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Europa

El ejército español, el primero en usar armas químicas sobre la población civil


José F. Ferrer
El Mundo

Mi padre Ahmed falleció hace dos años por un cáncer de garganta; un hermano suyo, mi tío Abdelaziz, murió en el 2002 por uno de pulmón y mis primos Hamito y Hassan también han muerto por cáncer sin cumplir los 50 años. Si alguien dice que esto es normal y que aquí no pasa nada, que vaya a cualquier puerta del Rif al azar, que llame y pregunte cuantos casos de cáncer ha sufrido esa familia y se sorprenderá».
Rachid Raja lleva años clamando en el desierto por la ¿mala suerte? de su familia. Los interrogantes obedecen a las sospechas que tienen los habitantes de esta inhóspita región del norte de Marruecos de que el alto número de casos de cáncer registrados en la zona se debe a la utilización de armas químicas por parte del ejército español entre 1921 y 1925. Y también, aunque son menos quienes se atreven a decirlo, por el Napalm utilizado por el rey Hasán II para reprimir a sus súbditos rifeños a finales de los años 50.
Rachid es el dirigente del Congreso Mundial Amazig -la lengua nativa de los rifeños-, con sede en París, que aglutina a gran parte del movimiento bereber, y el impulsor de la reunión que el pasado 5 de julio mantuvieron en Nador una treintena de asociaciones rifeñas para denunciar al mundo la situación sanitaria que padecen.
Estas organizaciones acordaron pedir al Gobierno español que reconozca el uso de armas químicas -gas mostaza, en concreto- sobre los rifeños, que se les pida perdón por ello y que la reparación de aquel daño se traduzca en inversiones para la escasa red sanitaria existente en la zona, además de un estudio serio sobre si aquellas armas químicas son el origen de ese cáncer.
Coincidiendo con esta reivindicación, el pasado martes, Joan Tardá, portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya, (ERC), en el Congreso de los Diputados, presentó una proposición no de ley a la Cámara recogiendo estas propuestas e instando al Gobierno español «que reconozca su responsabilidad y se comprometa con la organización y celebración de actos de reconciliación , fraternidad y solidaridad con las víctimas y sus descendientes».
España nunca ha negado que usara armas químicas contra los rifeños durante la Guerra de Marruecos, pero tampoco lo ha reconocido abiertamente. De hecho, es el primer ejército de la historia que utilizó estas armas sobre la población civil. Los precursores -contendientes en la I Guerra Mundial- utilizaron el gas mostaza sólo en la línea del frente marcado por las propias trincheras.
Del lado hispano uno de los testimonios mas valiosos de la época y en el que se han basado muchos investigadores actuales, está en los escritos autobiográficos del piloto Ignacio Hidalgo de Cisneros, publicados en el libro Cambio de rumbo. Hidalgo estaba destinado en Melilla y era el piloto del único avión, el Farman Goliat, que España tenía en la zona capaz de cargar suficiente munición como para hacer un ataque serio sobre el enemigo.
«En aquellos días me tocó realizar una faena verdaderamente canallesca que me proporcionó el vergonzoso y triste privilegio de ser el primer aviador que tiró iperita desde un avión. Es curioso los años que tuvieron que pasar para que me diese cuenta de la monstruosidad que cometía tirando gases a los poblados moros», recuerda el aviador. Las bombas, de 100 kilos cada una, procedían del arsenal de Cartagena y se hizo cargo de ellas el entonces capitán Planell (que fue después ministro de Industria con Franco), al que se le dio el rimbombante título de jefe de la guerra química.
El revés que las fuerzas españolas sufrieron en Annual, hizo que la cúpula militar buscara desesperadamente algo para dar un final rápido al conflicto. La guerra química parecía la solución.
«PARECIA CONFETI»
El primer objetivo con el que los aviadores españoles estrenaron el gas mostaza fue una pequeña posición elevada, desde la que su guardia freía a tiros a los aparatos españoles en cuanto tenían el mínimo despiste. «Hicimos la pasada bastante bajos y metimos cuatro bombas en la posición», relata Hidalgo de Cisneros. Al día siguiente el piloto realizó, impaciente, una patrulla de reconocimiento para comprobar los efectos de la iperita y el resultado fue desolador: «Nuestra sorpresa fue inmensa cuando vimos, no sólo que la posición estaba entera, sino a los moros de la guardia paseándose por ella, como si en vez de iperita les hubiésemos tirado confeti».
La alternativa, según el piloto, fue atacar los zocos semanales de las diferentes cábilas. Estos mercados populares eran aprovechados por las fuerzas de Abdelkrim para reclutar nuevos efectivos y organizar más ataques. El problema es que estos zocos atraían al mismo tiempo a los niños, mujeres y ancianos de la comarca.
Tras dejar caer durante varios días unas 60 bombas, los resultados no eran mejores. «Parecía que los moros hacían gárgaras con la iperita», describe Hidalgo. Entre el personal de tierra de la base, rápidamente comenzó a propagarse la mofa y las bromas sobre estos «temibles guerreros químicos». Cuando veían que se preparaba el Goliath para el ataque, todos recomendaban a sus pilotos que tiraran botellas de gaseosa -entonces, la fabricada en Melilla tenía muy mala fama- para destrozarles los estómagos a los enemigos.«Pero las bromas se terminaron cuando un mal día una de estas bombas de gas mostaza, se rompió durante su manipulación en la base, sin llegar a estallar. El resultado fueron mas de 20 bajas.Algunos tenían quemaduras atroces», recuerda Hidalgo.
Hoy, el asunto no admite bromas. «Todas las familias rifeñas tenemos dos cosas en común: al menos un emigrante y varios muertos de cáncer», comenta Omar Khanfour, que lleva cuatro años luchando contra el tumor que le diagnosticaron a su hijo Abdellah. Y, es que, en el Rif para vencer al cáncer se necesita un plus de heroicidad y algo más que suerte. Consiguiendo un diagnóstico a tiempo en la pobre red sanitaria de la zona, quedan todavía por delante los cientos de kilómetros de infernal carretera que separan a Nador y Alhucemas de Rabat, donde están los únicos centros especializados en oncología de Marruecos, uno para adultos y otro infantil.
Una vez confirmado el diagnóstico por especialistas de Rabat, queda ahora el tratamiento en un país que carece de Seguridad Social y en el que sus ciudadanos tienen que pagar las consultas, tratamientos y medicamentos. Un año de tratamiento de quimioterapia en Rabat para un niño cuesta mas de 6.000 euros, a lo que hay que añadir los desplazamientos entre las poblaciones del norte y la capital, una fortuna para la mayoría de la población cuyo salario, en caso de tenerlo, no supera los ocho euros diarios.
SIN DATOS
A la entrada del Hospital Infantil de Rabat lo primero que encontramos es la ventanilla de admisión y facturación, junto a la Caisse (caja) donde se abonan los servicios sanitarios del centro. En la segunda planta está la Unidad de Oncología Infantil dirigida por la profesora Msefer Alaoui, que ofrece una atención hospitalaria con 21 camas siempre ocupadas y tiene además una zona de atención ambulatoria donde los pequeños siguen sus tratamientos de quimioterapia.
Allí operaron hace una semana a Abubabk, de 8 años, de un cáncer de estómago. Sus padres, que viven en una aldea cercana a Taurit, en la provincia de Oujda, siempre habían oído el rumor de «las enfermedades que provocaron los aviones españoles en la época de nuestros abuelos». Pero nunca le dieron importancia. Hasta que un día, el pequeño se puso triste, perdió el apetito, dejó de jugar y se echaba la mano continuamente a la barriga.
Sin embargo, las estadísticas de los últimos 10 años de la profesora Alaoui no coinciden con los datos de las organizaciones rifeñas.«Mi experiencia es que en el Rif no se da una incidencia mayor de cáncer infantil que en el resto de Marruecos, aunque mis datos se limitan sólo a los niños que llegan al hospital de Rabat.Es necesario hacer una investigación sobre el terreno que nos confirme la incidencia real, porque una impresión popular no es un estudio científico», afirma Alaoui.
«Para mí, lo realmente importante ahora es que llevo más de nueve meses sin algunos medicamentos como el D-Actinomycin que necesito para luchar contra el cáncer de estos pequeños. Y preciso 1.500 dosis anuales», añade la profesora.
El director del Instituto Nacional de Oncología de Marruecos, profesor Brahim el Gueddari, coincide con su colega: «En este centro se tratan a todos los adultos enfermos de cáncer del país y, según mis datos, los enfermos procedentes del Rif son un 28% del total y esto supone un equilibrio con el resto de Marruecos».El Gueddari cree que el principal agente del gas mostaza, la Iperita, no está detrás de los casos de cáncer del Rif, «porque ha pasado ya mucho tiempo de ello y creo que estaría mas relacionado con hábitos y costumbres cotidianas de la población que con otras cosas».
Además apunta que en dosis controladas la iperita se usa para combatir la leucemia. El profesor también afirma que sus datos se ciñen a los pacientes que llegan a Rabat y hay que tener en cuenta que la población del Rif está muy dispersa por las montañas y en muchos casos les es muy difícil acceder a los servicios sanitarios. «Es necesario un estudio epidemiológico que no se ha hecho todavía sobre el terreno, con un equipo de especialistas que sean capaces de aclarar cual es la realidad del asunto y espero que empiece a trabajar el próximo año».
«Todo eso son palabras. Nosotros denunciamos también la pasividad y corresponsabilidad de Marruecos con este tema. Los datos se maquillan y se minimizan porque nuestro gobierno nunca ha querido hacer una investigación a fondo y no creo que lo vaya a hacer ahora. No les interesa porque si se hiciera un estudio científico podría destapar también los efectos de la represión que sufrió el Rif en 1958 y 59, en los que se llegó a usar el Napalm contra poblados enteros», asegura indignado Rachid Raja.
A este respecto, el especialista melillense en temas militares Santiago Domínguez asegura que «el Rif ardió por los cuatro costados por los efectos del Napalm en la represión de las revueltas del 58, que estuvo dirigida personalmente por Hasán II, entonces príncipe heredero». Según Domínguez están más que demostrados los efectos cancerígenos del Napalm y además su utilización en el Rif es mucho más reciente, pero esto es un tema tabú en Marruecos y nadie se atreve a hablar de ello.
También en España existe un silencio oficial sobre el tema del 58 y toda la documentación está clasificada. «No creo que la iperita tenga algo que ver con el cáncer después de tanto tiempo.Si esto fuera así hoy no existirían los belgas y la mitad de los europeos, pues los alemanes en la I Guerra Mundial sembraron el suelo de Bélgica con gas mostaza, en especial en el frente de Iper, que es el que da nombre a este arma», añade Domínguez.

Del gas mostaza al napalm
Juan C. de la Cal

1921
«El aire quemaba, la piel se nos llenaba de ampollas y los pulmones me ardían», estas palabras podrían salir de la boca de Kim Phuc, aquella niña vietnamita que en junio de 1972, se convirtió en el icono de los efectos que la Guerra Química tiene sobre la población civil. Pero la realidad es que las pronunció Mohamed Faragi en su casa cercana a Alhucemas, durante un encuentro con CRONICA este mes de julio, en el que relató la experiencia que sufrió durante los bombardeos de gas mostaza que la aviación española descargó por todo el Rif. «Todo el ganado empezó a morir después de aquellos bombardeos. Pero lo peor se lo llevaron las personas que vivían cerca» relata Faragi que, con 14 años vio lo que le pasó a un vecino suyo: «a ese hombre le explotó una de esas bombas raras a pocos metros y varios amigos fuimos a ayudarle. Al principio estaba vivo y lo intentamos llevar a su casa pero por el camino se nos murió, el cuerpo empezó a deshacerse y la carne se caía a trozos». A sus casi 100 años, Faragi desconfía de visitas y de promesas, «porque ha venido mucha gente en este tiempo para preguntarme lo qué pasó. Todos prometen mucho pero, al final, nadie hace nada y nuestras familias siguen muriendo de cáncer».
1958
Abdeslam Hadu Amezian, de 65 años, también es un superviviente, pero de la represión que Hassan II llevó a cabo contra los rifeños a finales de los años 50. Hijo de uno de los lugartenientes de Abdelkrim, y sobrino del general Amezian -capital general de Canarias durante la dictadura franquista- tenía 20 años cuando se convirtió en uno de los cabecillas de la revuelta rifeña contra la monarquía alahuita de Rabat. «Sólo queríamos más autonomía, no la independencia. Subimos a las montañas e iniciamos un movimiento de desobediencia civil. Pero el rey nos dio 48 horas para rendirnos y nos mandó al ejército. Los aviones y los helicópteros eran americanos y franceses. Nos tiraron bombas que quemaban todo en medio kilómetro a la redonda. Recuerdo que a los supervivientes se les caía la piel a cachos», afirma Abdeslam. Tras el fracaso de la revuelta -cuya represión se saldó con 8.000 muertos, entre ellos muchos niños-, pudo exiliarse a Almería donde fundó una familia. Mientras, Hasán II volvió a emplear el Napalm y el fosfato blanco contra civiles al bombardear, a finales de los años 70, campos de refugiados saharauis.