Latinoam�rica
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Dialogo entre monse�or Oscar Arnulfo Romero y el papa Juan Pablo II
Radialistas Apasionadas
El 24 de marzo no s�lo renueve la historia del sangriento golpe militar argentino que se inici� en el a�o 1976, es tambi�n el aniversario del asesinato del padre Oscar Arnulfo Romero en El Salvador a manos del mayor del Ej�rcito Roberto D�Aubuisson, fundador del partido ARENA, que hoy gobierna en ese pa�s. A continuaci�n se reproduce el di�logo entre el reci�n asumido Papa Juan Pablo II y Monse�or Romero, a prop�sito de una Am�rica Latina sitiada por totalitarismos militarizados a fines de los �70. Curiosamente, a treinta a�os de iniciada la ola de persecuciones, torturas y muertes se escucha nuevamente 'la voz de los sin voz' mientras en el Vaticano se apaga el icono religioso preconciliar que revivi� la �poca de las cruzadas.
El �ngel del Se�or anunci� en la v�spera...
El coraz�n de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agon�a.
T� ofrec�as el Pan,
el Cuerpo Vivo,
el triturado cuerpo de tu Pueblo,
su derramada Sangre victoriosa,
�la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de te�ir en vinos de alegr�a la aurora conjurada!
Estamos otra vez en pie de testimonio,
�San Romero de Am�rica, pastor y m�rtir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza inc�lume de todo el Continente.
Romero de la Pascua Latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a d�lar, a divisa.
Como Jes�s, por orden del Imperio.
San Romero de Am�rica, pastor y m�rtir nuestro.
�Nadie har� callar tu �ltima homil�a!
Pedro Casald�liga, Poema San Romero de Am�rica
- Compr�ndame, yo necesito tener una audiencia con el Santo Padre�
- Comprenda usted que tendr� que esperar su turno, como todo el mundo.
Otra puerta vaticana se le cierra en las narices.
Desde San Salvador y con el tiempo necesario para salvar los obst�culos de las
burocracias eclesi�sticas, Monse�or Romero hab�a solicitado una audiencia
personal con el Papa Juan Pablo II. Y
Monse�or Oscar Arnulfo Romero
viaj� a Roma con la tranquilidad de que al llegar todo estar�a arreglado.
Ahora, todas sus precauciones parecen desvanecidas como humo. Los curiales le
dicen no saber nada de aquella solicitud. Y �l va suplicando esa audiencia por
despachos y oficinas.
- No puede ser -le dice a otro-, yo escrib� hace tiempo y aqu� tiene que
estar mi carta...
- �El correo italiano es un desastre!
- Pero mi carta la mand� en mano con...
Otra puerta cerrada. Y al d�a siguiente otra m�s. Los curiales no quieren que se
entreviste con el Papa. Y el tiempo en Roma, a donde ha ido invitado por unas
monjas que celebran la beatificaci�n de su fundador, se le acaba.
No puede regresar a San Salvador sin haber visto al Papa, sin haberle contado de
todo lo que est� ocurriendo all�.
- Seguir� mendigando esa audiencia -se alienta Monse�or Romero.
Es domingo. Despu�s de misa, el Papa baja al gran sal�n de capacidad superlativa
donde le esperan multitudes en la tradicional audiencia general. Monse�or Romero
ha madrugado para lograr ponerse en primera fila. Y cuando el Papa pasa
saludando, le agarra la mano y no se la suelta.
- Santo Padre -le reclama con la autoridad de los mendigos-, soy el Arzobispo de
San Salvador y le suplico que me conceda una audiencia.
El Papa asiente. Por fin lo ha conseguido: al d�a siguiente ser�.
Es la primera vez que el Arzobispo de San Salvador se va a encontrar con el Papa
Karol Wojtyla, que hace apenas medio a�o es Sumo Pont�fice. Le trae,
cuidadosamente seleccionados, informes de todo lo que est� pasando en El
Salvador para que el Papa se entere. Y como pasan tantas cosas, los informes
abultan.
Monse�or Romero los trae guardados en una caja y se los muestra ansioso al Papa
no m�s iniciar la entrevista.
- Santo Padre, ah� podr� usted leer c�mo toda la campa�a de calumnias contra la
Iglesia y contra un servidor se organiza desde la misma casa presidencial.
No toca un papel el Papa. Ni roza el cartapacio. Tampoco pregunta nada. S�lo se
queja.
- �Ya les he dicho que no vengan cargados con tantos papeles! Aqu� no tenemos
tiempo para estar leyendo tanta cosa.
Monse�or Romero se estremece, pero trata de encajar el golpe. Y lo encaja: debe
haber un malentendido.
En un sobre aparte, le ha llevado tambi�n al Papa una foto de Octavio Ortiz, el
sacerdote al que la guardia mat� hace unos meses junto a cuatro j�venes. La foto
es un encuadre en primer plano de la cara de Octavio muerto. En el rostro
aplastado por la tanqueta se desdibujan los rasgos indios y la sangre los
emborrona a�n m�s. Se aprecia bien un corte hecho con machete en el cuello.
- Yo lo conoc�a muy bien a Octavio, Santo Padre, y era un sacerdote cabal. Yo lo
orden� y sab�a de todos los trabajos en que andaba. El d�a aquel estaba dando un
curso de evangelio a los muchachos del barrio...
Le cuenta todo al detalle. Su versi�n de arzobispo y la versi�n que esparci� el
gobierno.
- Mire c�mo le apacharon su cara, Santo Padre.
El Papa mira fijamente la foto y no pregunta m�s. Mira despu�s los empa�ados
ojos del arzobispo Romero y mueve la mano hacia atr�s, como queri�ndole quitar
dramatismo a la sangre relatada.
-Tan cruelmente que nos lo mataron y diciendo que era un guerrillero... -hace
memoria el arzobispo.
-�Y acaso no lo era? -contesta fr�o el Pont�fice.
Monse�or Romero guarda la foto de la que tanta compasi�n esperaba. Algo le
tiembla la mano: debe haber un malentendido.
Sigue la audiencia. Sentados uno frente al otro, el Papa le da vueltas a una
sola idea.
- Usted, se�or arzobispo, debe de esforzarse por lograr una mejor relaci�n con
el gobierno de su pa�s.
Monse�or Romero lo escucha y su mente vuela hacia El Salvador recordando lo que
el gobierno de su pa�s le hace al pueblo de su pa�s. La voz del Papa lo regresa
a la realidad.
- Una armon�a entre usted y el gobierno salvadore�o es lo m�s cristiano en estos
momentos de crisis.
Sigue escuchando Monse�or. Son argumentos con los que ya ha sido asaeteado en
otras ocasiones por otras autoridades de la Iglesia.
- Si usted supera sus diferencias con el gobierno trabajar� cristianamente por
la paz.
Tanto insiste el Papa que el arzobispo decide dejar de escuchar y pide que lo
escuchen. Habla t�mido, pero convencido:
- Pero, Santo Padre, Cristo en el evangelio nos dijo que �l no hab�a venido a
traer la paz sino la espada.
El Papa clava aceradamente sus ojos en los de Romero:
- �No exagere, se�or arzobispo!
Y se acaban los argumentos y tambi�n la audiencia.
Todo esto me lo cont� Monse�or Romero casi llorando el d�a 11 de mayo de 1979,
en Madrid, cuando regresaba apresuradamente a su pa�s, consternado por las
noticias sobre una matanza en la Catedral de San Salvador.
Testimonio de Mar�a L�pez Vigil, autora del libro PIEZAS PARA UN RETRATO, UCA
Editores, San Salvador 1993.