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Nuestro Planeta

Deuda externa versus deuda ecol�gica

David Hoyos Ramos
Ecoportal.net

Todos los caminos llevan a Roma (a Washington, habr�a que decir en la actualidad). Y es que alrededor de la deuda externa no s�lo gravitan las posibilidades de desarrollo de los pa�ses empobrecidos, sino gran parte de las posibilidades de afrontar con �xito la crisis ecol�gica que amenaza nuestro planeta. M�s que una deuda financiera, esta l�nea sutil que divide a los pa�ses en acreedores (pa�ses enriquecidos) y deudores (pa�ses empobrecidos) perpet�a unas relaciones de intercambio injustas basadas en la explotaci�n, por parte de los primeros, de los recursos naturales y humanos de los segundos. Sin embargo, bajo el prisma de la crisis ambiental global (cambio clim�tico, destrucci�n de la capa de ozono, contaminaci�n del medio f�sico y agotamiento de recursos naturales), nos encontramos con que deudores y acreedores intercambian sus papeles, convirti�ndose los enriquecidos del Norte en deudores netos de los empobrecidos del Sur.
Aunque no es el objeto de este art�culo, es importante recordar la ilegitimidad de la deuda externa de los pa�ses empobrecidos debido a su origen en el despilfarro privado (principalmente clases medias-altas y dictaduras militares) para su posterior socializaci�n una vez asumida por los Estados. La crisis de la deuda en los a�os 80 hizo de esta deuda impagable una exitosa herramienta de control neocolonial; un instrumento de dominaci�n para expandir hacia la periferia el sistema capitalista de producci�n garantizando una mano de obra sumisa y barata, eliminando las antiguas formas comunales de vida y continuando el expolio hist�rico de recursos naturales. El chantaje de la deuda externa permite a las instituciones financieras creadas bajo el consenso de Washington (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Organizaci�n Mundial del Comercio) influir de manera decisiva en la maltrecha pol�tica presupuestaria de los pa�ses empobrecidos (siendo en la mayor�a de los casos su �nica posibilidad de endeudamiento) a trav�s de los planes de ajuste estructural. Este paquete de medidas, encaminadas a que el pa�s deudor genere divisas para hacer frente al servicio de la deuda, indirectamente garantiza bajos costes laborales y de materias primas - dado que no tienen en cuenta costes ambientales - al tiempo que generan grandes transferencias financieras desde el Sur hacia el Norte.
El concepto de deuda ecol�gica encierra la obligaci�n contra�da por los pa�ses enriquecidos como consecuencia del expolio continuo de los recursos naturales de los pa�ses empobrecidos, un intercambio comercial desigual y el aprovechamiento exclusivo del espacio ambiental global como sumidero para sus residuos. El proceso de explotaci�n de los recursos naturales del Sur, iniciado en la �poca colonial, no ha dejado de aumentar en la medida en que contin�an aumentando los cuatro componentes de la deuda ecol�gica: la deuda del carbono (deuda adquirida por los pa�ses industrializados con motivo de su desproporcionada contaminaci�n de la atm�sfera a trav�s de los gases de efecto invernadero), la biopirater�a (apropiaci�n intelectual con fines mercantiles de saberes y conocimientos locales e ind�genas por parte de laboratorios de pa�ses industrializados, prohibido bajo el Protocolo de Cartagena), los pasivos ambientales (conjunto de da�os al entorno natural que provocan empresas transnacionales en sus actividades en pa�ses del Sur) y el transporte de residuos t�xicos (originados en los pa�ses enriquecidos y depositados en pa�ses empobrecidos, prohibidos bajo la Convenci�n de Basilea aunque EE.UU. es el �nico pa�s enriquecido que no ha firmado).
Entonces, �qui�n debe a qui�n?. Esta pregunta, aparentemente sencilla, encierra las claves del nuevo orden econ�mico internacional. La deuda ecol�gica pone en cuesti�n las relaciones Norte-Sur y con ello el pago de la deuda externa que, por otro lado, no hace sino aumentar el deterioro ambiental y, por tanto, la propia deuda ecol�gica. En 2000, el servicio de la deuda de los pa�ses empobrecidos (2 billones �) supuso la s�ptima parte de la deuda del carbono generada ese mismo a�o (14,5 billones �). Contrariamente a lo que se piensa, el Sur contin�a financiando el desarrollo del Norte. Se hace necesario, por tanto, ampliar la sensibilizaci�n ciudadana en los pa�ses enriquecidos sobre las relaciones Norte-Sur y el comercio ecol�gicamente desigual. Al mismo tiempo, los agentes sociales implicados en el desarrollo sostenible (grupos ecologistas, sindicatos, etc.) deben vigilar y evaluar cr�ticamente la actitud y responsabilidad de las actividades de las empresas transnacionales no s�lo en sus pa�ses de origen sino en el exterior de sus fronteras.
En �ltima instancia, la deuda ecol�gica muestra la incompatibilidad manifiesta entre la econom�a actual y la ecolog�a debido a la existencia de diferentes ritmos biol�gicos (lentos, con horizonte temporal largo) y econ�micos (r�pidos, con horizonte temporal corto). En la ra�z del problema, un ritmo econ�mico superior al biol�gico y geol�gico implica infravalorar problemas ambientales futuros - escasez de recursos, p�rdida de biodiversidad o efecto invernadero - en favor de rendimientos econ�micos presentes aumentando, as�, la explotaci�n intensiva de los recursos naturales. Adem�s, en la medida en que los ritmos econ�micos no se adapten a los biol�gicos asistiremos a un progresivo aumento de la deuda ecol�gica, lo cual no hace sino legitimar la necesidad de que el Norte intensifique su evoluci�n hacia un modelo de desarrollo sostenible y se invierta la situaci�n actual en la que el desarrollo del Norte se sustenta en el "subdesarrollo" del Sur. En palabras de Joan Mart�nez Alier, la sostenibilidad ambiental global exige que los planes de ajuste estructural en el Sur se conviertan en planes de ajuste ambiental en el Norte.
La deuda ecol�gica nos permite ver el mundo en un sencillo juego de espejos donde el actual drenaje de recursos del Sur hacia el Norte se invierte y es el Norte quien debe financiar el desarrollo del Sur, no s�lo por equidad sino por sostenibilidad y justicia ambiental.
* David Hoyos Ramos
Ingurumen Ekonomiako Unitatea � Unidad de Econom�a Ambiental
Ekonomia Publikorako Institutua � Instituto de Econom�a P�blica
Euskal Herriko Unibertsitatea � Universidad del Pa�s Vasco

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