21 de noviembre del 2003
El ALCA: Dañino para el pueblo
Saul Landau
Cuando éramos niños cambiábamos postales de jugadores de béisbol o las vendíamos (10 centavos). Pero hoy el comercio significa algo muy diferente. Es más, todo niño de América debiera comprender que los participantes en la reunión del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) no están tratando de aumentar el poder de ustedes en el cambio de postales de Hank Aaron o Pelé por las de Ted Williams o de Diego Maradona ni van a ayudar a los pequeños fabricantes de cremalleras y cajas de papel de la Florida a vender sus productos en Uruguay o Belice.
Los expertos del ALCA vislumbran una "zona de libre comercio" del hemisferio, con la exclusión de Cuba, por supuesto. Los Directores Generales de compañías y los funcionarios gubernamentales, que ven el mundo a través de lentes corporativos, presumen acerca del potencial del "mercado libre mayor del mundo". El producto interno bruto combinado de los países implicados (800 millones de consumidores) es igual a $13 billones de dólares, aseguran los promotores del ALCA. El tratado extendería el ALCAN (Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte entre EEUU, Canadá y México) desde la Bahía de Hudson al extremo de la Patagonia (excepto Cuba, por supuesto).
La idea misma de tal gigantesco mercado latinoamericano y caribeño esperando su entrada ha llevado a las principales corporaciones norteamericanas a convertirse en los mayores promotores del ALCA. El ALCA se vislumbra como una seductora para el deseo de adquisición de las corporaciones. Un capítulo dedicado a los servicios en el acuerdo, por ejemplo, pudiera incrementar las presiones ya existentes sobre los gobiernos hemisféricos para que vendan los servicios públicos a los inversionistas privados extranjeros. Las compañías norteamericanas podrían entonces ofrecer costosos servicios de salud a los pobres latinoamericanos, salvarlos de las escuelas públicas y ofrecer el más alto nivel (en costo) de educación privada.
Las enormes corporaciones también encontrarían oportunidades de apoderarse del transporte público, los teléfonos, el gas, la electricidad, el agua y el tratamiento de aguas negras. El ALCA incluso alentaría a los gobiernos a que privaticen los asilos de ancianos y los centros de cuidados diurnos. El pueblo perdería su propiedad histórica y los inversionistas extranjeros obtendrían derechos negados a los comercios locales. Es más, después de que los gobiernos cedan la propiedad pública a los monolitos privados, el acuerdo da entonces a esos "inversionistas" privados el derecho a reclamar judicialmente a los gobiernos que interfieran con sus "derecho" a las ganancias.
Por estas razones y otras más, decenas de miles de oponentes al comercio libre han aparecido esta semana en Miami para manifestarse en contra del "comercio libre". "Libre" quiere decir "libertad para apoderarse" por parte de un puñado de corporaciones y bancos norteamericanos; libertad para invertir en naciones con trabajadores de poca edad, poco salario y ninguna barrera "anticomercial" como impuestos o regulaciones medioambientales o de seguridad del trabajo que inhiban sus inclinaciones a la obtención de ganancias.
Los motivos imperiales no han cambiado a través de los años. Pero como ya no pueden utilizar las prácticas de siglos anteriores (el saqueo descarado), los grandes "inversionistas" ahora buscan acuerdos legales para obtener los mismos beneficios. En vez de tener a la Infantería de Marina de EEUU para garantizar sus "derechos" a las ganancias en el Tercer Mundo (las políticas de Cañonera, Dólar y Buen Vecino en la primera parte del siglo 20), prefieren ahora ir a los tribunales. Los "tratados comerciales" significan que los gobiernos ponen su sello de aprobación a los acuerdos comerciales que engañan a los pobres y al entorno. El ALCA presupone niveles inexistentes de igualdad entre los países firmantes.
Durante el debate de ALCAN en 1993, sus proponentes convencieron al Congreso de que México ameritaba una sociedad de libre comercio con Estados Unidos y Canadá porque había alcanzado un compromiso de madurez con la democracia y el gobierno honrado. Algunos fanáticos defensores del ALCAN presentaron fantasías en vez de hechos. En su columna del 20 de julio de 1993 en el periódico Los Ángeles Times, el ex Secretario de Estado Henry Kissinger dijo que el presidente mexicano Carlos Salinas había "puesto a México de cabeza". Además de abrir al país a la inversión extranjera y a la competencia libre, Salinas había "eliminado la corrupción".
Poco después de que Kissinger escribiera esas palabras, Salinas se convirtió en el centro de grandes escándalos, incluyendo el asesinato y una cena de "$25 millones el cubierto". Salinas había invitado a los que más se habían beneficiado con sus negocios de privatización a una cena de elite en la que ellos podrían pagar su deuda con él mediante la donación de $25 millones de dólares cada uno para el fondo de inversiones de la familia Salinas, por supuesto.
Kissinger, quien no hizo ningún comentario acerca del asunto, predijo elocuentemente "un sistema de libre comercio del Hemisferio Occidental, cuyo primer paso sería el ALCAN". Entre 1970 y 1973 Henry alentó a los militares chilenos a que derrocaran al gobierno libremente elegido de Allende. Apoyó la instalación de la antítesis de la libertad en Chile, una dictadura militar. Pero para Kissinger, el ALCAN representaba la verdadera libertad: "un sistema para el comercio libre global basado en incentivos para aquellos dispuestos a seguir sus principios y con penalidades para los que no sigan las reglas del juego".
En 1993 Clinton llegó a la presidencia con una desconfianza hacia el comercio libre. La mayor parte de los norteamericanos de aquella época ni siquiera habían oído hablar del ALCAN. Pero Clinton pronto se convirtió en un misionero del tema y regularmente predicó la doctrina neoliberal en casa y a los líderes del Hemisferio Occidental, con excepción de Castro, por supuesto. Clinton los tentó con su visión de un Área de Libre Comercio de las Américas. Pero entre el inicio en 1994 del ALCAN y los próximos pasos para extender el "libre comercio", millones de personas comenzaron a comprender la otra cara de estos acuerdos.
En México las maquilas (fábricas para la exportación propiedad de extranjeros) generaron crecimiento. Pero en el 2000 la recesión golpeó. Algunas maquiladoras cerraron o redujeron turnos. Estos motores de desarrollo respondieron directamente a la recesión norteamericana recortando la inversión en México. Los ataques del 11/9/01 significaron otro golpe al "comercio libre".
La "seguridad" interrumpió temporalmente el cruce expedito de la frontera, necesario para el comercio exitoso de la maquila. Mientras tanto, algunos de los mismos inversionistas que habían cantado alabanzas de México por su mano de obra barata y sus flojas políticas medioambientales, de salud y de seguridad laboral, comenzaron a mover sus propiedades para mercados con mano de obra más barata, como China.
México recibió un duro golpe. Decenas de miles que habían abandonado el campo en busca de trabajo en las ciudades fronterizas repletas de maquiladoras se encontraron sin trabajo, pero ahora en un entorno peligroso y contaminado. En lugares como Ciudad Juárez, la calidad del aire ha pasado de muy mala a absolutamente terrible. Las mujeres viven en un clima social dominado por las violaciones y mutilaciones de varios cientos de trabajadoras de la maquila.
En el Cono Sur el "comercio libre" fracasó más estrepitosamente. El 20 de diciembre de 2001, la economía argentina se derrumbó. Se desataron motines. Los bancos cerraron. El nivel de vida descendió catastróficamente. El gobierno que había administrado el modelo neoliberal a su nivel óptimo declaró el estado de sitio.
En diciembre de 1998 los venezolanos, que habían escenificado sangrientos motines en 1989 para protestar por los planes de "libre comercio" del FMI, abandonaron a los partidos políticos tradicionales y eligieron como presidente al opositor del libre comercio Hugo Chávez. De manera similar, en Ecuador y Perú el sentimiento contra el "libre comercio" había obligado a cambios políticos.
Más importante aún, los brasileños eligieron como presidente a Luis Inácio Lula da Silva, un hombre escéptico de los beneficios del libre comercio. El Representante Comercial de EEUU, Robert Zoellick, calificó a los representes de Lula como "los que no quieren colaborar". Él se refería al papel de liderazgo de Brasil en una coalición de 22 países contra las posiciones de eeuu y de Europa en la reunión de la Organización Mundial del Comercio de septiembre de 2003 en Cancún. Según el punto de vista de Brasil, la "arrogancia sistemática" - y se quedaron cortos - describía la posición de EEUU. Hasta la reunión de Cancún, los delegados de los países "desarrollados" habían confiado en si capacidad para sobornar, intimidar y distraer lo suficiente a los representantes de las naciones pobres como para dividir cualquier bloque como el que se formó en Cancún. La posición normal de EEUU, "hagan lo que yo digo y no lo que yo hago" y su posición de no se atrevan a subsidiar a su agricultura y a su industria del acero como nosotros lo hacemos había comenzado a atraer el fuego.
En el 2004 Bush ve como una necesidad en año de elección el continuar subsidiando la agricultura norteamericana y aumentar tarifas a importaciones seleccionadas del Tercer Mundo para proteger industrias no competitivas. Las exportaciones brasileñas han sufrido. Bush acusó hipócritamente a Brasil, la víctima, de hacer "dumping" de productos en el mercado subsidiado de Estados Unidos. Los delegados norteamericanos, demostrando una audacia imperial, también propusieron a Brasil que concedieran a los inversionistas estadounidenses mayor acceso su economía nacional permitiéndoles la entrada al exclusivo club de los contratos gubernamentales. Los delegados brasileños trataron de mantener un aspecto de calma mientras hacían contrapropuestas sin sentido.
Los delegados norteamericanos ahora tratan de inducir a los líderes latinoamericanos a que resuciten el empañado sueño de Clinton. Esta pandilla de fanáticos neoliberales ha ignorado el hecho básico: el modelo no funciona. Han tenido que suceder masivas manifestaciones en varias ciudades en contra de los propios acuerdos que los librecambistas han celebrado para poner en evidencia este hecho. En 1999 entre 50 y 100 mil opositores al comercio libre, sindicalistas, medioambientalistas, pequeños agricultores y gente común y corriente realizaron manifestaciones en la Cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Seattle. Después del asunto de Seattle el movimiento antiglobalización se ha extendido. Las protestas hicieron erupción en toda reunión importante de la elite comercial no elegida. Ahora esta elite no elegida, que decide la situación comercial del mundo, vive atemorizada de los manifestantes, como debe ser.
En octubre del 2003 los bolivianos se alzaron y al costo de más de ochenta muertos expulsaron a su presidente "librecambista" Sánchez de Lozada, quien regresó a Miami, donde pertenece. Bajo acuerdos de libre comercio, compañías extranjeras como Bechtel eran propietarias del agua boliviana, hasta que los bolivianos dijeron: "¡Basta ya!" Quizás los manifestantes y la presencia del patético Sánchez de Lozada en Miami hagan llegar el mensaje a los negociadores del ALCA. El movimiento pro justicia social se enfrentará al impulso de la globalización corporativa. Y toda la fuerza policial de Miami, haciendo arrestos como los hacen, no podrán contener la justa ira de los que representan a la vasta mayoría de la población mundial.
* Saul Landau es profesor en la Universidad Cal Poly Pomona y es miembro del Instituto para Estudios de la Política. Su nuevo libro, Imperio preventivo: una guía al reino de Bush, será publicado en septiembre por Pluto Press. www.saullandau.net