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Un soldado norteamericano tiene estadísticamente el doble de
posibilidades de morir en Afganistán que en Iraq
Pablo Pardo
El Mundo
Hasta ahora, Afganistán era el éxito incontestable de la Administración Bush en
su guerra contra el terrorismo.Hace apenas dos meses, el comandante en jefe de
las fuerzas de EEUU en el país, David Barno, declaraba que en dos años los
últimos restos de los talibán, Al Qaeda y su aliado Gulbudin Hekmatyar -un
antiguo amigo de Washington, que en los años 80 recibió entre 500 y 1.500
millones de dólares de EEUU para combatir a la URSS- dejarían de existir.
Pero ahora Afganistán empieza a parecerse a Irak. En los últimos tres meses, al
menos 450 personas han muerto en ataques de los talibán y Al Qaeda, entre ellos
30 soldados estadounidenses.Las guerrillas, además, están mejorando sus
tácticas. Ya no atacan frontalmente a los estadounidenses, no tratan de
controlar territorios -lo que las hace vulnerables a los devastadores bombardeos
de EEUU- y han importado técnicas que se han revelado muy eficaces en Irak.
Entre ellas están las bombas por control remoto en las carreteras y los
atentados suicidas, como el que el mes pasado mató a 20 personas, entre ellas el
jefe de policía de Kabul, en la ciudad de Kandahar, la segunda del país.
¿Qué está pasando? Washington insiste en que está ganando. El número dos del
Pentágono en Afganistán, James Champion, ha dicho que «está habiendo más choques
armados porque nosotros instigamos esos choques. No es la ofensiva de primavera
[de los talibán], sino nuestra ofensiva de primavera».
Pero otros ven la situación con más escepticismo. Ese es el punto de vista de
Michael Scheuer, que en los 90 fue jefe del grupo encargado de perseguir a Bin
Laden en la CIA, y que ha escrito dos best sellers sobre Al Qaeda. En
declaraciones a El Mundo, Scheuer ha asegurado que «Afganistán se está
preparando para volver a una guerra civil mucho más sangrienta».
La situación se complica para Washington porque su virrey en Afganistán, el
embajador Zalmai Khalilzad, acaba de dejar el puesto para irse a Irak. «Khalilzad
se ha involucrado hasta las orejas en Afganistán. Ha hecho política en el país
y, como él mismo es afgano y conoce la mentalidad de los líderes políticos, ha
logrado ponerlos de acuerdo. Sin él, las cosas van a ser más difíciles», ha
explicado a este periódico un ex asesor del presidente afgano, Hamid Karzai.
EEUU ha aumentado en un 66% sus efectivos en Afganistán desde enero de 2004,
hasta situarlos en 20.000 soldados, y, al contrario que en Irak, sólo envía
tropas con gran experiencia, sobre todo fuerzas especiales. Sin embargo, un
soldado estadounidense tiene estadísticamente el doble de posibilidades de morir
en Afganistán que en Irak. Y la diferencia sigue creciendo. En lo que va de año
ya han fallecido 54 militares estadounidenses en el país, es decir, cinco más
que en todo 2004, que fue a su vez el año en el que EEUU tuvo más bajas en
Afganistán.
¿Por qué los afganos están volviendo la espalda a los estadounidenses? Uno de
los motivos más comúnmente citados es que la población está empezando a asumir
que EEUU ha llegado para quedarse, lo que exacerba el nacionalismo afgano. De
hecho, el Pentágono ha insinuado que va a construir cuatro bases permanentes en
Afganistán.
Pero, además, está el problema de la corrupción y de la ineficacia de la
Administración de Karzai, un político con escasa base popular que está rodeado
de tecnócratas. El Gobierno afgano no controla más que el 23% del presupuesto
para la reconstrucción del país, ya que el resto está en manos de EEUU y de
organizaciones internacionales, y eso hace que muchos afganos se vean marginados
de la expansión de la economía de los últimos años.
Eso se combina con una corrupción rampante, provocada en gran medida por la
explosión del tráfico de drogas, que afecta no sólo al Gobierno, sino también a
las principales figuras de la oposición, como Yunus Qanuni, el mayor rival del
actual presidente, y Abdul Rashid Dostum, un líder uzbeco que goza de un fuerte
apoyo de EEUU.
Como señala el ex asesor de Karzai, «los pashtunes [las tribus del sur del país,
que tradicionalmente han dirigido Afganistán y a la que pertenece Karzai] están
furiosos. Se ven marginados.Y no ven los beneficios de la presencia
estadounidense. En ese contexto, cualquiera que les ofrezca una opción política
diferente, va a captar su atención. Los talibán lo saben, y se están
aprovechando de ellos».