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Latinoamérica


 

Los neoforajidos

Alfredo Vera.

¿Quién es forajido? ¿Cómo se identifica a un forajido? ¿Cuándo se hizo forajido? ¿Qué es lo que solicita el forajido? ¿Con qué cargo o función pública se neutraliza a un forajido?

Son preguntas que no tienen contestación.

¿Qué quieren los forajidos? ¿Qué quieren ahora? ¿Qué quieren a mediano plazo? ¿Cuál es el objetivo que señalan para el país?

Estas otras preguntas tampoco tienen contestación.

Claro que individualmente cada persona que se siente forajido tiene sus propias respuestas, porque la mayoría, diría que casi la totalidad, son personas inteligentes, que han sido educadas, se desenvuelve en medios sociales de buen nivel, que en un momento crucial para la supervivencia de la Patria tomaron conciencia de la importancia de la participación por valores de interés colectivo y no particular; sintieron vergüenza frente al oprobio, al entronizamiento de la corrupción, la humillante entrega de la soberanía y la importancia de recuperar la dignidad.

Eso y mucho más, que tiene que ver con la tradición de una población ciudadana con conciencia de lo que significa ser parte del centro político de la Nación, y una identidad arraigada en la cultura de ciudad capital.

No entender que en esa gran masa colectiva había mucho de sentimiento, de espontaneidad, de corazón ardiente, que reflexión ideológica, significa desconocer las ciencias sociales, la sociología y las ciencias políticas.

Sorprenderse porque ya aparecieron los neoforajidos a reclamar tajada y gritar que no están todos los que son ni que son todos los que están, es carecer de sentido común.

Oír y ver que el ex Embajador en México en el gobierno de Lucio Gutiérrez, el periodista Francisco Herrera, sale a pontificar en contra de los políticos oportunistas o que el dirigente de los uniformes blancos, doctor López, uno de los tantos Ministros de Salud que tuvo el gobierno de Lucio, sale a condenar al Gobierno de Palacio por la forma en que reparte los cargos, significa olvidarse de aquel viejo apotegma conocido desde las épocas monárquicas de que a rey muerto, ¡viva el rey!.

Ofuscarse porque a las asambleas que convocan algunos forajidos y otros neoforajidos no reúnen a más de una treintena de feligreses, es desconocer que la carencia de mística y de disciplina desalienta a los dirigentes por la ausencia de dirigidos.
Constatar que basta que hayan dos forajidos para que se produzcan, como sucede con los abogados, tres opiniones por lo menos, no es más que reconocer la compleja y nunca desmentida naturaleza humana.

¿Cómo hacer, de parte de los forajidos, para identificar a los neoforajidos, que en alguna medida son peores que los neoliberales?

Es una incógnita que, sin duda, no tiene contestación.-