La Jornada
En diciembre de 1990, el presidente estadunidense George Bush, padre, viajó por Sudamérica con el fin de venderle al continente un nuevo y audaz sueño: "un sistema de comercio libre que vincule a toda América". Al hablar ante el Congreso argentino dijo que el plan, que más tarde se nombraría Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), sería "la nueva declaración de interdependencia de nuestro hemisferio... el brillante nuevo amanecer de un espléndido mundo nuevo".
La semana pasada, los dos hijos de Bush unieron fuerzas para intentar anunciar ese nuevo mundo durante las negociaciones del ALCA en la amistosa Florida. Este es el estado que el gobernador Jeb Bush juró "entregar" a su hermano durante las elecciones presidenciales de 2000, aunque esto implicara que muchos afroamericanos se quedaran sin ejercer su derecho al voto. Ahora Jeb juraba entregarle a su hermano el codiciado acuerdo comercial, aunque eso implicara que miles se quedaran sin ejercer su derecho a protestar.
A pesar de los mejores esfuerzos de los hermanos Bush, el sueño de un hemisferio unido en una sola economía de libre mercado murió la semana pasada. Fue asesinado, no por los manifestantes en Miami, sino por las poblaciones de Brasil, Argentina y Bolivia, que le han hecho saber a sus políticos que si dan su firma avalando que las multinacionales extranjeras obtengan más poder, mejor ni regresen a casa.
Los brasileños mediaron y lograron una concesión, la cual hace del acuerdo un asunto de "escoja usted", que permite a los gobiernos firmar las partes que les gusten y no firmar las que no les gusten. Por supuesto que Washington seguirá intentando intimidar a países en forma individual y a grupos de naciones para que acepten acuerdos comerciales totalizadores, tomando como modelo al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pero no habrá un acuerdo único, unificado.
Dentro del hotel Intercontinental se le llamaba el ALCA lite. Fuera, tuvimos la experiencia de algo claramente más pesado: la guerra lite. De hecho, mientras más control perdían los representantes comerciales estadunidenses en la mesa de negociaciones, más poder crudo ejercía la policía en las calles.
"Nuestra meta era ahogarlos", me explicó un oficial de la policía de Miami-Dade, y eso es exactamente lo que hicieron. Las pequeñas manifestaciones pacíficas fueron atacadas con extrema fuerza; las organizaciones fueron infiltradas por oficiales encubiertos que después usaron pistolas de descargas eléctricas contra los activistas; a camiones llenos de sindicalistas no se les permitió el paso para unirse a las marchas autorizadas; docenas de caras jóvenes fueron estrelladas contra el concreto y batidas a bastonazos; los activistas de derechos humanos tuvieron cerca pistolas que les apuntaron a la cabeza en retenes estilo militar.
La violencia policiaca fuera de las cumbres de comercio no es nueva, pero lo asombroso respecto a Miami fue lo alejada que estaba la respuesta de la seguridad de cualquier cosa que se asemejara lo más mínimo a una amenaza real. Desde la perspectiva de un activista, las protestas fueron decepcionantemente pequeñas y casi vergonzosamente obedientes, una respuesta comprensible a semanas de intimidación policiaca.
Al escuchar el incesante rugido de los helicópteros y la marcha de las botas policiacas, no me podía quitar la sensación de que algo nuevo estaba pasando. La sensación no era tanto como si fuéramos el blanco de esta operación, sino más bien como si fuéramos la práctica de tiro al blanco, los inadvertidos extras en un elaborado ensayo militar.
El regreso a casa
La cumbre del ALCA en Miami representó el oficial regreso a casa de la "guerra contra el terror". Se usaron, a gran escala, en una importante ciudad estadunidense, las más recientes técnicas, tácticas y de propaganda perfeccionadas en Irak, desde los militares hollywoodizados hasta los medios militarizados. "Esto debería ser un modelo para la seguridad interna", dijo con orgullo el alcalde de Miami, Manny Díaz, respecto a la operación de seguridad que juntó a más de 40 agencias, desde la FBI hasta el Departamento de Pesca y Fauna.
Sin embargo, para que funcione el modelo Miami, la policía primero tuvo que establecer una conexión entre los activistas legítimos y los terroristas peligrosos. Entra en escena el jefe de la policía de Miami, John Timoney, un jurado enemigo de los activistas punk, quien en repetidas ocasiones clasificó a los opositores del ALCA como "fuereños que vienen a aterrorizar y vandalizar nuestra ciudad".
Con los papeles de los activistas reasignados como peligrosos "aliens", Miami se volvió candidato a un grifo abierto de dinero público que irrigara la "guerra contra el terror". De hecho, los 8.5 millones de dólares que se gastaron en seguridad durante la reunión del ALCA provinieron directamente de los 87 mil millones de dólares que el mes pasado Bush le sacó al Congreso para Irak, un hecho escasamente informado más allá de la prensa de Miami.
Pero tomaron prestado más que sólo dinero de la invasión iraquí. La policía de Miami también invitó a los reporteros a "incrustarse" con ellos en los vehículos y helicópteros blindados. Como en Irak, la mayoría de los periodistas asumió su papel de seudosoldado con un ahínco inquietante y se vistió con ridículos cascos de combate y nuevecitos chalecos antimetralla de camuflaje.
En los medios, el resultado fue una conocida combinación de tiempos de guerra: imágenes dramáticas y no-información. Sabemos, gracias a un "incrustado" de The Miami Herald, que el jefe de policía Timoney trabajaba tan arduamente cazando a los malhechores que a las 3:30 del jueves "sólo había comido un plátano y una galleta de avena desde las seis de la mañana".
Las televisoras locales, más que cubrir las protestas, planeaban sobre ellas. Sus helicópteros mostraban imágenes de los enfrentamientos, pero en vez de escuchar las voces en las calles - voces de los manifestantes rogando a la policía que dejara de disparar y claramente siguiendo las órdenes de dispersarse- sólo oíamos a altos oficiales de la policía y animados conductores de noticias compadeciéndose de los muchachos en el frente.
Mientras tanto, los periodistas independientes que se atrevieron a hacer su trabajo y filmar de cerca la violencia policiaca fueron tomados como blanco. "Ella no está con nosotros", le dijo un oficial a otro mientras agarraban a Ana Nogueira, una corresponsal para Democracy Now! de Pacifica Radio, que estaba cubriendo una protesta pacífica fuera de la cárcel del condado de Miami-Dade. Cuando la policía determinó que Nogueira "no está con nosotros" (o sea, ni es una reportera incrustada ni una policía encubierta) se la llevaron y levantaron cargos contra ella.
El Modelo Miami para lidiar con el descontento interno va más allá de una sola reunión. El domingo, The New York Times informó de un boletín filtrado de la FBI que revelaba "un esfuerzo coordinado a escala nacional para recoger inteligencia" sobre el movimiento estadunidense contra la guerra. El memorándum destaca actividades de protesta perfectamente legales, incluyendo entrenar para acciones no violentas, filmar actos de la policía y organizar mediante Internet. Anthony Romero, director ejecutivo de la American Civil Liberties Union (Unión Americana de Libertades Civiles), dijo que el documento revela que "la FBI peligrosamente hace sus blancos a estadunidenses que están involucrados sólo en protestas y disenso legal. La línea entre terrorismo y desobediencia civil legítima es difusa".
Podemos esperar muchas más de estas tácticas en el frente nacional. Así como escalaron las violaciones a las libertades civiles cuando Washington perdió el control del proceso del ALCA, así también se incrementará la represión conforme el equipo de Bush se enfrenta a la máxima amenaza: perder el control de la Casa Blanca.
Jim Wilkinson, director de comunicaciones estratégicas en el comando central estadunidense en Doha, Qatar (la operación que le dio al mundo el rescate de Jessica Lynch), ya se trasladó a Nueva York para encabezar las operaciones con los medios para la Convención Nacional Republicana. "Estamos pensando en incrustar reporteros", le dijo a The New York Observer, al explicar que planean usar algunos de los trucos iraquíes durante la convención. "Estamos pensando en nuevos e interesantes ángulos de la cámara".
La guerra llega a casa.
(Traducción: Tania Molina Ramírez. Copyright 2003 Naomi Klein)
* Naomi Klein es autora de No logo y vallas y ventanas