Llego a Roma al día siguiente de los odiosos atentados de Londres. En todas las calles ya hay grandes carteles que proclaman: «Todos somos londinenses», «Sí a la democracia, no al terror». Tengo cita con el alcalde, Walter Veltroni, para precisar detalles sobre un ciclo de conferencias que sobre el tema Las nuevas vías alternativas vamos a organizar en común en febrero del año próximo. En él participarán algunos de los principales intelectuales del planeta altermundialista, como Arundhati Roy, Angela Davis, Toni Negri, Howard Zinn, Joao Stedile y Aminata Traoré.
La cita es en su despacho de la alcaldía de Roma, situada en la colina del Capitolio, desde donde se domina el immenso campo de ruinas del antiguo Foro romano con la impresionante masa del Coliseo al fondo. Veltroni llega tarde porque se prolongó una reunión de urgencia sobre la seguridad después de los atentados de Londres en la que han participado todos los responsables de los servicios de protección. «Todos tememos -nos dice- que después de Nueva York, Madrid y Londres, Roma se encuentre en cabeza de la lista de los próximos objetivos de los terroristas. Aunque no tenemos ningún indicio, debemos tomar medidas como si tuviéramos la certeza de que el atentado se va a producir. Muchos especialistas nos dicen ahora lo que algunos británicos afirmaban antes de los atentados del 7 de julio: el problema no consiste en preguntarse si habrá un atentado, sino cuándo se producirá. Muchos especialistas estiman que es inevitable. Estamos haciendo todo lo posible para que eso no ocurra. Pero Roma es una ciudad que presenta muchos objetivos simbólicos. Y también atrae no sólo a masas de turistas, sino a decenas de miles de peregrinos...».
Conversamos sobre los motivos que pueden conducir a algunos exaltados a cometer semejantes crímenes contra personas inocentes. Coincidimos en que ninguna causa, por justa que sea, justifica esas barbaridades. Sin embargo, ese mismo día, en el diario romano Il Manifesto, y en primera plana, el periodista y cineasta británico John Pilger publica un artículo titulado «Las bombas de Balir» que arranca de esta manera: «Las bombas que han causado muerte y destrucción en Londres empezaron a llegar el día en que Tony Blair se unió a George Bush para la sangrienta invasión y ocupación de Irak».
Pilger da informaciones escalofriantes de los crímenes cometidos contra la población civil por las tropas ocupantes en Irak. Informaciones que testigos directos han presentado en el Tribunal Mundial sobre Irak que se celebró hace unos días en Estanbul (Turquía) y del que la prensa internacional casi no ha hecho mención. En ese tribunal, el reportero independiente Dahr Jamail, libanés nacionalizado estadounidense, ha contado lo que ha visto yendo a lugares donde no han estado jamás los reporteros occidentales. Y lo que ha visto es espantoso: miles de iraquíes torturados en las cárceles, gente raptada en redadas callejeras y sometida a tortura sólo para ver si alguno sabe algo....
A este propósito, en Roma, en el Palazzo Venezia, se puede ver hasta el 25 de septiembre una impresionante exposición-denuncia del gran pintor colombiano Botero titulada Abu Ghraib en la que, con genio y coraje, el artista protesta contra las torturas que, ¡en nombre de valores democráticos!, se aplican a los presos iraquíes.
Tanta crueldad produce una inmensa fábrica de rencor y de odio. De donde están saliendo, afirma John Pilger, nuevas camadas de terroristas dispuestos a sembrar a su vez, en las capitales occidentales, dolor, muerte y destrucción.
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