El Congreso de Tucumán y el proyecto del Rey Inca de Belgrano,
San Martín y Güemes.
La Patria Grande perdida.
Alberto J. Lapolla
Juan Bautista Túpac Amaru, el ocultado.
Entre los varios hechos que oculta la historia oficial argentina -una de las más
mentidas del planeta- la propuesta de la restitución de la Monarquía Inca
efectuada por el General Manuel Belgrano en el Congreso de Tucumán, el 6 de
Julio de 1816 y aprobada por el mismo el 31 de julio del mismo año, es en
general tratado como un disparate, una boutade del Gran General. A
diferencia de otros aspectos de nuestra historia que permiten diferenciar
claramente a liberales probritánicos de revisionistas prohispánicos, el caso del
proyecto de la monarquía constitucional encabezada por un Rey Inca, constituye
un escándalo para ambas corrientes en general. Todos descalifican la intención
expr esa de Don Manuel de devolver el poder americano a los dueños originarios y
legítimos del mismo: los indios americanos y a la cultura mas importante
producida en Sud América hasta hoy; los Incas, los constructores del Incario. El
caso más nítido se produce con quien sería el mayor divulgador del proyecto, Don
Bartolomé Mitre, quien explica minuciosamente en su Historia de Belgrano las
razones y profundas convicciones que alentaban la idea en nuestros próceres. ‘Pero
la monarquía incásica era todavía algo más que un ideal: era un modo
convencional, y según el consenso universal, el único modelo humano digno de
admirarse y de imitars e como lo es racionalmente hoy la democracia
americana(..)"Los Incas" de Marmontel, habían generalizado en el mundo que el
imperio del Cuzco era la realización del sueño de la edad de oro, el asilo de la
inocencia primitiva, el tipo ideal de civilización humana, y los conquistadores
europeos eran los bárbaros que la habían ahogado en sangre, y este era el libro
del vulgo de los lectores. La "Historia de la Filosofía" de Raynal, haciendo la
exposición aparentemente científica de sus leyes, sus costumbres y su
organización política deducía de ellas reglas fundamentales para el gobierno
eterno de las sociedades, y este era el libro de los sabios de la época. No es
extraño que Belgrano participara de las ideas y de los sentimientos
convencionales de sus contemporáneos.(..) El proyecto de restauración de la
antigua monarquía de los Incas, como coronación de la revolución americana, fue
promovido por Belgrano y acogido por el Congreso de Tucumán. Era una idea que
estaba en la cabeza de muchos pensadores y tenía su razón de ser, sino en los
hechos, por lo menos en la imaginación, que a veces gobierna a los pueblos más
que el juicio. Entrañaba empero un plan político, que tenía su filiación
histórica, y que encontraba eco así en las poblaciones indígenas, como en las
ideas que en aquella época circulaban respecto de la identidad de causa entre
los antiguos ocupantes del suelo y los nuevos revolucionarios hijos de la
tierra. La revolución americana, radical en sus propósitos y orgánicamente
democrática por la índole misma de los pueblos, fue no sólo una insurr ección de
las colonias hispanoamericanas contra su metrópoli sino principalmente de la
raza criolla contra la raza española.(..) En sus proclamas en sus boletines, en
sus bandos, en sus manifiestos, en los artículos de su prensa periódica, en sus
cánticos guerreros, los patriotas de aquella época invocaban con entusiasmo los
manes de Manco Cápac, de Moctezuma, de Guatimozín, de Atahualpa, de Siripo, de
Lautaro, de Caupolicán y de Rengo, como a los padres y protectores de la raza
americana. Los Incas, especialmente, constituían entonces la mitología de la
revolución. Su Olimpo había reemplazado al de la antigua Grecia: su sol
simbólico, era el sagrado de Prometeo, generador de patriotismo. Manco Cápac, el
Júpiter amer icano que fulminaba los rayos de la revolución y Mama Ocllo, la
Minerva indígena que brotaba de la cabeza del padre del nuevo Mundo fulgurante
de majestad y gloria.(..) En 1816, en medio del polvo del combate y el delirio
sagrado de la lucha a muerte entre dos razas, no es de extrañar que el ideal
fuese la continuación o la renovación del antiguo imperio del Cuzco.’ 16
Pese a este despliegue argumental y erudito explicando el alto valor de la
propuesta de Belgrano, Mitre agrega: ‘A este plan es imposible concederle
sentido práctico, ni siquiera sentido común, ni aun en su tiempo; extravagant e
en la forma e irrealizable en los medios, concebido sobre falsas ideas, con más
inocencia que penetración política y con tanto patriotismo como falta de sentido
práctico,(..) El Congreso había perdido la noción de la realidad, en cuanto a
límites y vivía en una región poco menos que fantástica, puramente
fantasmágorica, respecto a la unidad territorial que representaba en teoría,
hacía más vagas sus fronteras, al intentar fundir un vasto imperio sudamericano
en el hecho de designar al Cuzco como capital.’ 17 Mitre abandona su rol de
historiador para entrar al de ideólogo de la oligarquía porteña vencedora de la
larga guerra civil iniciada en 1810 y en la cual Belgrano era uno de los
derrotados por el partido de Mitre. Se exaspera, pierde la línea, apela a su
racismo habitual, habla de ‘monarquía en ojotas’, ‘este es un rey de
patas sucias’ para terminar denostando al General Belgrano de la manera más
ruin: ‘Era una risa homérica cuyos ecos llegaban hasta Tucumán. El nombre de
Belgrano, el más puro de todos, quedó tiznado.’ 19 Mitre no puede disimular
su odio contra esta propuesta americanista y popular, que intentaba quebrar el
control hegemónico de Buenos Aires, eliminando su rol balcanizador sobre la
unidad continental. Rol en el que el mismo Mitre jugó un papel determinante al
servicio de los imperios británico y brasileño.
Si la historia la escriben los que ganan, eso....
Cosas parecidas dirán Paul Groussac, Ricardo Levenne y Vicente Fidel López. Pero
no menos escribirán los revisionistas Ibarguren, Irazusta, Palacio y ni que
hablar del racista Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría). Sólo Don Pepe
Rosa verá con agrado la idea. Y es que una cosa es mirar la historia desde otra
perspectiva de la construcción burguesa -fuera esta probritánica o proespañola o
incluso independiente ‘pero sin los salvajes’ al estilo norteamericano
como proponían el ‘demócrata’ Sarmiento o el nacionalista Palacio- y una muy
distinta es mirarla desde la perspectiva de las masas oprimidas y desear que
esas masas ocupen el poder en forma igualitaria como propusieron Moreno,
Castelli, Belgrano Artigas y Güemes. Como muy bien dice Eduardo Astesano
fundador de la corriente historiográfica de la izquierda nacional: ‘La
historiografía liberal argentina se fue fijando en sus trabajos, por imperio de
los hechos políticos que le dieron vida, un límite territorial reducido:
reconstruir el pasado de la nación Argentina. A su vez el revisionismo, acentuó
el contenido unitario americanista del hispanismo, defendiendo el nacionalismo
español en su enfrentamiento a los portugueses e ingleses. Esta saludable
polémica histórica se ha venido desarrollando estrictamente dentro de los
límites de la Cultura Occidental, considerando al Imperio Incaico como
precivilizado. Otro panorama mental encontramos en el Perú, Bolivia y, a veces
en el Norte argentino. Allí la presencia de la numerosa población indígena, más
la fuerte tradición de la cultura incaica, superior en la época de la conquista
a la europea que trajeron los españoles -revitalizada posteriormente por las
misiones Jesuíticas- constituyen la base para una revisión indigenista que
rectifique algunos de los acontecimientos pasados. El continentalismo español
había sido precedido por un continentalismo quichua, que debía necesariamente
pesar en el nacimiento de la nueva nación americana planteado en 1780 y en
1810.’1
De allí que a Don Manuel le cayeran críticas por igual de liberales y
revisionistas, acusándolo de ‘iluso’, de ‘poco serio’, de ‘propuesta
disparatada’, de ‘monárquico’. De ‘conspiración de generales’
lo llamó la prensa probritánica porteña capitaneada por Manuel de Sarratea
usando la pluma mercenaria de Pazos Silva -en realidad Pazos Kanki, un escriba a
sueldo de los intereses porteños - dado que los involucrados en la idea eran los
Generales Belgrano, San Martín y don Martín Miguel de Güemes. El mismo ex
secretario de don Manuel en el ejército del Norte, Tomás Manuel de Anchorena lo
acusará de monárquico cuando Belgrano proponga la monarquía Inca, pero aceptará
de muy buen grado -como el resto de los directoriales porteños- la propuesta de
coronar al príncipe De Luca o a algún miembro de la familia real española.
Posición que alentaba desde Londres el espantado don Bernardino, desconsolado
ante la perspectiva de tener ‘un rey de la casta de los chocolates’ un ‘cuico’
2
Nosotros ‘somos gente decente’
La historia oficial esconde que el Congreso aprobó esta medida ‘por
aclamación’ 20 , pero por mayoría simple y no por los dos tercios
necesarios, debido al fuerte boicot de los diputados porteños que no podían
concebir ‘tamaño disparate: ¿Un Indio en el trono? Finalmente
Buenos Aires logrará destruir el proyecto trayendo el Congreso a Buenos Aires,
cambiando la voluntad de algunos diputados y reemplazando a los que no
querían mudar de opinión. Tomás Manuel de Anchorena no deja dudas sobre como
cayó el planteo de Belgrano sobre los hombres de Buenos Aires y qué
pensaba la ‘gente decente’ al respecto. ‘Los diputados pues,...
estaban en la creencia de que si juzgaban conveniente al fijar la suerte del
país al proclamar y establecer una monarquía constitucional... podían hacerlo en
cumplimiento de su deber.(..) Por esto fue que habiéndose llamado al General
Belgrano a la sala de sesiones, para que informase cual era el juicio que él
había traslucido en su viaje a Europa y tuviesen formados los gabinetes europeos
sobre la clase de forma de gobierno que más conviniera los nuevos estados de
América, contestó que estaban, a&n bsp; su vez decididos por la forma monárquica
constitucional. Y habiéndole respuesto que con respecto a nosotros, ¿en quién
creía él que a juicio de esos mismos gobiernos podríamos fijarnos?,
contestó que a su juicio particular debíamos proclamar la monarquía de un
vástago del Inca que sabía existía en el Cuzco.... Al oír esto los diputados de
Buenos Aires y algunos otros nos quedamos atónitos por lo ridículo y
extravagante de la idea, pero viendo que el general insistía en ella, sin
embargo de varias observaciones que se le hicieron de pronto, aunque con medida,
porque vimos brilla r el contento en los diputados cuicos del Alto Perú,
en los de su país asistentes a la barra y también en otros representantes de las
provincias, tuvimos por entonces que callar y disimular el sumo desprecio con
que mirábamos tal pensamiento, quedando al mismo tiempo admirados de
que hubiese salido de boca del Gral. Belgrano. El resultado de esto fue que
al instante se entusiasmó la cuicada y una multitud considerable
de provincianos congresales y no congresales. Pero, con tal calor, que los
diputados de Buenos Aires tuvimos que manifestarnos tocados de igual entusiasmo
por evitar una dislocación general en toda la república’. 3
Anchorena ‘aclara que no le molesta la idea de la monarquía constitucional,
pero sí en cambio que se pusiese "la mira en un monarca de la casta de los
chocolates, cuya persona si existía, probablemente tendríamos que sacarla
borracha y cubier ta de andrajos de alguna chichería para colocarla en el
elevado trono de un monarca’. 4
El Incario fundante
El Plan Inca aporta a una nueva línea fundante de un nuevo revisionismo, el de
mirar a la historia americana desde la perspectiva de las masas indias, es decir
de los pueblos masacrados, esclavizados y sojuzgados por el imperio español.
Esta línea debía necesariamente hacer partir la emancipación americana desde la
gran rebelión de Túpac Amaru. Así lo reseña Astesano y lo señalan nuestros
próceres liminares en particular Castelli, Moreno y Belgrano, quienes ven en la
gran revolución del Inca descuartizado, en los cien mil indios sublevados asesin
ados por los ‘civilizados’ españoles, el origen de nuestra gesta liberadora y no
en las invasiones inglesas, como pretende el liberalismo probritánico de
Rivadavia, Mitre, Sarmiento y Vicente Fidel López; pero también el nacionalismo
hispánico de Palacio, Irazusta o Ibarguren. Los propios españoles tenían claro
de qué se trataba y de cuándo había comenzado todo: la policía política imperial
llamaba a nuestros revolucionarios de 1810-25 los tupamaros, no dejando
dudas respecto de cuando España comenzó a temer la pérdida de sus colonias.
Plantear la historia desde los indios es un hecho fuertemente, subversivo. Es
plantear la historia desde los malditos, desde el abajo. Desde los más
pobres, los mayoritarios, la plebe más plebe. Para una historia que se basa en
la ‘gente decente’, al decir de los rivadavianos, directoriales,
unitarios y liberales, ellos son lo maldito. Serán la chusma, los salvajes,
los infieles, la negrada, los cabecitas, los grasitas,
los descamisados, los negros de mierda, los piqueteros. Mirar
desde allí y darle el lugar del componente mayoritario y principal de nuestro
pueblo y de nuestra historia -en 1816 en Buenos Aires no había más de 60.000
habitantes. Desde Córdoba a Lima habitaban 2.5 millones de americanos, claro que
mayoritariamente indios. También es negar la ‘superioridad’ europea, fuera
ella hispana o franco-británica. Es negar la razón de los genocidios fundantes a
través del slogan exterminador de ‘civilización o barbarie’. No por
casualidad la línea que terminará difundiéndose de esta corriente francamente
revolucionaria, no será la de Astesano, sino la de Abelardo Ramos, que más allá
de sus grandes aportes a la historia hispanoamericana terminará reivindicando a
Roca como fundador del estado nacional, negando o justificando el genocidio
tehuelche, araucano y pampa. Astesan o profundizando lo señalado por José Carlos
Mariátegui, ubicará al indio como el eje central de la emancipación y al
socialismo del Incario como base de una nueva sociedad en América. Así lo habían
pensado nuestros próceres que soñaban en una revolución popular, india gaucha,
mestiza y negra. Con el pueblo que había, no con otro traído de Europa. Si la
revolución debía liberar y democratizar la vida de las masas, en primer lugar
debía ser la de las masas indias, negras y mestizas. Ese era el pensamiento
liminar de Moreno, de Castelli, de Belgrano, de San Martín, de Monteagudo, de
Güemes y de Artigas. De allí que ellos sean los grandes derrotados de la
emancipación americana, hecho por supuesto negado por la historia mitrista. De
allí nuestra revolución inconclusa, vaciada de contenido, transformada en una
nueva dominación imperial, primero Brit ánica y luego norteamericana. Causa y
efecto de la fragmentación de la nación hispanoamericana. De allí que la segunda
emancipación sea asignatura pendiente y aflore en cada encrucijada histórica de
Nuestra América y pueda ser cantada por Túpac Amaru, por San Martín, por
Bolívar, por Artigas, por Belgrano, por Sucre. Pero también por Martí, por
Ugarte, por Sandino, por Perón, por Allende, por Fidel, por el Che y por Chávez.
Juan Bautista Túpac Amaru
‘Parecía tener por objeto propiciar la candidatura al fantástico trono de
un descendiente de José Gabriel Túpac Amaru, que con el mismo nombre hacía
treinta y cuatro años yacía cautivo en las mazmorras españolas.(..) Este
candidato vino a Buenos Aires en 1822 a la edad de 80 años, después de 40 años
de cautiverio, donde por orden del Gobierno que le señaló una pensión, escribió
una relación de sus padecimientos bajo el título "El dilatado cautiverio bajo el
gobierno español de Juan Bautista Túpac Amaru, 5º nieto del último emperador del
Perú.’ 18 La propuesta de Belgrano no era ociosa. En Ceuta -el África
colonial española- estaba preso desde hacía casi cuarenta años el hermano menor
del gran Condorcanqui, el único sobreviviente de la destrozada familia tupamara:
Don Juan Bautista Túpac Amaru. Un anciano ya. Juan Bautista estaba al tanto de
los avatares de la causa americana, hacía unos años había caído a su prisión
africana su tocayo, nuestro héroe Don Juan Bautista Azopardo -preso de los
españoles desde 1810, cuando la derrota en el primer combate naval en San
Nicolás-. Azopardo alegró el corazón del anciano Inca llevándole noticias de la
nueva revolución que sacudía el continente y se inspiraba en la iniciada por su
hermano 30 años antes. El marino maltés tuvo más suerte: cuando estalló la
revolución de Riego en 1820 y los liberales españoles tomaron el poder,
decidieron que ningún preso político americano podía seguir en prisión y fue
liberado volviendo a luchar a nuestro país. La excepción fue para don Juan
Bautista Túpac Amaru que siguió en prisión porque si bien era un preso político,
era... indio y hermano de José Gabriel. Se cumplía la profecía que el
otro candidato Inca al trono de Belgrano, había estampado en las cortes
españolas allá por diciembre de 1810, señalando las limitaciones de los
liberales españoles: ‘ningún pueblo puede ser libre si oprime a otro pueblo’
6, les estampó Don Dionisio Inca Yupanqui, fundando la teoría política
moderna sin saberlo. Juan Bautista llegará a Buenos Aires recién en 1822 no
podrá volve r al Cuzco ni a sus montañas sagradas. Morirá en Buenos Aires en
1827 y está sepultado en una tumba sin nombre, ni identificación en el
cementerio de la Recoleta de Buenos Aires....
El plan de los Generales: Belgrano, San martín y Güemes
La propuesta de Belgrano era la propuesta estratégica de la Logia Lautaro
luego de la derrota de Napoleón en Waterloo que dificultaba las opciones
republicanas y salía al encuentro de la sublevación general de masas en armas
que había encendido la Revolución Americana en el continente. La propuesta del
Rey Inca encierra la idea de la nación continental que Mayo había alumbrado en
el Plan Revolucionario de Moreno, que Castelli intentó con su marcha al Norte.
Retomado luego por la Logia Lautaro en la Revolución de octubre de 1812 -San
Martín, Guido, Manuel Moreno, Monteagudo- que depuso al contrarrevolucionario
Primer Triunvirato. El Plan Continental es la piedra angular de la estrategia
sanmartiniana y de su estrecha alianza con Belgrano, Güemes y O’ Higgins. El
Plan se inscribe en el tono sudamericano de la Declaración de la Independencia
que fue hecha a nombre de las ‘Provincias Unidas en Sud América’ 14 y no
‘del Río de la Plata’ como tergiversará el mitrismo. (El mismo Director Supremo,
fue designado Director Supremo de las Provincias Unidas en Sud América.
No sólo Pueyrredón, el corrupto Rondeau también sufrirá esa designación.15) El
Plan de Belgrano, San Martín y Güemes está en perfecta sintonía con la Carta de
Jamaica de Simón Bolívar de setiembre de 1815. No otro era el pensamiento que
Miranda -preso en Cádiz- insistía en los mensajes a sus discípulos, en
particular a su más querido O´Higgins, por entonces en Mendoza con el
Libertador. El Precursor también insistía en la necesidad perentoria de declarar
la independencia. En julio de 1816 el único territorio en América no
reconquistado por España era el de la Provincias Unidas del Río de la Plata.
Tucumán -lejos de Buenos Aires y más cerca del Cuzco- era el lug ar donde en
1812 Belgrano había salvado la Revolución. Era lógico entonces que todo intento
libertador Continental partiera de allí. Como hecho estratégico el plan del Rey
Inca, permitía sublevar e incorporar a la revolución a las grandes masas del
Perú y del Alto Perú -2.5 millones de personas versus el ‘desierto argentino’-
demoliendo al poder español en su bastión peruano. También permitía incorporar a
la nación artiguista que bajo la bandera de la federación y la república ocupaba
ya la mitad del territorio de las Provincias Unidas. Por eso la Monarquía Inca
propuesta era constitucional, con una cámara vitalicia de Caciques y ot ra de
diputados electos. La propuesta del Rey Inca debía ser bien tomada por las masas
indias guaraníes y charrúas que componían la mayoría de las tropas artiguistas y
que estaban emparentadas desde tiempos inmemoriales con el Incario, cuya esencia
solidaria habían revivido bajo los jesuitas en las misiones. La cuestión de Rey
Inca resolvía también de un solo golpe el problema de todos los problemas que
cargaría de manera insoluble la Revolución Americana: la distribución
igualitaria y democrática de la tierra. Pese a la opinión de Anchorena y la feroz oposición de Sarratea y el partido
británico -que sería el vencedor- la idea caló hondo en el terreno concreto
donde se jugaba la Revolución: el Norte argentino y el Alto Perú. El 9 de julio,
Belgrano ya reasumido como jefe del Ejército del Norte por expreso pedido de San
Martín, presidió en San Miguel el acto popular de celebración de la declaración
de la independencia y dejó muy en claro qué se jugaba allí y que su planteo nada
tenía de ilusorio. ‘Un pueblo innumerable concurrió en estos días a las
inmensas l lanuras de San Miguel. Más de cinco mil milicianos de la provincia se
presentaron a caballo armados de lanza, sable y algunos con fusiles, todos con
las armas originarias del país, lazos y boleadoras.(..) Todo se desarrolló con
un orden y una disciplina que no me esperaba. Después que el gobernador de la
provincia dio por terminada la ceremonia, el general Belgrano tomó la palabra y
arengó al pueblo con mucha vehemencia prometiéndole el establecimiento de un
gran imperio en la América meridional, gobernado por los descendientes de (que
todavía existen en el Cuzco) de la familia imperial de los incas. (..)
Los indios están como electrizados con este nuevo proyecto y se juntan en grupos
bajo la bandera del sol. Están armándose y se cree que pronto se
formará un ejército en el alto Perú de Quito a Potosí, Lima y Cuzco. Doña
Inés Azurduy y Padilla, una hermosa señora de ventiséis años, que manda un grupo
de mil cuatrocientos indios en la comarca de Chuquisaca, ganó el mes pasado una
victoria sobre los realistas, tomando una bandera y cuatrocientos prisioneros.’7
El General Güemes a cargo de cuidar la frontera Norte, que soportó y venció
nueve invasiones realistas, que estaba al mando por orden de San Martín pese a
la oposición de Rondeau y los directoriales, fue más claro aún. El 6 de agosto
de 1816 expidió una proclama a los pueblos del Perú para incitarlos a la
rebelión: ‘No lo dudéis un instante, guerreros peruanos. Los pueblos están
armados en masa y enérgicamente dispuestos a contener los ambiciosos amagos de l
a tiranía. Si estos son los sentimientos generales que nos animan, con cuanta
más razón lo serán cuando restablecida la dinastía de los Incas, veamos sentado
en el trono y antigua Corte al legítimo sucesor de la corona.’8 Juan Martín
de Pueyrredón Director Supremo de las Provincias Unidas en Sud América a pesar
de ya haber traicionado a Artigas y entregado la Banda Oriental a los
portugueses, todavía en marzo de 1817 decía: ‘Yo deseo un soberano para
nuestro Estado, pero lo quiero capaz de corresponder a la honra que recibió en
mandarnos; es decir quiero alguno más grande que don Juan (rey de
Portugal.AJL), y lo quiero para sólo nosotros.9 Para no dejar dudas
respecto de la opinión del estado mayor de la revolución y la emancipación
americana en ese glorioso año 1816, el General San Martín desde Cuyo -preparando
el ejército libertador argentino-chileno- decía: ‘Yo le digo a Laprida lo
admirable que me parece el plan de un Inca a la cabeza, las ventajas son
geométricas, pero p or la patria les suplico no nos metan en una regencia de
personas (..) He visto el juicio que usted pasa al Cabildo sobre la dinastía de
los Incas, todos los juiciosos entran en el tema(..) La masa general está por la
afirmativa de las razones de usted.’10 Mostrando que la propuesta en
principio fue bien vista por todos los delegados y que el General no tenía un
pelo de tonto, el mismo Belgrano afirmaba: ‘Yo hablé, me exalté, lloré e hice
llorar a todos al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de
monarquía constitucional con la representación de los incas: todos aceptaron la
idea’ 11 No dejando dudas sobre su carácter de reparación indígena la
declaración de la independencia de las Provincias Unidas en Sud América del 9 de
julio de 1816 fue publicada simultáneamente en tres idiomas: Castellano, Quechua
y Aymará. Hasta hubo una versión en la escritura jeroglífica de los pueblos de
Tihuanako. 12
La patria Grande Inca
El Plan pensaba en la gran nación americana, la Patria Grande. Dicha nación
tenía como sustrato esencial y aglutinante de la americanidad, los 1000 años del
Incario. Una nación organizada en base a un socialismo de estado con propiedad
estatal de la tierra, el agua, las simientes, las herramientas, los recursos y
los productos. Estado que se extendió durante esos mil años entre Panamá y
Mendoza abarcando el grueso de Sud América y constituyendo la mayor cultura
extendida por el continente y base real de la idea de una sola nación americana.
Mucho más aun, si se considera que dicha cultura f ue la más justa conocida
hasta hoy en la humanidad. La única que sació el hambre de todos sus miembros,
destinando su organización social para atender a los ancianos, los huérfanos,
las viudas y los inválidos. La única basada en la solidaridad y la propiedad
común que permitió el florecimiento de una cultura que desconocía el hambre y la
necesidad, que distiribuía sus recursos entre todos sus habitantes en función de
sus necesidades. Cultura infinitamente superior a la precapitalista y
esclavista, -luego capitalista y esclavista- que trajeron los españoles,
portugueses e ingleses a América, esclavizando y exterminando a las nueve
décimas partes de la población originaria. El mayor genocidio que conoce la
historia. El propio Karl Marx pese a las acusaciones de eurocentrista que muchas
veces se le han enro strado, en su mirada critica al capitalismo fue lapidario
con el rol de la Europa cristiana respecto de América y el Tercer mundo. En el
Capital escribió, hace ya más de un siglo, aquel genocidio fundante del
capitalismo industrial europeo que caracterizó la dominación española. Fue,
según Marx, una ‘cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento de la
población aborigen en las minas.(..) Los actos de barbarie y desalmada crueldad
cometidos por las razas que se llaman cristianas contra todas las religiones y
todos los pueblos del orbe que pudieron subyugar, no encuentran precedentes en
ninguna época de la historia universal ni en ninguna raza, por salvaje e
inculta, por despiadada y cínica que ella sea’. 5
Sobre los mil años del Incario y su extensión territorial continental
construyeron nuestros próceres fundantes la idea de la gran nación americana.
Una nación extendida desde México hasta el Cabo de Hornos, tal cual soñara
Miranda. En particular una nación que abarcara casi toda Sud América con capital
en el Cuzco, como planteó Belgrano en Tucumán. Porque la otra parte de la
propuesta de Don Manuel que la tornaba insoportable para Buenos Aires, consistía
en que dicha nación -que incluía las actuales Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina,
Chile, Paraguay y Uruguay, podían adherir también Venezuela y Colombia- tendría
por capital a la ciudad sagrada de los Incas: el Cuzco. Casi la misma propuesta
de Moreno en su Plan Revoluciona rio. La misma de Castelli antes de marchar a
Lima y ser derrotado en Huaqui por la traición saavedrista. La que propondrá San
Martín desde Lima en 1822, cuando envíe infructuosamente a Antonio Gutiérrez de
La Fuente a negociar con Buenos Aires, luego de entrar victorioso en el Perú. La
misma propuesta que hará Simón Bolívar cuando culmine la obra iniciada por Don
José. Toda América sabe que fue Rivadavia -es decir el jefe del partido
probritánico porteño; el Cavallo de entonces- quien saboteó a San Martín primero
y a Bolívar después, impidiendo que la América española fuera una sola nación.
Es hora que los argentinos lo sepamos y lo asumamos.
Algo quedó sin embargo de tamaña epopeya y sueño tan maravilloso: el escudo
nacional y nuestra bandera exhiben orgullosas -aunque lo desconozcan la mayoría
de los argentinos y argentinas- el Sol de los Incas, el sol de Túpac Amaru, el
sol de Manco Cápac.
Tal vez todavía puedan ser ciertas las coplas escritas en las paredes de Oruro y
de la Audiencia de Charcas, cuando la rebelión del Gran Túpac, nuestro padre
fúndante, en 1780:
Ya en Cuzco con empeño
quieren sacudir, y es ley,
el yugo de ajeno rey
y reponer al que es dueño.
El general Inca viva,
jurémosle por rey
porque es muy justo y de ley
que lo que es suyo reciba.13
1 Astesano Eduardo, Juan Bautista de América. El Rey Inca de Belgrano. Edic.
Castañeda. 1979.
2 ‘Cuico’, palabra de origen quechua usada en sentido despectivo, derivada de
cuica que significa lombriz, escurridizo, algo que se arrastra y es la forma
en que Tomás de Anchorena se refiere despreciativamente a los miembros de las
etnias Kolla, Aymará o Inca y al posible Rey Inca. Tomado de Galasso Norberto
Seamos Libres... Colihue 2000
3 Carta de Tomás Manuel de Anchorena diputado por Buenos Aires en Tucumán en
1816, a Juan Manuel de Rosas del 4-12-1846, citada por Norberto Galasso en
Seamos Libres..., pag 181 Colihue 2000
4 Galasso Norberto op.cit. pag 181, citando la misma carta de Anchorena de fecha
4-12-46
6 Ramos Abelardo, Historia de la Nación Latinoamericana, Peña Lillo. 1968. Pag
130
7 Informe del corresponsal sueco Jean Adam Graaner sobre el 9 de Julio de 1816
en Tucumán, citado por A.J. Pérez Amuchástegui en Crónica Histórica Argentina.
Tomo II. Codex 1972. Pag. 2-LXVIII
8 A.J.Pérez Amuchástegui, op. cit. Tomo II, pag 2-LVIII
9 A.J.Pérez Amuchástegui, op, cit, Tomo II. pag 2-LVIII
10 Cartas de San Martín a Godoy Cruz del 22-7-16, del 12-8-16 y del 15-8-16,
citadas por Galasso Norberto en opus cit.pag 183.
11 Carta de Belgrano a B. Rivadavia, 1816, reproducida por La Nación BsAs
5-7-1966. Citada por Galasso Norberto op.cit pag 182
12 Astesano Eduardo, op. cit.
13 A.J.Pérez Amuchástegui, op. cit. Tomo II. pag 2-LXVI
14 A.J.Pérez Amuchástegui, Opus Cit. Tomo II pag 2-LXI
15 A.J. Pérez Amuchástegui, op.cit. Tomo II pag 2-LXXI
16 Mitre Bartolomé, Historia de Belgrano y de la independencia argentina,Tomo
II,biblioteca del sub oficial 1942. Citado por Astesano Eduardo op.cit.
17 Mitre Bartolomé, Opus. cit. Tomo II. Citado por Astesano Eduardo, op.cit pag
166
18 Mitre Bartolomé, op.cit.Tomo II.Citado por Astesano Eduardo op. cit.pag 136
19 Mitre Bartolomé, op. cit., Tomo II.Citado por astesano Eduardo op. cit
pag 167 20 Oddone Jacinto, El Factor económico en nuestras luchas civiles. La
Vanguardia, 1937, pag131.Cit por astesano Ed.op. cit. pag122