Cumbre del ALCA en Miami
América Latina: "un volcán"
Naomi Klein
MASIOSARE/LA JORNADA
La próxima cumbre del ALCA en Miami promete hacer mella de varios mitos: sacará a la luz la "verdadera diversidad de Miami"; mostrará un mapa político latinoamericano drásticamente distinto al de la última cumbre (ciudad de Quebec, abril de 2001); y hará patente el rechazo, afuera, en las calles, y también dentro, en las reuniones, a un tratado de libre comercio a escala continental.
En Bolivia, la población que forzó a su presidente a huir a Florida dejó claro que si el nuevo mandatario rompe sus promesas tampoco durará mucho.
Hace unos días, Joao Pedro Stedile, del MST, describió a América Latina como "un volcán", lo cual significa que hasta los políticos de izquierda deben tener cuidado con lo que acuerden en la cumbre del ALCA en noviembre. Si no lo hacen, podrían encontrarse de regreso a Miami. Y esta vez para siempre
CUANDO LAS MASIVAS PROTESTAS POLITICAS forzaron al presidente de Bolivia a renunciar la semana antepasada, Gonzalo Sánchez de Lozada huyó a un lugar donde sabía que encontraría comprensión. ³Estoy aquí, en Miami, tratando de recobrarme del shock y la vergüenza², dijo el ex presidente a los reporteros el sábado 18 de octubre, tras ser depuesto luego de una revuelta en contra de su plan de vender el gas del país a Estados Unidos.
Afortunadamente, para Sánchez de Lozada, hay bastantes residentes en Miami que saben cuán shoqueante y vergonzoso puede ser perder el poder ante una sublevación de izquierda en América Latina. Tantos, de hecho, que podrían formar un grupo local de apoyo para aquellos que sufren de stress posrevolucionario.
Posibles miembros: el ex presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, quien empezó a vivir parte del tiempo en Miami tras ser acusado de corrupción en 1993; como también lo hizo su compatriota venezolano Carlos Fernández, uno de los líderes del fallido golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez. El ex presidente de Ecuador, Gustavo Noboa, podría también pasar por ahí, ya que trató de huir a Miami en agosto para evitar una investigación por corrupción en su país.
Para darle un sentido histórico, las sesiones de quejas en sus casas de playa podrían incluir a Francisco Hernández. El formó parte de la invasión a Bahía de Cochinos en 1961 y, como presidente de la Fundación Nacional Cubano-Americana, Hernández ha estado urdiendo un complot para derrocar a Fidel Castro desde entonces.
Durante décadas, Miami ha sido el sitio preferido por la comunidad de jubilados de la regurgitada derecha latinoamericana: cuando la gente escupe a los políticos responsables de mantenerlos en la pobreza, los antiguos dirigentes frecuentemente son tragados por Miami. Tan poderoso es el Factor Florida en la política latinoamericana que Joao Pedro Stedile, uno de los fundadores del poderoso Movimiento de los Sin Tierra (MST) brasileño, medio en broma, le dijo al público en Toronto el lunes antepasado que si las elites de Brasil continuaban socavando las reformas prometidas por el presidente Luis Inácio Lula da Silva, ellas también tendrían que buscarse un condo en South Beach.
Pero Florida también es el hogar de exiliados de otro tipo, gente que dejó sus países natales en América Latina y el Caribe, no para escapar de una izquierda que resurge, sino para escapar de las políticas de derecha impuestas por muchos de esos mismos políticos caídos en desgracia.
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El 20 de noviembre las dos Miamis chocarán una contra la otra cuando la ciudad sea la anfitriona de una importante cumbre hacia la propuesta del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), un plan para crear la mayor y más extensa zona de libre comercio en el mundo.
Cuando los 34 ministros de comercio de las Américas se asomen de su centro de conferencias convertido en fortaleza verán una ciudad de caras muy parecidas a las que dejaron en sus países. Es muy probable que sea un nicaragüense el que limpie los cuartos de hotel de los ministros de comercio, mientras ellos debaten si los ³servicios² deben ser incluidos en el acuerdo; es muy probable que un mexicano haya recogido las naranjas de Florida del jugo que tomen, mientras ellos debaten sobre subsidios agrícolas; es muy probable que un argentino tome su orden y un haitiano lave los trastes, mientras ellos discuten sobre ³derechos de inversión² durante la cena; y es muy probable que sea un guatemalteco el que pode el campo de golf cuando lleguen a acuerdos.
Sesenta y un por ciento de las personas que viven en la ciudad de Miami son inmigrantes. El suburbio de Hialeah presume de tener el más alto porcentaje de hispanohablantes en Estados Unidos: 92%. Y no sólo son cubanos. Miami, una de las ciudades más pobres de Estados Unidos es, de muchas maneras, toda América en miniatura, el hemisferio que abarca el ALCA amontonado en un denso bolsillo urbano al lado del mar (que incluye a los ancianos canadienses y a los borrachos colegiales estadunidenses).
No hay mejor manera de comprender cómo las políticas de libre comercio han devastado a Latinoamérica y el Caribe que a través de las historias de vida de las sucesivas olas de inmigrantes en Florida. Más recientemente, cuando la privatización y la desregulación del sector financiero provocó un derrumbe económico en Argentina hace dos años, hasta 180 mil argentinos se trasladaron inmediatamente a la ciudad de Miami en busca de trabajo.
A ellos se une una nueva clase de inmigrantes mexicanos: trabajadores despedidos de las maquiladoras. Cuando México firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hace 10 años se decía que estas fábricas de exportación serían el escape de la pobreza para México. Pero en los pasados tres años, más de 215 mil trabajadores de la maquila han perdido sus empleos. Muchos de los contratos se han ido a China, mientras muchos de los obreros se han encaminado hacia Florida para unirse a los 700 mil inmigrantes indocumentados en el estado.
Al testificar ante los miembros del Congreso el pasado junio, Lucas Benítez, un granjero y miembro de la Coalición de Trabajadores de Immokalee, dio otra razón que subyace a la migración a Miami: ³Miles de los que nos encontramos en Florida fuimos forzados a dejar nuestros países por los efectos de los tratados de libre comercio, que han inundado nuestros países con productos agrícolas baratos provenientes de Estados Unidos y Canadá, imposibilitándonos a vender las cosechas que hemos cultivado durante generaciones².
Durante la cumbre del ALCA del mes que entra, las calles de Miami estarán retacadas de historias similares. ³Vamos a mostrar la verdadera diversidad de Miami y mellar el mito de que sólo hay cubanos de derecha², dice Kameelah Benjamin-Fuller, uno de los organizadores de las protestas contra el ALCA.
Habrá otro mito que se disolverá en el encuentro: que América Latina reclama este tratado de libre comercio.
La última cumbre importante del ALCA fue en abril de 2001 en la ciudad de Quebec, Canadá. Desde entonces mucho ha cambiado. En Quebec la oposición estaba confinada a las calles, con las 34 cabezas de los Estados participantes aparentemente a favor de un acuerdo. Pero en los dos años y medio desde la cumbre de Quebec, las políticas de libre comercio han estado bajo un intenso fuego en América Latina y el mapa político ha sido drásticamente redibujado.
Los candidatos de centro izquierda llegaron al poder en Brasil y Ecuador, prometiendo gobernar a favor de los intereses de los pobres. En Argentina, las protestas populares sacaron al gobierno neoliberal de Fernando de la Rúa e impidieron que Carlos Menem, quien introdujo la privatización masiva y desregulación en Argentina, regresara. Las últimas encuestas sugieren que Uruguay y Perú podrían ser los siguientes.
Los electores han mostrado un claro rechazo a más concesiones a las multinacionales y prestamistas extranjeros. A pesar de esto, a los políticos que llegan al poder prometiendo cambios les sigue temblando la mano una vez que llegan al puesto. Y esta timidez está provocando una severa pérdida política. En Brasil, el apoyo a Lula se va deslizando como resultado de su ineficaz programa de ³Cero hambre². En Ecuador, los números de Gutiérrez se desplomaron después de que acordó debilitar las leyes laborales para complacer al Fondo Monetario Internacional.
Y en Bolivia, los campesinos y trabajadores que forzaron a su presidente a huir a Florida la semana antepasada han dejado claro que si el nuevo presidente rompe sus promesas tampoco durará mucho. ³Si lo hicimos una vez, lo podemos hacer de nuevo², dijo Elio Argullo, un ex minero ahora comerciante ambulante, a The New York Times. ³Y si tenemos que hacerlo, puedes apostar que lo haremos².
El lunes, Joao Pedro Stedile, del MST, describió a América Latina como ³un volcán². Lo cual significa que más vale que hasta los políticos de izquierda tengan cuidado con lo que acuerdan en la cumbre del ALCA en noviembre. Si no, podrían encontrarse de regreso a Miami. Para siempre.
La historia de Lucas Benítez, y muchas otras, están contadas en un decisivo libro llamado Shafted: Free Trade and America¹s Working Poor, publicado recientemente por la organización de investigación estadunidense Food First.
(Traducción: Tania Molina Ramírez. Copyright 2003 Naomi Klein)