Hipótesis
El Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) es, por sobre todas las cosas, un proyecto estratégico de los Estados Unidos para América latina y el Caribe, destinado a paliar su déficit de 500 mil millones de dólares anuales en su balanza comercial -más de tres veces la deuda externa argentina-, en el marco de una incierta recuperación de su economía con gastos siderales en armamento y con un abultadísimo déficit fiscal, agravado en los últimos tiempos por la reducción de impuestos a los sectores más ricos de la sociedad norteamericana.
Una definición sin anestesia del significado del ALCA para los Estados Unidos la dio el actual secretario de Estado, Colin Powell, a poco de asumir sus funciones junto al presidente George W. Bush. En esa oportunidad señaló claramente "Nuestro objetivo es garantizar para las empresas norteamericanas el control de un territorio que se extiende desde el Artico hasta la Antártida y el libre acceso -sin ninguna clase de obstáculos- de nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales por todo el hemisferio".
A confesión de parte, relevo de pruebas. Todo lo demás es simple palabrerío tendiente a edulcorar un proyecto de neto corte neoliberal destinado a controlar política, económica y militarmente a toda la región.
Recordemos que la primera cumbre sobre el ALCA realizada en 1994, también en la ciudad de Miami, durante el gobierno de William Clinton, se hallaba impregnada por la atmósfera triunfalista del pensamiento único. Es por ello que sus planteamientos expresaban sin ambages el ideario neoliberal que había penetrado en los gobernantes de la mayoría de nuestros países y -¿por qué no?- en importantes sectores populares, víctimas de una profusa campaña de mentiras orquestada por las clases dominantes locales, siempre tan dispuestas a asumir ese rol indolente, especulador y clientelístico respecto de las metrópolis.
Una muestra de ese espíritu lo da acabadamente en 1998 -en vísperas de la cumbre de Santiago de Chile- Thomas McLarty III, consejero del presidente Clinton y enviado especial de los Estados Unidos para América latina y el Caribe. El funcionario demócrata manifiesta "En el área de la integración económica y el comercio libre, los líderes esperan capitalizar las ganancias obtenidas en la última década tras la adopción de reformas económicas y avanzar hacia la meta primordial, establecida en la Cumbre de Miami, de establecer un Area de Libre Comercio de las Américas para el 2005. Los ambientes macroeconómicos estables que se encuentran por todo el hemisferio se deben en gran medida a las políticas fiscales más estrictas, las tasas de cambio más predecibles, los bancos centrales descentralizados y las políticas comerciales más abiertas, todo lo cual sirve para atraer creciente inversión privada".
Estas palabras, solo cinco años después, si no fueran trágicas resultarían cómicas. ¿A qué "ganancias obtenidas" en la década de los '90, tras las "reformas económicas" neoliberales se refiere el consejero estadounidense? ¿A las de las clases prebendarias que expropiaron el patrimonio social en su propio beneficio, desarticularon la actividad productiva de nuestros países y los endeudaron en cientos de miles de millones de dólares? ¿La descentralización de los bancos centrales evitó el robo a los ahorristas argentinos? ¿Esas son las reformas económicas que permiten "avanzar hacia la meta primordial, establecida en la Cumbre de Miami", para "establecer un Area de Libre Comercio de las Américas?
¿No le dará vergüenza al señor McLarty III leer sus palabras luego de cinco años y comprobar que "los ambientes macroeconómicos estables que se encuentran por todo el hemisferio" han estallado en mil pedazos en la Argentina, en el Uruguay, en Perú, en Ecuador, en Bolivia, para solo citar a los países donde la turbulencia política y económica fue mayor? Para no hablar de la profundización de la brecha social que coloca a Latinoamérica en el primer lugar en el mundo en materia de inequidad distributiva.
¿Este es el resultado de las "políticas fiscales más estrictas, las tasas de cambio más predecibles, los bancos centrales descentralizados y las políticas comerciales más abiertas"? ¿Estas son las metas del ALCA? Las metas del ALCA ya fueron cumplidas antes de su aplicación. El resultado de la implementación de algunas de las ideas que sustentan al ALCA ya está a la vista, se tradujo en cierres de pequeñas y medianas empresas, desocupación, enfermedades, ataque al medio ambiente y a la biodiversidad, exclusión, miseria y muertes por desnutrición o por enfermedades curables.
Un espejo donde los pueblos de nuestro continente pueden mirarse, es el del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, más conocido por su sigla en inglés NAFTA.
El NAFTA ya ha recorrido una década y sus resultados están a la vista. John Audley, uno de los dirigentes del Carnegie Endowment for International Peace, con sede en Washington, planteaba en un estudio que "el sector agrícola mexicano ha perdido un millón 300 mil empleos (y se espera que la situación empeore aún más) desde 1994, debido a la entrada de productos estadounidenses, muchos subsidiados, otros genéticamente modificados, mientras el sector manufacturero solamente ha creado 500 mil empleos. La pobreza ha aumentado, la emigración ilegal creció, muchos campesinos han tratado de balancear la caída de ingresos cultivando nuevas tierras, lo que conlleva a la deforestación y daño al medio ambiente. La productividad se elevó, pero los salarios reales de la población son menores que antes de que se firmara el convenio".
En la Octava Cumbre de Ministros de Comercio que sesionó en Miami solamente un día -el jueves pasado-, rodeada de multitudinarias manifestaciones contrarias a la globalización neoliberal, se terminó firmando un documento que dista mucho de las ideas originarias que el gobierno norteamericano sustentaba respecto de esta iniciativa. Un papel relevante le cupo a Brasil, que contó con la adhesión de la Argentina y Venezuela, en esta frustración momentánea del proyecto de Washington. En este ALCA "flexibilizado" o ALCA a la carta, donde cada país tomaría lo que más le convenga.
Ocurre que ahora otros son los vientos que recorren a nuestro continente. La intensa campaña desarrollada -y que continúa desarrollándose- contra el ALCA en toda América latina, está logrando lenta, pero sostenidamente, contrarrestar el deliberado silencio que Washington trató de imponer, en una abierta actitud antidemocrática, temeroso de la reacción de los pueblos.
Hasta la propia cúpula de la Iglesia Católica argentina, alineándose de algún modo con sus colegas brasileños, denunció esta actitud de escamotear a la ciudadanía el tratamiento de tan importante tema, sugiriendo que se tratara en el Parlamento.
¿Por qué tanto celo en ocultar cual es la esencia de esta propuesta supuestamente de libre comercio?
Porque, en primer lugar, no es de libre comercio. Los Estados Unidos pretenden seguir subsidiando a su agricultura y a su acero, mientras piden a Latinoamérica que libere de aranceles a todos sus productos y servicios. Pero esta asimetría no termina allí. El propósito de las transnacionales, cuyos representantes se hallan instalados en la Casa Blanca haciendo la guerra para incrementar sus negocios, es -como señala Colin Powell- controlar todo el territorio desde el Artico hasta la Antártida, mediante la perimida doctrina del pensamiento neoliberal. Para ello han previsto, incluso, la aplicación de instancias jurídicas estadounidenses o supuestamente internacionales (controladas por Washington) donde se dirimirán las disputas entre las megaempresas y los gobiernos nacionales.
Uno de los preceptos del ALCA, en el estricto marco del Consenso de Washington, consiste en comprometer a los estados nacionales a garantizar el derecho de las empresas a prestar servicios a la población, que constitucionalmente -en la mayoría de los países- son obligaciones del Estado. Esto abre la posibilidad de la privatización donde ella no ha tenido aún lugar, entre otros sectores: la educación y la salud; así como excluye expresamente revertir las privatizaciones ya realizadas. El principio general es transformar los servicios sociales en mercancías, cuyo acceso quede regulado por la capacidad individual de pago.
La batalla contra el ALCA no está ganada, ni mucho menos. Así como tras el fracaso de la Ronda Uruguay, los Estados Unidos se pusieron a construir la Organización Mundial de Comercio. Y, tras el fracaso del Acuerdo Multilateral de Inversiones, procreado en la Organización de Cooperación y de Desarrollo Económico (OCDE), francamente atentatorio a las soberanías nacionales, volvieron a entrar por la ventana con otros proyectos. Con el ALCA harán lo mismo. En la reunión presidencial de Monterrey, prevista para el año próximo, recrudecerán las presiones de la Casa Blanca para reposicionar este proyecto. Si no lo logran, continuarán su avance sobre los países que ya están dispuestos a firmar acuerdos bilaterales o multilaterales.
Hay que desplegar todos los esfuerzos posibles para desarmar este modelo perverso. No vaya a ser que -en el futuro- alguna transnacional le inicie juicio al Estado argentino por competencia desleal, acusado de brindar educación gratuita a sus habitantes.
Nota emitida en el programa radial "Hipótesis", LT8 Radio Rosario, República Argentina, el sábado 22/11/03. Publicada en el sitio www.hipotesisrosario.com.ar