Latinoamérica
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La izquierda Peruana hoy
Gustavo Espinoza M. (*)
Los más recientes acontecimientos políticos ocurridos en América Latina han
reabierto el debate en torno a las responsabilidades de la izquierda peruana.
Veamos el sugerente escenario que se nos presenta.
Hoy Cuba asoma como la estrella solitaria con la bandera del socialismo en el
tope de su mástil; pero Venezuela abre camino afirmando un derrotero
antiimperialista ciertamente decisivo. Y es que el continente, no obstante sus
diversidades, dejó de ser ya el coto cerrado de la dominación imperialista y se
tornó un aguerrido campo de batalla en el que los pueblos avanzan afirmando
seriamente sus derechos y conquistas.
En Brasil y Uruguay han obtenido recientemente por vía electoral sendos triunfos
fuerzas progresistas que han cuestionado claramente la hegemonía imperial. En
Argentina, el Presidente Kichner ha creado una situación que, aunque compleja y
contradictoria, es sin embargo mejor que la que existieran bajo Menen y sus
seguidores. En Chile el Presidente Lagos, inconsecuente con la tradición
socialista de su Partido, no se atreve sin embargo a romper con él porque se
sabe vencido y en derrota.
En Bolivia y Ecuador, movimientos populares de gran envergadura dieron al traste
con regímenes corruptos, pero sus gobernantes actuales no fueron consecuentes
con el mandato que recibieran, lo que explica la crisis en la que se debaten.
En la retaguardia de la región, sin embargo, se ubican tres países: Paraguay,
Colombia y Perú. El primero tiene el pesado lastre de una dictadura que duró
muchos años y que nunca fue definitivamente vencida. Colombia es escenario de
una verdadera "guerra interna" en la que se despliega toda la capacidad
estratégica del imperialismo en el empeño por vencer al pueblo. En el Perú, lo
que no tiene excusa, es la flagrante debilidad de la Izquierda. Ella permite que
revivan las expresiones más siniestras del pasado y que se ciernan peligros
adicionales contra el pueblo.
Eso, por cierto, no tiene justificación. El proceso antiimperialista de Velasco
Alvarado, unido a la lucha consecuente de los trabajadores politizó activamente
a amplios sectores del movimiento popular, afirmó conquistas definidas y
permitió que, sin pedir prestado nada, las fuerzas más avanzadas confluyeran en
un esfuerzo que sin embargo se frustró por problemas de orden militar y político
en un escenario ciertamente complejo: el subcontinente a mediados de la década
de los 70. No obstante, recogiendo de alguna manera la semilla fatigosamente
sembrada, nació Izquierda Unida, a comienzo de los años 80.
La experiencia de IU, denigrada por algunos advenedizos irresponsables, fue sin
embargo la más rica y valiosa que existiera en el Perú a lo largo de todo el
siglo XX Tuvo errores, por cierto, pero ellos no la descalifican. Al contrario
permiten afirmarla como una fuente inagotable de lecciones, como un verdadero
laboratorio para las nuevas generaciones que deben aprender del pasado como una
manera práctica de afirmar el porvenir.
Objetivamente, la Izquierda peruana, en esa coyuntura asomó en América Latina
como una expresión responsable y madura, con vocación y voluntad de Poder. Fue
capaz de levantar un Programa y maduró incluso un diseño de sociedad progresista
y avanzada que permitió abrir expectativas populares. Fue, no lo olvidemos,
alternativa de gobierno y llegó a alcanzar la administración municipal en Lima
bajo la conducción de Alfonso Barrantes, un dirigente serio, exento de demagogia
y electorerismo.
Cuando se escriba la verdadera historia de IU tendrá que reconocerse, sin
embargo, que no tuvo un proceso homogéneo. Comenzó como una fuerza vital
dispuesta a unir su destino con el de millones de peruano en lucha por un país
mejor, pero no logró concretar su esfuerzo por diversas razones.
En un determinado momento se generaron crisis en sus núcleos dirigentes, en los
que ganaron puntos también posiciones hegemonistas y sectarias.
Además de ambiciones personales y electoreras, que fueron alentadas desde el
exterior, minando la capacidad de acción de las fuerzas más avanzadas del
proceso. Eso ocurrió particularmente en los últimos años de la década de los 80,
y dio lugar a la quiebra de la unidad de la izquierda.
Las direcciones que generaron esas crisis y que afirmaron su liderazgo
precisamente a partir de la derrota de los 90, cumplen hoy casi 15 años en la
conducción de sus estructuras partidistas. Bajo el fujimorato, en lo
fundamental, prefirieron guardar "perfil bajo" en lo que se refiere al
cumplimiento de tareas políticas, pero eso no obvió que volvieran a tentar
"esfuerzos unitarios" sospechosamente coincidentes con procesos electorales en
1995 y en el año 2000. Sólo lograron poner en evidencia apetencias subalternas
que los condujeron a derrotas monumentales.
Hoy, en víspera de los comicios del 2006, algunas de estas fuerzas vuelven con
la tesis de la unidad, aunque afirman que ésta no tendrá carácter electoral,
sino político. Ojalá que así sea.
Bajo la iniciativa del MNI, en efecto, han desarrollado recientemente una
Convención bastante más publicitada que efectiva, y en la que se han dado cita
algunas de las fuerzas que integraron la IU. Otras, por su parte, han tomado
distinto derrotero y no parecen sumarse a tal esfuerzo. Buscan más bien un
acercamiento con Valentín Paniagua y grupos ligados al gobierno de la transición
de noviembre del 2000.
Unos y otros deben tomar en cuenta sin embargo que las banderas del movimiento
popular están planteadas. No se derivan de farragosas proclamas no de
estructuras teóricas cuidadosamente elaboradas. Fluyen de la lucha natural
contra la dependencia que nos ata al imperialismo, el modelo neo liberal y sus
expresiones de dominio; el combate contra las camarillas tradicionales de Poder,
la profundización del proceso democrático en el país, la lucha contra la Mafia,
la corrupción, el narco tráfico, el terrorismo y la demagogia; la defensa de la
Escuela pública y la calidad de la educación, la salud y la seguridad ciudadana;
los derechos laborales de los trabajadores, el empleo digno y las conquistas
sociales; la protección de la juventud y la infancia los derechos de los
productores agrarios y los campesinos, las reivindicaciones de la mujer, la
defensa de Venezuela y la solidaridad con Cuba, así como el respaldo a las
luchas de los pueblos contra la opresión capitalista.
Si los Partidos y fuerzas de la Izquierda vieran las cosas no criterio no
electoral, sino más bien político, podrían asumir un programa unitario a partir
de estas, y otras demandas, y promover acciones concretas que interesen al
pueblo y le permitan a las fuerzas progresistas recuperar la confianza ciudadana
perdida en el pasado reciente.
Incluso si se tratara de tentar suerte en comicios nacionales y no fuera posible
concertar una alianza entre todas estas fuerzas, podrían sumarse unas con otras
a partir de círculos concéntricos. Quienes se nuclearon en torno al MNI podrían
constituir una alianza, y las otras una suerte de Encuentro Progresista, para
procurar entendimientos posteriores.
Si los Partidos avanzados y las fuerzas progresistas del Perú esta vez
demuestran que aprendieron la lección y se unen no para perseguir sólo puestos
electorales sino dar la batalla política por los derechos de los desposeídos,
entonces se abrirá una posibilidad de recuperación para que la izquierda peruana
afirme un papel en el concierto continental. Si así no fuera, si finalmente se
impusieran los intereses personales, partidistas o subalternos, será necesario
depurar los lastres que hicieron daño en el pasado y pretendieron repetir la
historia de fracasos y derrotas (fin) (*) Miembro del Colectivo de Dirección de
Nuestra Bandera