Entre 1999 y 2000 América Latina envió hacia el vecino del norte un millón de millones de dólares por intereses de la deuda externa, utilidades, intercambio desigual y fuga de capitales, convirtiéndose en la región más desigual del mundo, mientras su endeudamiento externo se acrecentaba en 302 600 millones, para alcanzar 800 mil millones de dólares. El número de latinoamericanos pobres aumentó de 200 a 226 millones.
El gobierno de Bush se apresura a imponer a los latinoamericanos en 2005 el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Y es que aunque parezca increíble Estados Unidos no logra, con el inaudito saqueo de América Latina, tapar los agujeros que llevan a pique su economía de especulación y despilfarro. Esto, pese a dos décadas de aplicación de la llamada primera generación de reformas neoliberales, con las que exprimió más a una región que ya había sujetado antes al yugo neocolonial. Empresas de Estados Unidos se apoderaron en esas décadas de cerca de 4000 activos al sur del río Bravo en sectores como telecomunicaciones, banca, transporte, petróleo, minería y comercio, donde sacan el doble de ganancia que en su país.
¿Por qué esa sangría le queda corta al capitalismo estadounidense? Muy sencillo. La economía de Estados Unidos da tumbos desde 2000 y ha entrado en una recesión que ya en 2001 produjo sendos y astronómicos déficits de su balanza comercial por 346 mil millones y de cuenta corriente por 375 mil millones de dólares. A ello se suman las pérdidas en Wall Street en ese año por 2.5 millones de millones de dólares, las escandalosas quiebras corporativas, el aumento del desempleo, la disminución de la confianza del consumidor y el déficit presupuestario de 200 mil millones anunciado oficialmente para el final de la administración Bush. Todo esto en un entorno de estancamiento económico mundial, al que no escapa Europa y menos Japón.
Para hacer frente a la contingencia y afirmar su hegemonía ante las demás potencias Washington recurrió al aumento de los gastos militares mediante la declaración del estado de guerra permanente a partir del 11 de septiembre de 2001, la puja por apoderarse de los recursos energéticos a escala mundial con sus primeros movimientos en la agresión a Afganistán y contra Irak, la vuelta al proteccionismo más descarado y draconianas restricciones a los trabajadores inmigrantes mientras enfatiza las loas al "libre" comercio. Aquí entra el ALCA –unido a los planes Puebla- Panamá y Colombia- que consiste en la recolonización-anexión de América Latina sin consultar a sus pueblos, proyecto sólo objetado por los gobiernos de Hugo Chávez y el brasileño.
Ya el neocolonialismo "clásico" no es suficientemente rendidor. Por consiguiente, Estados Unidos se propone hacer su coto privado del espacio estratégico y los cuantiosos recursos económicos latinoamericanos y caribeños: agua, 3ª. parte de las reservas existentes; petróleo – 15 por ciento de la producción y 11 por ciento de las reservas mundiales-, clave cuando la aventura contra Bagdag puede generalizar el conflicto en Medio Oriente; biodiversidad, 40 por ciento de las especies animales y vegetales del planeta más la sabiduría no cuantificable de los pueblos indios. A la vez, desalojar a los capitales europeos y asiáticos de la región, convertir a los gobiernos y burguesías locales en gerentes de los intereses yanquis -no por gusto se queja Carlos Slim-, subordinar las soberanías y leyes de los Estados a disposiciones y tribunales supranacionales; eliminar, en suma, todo lo que impida el predominio absoluto del capital estadounidense en la región.
La lucha política por frenar el ALCA es, pues, decisiva. El momento es singularmente propicio para concentrar en ella los anhelos de auténtica democracia, independencia, justicia social y fraternidad latinoamericana con la fuerza de masas con que se expresan hoy en Argentina, Bolivia, Brasil, Venezuela y Ecuador, que como río subterráneo sale ya a la superficie en otras naciones de nuestra América. Si esa lucha se liga a las que reclaman techo y empleo decoroso, alimentación suficiente, educación y salud gratuitas y universales, el rescate -que ha exigido Evo Morales- de los recursos privatizados, la tierra para los campesinos y los derechos de los pueblos indios, las mujeres y los gays, de ellas saldrán las alternativas para alcanzar ese otro mundo que sí, solo luchando puede ser posible.