Medio Oriente - Asia - Africa
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Mauritania: El pueblo entiende a los golpistas
Ambroise Ebonda
Le Messager
Mientras que la comunidad internacional condena la toma del poder mediante las
armas, en Mauritania la gente no se queja.
Tras derrocar al presidente Maaouiya Ould Taya cuando este se encontraba de
viaje en Arabia Saudí, donde asistía a los funerales del rey Fahd, la Junta
Militar por la Justicia y la Democracia (CMJD), autora del golpe de estado que
tuvo lugar el pasado miércoles en Mauritania, no perdía el tiempo y le daba un
nuevo presidente al país: el coronel Ely Ould Mohamed Vall, un hombre de la
cuerda, un personaje cercano a Ould Taya junto al que había participado en el
golpe de estado del 12 de septiembre de 1984, que derrocó al presidente Ould
Haïdallah cuando este se encontraba en Burundi participando en una cumbre
franco-africana.
El nuevo hombre fuerte de Nouakchott, que nació en 1951, entró en el ejercito
mauritano como oficial a principios de los años 70, tras haber cursado la
enseñanza secundaria. Ould Mohamed Vall ascendió de forma rápida y se convirtió
en 1980 en comandante de las regiones militares de Tranza primero y de
Nouakchott después. En 1988, fue nombrado director general de la seguridad
nacional, puesto que ocupó hasta su designación a la presidencia de la Junta
Militar para la Justicia y la Democracia. El nuevo hombre fuerte del país goza,
según numerosos oficiales, de respeto y de una buena reputación en el seno de
los distintos cuerpos del ejército. Durante los diversos conflictos de tipo
étnico y militar habidos en el país, su nombre no apareció nunca entre los
eventuales autores de exacciones, destacan los observadores en la capital
mauritana. El presidente de la CMJD mantiene, según las mismas fuentes,
relaciones de confianza con los diferentes sectores del pueblo mauritano,
particularmente moros y negro-africanos.
Acogida favorable
Además de elegir al presidente, la CMJD ha aclarado también lo que va a hacer
con el poder. Se propone conservarlo "durante dos años ". Un período
"indispensable", desde su punto de vista, para "crear las condiciones favorables
para una democracia abierta y transparente". Sosegado por estos dos anuncios,
parece que el pueblo mauritano ha acogido más bien favorablemente este golpe de
estado que no ha causado ni muertos ni heridos. Así, la noche del miércoles al
jueves, pequeños cortejos de vehículos recorrieron la capital y sus ocupantes
manifestaron su alegría a golpe de claxon. El jueves por la mañana la situación
era de calma en la capital Nouakchotten, en donde los comercios, que en su mayor
parte permanecían cerrados la víspera, reabrían progresivamente sus puertas,
mientras que coches y peatones retomaban las calles. El aeropuerto fue reabierto
al tráfico el mismo miércoles por la noche, tras su cierre durante algunas
horas, y la administración, cerrada el miércoles, reinició también la actividad
el jueves.
Por su parte, los partidos de la oposición, aunque presentaron una postura de
principio hostil al recurso a la fuerza, coinciden en pedir cambios
democráticos, ratificando de hecho el golpe de estado. Este es el caso de la
Unión de las Fuerzas de Progreso (UFP), partido opositor con representación en
el parlamento, que "toma buena nota" del cambio de régimen y pide "que siga sin
derramarse la sangre del pueblo mauritano". El Frente Popular (FP) del opositor
Mohamed Lemine Chbih Ould Cheikh Melainine da la bienvenida a "los objetivos
marcados por la CMJD que se proponen encarrilar un proceso democrático digno de
ese nombre". Finalmente, excepto el secretario general del partido que estaba en
el poder, el Partido Democrático y Social de Ould Taya (PRDS), que ha rechazado
enérgicamente el golpe y ha llamado a todas las fuerzas vivas del país a
manifestarse en contra del "cambio anti-constitucional", es como si los
mauritanos tuvieran ganas de pasar rápidamente la página Ould Taya. Una página
considerablemente manchada en estos últimos años.
Descenso a los infiernos
La caída de Ould Taya se inició hace muchos meses con la degradación de las
relaciones entre el presidente derrocado y su ejército. En junio de 2003, escapó
por los pelos de un golpe de estado, tras 36 horas de combates y 15 muertos en
pleno centro de Nouakchott. Con este golpe fallido, el presidente mauritano
inició la deriva autoritaria de su poder. En noviembre del 2003, decide asegurar
su continuidad a la cabeza del país organizando una mascarada de elecciones
presidenciales que fue muy criticada por la comunidad internacional.
Ould Taya, cada vez más aislado políticamente, obtenía asimismo muy malos
resultados en el terreno económico. El Fondo Monetario Internacional (FMI) que
durante años había incluido a Mauritania entre sus "buenos alumnos", acabó por
cortar las ayudas al país, por falta de transparencia en la gestión. La
inflación, contenida durante mucho tiempo en el 4%, aumentó de forma muy rápida,
alcanzando el 16% en el 2004. Dos años de sequía y una invasión de langosta
acabaron por pauperizar a las capas sociales más débiles.
En cualquier caso, el golpe de estado del pasado miércoles ha sido enérgicamente
condenado por la comunidad internacional, con la Unión Africana (UA) al frente,
la Comisión Europea, Naciones Unidas y el Departamento de Estado Norteamericano.
Falta por saber si esas instituciones, que supieron presionar al régimen togolés
y a las que hemos visto gestionar la crisis togolesa, se plegarán finalmente a
la realpolitik, en vez de exigir la vuelta a un "orden constitucional"
que los mauritanos no parecen apreciar especialmente.