Medio Oriente - Asia - Africa
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El principio del fin
Mustafa Barghouti
Al Ahram-Weekly
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
El desmantelamiento de los asentamientos en Gaza y la salida de los colonos
israelíes han marcado el principio del fin de la historia de la ocupación
israelí. Por primera vez desde 1897, el sueño sionista ha tenido que retroceder
ante una realidad inexorable.
En medio de la clamorosa rivalidad de las facciones palestinas tratando de
atribuirse esa victoria, muchos han olvidado que el campeón verdadero de ese
logro es el pueblo palestino, los hombres, mujeres y niños de a pie que han
estado resistiendo durante treinta y ocho largos años la tormenta de la
ocupación, que se han negado a dejar su patria y que no perdieron nunca la
confianza en la justicia de su causa. Ese pueblo ha sido en verdad quien se
sacrificó, quien se constituyó en piedra angular tanto de la primera como de la
segunda Intifada y cuya profunda determinación ha sido lo que ha obligado al
movimiento sionista a llevar a cabo el primer desmantelamiento de sus
asentamientos en la tierra de Palestina. De ahora en adelante, el proceso de
ocupación través de asentamientos sólo puede seguir una dirección, la del
retroceso.
Sin embargo, precisamente porque no deberíamos minimizar el significado
histórico de este cambio significativo conseguido tras décadas de resistencia
popular continua, es por lo que no debemos subestimar la magnitud de los
peligros que aún tenemos por delante. Sharon, quien finalmente alcanzó a
comprender que debía ceder algo ante la fuerza inagotable del movimiento por la
liberación palestina y la unánime solidaridad internacional con la causa
palestina, ha utilizado su taimada y recurrente habilidad táctica para asegurar
que el precio a pagar fuera lo más bajo posible y así transformar la retirada de
Gaza en un medio para seguir atrasando el reloj de la historia. Por eso, los
palestinos tienen que enfrentar ahora tres desafíos inmediatos:
El primero es impedir que se cumpla la profecía tendenciosa de Sharon de que se
probará que los palestinos son incapaces de administrar Gaza de forma
conveniente, tanto por la arraigada corrupción como por los desacuerdos entre
facciones, que confía acaben degenerando en guerra civil. Para prevenir esta
posibilidad, debemos celebrar, en primer lugar y tan pronto como sea posible,
elecciones libres, justas y democráticas para la Asamblea Legislativa y para los
consejos municipales. La competición política es saludable sólo cuando se dan
las condiciones para que exista una pluralidad política efectiva y cuando se
acepta la urna como arbitro fundamental de las rivalidades políticas. Competir
políticamente a través de la fuerza de las armas, la compra de lealtades y otras
formas ilegítimas de coacción y persuasión sólo puede acabar en caos.
La experiencia ha demostrado muchas veces que la democracia y el recurso a los
mecanismos democráticos son condiciones indispensables para la recuperación
nacional. En segundo lugar, debemos asegurar que la soberanía de la ley se
extiende a todos los territorios desocupados por los israelíes. Ha habido
rumores sin fin sobre una serie de planes amañados de antemano para esas
tierras, sobre ciertos monopolios que han acosado a los palestinos desde los
acuerdos de Oslo y sobre las intenciones de ciertos magnates poderosos de
adquirir derechos personales en una parte de esas tierras. La única forma de
eliminar estos rumores es someter el traspaso de ese territorio y su eventual
uso al imperio de la ley y a una transparencia y supervisión completas.
El segundo desafío consiste en obstaculizar todos los intentos israelíes de
convertir el proceso de desenganche en una reorganización de fuerzas nada más.
Como todos sabemos, el plan de Sharon consiste en mantener el control israelí en
todas las fronteras y zonas de travesía, sobre el espacio aéreo de Gaza y sus
aguas territoriales, transformando la Franja, en un plazo breve, en una enorme
prisión. Podemos anticipar el conjunto de regalos engañosos que vamos
recibir, reminiscencia de los acuerdos de Oslo y París, para no pasar por alto
las estratagemas, diferenciando entre el tránsito de productos frente al de
personas a través de los puertos, o cuando traten de utilizar como tapadera la
presencia internacional para seguir manteniendo el control y soberanía
israelíes. Para que la retirada israelí sea algo más que esa reorganización de
fuerzas, los palestinos deben insistir en su derecho a disponer de una soberanía
completa sobre su territorio, incluido el espacio aéreo, las aguas territoriales
y los puertos de entrada y salida. Desde luego, esto no eliminaría la necesidad
de que haya una presencia realmente internacional que supervise la situación
respetando absolutamente el principio de soberanía palestino.
El tercer desafío es con mucho el más formidable: impedir el intento, ya
anticipado por Israel, de separar Gaza de Cisjordania y Jerusalén y congelar el
denominado proceso de paz. Una de las estratagemas de Israel será distraer la
atención de lo que ocurre en Palestina, primero con las elecciones israelíes,
luego con las estadounidenses, y así ir ganando tiempo continuamente para su
anexión de Jerusalén, para ampliar la construcción de asentamientos en
Cisjordania y para completar la construcción del muro de separación. De ese modo
habrá puesto los cimientos prácticos para imponer su solución unilateral
a todas las cuestiones del estatuto final, solución que consiste en aislar
completamente a Gaza y jibarizar el sueño de un Estado palestino a una
colección de cantones aislados en Cisjordania que dispondrán, como mucho, de una
autonomía similar a las estructuras de los bantustanes del apartheid
sudafricano. Merece la pena mencionar que el área de Gaza equivale
aproximadamente al seis por cien de la de Cisjordania y al uno por cien de todo
el territorio de Palestina.
Para poder contrarrestar ese plan, los palestinos deben trabajar con rapidez
para aprovechar la iniciativa de Sharon. Este sí sería un objetivo realista.
Aunque Sharon haya tomado la iniciativa imponiendo su plan unilateral de
desenganche sobre la comunidad internacional, una vez que se complete la
retirada de Gaza tendrá que enfrentarse a una bancarrota política, en primer
lugar, porque ya no tiene más alternativas que ofrecer y, en segundo lugar,
porque tiene que enfrentarse en su propia casa con la erosión sufrida por los
apoyos con que en un principio contaba, a la perspectiva de unas prontas
elecciones por las graves disputas que hay en su partido y a la mancha de
corrupción creada por los escándalos financieros de su hijo. En lugar de darle
la oportunidad de recuperar aliento y fortaleza, los palestinos debemos ahora ir
a la ofensiva, con el propósito de convertir el desmantelamiento de los
asentamientos de Gaza en el principio auténtico de un proceso que se extenderá a
los asentamientos de Cisjordania y Jerusalén, que son todos y cada uno tan
ilegales, ante el derecho internacional y el Tribunal Internacional de Justicia,
como los asentamientos de Gaza.
Tomar la iniciativa supondrá una triple línea de actuación:
El primer paso consistiría en iniciar una campaña a fin de que se pueda celebrar
una conferencia internacional de paz, una especie de segunda edición de la
Conferencia de Paz de Madrid [de noviembre de 1991], para resolver todos los
temas pendientes del estatuto final. Si esa campaña tuviera éxito debería lograr
cinco objetivos inmediatos: Impediría el congelamiento político que Sharon
quiere imponer al proceso de paz. Restringiría la habilidad de Sharon para
manejar el curso del proceso de asentamientos y le obligaría a negociar.
Aseguraría que todas las cuestiones del estatuto final, desde las fronteras a
los asentamientos al estatus de Jerusalén y al derecho al retorno de los
refugiados palestinos, han sido puestas en su totalidad sobre la mesa de
negociaciones. Implicaría a la comunidad internacional entera en el proceso de
negociación, a lo que Israel se ha resistido siempre. Finalmente, situaría el
conflicto israelo/palestino-árabe en el marco de la autoridad de las
resoluciones y legitimidad internacionales, que apoyan sin equívocos la justicia
de la causa palestina.
El segundo paso sería apelar a Naciones Unidas para que apruebe una resolución
basada en el dictamen del Tribunal Internacional de Justicia sobre el muro de
separación y haga un llamamiento para detener su construcción y desmantelar todo
el espacio usurpado por Israel a tal fin a la tierra palestina o tenga que
enfrentar la posibilidad de sanciones. La petición que con este fin se está
haciendo circular en la actualidad, y que ha reunido ya miles de firmas de
apoyo, constituye un punto de partida que las diplomacias palestina y árabe
deben seguir desarrollando.
El tercer paso supondría fomentar el movimiento internacional e interno de
protesta pacífica contra el muro de separación y los asentamientos israelíes
ilegales. Este método no violento de resistencia fortalecerá la imagen de la
lucha palestina contra la ocupación y la opresión y, de forma simultánea, pondrá
en marcha una campaña sobre el terreno contra la política israelí de crear
realidades de facto.
Israel consiguió absorber y disipar el impulso de la primera Intifada a través
de los acuerdos de Oslo. Poder salir de ese túnel sin final que significaron
esos acuerdos costó una segunda Intifada, por la que ya hemos pagado un precio
muy alto. No podemos permitirnos caer de nuevo en la misma trampa. Aunque
tengamos un derecho natural y legítimo a alegrarnos por el desmantelamiento de
cada asentamiento israelí construido sobre nuestra tierra, debemos permanecer
constantemente en alerta para que Gaza sea el principio y no el fin de un
proceso. Es nuestro deber como nacionales palestinos continuar la lucha para
conseguir realmente la liberación, la libertad y la independencia, hasta el día
en que alcancemos una auténtica soberanía de Estado con la bandera palestina
ondeando en Jerusalén. Sólo entonces podremos experimentar una alegría limpia de
amarguras y culpabilidades por las continuas injusticias perpetradas con la
construcción del muro y los asentamientos contra las ciudades y pueblos
palestinos que permanecen bajo ocupación y por la situación infame de los
prisioneros y detenidos palestinos.
(*) Mustapha Barghouti es el secretario general de Iniciativa Nacional
Palestina.
Texto original en inglés: