
por debajo de la realidad, pero son las estadísticas de Naciones Unidas.
Hoy 44% de la población latinoamericana es pobre, eso significa, en términos
absolutos, 224 millones de pobres, de los cuales 90 millones son indigentes,
es decir, están en el extremo último de la pobreza. Las dos décadas
de neoliberalismo en América Latina le han regalado a la región
la distribución más desigual del ingreso, más inequitativa
y más injusta del ingreso en el mundo entero. El 20% más rico
de la población latinoamericana recibe un ingreso que es diecinueve veces
superior al 20% más pobre. El desempleo, según estas estadísticas
edulcoradas, abarca el 9% de la población latinoamericana. Pero, además,
de cada 100 empleos, de esos que se consideran como empleados, 85 lo son en
el sector informal, caracterizado por bajísimos salarios, desprotección
de derechos laborales, no derecho a la jubilación, en fin, absolutamente
a merced de los empleadores. La mortalidad infantil en el primer año
de vida en esta región es, como promedio, de 35 por 1 000 nacidos vivos,
en lo que sigue siendo una verdadera vergüenza y bochorno para la región
latinoamericana. El 13% de la población latinoamericana es analfabeta,
más de 170 años después de haber conseguido la independencia
de las metrópolis coloniales la mayoría de los países de
la región; solo uno de cada tres estudiantes alcanza a llegar solamente
a la enseñanza secundaria. Por último, la tasa de homicidios que
refleja la situación de pobreza, de extrema violencia en esta región,
es de 300 por un millón de habitantes, que es el doble del promedio mundial.
Esta es la situación con que América Latina llega a la negociación
del ALCA.
Ahora, ¿cuáles son los objetivos de Estados Unidos con el ALCA? En primer
lugar, afianzar el dominio sobre América Latina y el Caribe, que es la
región donde tradicional e históricamente han tenido y siguen
teniendo un mayor grado de control económico y político, y afianzar
este dominio en el contexto de la pugna entre los grandes centros de poder mundial
que están hoy protagonizando una especie de regionalización del
poder económico. Estados Unidos enfrenta la competencia europea y la
competencia japonesa fundamentalmente. La Unión Europea ha avanzado,
como sabemos, a lo largo de un proceso de integración y no solamente
ha avanzado en su integración, sino la Unión Europea ha encontrado
una nueva área explotable, en condición de nueva periferia subdesarrollada
explotable, en los antiguos países socialistas, algunos o muchos de los
cuales votan entusiastamente con ellos en las resoluciones anticubanas. Es una
nueva periferia explotable para la Unión Europea. Japón, por su
parte, cuenta con su área de influencia asiática, en la cual la
economía japonesa tiene un peso muy grande.
Por lo tanto, para Estados Unidos, regionalizar la América Latina bajo
su dominio y bajo su mando, es también una forma de hacerle frente a
esta competencia entre los grandes centros de poder económico; es estrechar
el control sobre América Latina en la pugna por mercados o inversiones,
por colocación de capitales especulativos, por acceso a recursos naturales,
especialmente los recursos de energía, el petróleo fundamentalmente;
por el acceso al agua potable, que es otra de las grandes apetencias norteamericanas
hacia la región; por el acceso a la riqueza de biodiversidad que hay
en esta región. Es, en definitiva, excluir de la competencia a europeos
y japoneses en esta área. Pretende ser el ALCA, en definitiva, un espacio
de libre circulación de capitales y de mercancías norteamericanas,
desde Canadá hasta el extremo sur del continente, en condiciones de preferencia
frente a europeos y japoneses.
El segundo factor que quiero mencionar, como segundo objetivo norteamericano
con el ALCA, es minar y paralizar la integración económica latinoamericana,
esa integración que aun con sus deficiencias, sus limitaciones, tiene
un determinado grado de avance y que tiene en el MERCOSUR su principal exponente.
El MERCOSUR, a pesar de todas sus limitaciones, ha tratado de avanzar y de crear,
incluso, una preferencia dentro de sus países miembros, frente a los
capitales extranjeros. Objetivo norteamericano: liquidar el MERCOSUR; liquidar,
por tanto, todo intento de integración propia, autóctona latinoamericana;
liquidar la Comunidad Andina; liquidar el Mercado Común Centroamericano;
liquidar el CARICOM, aquí en el Caribe. Es decir, sencillamente, hacer
una integración a la medida de los intereses norteamericanos.
Creo que si queremos tener una imagen muy reveladora de lo que puede representar
el ALCA al entrar en vigor en América Latina, no tenemos más que
mirarnos en el espejo de la economía mexicana. Recordemos que México
desde 1994 está unido a Estados Unidos y Canadá a través
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y, en definitiva,
este Tratado de Libre Comercio de América del Norte no es más
que el ALCA en una dimensión más pequeña, puesto que responde
al mismo tipo de filosofía, al mismo tipo de concepción neoliberal,
y es también, aunque más pequeño, un intento de integración
entre dos economías desarrolladas y una economía subdesarrollada
y pobre.
¿Qué ha pasado en México en estos seis años ya vamos caminando
hacia siete años de aplicación del Tratado de Libre Comercio?
Si echamos a un lado la cara de modernidad de altas cifras de inversión
de capital, que es el emblema de la propaganda favorable a la política
neoliberal y al TLC, vamos a ver que el Tratado de Libre Comercio ha representado
para México un deterioro de su base económica nacional y un retraso
social evidente. Por ejemplo, para hablar en términos muy concretos,
en los años setenta, sin Tratado de Libre Comercio y sin neoliberalismo,
la economía de México creció a un promedio de 6,6% anual;
en los años noventa, con Tratado de Libre Comercio y con neoliberalismo,
creció 3,1% anual, menos de la mitad realmente. Si vemos ese crecimiento
en términos per cápita, en los años setenta, ese producto
per cápita creció 3,4%, promedio anual; en los noventa, con TLC
y con neoliberalismo creció 1,3%. O sea, la maravilla del crecimiento
neoliberal debido al TLC no se ve por parte alguna, sino, más bien, todo
lo contrario.
Ahora, en términos del impacto de todo esto sobre la población
trabajadora mexicana: hoy se calcula que en México el trabajo informal,
este que mencionábamos hace un rato como de precarias condiciones, sin
ningún derecho para los trabajadores, ni a huelga, ni a jubilación,
ni a vacaciones, donde no existe ni siquiera un contrato firmado entre empleador
y empleado, este trabajo informal que tienen en esos tragafuegos que en muchas
esquinas vemos en triste misión de ganarse algunos centavos en ese terrible
oficio, abarca aproximadamente el 50% del empleo actual en México. Hay
unos 20 millones de trabajadores en precarias condiciones laborales actualmente
en México. Por supuesto, no se trata de cifras o de informaciones que
las estemos inventando nosotros; todas proceden de fuentes mexicanas o de fuentes
de organismos internacionales.
Veamos el ingreso de capital extranjero, otra de las maravillas del TLC. El
ingreso de capital extranjero, ciertamente, ha sido elevado. Por ejemplo, fue
de 36 378 millones de dólares entre el año 1998 y el 2000; pero
en ese mismo período el déficit de cuenta corriente o sea, lo
que en buena medida ese capital extranjero sacó hacia fuera, y, especialmente,
hacia las casas matrices norteamericanas fue de 48 699 millones de dólares;
digamos, simplificando los términos: entraron 36 000 millones; salieron
48 000. Veamos la deuda externa mexicana. Al cierre del año 2000, la
deuda externa mexicana era de 163 200 millones de dólares, más
del doble de lo que era en el año 1982 cuando, justamente, por la economía
mexicana estalló aquella crisis de la deuda externa que hizo historia
y sigue haciendo historia en América Latina.
El TLC ha significado una creciente dependencia y concentración de las
relaciones económicas de México con Estados Unidos. Antes del
TLC, México tenía una relación económica relativamente
más diversificada, menos dependiente después del TLC, por ejemplo,
de Estados Unidos proviene el 74% de las importaciones mexicanas y hacia Estados
Unidos se dirige el 89% de las exportaciones mexicanas. Es decir, una concentración
realmente absorbente de las relaciones económicas externas de México
con la economía norteamericana.
Esas exportaciones, que son también otro de los grandes temas de la propaganda,
han crecido ciertamente. Pero, ¿quién hace esas exportaciones? Bueno,
esas exportaciones las hacen unas 300 empresas, fundamentalmente; la gran mayoría
de ellas son filiales de transnacionales norteamericanas, y si a estas 300 empresas
nosotros les agregamos las maquiladoras que hacen actividades, sobre todo, de
ensamblaje es decir, importan prácticamente todo y lo que hacen es ensamblar
explotando una mano de obra mexicana que es quince veces más barata que
la mano de obra norteamericana, simplemente cruzando la frontera, pues estos
dos agentes son responsables del 96% de las exportaciones mexicanas y el 4%
restante, ese pobre 4% restante, se dispersa entre 2 millones de pequeñas
empresas que, por supuesto, la política neoliberal las mantiene permanentemente
amenazadas de absorción >o de ruina. Por ejemplo, la industria textil
mexicana ha aumentado notablemente las exportaciones a Estados Unidos; pero,
en esa rama, el 71% de las empresas son norteamericanas, son de capital norteamericano,
que se instaló allí después de expulsar de ese sector al
capital mexicano que allí estaba. En estas exportaciones industriales,
economistas mexicanos calculan y así lo han expresado que por cada dólar
de exportaciones industriales mexicanas hacia Estados Unidos, solo hay 18 centavos
de componentes nacionales mexicanos. Esta es la maravilla de la inversión
de capital norteamericano en México.
Pero si tomamos las maquiladoras, que han proliferado en la frontera y aún
hacia adentro del país, en las maquiladoras, por cada dólar exportado,
el componente nacional mexicano es de 2 centavos. La principal atracción
de la maquiladora para Estados Unidos es pagar salarios que son quince veces
inferiores a los salarios que les pagan a los trabajadores norteamericanos.
Se puede poner, igualmente, el ejemplo del transporte de carga por carretera,
como un ejemplo muy significativo. El transporte de carga por carretera, en
el marco del TLC fue liberalizado de la noche a la mañana; hicieron,
de la noche a la mañana, lo que a los europeos en la experiencia de integración
europea les había tomado 40 años y a lo que los propios norteamericanos
en la economía de Estados Unidos les había tomado alrededor de
15 años. Resultado de la liberalización del sector del transporte
de carga, sobre todo los camiones mexicanos que llevan productos hacia Estados
Unidos: en Texas rechazan el 50% de los transportes mexicanos de carga; en Arizona
el 42%, y en California el 28%.
El sector agrícola mexicano se enfrenta a otra situación de verdadera
catástrofe. Podemos decir que el sector agrícola mexicano, al
ponerse en contacto con la agricultura norteamericana y con las exportaciones
agrícolas norteamericanas, se pone en contacto con el sistema más
sofisticado de subsidios de todo tipo que existe en cualquier economía
del mundo, y también, por supuesto, con la economía técnicamente
más adelantada en el sector agrícola en todo el mundo. Resultado
de esto para la agricultura mexicana, por ejemplo, en el arroz: México
era un fuerte productor de arroz. El arroz de producción nacional ha
sido sustituido por importaciones de arroz procedente de Estados Unidos y ya
esas importaciones representan más del 50% del consumo mexicano. Las
papas mexicanas, de lo cual México también fue un exportador:
las papas mexicanas han sido bloqueadas en su ingreso al mercado norteamericano,
aduciendo barreras fitosanitarias, una de las tantas barreras que se ponen para
impedir el ingreso de productos; y, mientras tanto, las papas procedentes de
Estados Unidos han invadido el mercado mexicano. El algodón, recordemos
a México como un tradicional exportador importante de algodón:
México ha pasado, de exportador de algodón, a ser uno de los mayores
importadores de algodón.
En conclusión: en la agricultura mexicana la superficie agrícola
sembrada se ha reducido y hay 6 millones de trabajadores agrícolas desplazados
que hacían antes cultivos que ahora se sustituyen por productos importados
desde Estados Unidos; 6 millones de trabajadores que buscan trabajo sin encontrarlo
en la agricultura mexicana, o hacen la triste historia que conocemos, que es
tratar de atravesar la frontera, atravesar ese "democrático" muro que
divide a los dos países, enfrentar el peligro de muerte al hacerlo, para
tratar de encontrar trabajo en el otro lugar.
En definitiva, en términos de pobreza, actualmente señalan economistas
mexicanos que el 47% de la población mexicana vive en la pobreza y el
19% en la indigencia. En los años de vigencia del Tratado de Libre Comercio,
la canasta básica de alimentos de la población mexicana aumentó
de precio 560%, mientras que el salario real solamente aumentó 135%;
es decir, la canasta aumentó de precio casi cinco veces más de
lo que aumentaron los ingresos reales de los trabajadores. En los años
del gobierno de Zedillo, el salario mínimo se señala que perdió
el 48% de su poder de compra, y más del 50% de los asalariados mexicanos
recibe actualmente, en términos reales, menos de la mitad de lo que recibía
10 años atrás.
Esta es la cara triste y fea de la integración bajo principios neoliberales,
y es el mismo tipo de integración que el ALCA hoy le está proponiendo
al resto de América Latina. Creo que América Latina puede muy
bien mirarse en ese espejo. Por último, quiero comentar, rápidamente,
algunas de las posiciones que sostiene Estados Unidos en esta negociación
con el ALCA. No las hemos obtenido a través de ninguna fuente especial,
sino que Estados Unidos las publica en Internet y las da a conocer; en cada
uno de los temas de negociación que hoy están negociándose
en el ALCA ahí está su posición. En primer lugar, el trato
preferencial a los países de menor desarrollo, un punto clave en una
integración entre el tiburón y las sardinas. Sencillamente, el
tiburón considera que no hay que darles ningún trato preferencial
a las sardinas; las sardinas deben nadar por las aguas neoliberales, que son
las únicas aguas posibles y lo más que se le permite a las sardinas
es llegar un poquito después que el tiburón al mismo lugar.
Como decía hace un rato, si hay que rebajar los aranceles en un 20%,
pues que economías "tan desarrolladas" como las de Bolivia, Honduras,
pequeñas islas del Caribe, Haití, etcétera, pues lo hagan
uno o dos años después que lo hagan las economías de Estados
Unidos y de Canadá. Como se ve, una "generosidad" tremendamente grande.
Por supuesto, lo que se impone es el principio de reciprocidad, que no es más
que una igualdad formal entre partes absolutamente desiguales. Otro de los temas:
Los subsidios y las medidas antidumping. Estados Unidos quiere que la negociación
del ALCA se centre solamente en reducción de aranceles, de barreras arancelarias;
pero es que los principales instrumentos de discriminación comercial
contra América Latina los tiene Estados Unidos no en las barreras arancelarias,
sino, justamente, en las no arancelarias. ¿Cuáles son las no arancelarias?
Una gama enorme de barreras que van desde las medidas de supuesta protección
ambiental o ecológica en Estados Unidos hasta, digamos, exigencias de
etiquetados especiales que de hecho sacan del mercado a los productos latinoamericanos;
hasta la existencia en la legislación de Estados Unidos de una llamada
Sección 301 en la Ley de Comercio Exterior de ese país, y más
aún una parte de ella que es conocida como la Super-301, que es "Super"
por la cantidad de medidas, de barreras de exclusión y de discriminación
que contiene, y que incluye hasta disposiciones de excluir de los supuestos
beneficios de la relación comercial con Estados Unidos a los países
que no cumplan las normas norteamericanas sobre derechos humanos, sobre democracia.
Algunas palabras sobre el tema de la inversión de capital.
En realidad el ALCA para Estados Unidos, más que un interés comercial,
que lo tiene también, pero más que eso tiene un gran interés
de inversión de capital, de lograr una gran área geográfica
en la cual poder invertir y mover libremente el capital norteamericano. Ahora,
¿cuáles son sus dos posiciones básicas sobre la inversión?
Primero, que el capital norteamericano tiene que recibir lo que ellos le llaman
el trato nacional. ¿Qué cosa quiere decir esto? Digamos, que Bolivia
para seguir usando este ejemplo debe tratar al capital norteamericano igual
que trata al capital boliviano o igual que trata al capital de cualquier otro
país de la región latinoamericana.
Otra característica de la posición norteamericana sobre la inversión
es una definición ambigua, imprecisa y me atrevo a decir muy mal intencionada
del propio concepto de inversión, que incluye dentro de esa inversión
no solamente las clásicas cosas que cualquiera entiende como una inversión,
es decir, la inversión en una empresa, en crear activos reales, sino,
dentro de esa definición que tratan de imponer en la negociación
del ALCA, se incluirían cosas que van hasta deudas que serían
consideradas como inversión y que permitirían a Estados Unidos
pedir garantías especiales hasta para la deuda del sector privado en
un país latinoamericano, contraída con capitales o prestamistas
norteamericanos. Permitiría también considerar como inversión,
recibir trato nacional y evadir cualquier regulación a esas inversiones
especulativas de capitales golondrinas de largo plazo.
Por último, sobre las compras del sector público. Pretende, también,
Estados Unidos maniatar a nuestros gobiernos para que ni siquiera el sector
público, el Estado de estos países, pueda hacer las compras con
un interés social, con un fin de desarrollo. Es muy simpático
en la posición norteamericana cuando se dice que las compras del sector
público deben evitar los monopolios oficiales y deben preferir textualmente,
"a las empresas que tengan mayor experiencia y mayor volumen de negocios", lo
cual equivale a decir, en América Latina, que todas las compras del sector
público habrá que hacerlas a empresas norteamericanas, obviamente.
El pasado 16 de abril nuestro Comandante en Jefe dijo, y cito textualmente:
"...sabemos que América Latina y el Caribe pueden ser devorados, pero
no podrán ser digeridos. Más tarde o más temprano, como
el personaje bíblico, de una forma u otra, escaparían del vientre
de la ballena. Y el pueblo cubano los esperaría desde fuera, puesto que
hace rato aprendió a nadar en aguas turbias y conoce que, en tanto sus
condiciones de vida no mejoren radicalmente, los pueblos del Tercer Mundo se
harán cada vez más ingobernables y forzarán las soluciones
necesarias."
Para concluir, de nuevo recordar a Martí en estas páginas iluminadoras
sobre la Conferencia Monetaria de las repúblicas de América de
1890. Martí les dice a los pueblos hispanoamericanos en aquel momento,
ahora podríamos traducir, los pueblos latinoamericanos y caribeños,
en aquella coyuntura, algo que creo que lo podríamos suscribir y decirlo
igual a los países que hoy tratan de ser incorporados al ALCA. Y cito
a nuestro Héroe Nacional: "Mostrarse acomodaticio hasta la debilidad
no sería el mejor modo de salvarse de los peligros a que expone en el
comercio, con un pueblo pujador y desbordante, la fama de debilidad. La cordura
no está en confirmar la fama de débil, sino en aprovechar la ocasión
de mostrarse enérgico sin peligro. Y en esto de peligro, lo menos peligroso,
cuando se elige la hora propicia y se la usa con mesura, es ser enérgico."
20 de abril del 2001