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La publicitaron como el alimento estrella
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En una fría mañana de invierno en Belfast, la Dra. Lorraine Anderson estaba a
punto de terminar su proyecto final de investigación para su doctorado. Ella
había pasado semanas pegada a un microscopio mirando muestras de esperma.
Anderson intentaba averiguar la causa de por qué algunos espermatozoides se
movían más lentamente que otros. Como especialista en medicina reproductiva en
la Maternidad Real de Belfast ella estaba particularmente interesada por qué
algunas muestras eran tan inactivas a tal punto que no podían alcanzar y
fertilizar al óvulo. Anderson sabía que la 'movilidad' de un espermatozoide era
uno de los factores críticos para la fertilidad. 'No importa cuánto esperma
puede producir un hombre; si no pueden ir de A a B simplemente hay pocas
probabilidades de que haya reproducción,' señala.
El momento 'eureka' de Anderson llegó cuando un análisis complejo de las
muestras en las que ella estaba trabajando reveló que el líquido seminal que
rodeaba a los espermatozoides lentos contenía unas sustancias químicas llamadas
isoflavonas. Estos compuestos también se conocen como fito - estrógenos o
estrógenos vegetales porque se parecen mucho al estrógeno, la poderosa hormona
femenina.
Estos compuestos altamente activos se encuentran en grandes concentraciones en
la soya. De hecho, se encuentran en tales dosis que si una mujer toma dos vasos
de leche de soya al día durante un mes, experimentará alteraciones en su ciclo
menstrual. Se ha estimado que los infantes alimentados exclusivamente con
fórmula a base de soya ingieren una cantidad de estrógeno equivalente a cinco
píldoras anticonceptivas cada día.
Para un número cada vez mayor de científicos la pregunta es: Si un compuesto
biológicamente activo tan fuerte se encuentra en la soya, ¿cuál podría ser su
efecto en los seres humanos que comen o beben regularmente productos a base de
esta leguminosa?
En años recientes la industria alimenticia no ha perdido tiempo en publicitar
los supuestos beneficios de la soya en la salud humana, afirmando que puede
bajar el colesterol, ayudar durante la menopausia, evitar la osteoporosis e
incluso reducir los riesgos de algunos cánceres. Sin embargo, aparte de las
investigaciones que vinculan a la soya con una fertilidad masculina reducida,
ahora algunos estudios relacionan a los fitoestrógenos encontrados en las
plantas con un mayor riesgo a otros tipos de cáncer. También se ha descubierto
que afecta a la función cerebral en los hombres y causa anormalidades ocultas en
el desarrollo de los infantes. Algunos incluso atribuyen el inicio temprano de
la pubertad en mujeres occidentales a una mayor presencia de soya en sus dietas.
Ciertamente, la Dra. Anderson no tiene ninguna duda sobre las conclusiones de su
propia investigación: cuanto más soya coma un hombre, ella cree, más dificultad
tendrá en fertilizar un óvulo. El jefe del departamento de Anderson, el profesor
Neil McClure, es uno de los expertos sobre fertilidad en Gran Bretaña y él ya
está tomando cartas en el asunto. "Si una pareja tiene problemas en concebir y
el esperma del hombre es parte de este problema y después de haber visto
suficiente evidencia a partir de estos estudios, yo les aconsejaría hacer un
cambio en su dieta reduciendo al mínimo el consumo de soya".
Pero es más fácil hablar que hacer. Actualmente, la soya no es solo la base de
la comida vegetariana o asiática, sino también un ingrediente invisible en casi
todo lo que comemos, desde las empanadas de cerdo y los cereales para el
desayuno hasta la mayonesa y las margarinas. La soya se utiliza 'como relleno' y
para ligar muchos alimentos procesados, tales como salchichas, lasañas,
hamburguesas y alitas de pollo, lo cual permite a las empresas alimenticias
decir que sus alimentos poseen un mayor contenido proteico. Algunos estudios
estiman que la soya está presente en más del 70% de todos los productos del
supermercado y es ampliamente utilizada por la mayoría de cadenas de comida
rápida. La razón de su rápida popularidad es que es una fuente de proteína muy
barata y - cuando está molida - es una fuente de aceite vegetal de alta calidad.
No se pierde ninguna parte de la leguminosa. Incluso la cáscara se utiliza como
fuente de fibra en panes, cereales y bocaditos. El aceite de soya es el aceite
vegetal más consumido del mundo y se utiliza en margarinas, salsas para
ensaladas y aceites de cocina. Las etiquetas simplemente ponen en vez de aceite
de soya, aceite vegetal.
Durante la extracción del aceite, la leguminosa también produce una sustancia
llamada lecitina. Ésta es un emulsificante muy valorado que ayuda a mezclar las
grasas con el agua. Es un ingrediente esencial en la panadería y confitería,
pues evita que los ingredientes en los alimentos se separen. De esta manera, las
etiquetas de muchas de nuestras barras de chocolates, galletas y pasteles
nombran a la lecitina como un ingrediente más sin relacionarla con la soya.
Por supuesto, no es solo el mercado "invisible" de la soya el que ha gozado de
un crecimiento rápido. La leche de soya es una de las historias más exitosas de
los últimos años. Las ventas han subido un 20% anual y ahora es una de las
bebidas con mayor crecimiento en el país. Por ejemplo, Starbucks ofrece espuma
de leche de soya encima de sus capuchinos y los supermercados han invertido en
sus propias marcas de fábrica.
Para los que tienen alergia a la leche de vaca o siguen una dieta vegana, la
leche de soya ha sido siempre una opción importante. Pero otros la beben como
una alternativa menos engordante que la leche de vaca. Lo que no saben es que
también reciben una inyección de un químico similar al estrógeno. Una fuente
industrial admitió que la entrada masiva de la leche de soya se produjo cuando
persuadieron a los minoristas a poner esta leche en la congeladora, dando la
impresión de ser un producto fresco. Algunos anuncios de leche de soya señalan
que deben buscarla en la sección de alimentos frescos. En realidad, la leche de
soya no es más que el extracto de una leguminosa con un poco de saborizante para
hacerla más sabrosa.
Así como existe un aumento en la popularidad de los productos de soya para el
consumo humano, más del 90% de las 200 millones de toneladas de soya producidas
alrededor del mundo cada año se utilizan para alimentar animales. Ya sea carne
de res, cordero, tocino o pollo procesado, es altamente probable que dicha carne
provenga de un animal alimentado con soya. En algunas partes del mundo, la soya
ha sido por mucho tiempo una pequeña parte de las dietas animales, pero después
de que la crisis de BSE reveló las consecuencias de alimentar al ganado con
partes animales, la soya empezó a ser tomada con gusto. De manera que cuando
usted coma un pedazo de carne, es muy probable que también consuma algo de soya.
Elevándose orgulloso como una torre de iglesia, el silo color plata de 60 metros
de altura en la ciudad argentina de Las Lajitas, brilla con el sol sudamericano.
Estos enormes silos de almacenaje, llenos de soya seca se han convertido en los
nuevos templos de Argentina. Los actuales dueños de las plantaciones escuchan el
evangelio predicado por la corporación biotecnológica estadounidense Monsanto.
Localizada a más de 1.000 millas al noroeste de Buenos Aires y cercana a las
fronteras chilenas y bolivianas, Las Lajitas es la capital agrícola de una
región que ha vivido una ilimitada expansión en la producción de soya. Donde
hasta hace poco enormes bosques nativos llenaban el paisaje, ahora todo lo que
está entre Las Lajitas y los Andes son pastizales verdes produciendo soya.
Las fotos satelitales de la región demuestran el cambio dramático. Hace
solamente 15 años el área se veía desde el espacio como una alfombra verde,
ahora se parece a una manta cubierta con manchas dispersas de plantaciones de
soya. Las cifras hablan por sí mismas: en 1971 solamente 37.000 hectáreas
estaban cultivadas con soya; ahora el área cubierta es más de 14 millones de
hectáreas y van en aumento. Actualmente, la soya ocupa más tierra en Argentina
que ningún otro cultivo, cubriendo más de la mitad de la tierra agrícola de ese
país. Cada año 10.000 hectáreas de bosque desaparecen - el equivalente a 20
canchas de fútbol por hora. De continuar esta tendencia, en cinco años los
bosques nativos de ese país habrán desaparecido totalmente.
Es un panorama que está preocupando a los conservacionistas. "Este es un hábitat
invaluable y es hogar de muchas plantas y animales raros. Estamos a punto de
perderlo todo por alimentar a los pollos europeos y chinos," dice Emiliano
Ezcurra de Greenpeace. "¿Cuántos jaguares y tucanes tendrán que ser matados para
alimentar a los cerdos daneses?"
Pero los campañistas están enfrentándose a una de las corporaciones más
poderosas del mundo que ahora tiene el control del mercado de la soya. A
mediados de los 90s, cuando Argentina enfrentaba una crisis económica, Monsanto
entró con una oferta de salvación. Su mensaje: planten nuestra soya transgénica
Roundup Ready que crece más fácilmente que la soya convencional y el dinero
vendrá. Y eso fue lo que pasó. Para los pocos afortunados esto ha sido un don
del cielo. Un puñado de barones de la soya están teniendo jugosas ganancias y el
gobierno argentino está gozando de mejores ingresos fiscales por exportar su
soya a Europa y China.
Pero para muchos otros, la moda de cubrir cada hectárea disponible con soya
tiene un costo muy alto. Más de 200 millas al norte de Las Lajitas se encuentra
un pequeño pueblo llamado Pizarro. Carlos Odonez y su familia son dueños del
supermercado principal. Hace unos pocos años la compañía petrolera más grande
del país le pidió la renuncia, y con su liquidación llevó a su familia a Pizarro
con el sueño de ser un apicultor orgánico. Sin embargo, todo lo que está
alrededor del poblado, el bosque protector - donde él aspiraba poner sus
colmenas - ha sido destruido para plantar soya. La comunidad de campesinos que
ha vivido de esta tierra por generaciones criando sus vacas, cerdos y pollos y
también produciendo queso, pronto será forzada a abandonar sus hogares sin tener
un lugar a donde ir.
"No hay futuro aquí", dice Odonez, pues explica cómo la pérdida de árboles
causará inundaciones y cambios en el clima local. Las comunidades locales están
también asustadas por las nubes de productos químicos que han escuchado, son
vertidos en la soya. "Hemos oído muchas historias de otras comunidades que han
vivido cerca de las plantaciones de soya", dijo Odonez. "Algunos afirman haberse
enfermado al inhalar esos químicos o tener afecciones a la piel".
Peor que los desbroces sobre la tierra es el desplazamiento que están sufriendo
comunidades indígenas que han vivido por miles de años en los bosques. Los Wichi
son un grupo aborigen que vive de la caza y la recolección de frutos. Ellos
utilizan sus perros para buscar jabalís en los bosques y para recolectar cuatro
tipos distintos de miel de los huecos en los árboles. Ellos hacen canastas y
bolsos con las plantas locales y utilizan la flora del bosque como medicina
tradicional para curar a sus enfermos. Ahora se están extinguiendo a medida que
son desplazados de sus tierras ancestrales.
A una milla de uno de sus campamentos está ocurriendo la tala de árboles más
reciente. Los enormes tractores con gigantescas cadenas de metal avanzan a
través de los bosques arrasando literalmente con todo lo que está a su paso. Los
trozos de madera y hojas caídos son apilados en filas de hasta 1km de extensión.
Es duro para esta gente entender la destrucción de un hábitat en el que han
vivido en armonía por tanto tiempo. "¿Por qué destruyen nuestras tierras los
hombres blancos?", pregunta uno de los jefes de la tribu. Es difícil explicar
que serán utilizadas para alimentar animales en Europa y China.
Si la revolución de la soya en Argentina trajera ventajas económicas locales,
quizás habría menos hostilidad. Pero el éxito de la soya Roundup Ready de
Monsanto radica en que permite que el cultivo sea explotado intensivamente con
mano de obra mínima. Solo se necesita un trabajador por cada 400 hectáreas
comparando con más de 70 en una finca tradicional de frutas cítricas. Insertando
un gen especial en el DNA de la planta, los científicos de Monsanto descubrieron
que podrían hacerla inmune a un poderoso herbicida llamado glifosato. Los
agricultores pueden entonces rociarlo sobre sus cultivos una o dos veces al año
y todo, excepto la soya, es exterminado permitiendo que ésta crezca
vigorosamente con producciones altamente rentables y de poco mantenimiento. De
manera que más de 300.000 agricultores han perdido sus trabajos. La mayoría
emigra hacia grandes ciudades como Buenos Aires o Salta en busca de empleo, pero
por sus escasas habilidades terminan desempleados y sin hogar.
La historia del auge de la soya en Sudamérica no se limita solamente a la
revolución transgénica en Argentina. Aunque otros países no han degustado la
leguminosa de Monsanto como Argentina, están en una carrera por cobrar el oro
verde con panoramas similares en Brasil, Paraguay y Bolivia. Los empresarios
incluso han apodado a la región como la República de la Soya.
Para Brasil las consecuencias ambientales de la soya no transgénica han sido tan
dramáticas como en Argentina. Recientemente los datos satelitales revelaron un
salto del 40% en la tala de bosques tropicales en la Amazonía brasilera. Este
asalto masivo ha sido el peor escenario de pérdida de selva tropical desde 1995,
en gran parte debido a la destrucción ilegal de bosques para la producción de
soya.
En contraste con Argentina, la mayoría de cultivos de soya del Brasil no son
transgénicos, aunque algunas partes del sur de Brasil se están contaminando con
plantas transgénicas debido a que los campesinos pasan de contrabando semillas
de Monsanto por las fronteras creyendo que son más rentables.
En septiembre, el Fondo Mundial para la Naturaleza publicó un informe detallando
el impacto de la expansión de la soya en Sudamérica. Es deprimente leerlo. El
WWF calcula que casi 22 millones de hectáreas de bosques y sabanas sudamericanas
- un área casi del tamaño de Gran Bretaña - estarán destruidas para el 2020.
También revela que el cultivo ha provocado erosión del suelo, sedimentación de
canales, aumento en el uso de agrotóxicos y pesticidas y construcción de
carreteras dentro de uno de los hábitats más delicados del mundo.
En la carretera principal fuera de Las Lajitas, se puede leer la frase "Mejor
agricultura, mejor futuro" en una valla publicitaria gigante. Para muchos
habitantes sudamericanos es una promesa con sabor a hueco.
"Dentro de la soya usted encontrará el poder de alimentar a una familia y de
alimentar al mundo. Usted encontrará la capacidad de mejorar la salud y combatir
enfermedades. Encontrará una combinación única de características que hacen de
la soya un elemento importante para la nutrición animal y la industria como para
la salud humana. En suma, usted encontrará la magia en la soya mágica".
Éste es el mundo según un folleto publicado por la transnacional Archer Daniel
Midlands, una de las corporaciones que, junto a Monsanto, controla actualmente
la multimillonaria industria de la soya. Otras incluyen Cargill, Bunge y Louis
Dreyfuss.
Cada mañana a las 8:30 am suena la campana en el Consejo de Comercio de Chicago
para anunciar el inicio de las actividades del día. Docenas de corredores de
bolsa, vistiendo sus famosas chaquetas café, levantan sus brazos frenéticamente
tratando de forrarse los bolsillos para sus clientes inversionistas al adivinar
cuál será el precio futuro de la soya.
Hoy en día la soya se comercializa como una mercancía internacional, al igual
que el petróleo o el oro. Dependiendo de las estimaciones en los patrones
climáticos, la demanda de alimento para animales o las presiones geopolíticas
generales el precio puede subir o caer. Al final del día millones de dólares se
habrán ganado o perdido según estas fluctuaciones momentáneas.
Con tantos intereses comerciales que dependen del apetito continuo de soya en
todo el planeta, aquellos que cuentan una historia diferente enfrentan una lucha
cuesta arriba para ser escuchados.
Tal vez la ilustración más gráfica de esta situación ocurrió en EEUU hace tres
años. Después de un enorme esfuerzo de cabildeo por parte de la industria de la
soya, la Administración de Alimentos y Medicinas de EEUU aprobó que el comer 25
gr de proteína de soya al día podía ayudar a bajar el colesterol y reducir los
riesgos de afecciones cardíacas. Posteriormente, esta posición fue apoyada por
la Agencia de Estandarización de Alimentos de Gran Bretaña.
Siendo el ataque al corazón una de las mayores causas de muerte en Occidente, es
obvio que esto es un beneficio más de la soya y ha permitido que las compañías
alimenticias estampen sus anuncios en los productos de soya diciendo que ayuda a
reducir el colesterol. En una cultura tan obsesionada por la salud y la dieta
esto constituye un enorme espaldarazo para la industria de la soya. Sin embargo,
para cualquier ser humano es muy difícil ingerir los 25 gramos de soya
necesarios - esto equivale a cinco yogures de soya o tres vasos grandes de leche
de soya.
No obstante, para dos expertos científicos en alimentos que trabajaron en la
FDA, el respaldo oficial por la salud - el cual ignoró el impacto de los
fitoestrógenos presentes en la soya - es potencialmente peligroso. En un acto
inusual los doctores Daniel Sheehan y Daniel Doerge escribieron una carta de
protesta al departamento de Salud y Servicios Humanos de la FDA criticando el
anuncio de esta entidad, debido a que los problemas por consumo de soya fueron
ignorados.
Un extracto de su carta publicado en el Observer Food Monthly (OFM) dice: "Nos
oponemos a este anuncio por la salud porque existe bastante evidencia de que
algunas de las isoflavonas (fitoestrógenos) encontradas en la soya demuestran
toxicidad en tejidos sensibles a los estrógenos y en las tiroides. Esto es un
hecho real para un sinnúmero de especies, incluyendo los seres humanos.
Adicionalmente, los efectos adversos en los humanos ocurren en varios tejidos y,
aparentemente, por varios mecanismos distintos...Por eso, durante el embarazo,
las isoflavonas per se podrían ser un factor de riesgo para un desarrollo
anormal del cerebro y del tracto reproductivo".
Añade que: "Existe un número significativo de datos en animales que demuestran
la goitrogenia (efecto en la glándula tiroidea) e incluso efectos carcinógenos
de los productos de soya".
Sheehan estaba particularmente preocupado por el aumento de bebés alimentados
con fórmula a base de soya. "Estamos llevando a cabo un enorme experimento
incontrolado y no monitoreado en los infantes humanos".
OFM contactó a los científicos pero se le dijo que ellos no tenían el permiso
para comentar públicamente sobre los riesgos a la salud de la soya. Doerge le
sugirió hablar con otro experto, el Dr. Bill Helferich, profesor de alimentos en
la Universidad de Illinois, quien descubrió un vínculo posible entre el
crecimiento de ciertos tumores de mama que requerían de estrógeno y los químicos
encontrados en la soya. Helferich no quiso comentar si una mujer en riesgo por
dicho cáncer debía parar de comer productos a base de soya. Pero, cuando se le
preguntó cuáles eran las implicaciones a la salud por el aumento en las
cantidades ingeridas de soya en la dieta occidental, él contó a OFM: "Es como
una ruleta. Simplemente no sabemos".
No sólo cruzando el Atlántico el consumo creciente de soya está preocupando a
las autoridades. En Gran Bretaña, la Agencia de Estandarización de Alimentos
delegó a la Comisión sobre Toxicidad de Químicos en los Alimentos realizar una
investigación sobre este asunto. Publicado en mayo de 2003 y titulado "Fitoestrógenos
y Salud", la cubierta de este reporte de 400 páginas venía ilustrada con una
planta de soya.
En su introducción el reporte dice: "En 1940 se detectaron efectos adversos en
la fertilidad de animales que fueron alimentados con plantas ricas en
fitoestrógenos. A inicios de los 80s fue evidente que los fitoestrógenos podían
producir efectos biológicos en los seres humanos".
Lo que sigue a continuación es un análisis complejo y extenso de cada estudio
científico realizado sobre los fitoestrógenos. El ámbito es considerable:
interacción con el sistema inmunológico, con el sistema nervioso central,
glándulas tiroideas y sistema cardiovascular. Analiza evidencia a favor y en
contra de los químicos de la soya con respecto al cáncer de mama, cáncer de
próstata, cáncer de estómago, cáncer rectal y cáncer pulmonar.
Los hallazgos no son concluyentes. Algunos estudios de caso demuestran que la
soya reduce el riesgo para un cáncer, pero posiblemente eleva el riesgo de otro.
El profesor Frank Woods era el director del grupo de trabajo que realizó este
reporte. Él es uno de los toxicólogos más prominentes del país y ha sido un
asesor clave del gobierno. Si alguien merece ser llamado un experto en la soya,
es él. Sin embargo, él no quiere dar una opinión sobre si el aumento de la soya
en la dieta occidental es bueno o malo. "Nosotros todavía tenemos mucho que
cortar", señaló. Pero existe un área en la que él ya tiene una opinión formada.
"Si mi hija me pide consejo sobre si ella debería alimentar a su bebé con
fórmula de soya, yo le diría que no, a menos que la pediatra haya aconsejado
específicamente hacer eso". Incluso si el bebé tuviera alergia a los lácteos, él
le daría otras opciones más seguras, tales como proteína de leche de vaca
hidrolizada.
"La soya ha sido consumida por miles de años como la base de la dieta asiática",
dijo Dominic Dyer de la Asociación Británica para la Proteína de Soya. "No
existe evidencia de fertilidad reducida en estas poblaciones o un mayor riesgo
para cualquiera de los problemas que dicen estar relacionados con la soya. De
hecho, lo contrario es la verdad. Ellos son más saludables, viven más años y
tienen menos probabilidad de morir por enfermedades como el cáncer de mama".
Este es un poderoso argumento a favor de la soya, pero los científicos tales
como el profesor Woods, que han estudiado este asunto como parte de un reporte
de la FSA, señalan que es mucho más complejo que solo atribuir estos hechos al
consumo de soya.
La nutricionista estadounidense Kaayla T Daniel, quien ha estudiado la historia
del consumo de soya desecha esta comparación argumentando que la soya consumida
en China y Japón, en forma de tofu o miso, es muy diferente de la variedad
industrialmente procesada usada en la comida occidental. "Las afirmaciones sobre
la soya como una parte fundamental de la dieta asiática por más de 3 mil años o
desde tiempos inmemoriales simplemente no son ciertas", afirma ella.
La soya se originó en China y según Daniel los antiguos chinos la llamaban "la
joya amarilla" pero la utilizaban como "forraje verde" para enriquecer el suelo
al cultivarla con otras plantas. Ella dice que la soya no era parte de la dieta
humana hasta mucho después en la Dinastía Chou en 1134 A.C. cuando los chinos
desarrollaron un proceso de fermentación que transformaba a la leguminosa en una
pasta mejor conocida como miso. El líquido resultante de la producción de miso
era conocido como salsa de soya. El proceso tradicional de productos con soya
fermentada tales como el tofu o el tempeh destruye muchos de los químicos
peligrosos presentes en la soya, al contrario que los métodos modernos
utilizados hoy en día.
Para Daniel, los ambientalistas y un creciente número de científicos, el punto
no es que la soya es completamente mala, pero tampoco es la cura para todos los
males de Occidente. Y ciertamente su impacto ambiental es innegable.
Fuente: The Observer, Reino Unido, por Anthony Barnett