Latinoamérica
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Fuera de la ley, al
alcance del castigo
El caso de María Claudia García de Gelman
Los abogados del poeta argentino Juan Gelman presentarán la semana
entrante un escrito ante el juez penal Gustavo Mirabal para que se active la
investigación sobre la desaparición de María Claudia García de Gelman.
Brecha
El expediente sobre la joven argentina secuestrada en 1976, trasladada
clandestinamente a Uruguay y asesinada después de haber dado a luz una niña en
cautiverio –niña que fue entregada a un oficial de la Policía–, había sido
archivado después de que el entonces presidente Jorge Batlle dictaminara que el
caso estaba comprendido en la ley de caducidad.
En su momento se reclamó de Batlle que diera a conocer los fundamentos por los
cuales ordenaba detener la investigación de esta desaparición, difícil de
justificar como acto de servicio ordenado por los mandos militares. Por el
contrario, el presidente Tabaré Vázquez anunció que consideraba ese caso, y el
de Michelini-Gutiérrez Ruiz, fuera de la ley de caducidad. Esa afirmación
presidencial, y los nuevos elementos surgidos en torno a la desaparición de
María Claudia, impulsan el pedido de reactivación de la investigación.
Entre esos elementos no es menor el trascendido sobre las disputas originadas en
el círculo de oficiales retirados miembros del antiguo Servicio de Información
de Defensa (SID), que participaron en la operación Cóndor y están
individualizados como los autores materiales de numerosos delitos de lesa
humanidad.
Según una información difundida por El Observador (miércoles 18), el coronel
Gilberto Vázquez le pidió al inspector retirado de Policía José Sande Lima "que
se entregara y admitiera su responsabilidad en el secuestro y desaparición de
María Claudia García de Gelman". Al parecer Vázquez, antiguo miembro del SID,
estuvo presionando para que "tres o cuatro" represores vinculados al secuestro y
desaparición de María Claudia "se entreguen" porque "a nivel político había
presiones para investigar el pasado" y porque "alguien debe hacerse cargo". Las
fuentes de El Observador revelaron que en una reunión del Centro Militar, el
coracero Ricardo Medina informó que Vázquez había propuesto "sacrificar las
cabezas" del teniente coronel Juan Carlos Rodríguez Buratti, del capitán Ricardo
Arab, del inspector Sande Lima y la suya propia.
Toda la versión tiene olor a operativo de inteligencia utilizando los medios de
comunicación. En el mismo artículo se sostiene que algunos militares retirados
calificaron de "traidores" a otros oficiales que habrían entregado información
al secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández. Del contexto de la crónica
se puede inferir que la "fuente" es alguien allegado a Sande o a Medina, pero no
queda claro qué objetivo se persigue al exponer los trapos al sol de una interna
militar que hasta ahora había exhibido una unidad monolítica.
Sin duda, los cateos en el Batallón 13, la investigación interna en el Ejército
ordenada por el comandante Ángel Bertolotti, la postura del nuevo gobierno en
materia de derechos humanos y la reactivación de causas judiciales, han
desmoronado aquella unidad. En todo caso, el posible juzgamiento de cuatro
oficiales ya había sido adelantado por Últimas Noticias, otro periódico que
suele acoger "fuentes militares" vinculadas a los antiguos represores. Por lo
pronto, si la fuente es Sande Lima, hay una cierta incoherencia: la
investigación privada de Gelman había determinado que unos 20 oficiales y
policías habían estado vinculados de una u otra manera a la desaparición de su
nuera, pero en la lista no figuraba Sande Lima; en cambio sí estaban Medina,
Buratti y el propio Gilberto Vázquez. Medina, por cierto, fue identificado por
el mismísimo Batlle como el autor material del asesinato de María Claudia, tal
como se lo confesó al senador Rafael Michelini. En cambio, no parece sensato que
Vázquez, directamente involucrado en el secuestro de María Claudia, proponga
sacrificar a quien no habría participado. Se sabe que Sande Lima integró los
equipos de militares y policías que operaron en Buenos Aires y que estaba
vinculado al traslado de prisioneros a Montevideo. Fue identificado por Álvaro
Nores, uno de los secuestrados, como el oficial que lo recibió en Carrasco
cuando fue traído ilegalmente desde Automotores Orletti por el teniente Maurente.
Si Sande Lima está o no involucrado en la desaparición de María Claudia, si
Medina mató o no a la nuera de Gelman, si Gilberto Vázquez tiene o no
responsabilidad en los episodios, ello seguramente podrá ser dilucidado en sede
judicial. Puesto que la Presidencia sostiene que el caso no está amparado por la
ley de caducidad, entonces los responsables, los coautores y los cómplices,
militares y civiles, podrán ser perfectamente castigados por la justicia.
Eso es precisamente, más allá de los operativos mediáticos, lo que encrespa la
interna militar. Todo promete que habrá más recriminaciones, más acusaciones,
más zancadillas, pero en el círculo estrecho de los hasta hoy intocables. El
grueso del Ejército transita otros caminos.
El expediente sobre la joven argentina secuestrada en 1976, trasladada
clandestinamente a Uruguay y asesinada después de haber dado a luz una niña en
cautiverio –niña que fue entregada a un oficial de la Policía–, había sido
archivado después de que el entonces presidente Jorge Batlle dictaminara que el
caso estaba comprendido en la ley de caducidad.
En su momento se reclamó de Batlle que diera a conocer los fundamentos por los
cuales ordenaba detener la investigación de esta desaparición, difícil de
justificar como acto de servicio ordenado por los mandos militares. Por el
contrario, el presidente Tabaré Vázquez anunció que consideraba ese caso, y el
de Michelini-Gutiérrez Ruiz, fuera de la ley de caducidad. Esa afirmación
presidencial, y los nuevos elementos surgidos en torno a la desaparición de
María Claudia, impulsan el pedido de reactivación de la investigación.
Entre esos elementos no es menor el trascendido sobre las disputas originadas en
el círculo de oficiales retirados miembros del antiguo Servicio de Información
de Defensa (SID), que participaron en la operación Cóndor y están
individualizados como los autores materiales de numerosos delitos de lesa
humanidad.
Según una información difundida por El Observador (miércoles 18), el coronel
Gilberto Vázquez le pidió al inspector retirado de Policía José Sande Lima "que
se entregara y admitiera su responsabilidad en el secuestro y desaparición de
María Claudia García de Gelman". Al parecer Vázquez, antiguo miembro del SID,
estuvo presionando para que "tres o cuatro" represores vinculados al secuestro y
desaparición de María Claudia "se entreguen" porque "a nivel político había
presiones para investigar el pasado" y porque "alguien debe hacerse cargo". Las
fuentes de El Observador revelaron que en una reunión del Centro Militar, el
coracero Ricardo Medina informó que Vázquez había propuesto "sacrificar las
cabezas" del teniente coronel Juan Carlos Rodríguez Buratti, del capitán Ricardo
Arab, del inspector Sande Lima y la suya propia.
Toda la versión tiene olor a operativo de inteligencia utilizando los medios de
comunicación. En el mismo artículo se sostiene que algunos militares retirados
calificaron de "traidores" a otros oficiales que habrían entregado información
al secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández. Del contexto de la crónica
se puede inferir que la "fuente" es alguien allegado a Sande o a Medina, pero no
queda claro qué objetivo se persigue al exponer los trapos al sol de una interna
militar que hasta ahora había exhibido una unidad monolítica.
Sin duda, los cateos en el Batallón 13, la investigación interna en el Ejército
ordenada por el comandante Ángel Bertolotti, la postura del nuevo gobierno en
materia de derechos humanos y la reactivación de causas judiciales, han
desmoronado aquella unidad. En todo caso, el posible juzgamiento de cuatro
oficiales ya había sido adelantado por Últimas Noticias, otro periódico que
suele acoger "fuentes militares" vinculadas a los antiguos represores. Por lo
pronto, si la fuente es Sande Lima, hay una cierta incoherencia: la
investigación privada de Gelman había determinado que unos 20 oficiales y
policías habían estado vinculados de una u otra manera a la desaparición de su
nuera, pero en la lista no figuraba Sande Lima; en cambio sí estaban Medina,
Buratti y el propio Gilberto Vázquez. Medina, por cierto, fue identificado por
el mismísimo Batlle como el autor material del asesinato de María Claudia, tal
como se lo confesó al senador Rafael Michelini. En cambio, no parece sensato que
Vázquez, directamente involucrado en el secuestro de María Claudia, proponga
sacrificar a quien no habría participado. Se sabe que Sande Lima integró los
equipos de militares y policías que operaron en Buenos Aires y que estaba
vinculado al traslado de prisioneros a Montevideo. Fue identificado por Álvaro
Nores, uno de los secuestrados, como el oficial que lo recibió en Carrasco
cuando fue traído ilegalmente desde Automotores Orletti por el teniente Maurente.
Si Sande Lima está o no involucrado en la desaparición de María Claudia, si
Medina mató o no a la nuera de Gelman, si Gilberto Vázquez tiene o no
responsabilidad en los episodios, ello seguramente podrá ser dilucidado en sede
judicial. Puesto que la Presidencia sostiene que el caso no está amparado por la
ley de caducidad, entonces los responsables, los coautores y los cómplices,
militares y civiles, podrán ser perfectamente castigados por la justicia.
Eso es precisamente, más allá de los operativos mediáticos, lo que encrespa la
interna militar. Todo promete que habrá más recriminaciones, más acusaciones,
más zancadillas, pero en el círculo estrecho de los hasta hoy intocables. El
grueso del Ejército transita otros caminos.