Rebelión
La derrota de Washington en las negociaciones sobre el Area de Libre Comercio de las Americas (ALCA), en Miami, ha proporcionado a las fuerzas opositoras un valioso tiempo para derrotar definitivamente a ese engendro monroeísta.
La Casa Blanca ---incapaz de hacer concesiones a Brasil que no afectaran sus intereses electorales con los sectores incompetitivos del acero, de los productores de ganado, del azúcar y de los cítricos--- tuvo que renunciar (temporalmente) al proyecto de un mercado continental homogéneo para la absorción de sus excedentes agroindustriales, y contentarse con un derecho que todos los Estados disfrutan apriori: negociar con otros entes estatales bilateralmente los asuntos que les interesan.
Mientras que la gran prensa empresarial, como el The New York Times y el The Financial Times, lamentaron la derrota del proyecto imperial, el sectarismo latinoamericano condeno por enésima vez la "traición" y "entrega" de Inacio "Lula" da Silva ante la burguesía y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sin embargo, a la luz de la correlación continental de fuerzas, fue correcta la estrategia de Brasil de no antagonizar el conflicto en Miami y permitirle a la tropa de Bush salvar, al menos, la pretensión de un arreglo consensuado con los inquilinos del patio trasero, pese a que todos los que quieren saber, entienden que el debacle fue comparable a la de Cancún.
Para darse cuenta de la importancia de esa nueva derrota del ALCA, que debería llevar a su desaparición definitiva, es necesario comprender la absoluta incompatibilidad entre el libre comercio, tal como lo intenta imponer Bush mediante el ALCA, y el desarrollo de la nación latinoamericana.
El histórico conflicto entre Alemania y Gran Bretaña sobre este tópico contencioso, proporciona probablemente la vía mas didáctica y aleccionadora para entender a fondo el irreconciliable antagonismo entre la doctrina de las ventajas comparativas del libre comercio, y la doctrina del desarrollismo capitalista nacional, es decir, del capitalismo proteccionista de Estado.
El encarnizado combate teórico entre ambas doctrinas económicas fue, en su génesis, el reflejo ideológico de la lucha por la hegemonía mundial, entre el capital inglés y el capital alemán. Friedrich List, el más importante economista alemán de su tiempo, describe esta lucha y su reflejo teórico-ideológico en 1841, en los siguientes términos.
Si queremos que Alemania se vuelva "rica y poderosa", decía el político, tenemos que analizar las estrategias que permitieron a naciones pobres e impotentes convertirse en potencias afluentes y poderosas. Inglaterra, que hoy es nuestro ideal a alcanzar, fue alguna vez un país agricultor dependiente de Alemania, que recibía nuestras manufacturas y pagaba con materias primas. En aquel entonces, los ingleses no tenían nada. Esa fue la época del comercio "verdaderamente libre en Inglaterra".
Sabios monarcas descubrieron después que la manufactura es la base del comercio, de la supremacía marítima, de la cultura, del poder nacional, de la independencia y de la prosperidad en el campo. A raíz de este reconocimiento se implementaron dos nuevas estrategias.
A) Importar fuerzas productivas manufactureras (capital y capitalistas externos, entre otras), en lugar de manufacturas y consumir y elaborar en la medida de lo posible los productos agrícolas y materias primas propias.
B) Proteger todas las nuevas ramas manufactureras establecidas en el mercados nacional a través de la importación de capitalistas, tecnologías, conocimientos y capitales del exterior, mediante aranceles de protección e, inclusive, la prohibición de las importaciones competitivas.
Cuando esa política no solo satisfizo la demanda nacional sino generó excedentes manufactureras para la exportación, se agregaron tres nuevos imperativos a la economía política: 1. importar únicamente materia prima y productos agrícolas y exportar sólo manufacturas; 2. transportar importaciones y exportaciones en buques propios (Acta de Navegación); 3. comprar, de preferencia, sólo a aquellos que compran de nosotros (comercio directo).
Esto significaba para las colonias que se pagarían los productos de las "regiones calientes" con las manufacturas de las zonas templadas, practicándose lo que hoy es conocido como el comercio asimétrico y los términos de intercambio desiguales.
Tal política, que fue seguida desde Enrique III, condeno a todas las demás potencias europeas contemporáneas a jugar un papel de segunda en el sistema internacional e invirtió la relación entre Alemania e Inglaterra: Alemania se convirtió en un país agrícola sin poder ni riqueza, e Inglaterra en una potencia mundial.
La lectura correcta del exitoso experimento inglés no era un secreto para nadie. Inclusive los ministros de Georg I (1721) proclamaban abiertamente que era evidente "y comprobado por la propia experiencia de Inglaterra que una nación sólo podía llegar a ser rica y poderosa mediante la exportación de productos manufactureros y la importación de materias primas".
Inglaterra intuía ya en aquel entonces su futuro dominio sobre la India oriental, pero entendía que esta no podía consolidarse mientras consumía las manufacturas de Oriente. Por eso prohibió pronto las respectivas importaciones de India.
Según la "teoría cosmopolita" de David Ricardo y Adam Smith esto era tonto, porque su producción de productos de algodón y seda era, al inicio, mucho mas cara que la de los hindúes.
Sin embargo, "el éxito demostró que la teoría de los valores no es igual a la teoría de las fuerzas productivas". La destrucción de la competencia en India y en el continente europeo dieron un salto cualitativo a la industrialización, poder y riqueza del naciente imperio que lo convirtieron en la primera potencia mundial.
Para eternizar ese triunfo se requería de un ultimo imperativo: "ocultar la verdadera política de Inglaterra mediante las teorías y los argumentos cosmopolíticos inventados (sic) por Adam Smith, para impedir que otras naciones siguieran los imperativos de su propia política exitosa. Es una regla general de los inteligentes, tirar la escalera que los ha llevado a la grandeza, para que nadie los pueda alcanzar."
La escalera hacia la grandeza de América Latina es el desarrollismo democrático regional, basado en las tecnologías unificadas de punta, ejercido a través del Bloque de Poder Regional (BPR), y con el horizonte estratégico de la democracia participativa postcapitalista.
El ALCA, en cambio, es una escalera que solo sirve para trepar a un... bonzai.