El gobierno federal presume en comerciales que "en apoyo a la economía de miles de familias" los productos de Liconsa y Diconsa no aumentarán de precio este año. Suena bien. Pero la decisión ha llevado al punto de la quiebra a las dos empresas sociales que alimentan a los más pobres del país: 80% de los almacenes Diconsa tiene números rojos y sus ventas de maíz cayeron una tercera parte en cuatro años; Liconsa dejó de ser autofinanciable y ahora enfrenta una dura realidad: sin recursos fiscales no librará su crisis. Justo lo que no haría el gobierno de los gerentes. Justo el gobierno que alerta sobre los populistas
El anuncio publicitario se difunde en distintos medios de comunicación: "Diconsa mantiene sin aumento los precios de 11 líneas de productos". El gobierno del presidente Vicente Fox y la iniciativa privada sigue el mensaje oficial acordaron que los productos de la Canasta Contigo no subirán de precio en 2005.
"Esta medida apoya la economía y la nutrición de miles de las familias que menos tienen. Con oportunidades para que vivas mejor... el gobierno del cambio cumple".
El tono triunfalista sigue la ruta de la campaña oficial para difundir las bondades de la política social del gobierno foxista y sus avances en la atención a los 60 millones de miserables que hay en el país.
Lo que no concuerda con su discurso es que, para mantener esos precios, el gobierno ha llevado a la ruina las finanzas de las empresas sociales destinadas a garantizar el abasto de alimentos básicos a la población más pobre del país.
El pasado 15 de marzo, al criticar la entrega de recursos a adultos mayores en el Distrito Federal, el presidente Fox dijo: "Prometer pensiones o apoyos a la gente de la tercera edad, o prometer pensiones y jubilaciones a funcionarios o a trabajadores del sector público, sin fundamentos en materia de ingresos, es llevar a nuestro país y a la economía a la quiebra"
Lo sabe por experiencia.
Su administración ha puesto en números rojos a Leche Industrializada Conasupo (Liconsa), la empresa modelo de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), que hace cuatro años financiaba sus gastos de operación con el producto de sus ventas y que incluso se podía dar el lujo de ayudar a Diconsa en sus crisis financieras.
El desfase de sus finanzas se deriva básicamente del aumento del precio internacional de la leche (Liconsa importa cerca de 100 mil toneladas cada año) y de una decisión política: mantener el precio de la leche subsidiada en 3.50 pesos por litro.
El mismo precio que ha tenido desde mayo de 2001. Cómo tronar una empresa sana
Regalar dinero, dicen los enemigos de los subsidios, no resuelve nada y genera una dinámica económica perversa para las finanzas públicas.
Cinco directores y siguen las pérdidas en Diconsa Fotografías: Rosaura Pozos
Ese fue el argumento de los responsables de la política social en el gobierno de Ernesto Zedillo para intentar eliminar, o al menos reducir drásticamente, el sistema de subsidios alimentarios.
La última jugada del ex secretario de Desarrollo Social zedillista, Carlos Jarque, fue fusionar el Fideicomiso para la Liquidación del Subsidio a la Tortilla (Fidelist), que atendía a 1.2 millones de familias en zonas urbanas marginadas (que diariamente recibían un kilo de tortilla) con Liconsa, el programa de distribución de leche en apoyo a la alimentación.
Liconsa era entonces la empresa ejemplar del gobierno, pues tenía la capacidad de cubrir los gastos de operación con la venta del producto y cada vez requería menos subsidio federal.
Un funcionario explicaba de este modo a Masiosare la intención detrás de la función: "Lo que buscan es desaparecer el Fidelist, achicar Liconsa, y que, con el paso del tiempo, el único padrón de la política social sea el de Progresa (hoy Oportunidades)".
Hoy, empero, los números hablan de una realidad muy distinta:
Liconsa inició el 2004 con una disponibilidad de recursos de 554 millones de pesos y terminó con 181 millones, según datos de la secretaría de Hacienda. El motivo es que gastó más (5 mil 748 millones) de lo que ganó (5 mil 375 millones de pesos en ingresos totales, incluídos los 400 millones de apoyo del gobierno federal), y no hay que ser un gran economista para saber que eso significa problemas.
Así que en las oficinas de la empresa social se veía venir la crisis, derivada fundamentalmente del incremento de los costos de materias primas en el mercado mundial (de mil 200 dólares la tonelada de leche en polvo hace cuatro años, a 2 mil 600 ahora). Los analistas advirtieron una baja en la producción lechera que encendió la alerta ante un problema de disponibilidad, lo que probablemente habría detonado el aumento en los precios.
Como sea, en Liconsa vieron las señales y su director, Juan Francisco Mora, conocedor del sistema de abasto popular (tiene entre sus cartas de presentación haber puesto en números negros a Diconsa durante la administración de Zedillo) puso sobre la mesa el incómodo dilema:
"La única salida que tenemos es aumentar el precio de la leche subsidiada", insistió a sus superiores.
Desde las oficinas centrales de la Sedesol que encabeza Josefina Vázquez Mota, empero, llegó la instrucción: "El precio se mantiene porque es un compromiso presidencial".
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"El argumento es no pegarle a la economía popular", desliza un funcionario de Liconsa quien, como otras fuentes consultadas en Sedesol, pide el anonimato. Será porque saben bien que la decisión de no aumentar el precio de la leche está directamente relacionada con el popular gobierno del Distrito Federal, que desde 2001, cuando la administración federal realizó el último aumento a la leche Liconsa, asumió parte del costo del producto que se distribuye en la capital del país y estableció un sistema de vales para compensar el aumento.
No es un dato menor: en el Distrito Federal se concentra 21% del padrón de beneficiarios de Liconsa, que es un programa urbano, y el gobierno foxista ha dedicado buena parte de sus esfuerzos a quitarle seguidores a los programas sociales del gobierno local.
"Diconsa pasó de programa comunitario de abasto a repartidor de despensas"
El 6 de enero pasado, en compañía de su esposa Marta Sahagún, Vicente Fox partió la rosca de reyes en una lechería de la delegación Azcapotzalco, al norte de la ciudad, y ahí repitió el compromiso de los años anteriores:
"Llevamos ya 43 meses, y durante el año de 2005 nos vamos a asegurar y esta buena noticia les traigo- que el precio va a seguir siendo el mismo (...) Este es el periodo más largo de Liconsa a través de su historia que no ha modificado los precios. Y lo hace, precisamente por una buena administración, una administración transparente, que rinde cuentas. Y este es el sello de la casa, este es el sello de mi gobierno: honestidad, transparencia, rendición de cuentas", presumió el Presidente.
Pero vamos por partes.
Liconsa ha sido una empresa sólida y con buena reputación entre los proveedores. Importa casi 100 mil de toneladas de leche al año (principalmente de Estados Unidos y Nueva Zelanda) y es, de hecho, la compañía en el mundo que más compra este producto.
En 2003, solicitó a sus proveedores de Nueva Zelanda la leche "fortificada", es decir, con nutrientes adicionales que tanto presume la Sedesol, con la idea de "pasar de un programa de subsidio económico a un programa nutricional". La leche Liconsa ha sido certificada por su calidad en distintas instancias internacionales y en buena medida, el mantenimiento de sus precios ha servido como regulador en el mercado nacional.
En 2003, incluso, tuvo excedentes de 332 millones de pesos que fueron trasladados al sistema Diconsa.
El año pasado, sin embargo, comenzaron a presentarse elementos que anunciaban problemas: China entró al mercado como consumidor de leche y comenzó a pedir leche fortificada; el precio de la leche se disparó; las lecheras nacionales aumentaron su consumo (México importa 200 mil toneladas al año, de las cuales Liconsa sólo consume 96 mil, el resto lo importan empresas privadas), al mismo tiempo que se registró una baja en la producción lechera; comenzó a alertarse sobre un problema de disponibilidad.
Acorde con el discurso de "aquí no pasa nada" del presidente Fox, la Sedesol pareció no darse por enterada. Por el contrario, lejos de admitir un problema que es real, la dependencia presume el aumento del padrón de beneficiarios de Liconsa durante esta administración, y destaca el crecimiento en la ciudad de México.
"Hace cuatro años este programa distribuía leche en apoyo a la alimentación de 4 millones 185 mil personas (...) A la fecha más de 5 millones 480 mil personas cuentan con el apoyo nutricional de la leche fortificada Liconsa, lo que significa que revirtiendo la tendencia decreciente que se registró en la década de los noventa, se incorporaron a este programa social alrededor de un millón 300 mil personas dice la información oficial. El crecimiento del padrón de atención también se ha manifestado en el Distrito Federal, por lo que el número de beneficiarios ha crecido en alrededor del 20% en los últimos cuatro años".
Así las cosas, el año pasado Liconsa abrió líneas de producto sin subsidio, con leche en polvo y líquida de productores mexicanos y "han tenido un éxito marginal" (se vende a 5 pesos a través de Diconsa); redujo personal y depuró su padrón. Ahora pretende incrementar las ventas de leche no subsidiada y aumentar la compra nacional. Pero no es suficiente.
"Es inevitable el subsidio", dice el funcionario de Liconsa. "No es mucho, en realidad, estamos hablando de 250 o 300 millones de pesos (que hubieran captado al aumentar el litro de leche en 50 centavos), pero es una decisión que depende de Hacienda". Diconsa: un fracaso tras otro
Diconsa es el sistema de abasto rural para las comunidades más marginadas del país. Funciona a través de una red de 22 mil tiendas rurales, ubicadas en las comunidades más alejadas, que han servido, por una parte, para regular los precios locales, y por otra, para tener un sistema de abasto garantizado en los casos de desastres naturales.
En la pasada administración enfrentó los embates de autoridades hacendarias y de un grupo de la propia Sedesol, encabezado por el ex subsecretario Santiago Levy (hoy director del Instituto Mexicano del Seguro Social) que pugnaban por la eliminación de los subsidios.
Con el gobierno de Fox, en cambio, ha tenido más recursos federales: 515 millones en 2001, 568 en 2002, 768 en 2003 y mil 639 millones en 2004.
Pero ha sido dinero tirado a la basura.
Ninguno de los cinco directores que ha tenido en cuatro años ha logrado resolver la crisis financiera (si se tratara de una empresa del sector privado estaría en quiebra técnica) que ha dejado hueca la organización social que sustentaba el programa.
Al corte de 2004, Diconsa reportaba pérdidas en 24 de sus 25 sucursales distribuídas en el país, la venta de maíz había caído de más de 200 mil toneladas (de 544 mil en 2000 a 353 mil en 2004) y 220 de sus 272 almacenes funcionaban con números rojos.
Se trata, en realidad, de una quiebra anunciada.
El primer director en el gobierno foxista, Juan Francisco Mora, dejó el cargo para irse a dirigir Liconsa casi al principio de la administración; Cuauhtémoc Sánchez Ossio, su sucesor, fracasó en su intento de convertir las tiendas rurales en una suerte de cadenas tipo "Oxxo"; Juan Fernando Perdomo, actual diputado federal del PAN, se dedicó a realizar giras para promocionar sus discos y poemarios; después llegó José Levy, considerado un buen administrador, y ofreció resolver "en tres meses" la crisis de Diconsa, pero dejó el cargo sin conseguirlo en octubre de 2003.
El actual director, Ramón Zamanillo Pérez, fue delegado de Sedesol en San Luis Potosí y se desempeñaba como coordinador de delegaciones de la secretaría cuando asumió el cargo. Es el único que ha durado más de un año al frente de Diconsa y su sello ha sido la confrontación.
En 14 meses liquidó al menos a 58 funcionarios que se mantenían de la pasada administración, y redujo 107 puestos de los consejos comunitarios.
El argumento ha sido una política de austeridad dictada por Hacienda, pero la realidad es que la organización de Diconsa a través de los consejos comunitarios de abasto, herencia del legendario Programa Nacional de Solidaridad, ha sido vista con recelo en el nuevo equipo de Sedesol desde el principio de la administración.
Apenas en febrero pasado, cuando anunció que este año no aumentaría el precio de la Canasta Contigo, el propio Vicente Fox definió lo que en su opinión representaba la empresa en el pasado: "Diconsa ha dejado de ser un instrumento corporativo, burocrático, para convertirse en uno de los arietes de nuestra política social dijo. Hemos recuperado a esta institución como parte del patrimonio del pueblo de México".
María José Arellano organizó durante siete años el consejo comunitario en el estado de México. Le tocaron los buenos tiempos en que los consejos eran tan poderosos que vencieron a José Angel Gurría, el secretario de Hacienda de Ernesto Zedillo, en su intento de eliminar el subsidio de Diconsa.
Pero hoy la historia es otra.
Los consejos comunitarios están desgastados, peleados entre ellos y muy debilitados ante una ofensiva federal que "dejó morir de inanición" (es decir, por falta de atención) el programa social.
Arellano renunció en enero al consejo y cuenta ahora esa última parte de la historia:
"A la salida de Levy (quien se fue de oficial mayor a la Secretaría del Medio Ambiente, con su antiguo jefe Alberto Cárdenas Jiménez) se desató una lucha de poder entre gerentes y directores. Los consejos tomamos Sedesol, pero no teníamos con quien acordar; la relación estaba ya muy rota y el desgaste de los consejos era fuerte; después de tantos directores ya no queríamos hablar con nadie que no fuera la secretaria (Vázquez Mota), pero ella nos mandó una carta remitiéndonos con Antonio Sánchez Díaz (presidente del Consejo de Administración)".
Zamanillo Pérez, dice, dio la puntilla a la organización cuando comenzó a tener reuniones regionales. Provocó que se agudizaran las diferencias entre los consejos. Los puso a pelear, pues.
"Después de cuatro años de no avanzar en nada, hasta nosotros terminamos domesticándonos", dice, no tan en broma.
Zamanillo ha estado tan ocupado en desmantelar la organización "corporativa" de los consejos, que tal vez por eso no ha podido atender otros problemas de la empresa: en Guerrero, por ejemplo, se detectaron desvíos de camiones de galletas para la cadena comercial Soriana y maíz para los tortilleros locales; en Tapachula, tráfico de harina de maíz; en Coahuila, desvío de maíz y harina para tortilleros que le venden a molineros.
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Enero de 2004. En una reunión con los productores de maíz en Chiapas, el director de Abasto de Diconsa, Gilberto Freeman Ortega (retirado del cargo después de la presentación de la Canasta Contigo), se levantó de la mesa a la mitad de la junta y dijo a los productores que tenía otro compromiso, pero que los dejaba con el gerente del área, Jesús Ramírez, y al subgerente, Armando Díaz Valle (hoy despedidos).
El "otro compromiso" de Freeman Ortega era con los representantes del bufete Eximéxico, con quien ya había amarrado un contrato por 30 mil toneladas. El administrador general de Eximéxico era Humberto Herrera Mora, invitado al Consejo de Administración de Diconsa en representación de Canacintra.
Con Eximéxico se firmaron 3 contratos: dos en enero, por la adquisición de 30 mil toneladas de maíz de Chiapas y por servicios de almacenamiento, conservación, y fletes del grano, y otro más en mayo, por 36 mil toneladas adquiridas en Sinaloa.
Al proveedor se les pagó de contado, al día siguiente de que se entregaron supuestos comprobantes de la entrega del grano (inusual en Diconsa), pero no cumplió. En diciembre de 2004, Eximéxico adeudaba a Diconsa 12 mil toneladas del contrato de Chiapas, 2 mil del de Sinaloa y 8 mil de garantías.
El asunto está en juicio y los funcionarios involucrados fueron cesados, pero refleja las prioridades de la administración de Diconsa.
No es el único. Los directivos de Diconsa, seguramente en concordancia con su plan de austeridad, decidieron usar un excedente de 100 millones de pesos asignados a la empresa para adquisición de seis automóviles Sentra para los directores. También se compraron pantallas de plasma y un moderno conmutador para el corporativo. Pa' que te Alcance(n ¿los votos?)
María José Arellano no tiene concesiones: "Diconsa pasó de ser un programa comunitario de abasto a un repartidor de despensas". Se refiere al fallido programa del gobierno federal "Pa' que te Alcance" (o Pa' que te Nutras), anunciada con bombo y platillo por Vicente Fox el 8 de mayo de 2003.
Entonces se planeaba dotar de despensas alimentarias con valor de 150 pesos mensuales a 820 mil familias con base en un padrón elaborado por Liconsa.
Comenzaron a distribuirse a través de comités de beneficiarios, una suerte de organización paralela a los consejos comunitarios, pero desde el principio tuvieron problemas con la entrega de credenciales, que se encargó a un despacho privado y requirió 8 millones de los 30 que había para el arranque del programa.
"Se entregaron a través del despacho, pero los padrones no coincidían; había gente enlistada sin credencial, gente con credencial no enlistada y gente enlistada con credencial en comunidades no registradas en Sedesol", cuenta Arellano.
La justificación fue que se trataba de llevar las despensas a los sectores que no recibían Oportunidades ni Liconsa, pero como en la canción infantil, de 820 mil que eran, para este año sólo quedan 220 mil.
Lo curioso es que a finales del año pasado se modificó la geografía de beneficiarios. Así, en estados como Zacatecas o Guerrero, donde recientemente hubo elecciones, el padrón se redujo sustancialmente (en Zacatecas, por ejemplo, pasó de 2 mil a 58). En cambio, en el estado de México, donde en julio próximo habrá una de las elecciones más competidas previa a los comicios de 2006, el padrón pasó de 6 mil a 26 mil beneficiarios.
¿Coincidencias?
El tema ya había provocado suspicacias el año pasado, porque en Guanajuato había más beneficiarios (21 mil 636) que en estados como Oaxaca (3 mil 884). Ahora, para aumentar las dudas, el aumento en el padrón mexiquense se concentró en la zona metropolitana que va de Ecatepec a Chimalhuacán, donde se ubica el grueso de votantes, y no, como se esperaría, en los municipios del sur, los más pobres de la entidad.
"El argumento es que son rurales y que se trata de no empatarlo con Oportunidades", dice Arellano, con un gesto irónico. Subsidiar o no subsidiar, el dilema
El 23 de febrero pasado, el presidente Fox presentó la nueva estrategia Sumando Esfuerzos, orientada a reestructurar y modernizar Diconsa. Ese mismo día anunció que gracias al respaldo de algunos proveedores, no habrá aumentos en los precios de 11 productos de la canasta Contigo.
No dijo, nada ha dicho, de los adeudos acumulados en la empresa por esta decisión.
Lo que sí ha hecho, y lo repitió el martes pasado, es definir su concepto de populismo: "Lo que le da una gran importancia dijo, al hablar de las 'pensiones sustentables', porque no está subsidiada, porque no da a costa de fondos fiscales, no da a costa de la pobreza de unos para dar un regalo a otros. Eso es lo que es populismo".
Vaya, apenas la semana anterior, el Consejo de Administración de Liconsa analizaba las opciones para tapar el boquete abierto por el "compromiso presidencial" de no aumentar el precio de la leche.
El Consejo se inclinó por la transferencia de recursos de los 27 centros de acopio, creados el año pasado para captar leche de productores nacionales. De ellos calculan obtener 120 millones de pesos. Pero en Liconsa saben que no es suficiente. "120 millones son buenos reconoce el funcionario pero con eso no la vamos a librar".