Europa |
Sobre "Un cubano en Hiroshima
"Inti Tumaini
Insurgente.org
Desde algunos sectores se ha criticado la última frase de la noticia
publicada en Insurgente titulada "Un cubano en Hiroshima" la cual decía
textualmente, en alusión al Gobierno de Estados Unidos: "ni con mil torres
gemelas podrá pagar jamás sus monstruosos crímenes". Esos sectores argumentan,
con razón- pero erróneamente debido a la interpretación que han hecho de la
frase- que ningún ataque contra objetivos civiles, puede justificarse.
Es necesario aclarar que no se intenta justificar, ni se justificará jamás, por
parte del que esto escribe, ningún ataque que tenga por finalidad crear el
terror indiscriminadamente, algo que, por cierto, no suele importar demasiado a
las hipócritas "democracias" occidentales quienes, curándose en salud, denominan
esas actuaciones como "efectos colaterales no deseados", ni tampoco tienen
excesivos escrúpulos en utilizar la nueva "doctrina Blair", consistente en
asesinar primero y preguntar después.
La frase solo pretende cuantificar- para poder comparar- el número de víctimas
que, a lo largo de la historia, han provocado unos y otros en sus respectivos
actos terroristas. Y resulta evidente que el Imperio se lleva la palma.
Pero hay algo más. Es un tanto cuestionable que las torres gemelas
pudieran ser consideradas solo como objetivo civil. El diario Clarín de Buenos
Aires, con fecha 5 de noviembre del 2001, denunciaba la presencia en las torres
de una oficia de la Central de Inteligencia(CIA), y no podemos pasar por alto
que, desde cualquier oficina de la CIA se planifican atentados terroristas,
crímenes selectivos, genocidios y todo tipo de desmanes. También en los sótanos
se encerraban coches camuflados de los servicios de Inteligencia y un número
indeterminado de armas.
Realmente esos edificios constituían un refugio ideal para camuflar ciertas
actividades. Por esa razón, siempre hemos dicho que los familiares de las
victimas del 11-S deberían exigir responsabilidades a su Gobierno por utilizar a
pacíficos ciudadanos como escudos humanos, sin que éstos fueran conscientes de
ello.
No resulta nada descabellada esa afirmación.
Estados Unidos ha utilizado más de una vez a sus ciudadanos como cobayas
humanas. Al inicio de la era nuclear sometió a un número indeterminado de
reclusos a elevadas dosis de radiaciones, "compensándoles" con una reducción de
sus condenas, pero sin advertirles de la peligrosidad de esos experimentos. En
otra ocasión, fueron sus propios soldados quienes estuvieron expuestos,
impunemente, a la radiación nuclear para comprobar sus efectos sobre ellos.