Argentina: La lucha continúa
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Kosteki - Santillán: prólogo a la segunda edición del libro "Darío y Maxi, dignidad piquetera"
Apertura de los archivos
de la SIDE: los motivos de la desconfianza de familiares, abogados y compañeros
de militancia de los jóvenes asesinados
El Frente Darío Santillán (integrado por el MTD Aníbal Verón,
donde militaban Kosteki y Santillán), reeditó
recientemente el libro "Darío y Maxi, dignidad piquetera" con un prólogo actualizado en el que
relatan minuciosamente la secuela de presiones, mentiras y especulaciones que
llevó finalmente a los familiares a hablar del "entorpecimiento" de
la investigación por parte del gobierno, y hacer declaraciones que expresan
desconfianza ante el nuevo anuncio presidencial. Por su parte, los abogados
agregan que la SIDE "ya respondió a un pedido de la fiscalía que no
existía tal documentación", y piden que el ministro Fernández aclare mejor
a qué se refiere entonces con el anuncio.
La utilización del reciente anuncio en el marco de la disputa por los cargos
electorales con el duhaldismo, agranda la
desconfianza: si bien empujado por la presión de las organizaciones piqueteras y de derechos humanos, el anuncio fue hecho al
mismo tiempo que el presidente ordenaba el lanzamiento de su propio armado
electoral en la provincia de Buenos Aires, bajo la hipótesis de que los tironeos con el ex-presidente, señalado como principal
responsable político de los asesinatos, puedan profundizarse.
«Para ustedes hay plata para los emprendimientos productivos, metan todos los
proyectos de vivienda que quieran, y con la causa del 26 algo podemos hacer,
pero primero tienen que acabar con las marchas y los cortes», dicen quienes
participaron de las reuniones con el presidente que les dijo el secretario
general de la presidencia, Oscar Parrilli, y a partir
de allí se profundizaron las diferencias de los piqueteros con el gobierno:
"no estamos dispuestos a negociar la sangre de nuestros compañeros caídos
en un despacho ministerial", aclaran desde el Frente Darío Santillán.
La cita de Oscar Parrilli pertenece al prólogo
recientemente publicado, que difundimos a continuación. El trabajo de
investigación completo puede consultarse en la Sección
Los Hechos (www.masacredeavellaneda.org/index.php?blog=3) del Diario
del Juicio que se publica en Internet (www.masacredeavellaneda.org).
(Libro "Darío y Maxi, dignidad
piquetera: los autores intelectuales y los responsables políticos que no
investigó la justicia")
Prólogo a la segunda edición
2002- 2005, tres años de impunidad
I-
Cuando terminamos la primera edición de este libro, en mayo de 2003, habían
transcurrido once meses desde la represión que se conoció como Masacre de
Avellaneda. Para ese entonces pudimos dar cuenta de nuestra experiencia:
relatamos los hechos desde la mirada piquetera, desde
quienes fuimos perseguidos, baleados y asesinados por luchar por trabajo,
dignidad y un cambio social. Describimos con minuciosidad los aprestos y el
plan represivo, indagamos en la autoría ideológica y señalamos claramente a los
responsables políticos, develando la serie de reuniones previas, directivas y
complicidades necesarias desde las primeras líneas del gabinete presidencial
que el propio Eduardo Duhalde encabezó días previos a
la Masacre. También hurgamos en el expediente judicial, señalamos a fiscales
cómplices del accionar policial y a jueces condescendientes con el poder
político.
El poder encubre sus propios crímenes y, protegiendo a sus ejecutores, se
protege a sí mismo, decíamos en aquel primer prólogo, y agregábamos: “Si
durante estos meses la impunidad tuvo algún contrapeso, éste fue la permanente
movilización popular que mantuvimos cada día 26 de cada mes. El señalamiento
público de los responsables a través de la denuncia, la movilización y los escraches se convirtió en la forma en que los de abajo
tenemos de exigir justicia”.
II-
Al mismo tiempo que publicábamos este trabajo, asumía la presidencia Néstor Kirchner, quien haría de la bandera de los derechos humanos
uno de sus principales estandartes. ¿Era de esperarse entonces el fin de la
complicidad y la impunidad? ¿Era posible que a partir de este gobierno algo
cambiara?
Desde el Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón
(y ahora, desde el Frente Popular Darío Santillán) no somos muy afectos a las
caracterizaciones dogmáticas de la realidad política, y en este caso, ante la
decisión de acercamiento del gobierno hacia nosotros y las promesas de dar
respuestas a las demandas populares, preferimos ver “al rengo renguear”, antes
de ser concluyentes en tal o cual caracterización. Por eso vamos a historizar brevemente la secuela de promesas, silencios y
especulaciones presidenciales en torno a esta causa para concluir, finalmente,
con el balance a tres años que da título a este prólogo.
Quienes escribimos estas líneas, como compañeros de militancia de Darío y Maxi, fuimos testigos directos de los anuncios que el
propio presidente hizo expresando la necesidad de “ir a fondo, caiga quien
caiga” para que los asesinatos de nuestros compañeros no fueran coronados por
la impunidad. Esas palabras textuales utilizó Kirchner
en el primer encuentro que tuvimos en la Casa de Gobierno, el 19 de junio de
2003, días antes de cumplirse el primer aniversario de la Masacre. Diecisiete
delegados elegidos por nuestros movimientos de base habíamos sido citados para
hablar directamente con el presidente recién asumido, y nuestro planteo
principal en una reunión que se extendió por más de dos horas fue la
complicidad política que encubre los asesinatos de Avellaneda. ¿Si nos fuimos
aquella vez con expectativas por las palabras de Kirchner?
Las repercusiones periodísticas de aquel encuentro nos refrescan la memoria:
“Fue un gesto importante porque es la primera vez que un presidente nos recibe,
nos reconoce como interlocutores legítimos ante la problemática social, y se
compromete a tomar medidas concretas en función de nuestras demandas”, dijimos
al salir del encuentro. Considerando que de los gobiernos anteriores veníamos
recibiendo principalmente balas (Carlos Menem y los
asesinados en Cutral-Có y Tartagal,
Fernando De la Rúa y los muertos del 19 y 20, Duhalde
y los asesinatos de nuestros compañeros Javier, Maxi
y Darío), la expectativa sonaba justificable.
Pasaron los meses después de aquella reunión, y si bien algunos emprendimientos
comunitarios en distintos barrios donde había organización piquetera
empezaban a ser subsidiados por el gobierno, no veíamos que se hiciera nada que
implicara un avance contra la impunidad en la causa del 26. Las reuniones con
el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde,
encontraban como respuesta a nuestros planteos sólo evasivas y dilaciones.
Para el 30 de octubre de ese mismo año, volvimos a ser convocados para hablar
con el presidente. Algunos interpretaban la convocatoria como oportunista, ya
que esa misma tarde que nos recibirían en la Casa Rosada, iba a anunciarse una
masiva movilización en repudio a la decisión del gobierno de denunciar
judicialmente a otro grupo de desocupados que había bloqueado el Ministerio de
Trabajo buscando ser atendidos. De la protesta participaron el conjunto de las
organizaciones piqueteras y un amplio arco de
organismos de Derechos Humanos, y entre nosotros se instaló la preocupación por
no ser “usados” a través de la invitación presidencial para profundizar las
diferencias en el campo popular (algunos piqueteros anunciando una marcha
opositora, y nosotros siendo recibidos en la Casa de Gobierno). Finalmente
resolvimos que si aceptábamos esa convocatoria, uno de los reclamos que
llevaríamos al presidente sería el mismo que se expresaría en la marcha
opositora: el pedido de que el ministro Tomada retirara la denuncia penal (que
había hecho por indicación del mismísimo presidente) contra los compañeros del
otro grupo piquetero, y que ante una negativa como respuesta, anunciaríamos en
la conferencia de prensa en la misma Casa de Gobierno que participaríamos de la
marcha opositora una semana después, como finalmente ocurrió. La otra decisión
previa a ser atendidos, fue convocar a Alberto Santillán, el papá de Darío,
para que participe de la audiencia y escuche directamente las palabras de Kirchner (Mabel Ruiz, la mamá de Maxi,
había fallecido semanas atrás).
La reunión fue, en términos de promesas, mucho más precisa que el primer
encuentro. Kirchner se hizo fotografiar por la prensa
abrazando al padre de Darío; ante nuestro reclamo porque en esos meses “todavía
no se había hecho nada” el presidente dio directivas precisas al secretario de
Derechos Humanos para que “el próximo lunes” ya estuviera en nuestras manos un
borrador para la conformación de una Comisión Investigadora, que, integrada por
organismos de Derechos Humanos, tuviera atribuciones para abrir los archivos de
la Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE) “y también los archivos de
inteligencia de la Federal y la Bonaerense, que todos sabemos que hicieron inteligencia
sobre ustedes”, reconoció el presidente, evidenciando en esas palabras que algo
sabía del tema, y que algo había por develar en aquellos archivos. Media hora
después del encuentro con el presidente, en una reunión más informal, el
secretario general de la presidencia, Oscar Parrilli,
sería más transparente respecto a las verdaderas intenciones presidenciales
detrás de aquellas promesas que nunca se cumplirían: “El presidente puede
avanzar como les dijo, pero quiere que ustedes dejen de cortar el puente Pueyrredón, primero tenemos que ponernos de acuerdo en
eso”. La respuesta nuestra fue clara: las protestas de cada día 26 eran nuestra
forma de denuncia y de memoria, al igual que las rondas de los jueves de las
Madres de Plaza de Mayo; si realmente había un compromiso con la justicia, como
decía el presidente, no podía exigir que bajáramos nuestras banderas, porque la
desclasificación de los archivos de inteligencia podría resultar un avance,
pero no garantizaría en sí mismo la condena a los autores ideológicos y los
responsables políticos. Tal vez por la presencia del papá de Darío en esa
conversación, Parrilli dejó para una próxima ocasión,
en la que se encontrara conversando sólo con nosotros por nuestros reclamos
sociales, el planteo más de fondo: “Para ustedes hay plata para los
emprendimientos productivos, metan todos los proyectos de vivienda que quieran,
y con la causa del 26 algo podemos hacer, pero tienen que acabar con las
marchas y los cortes”, nos planteó. “Además –profundizó- a ustedes los queremos
armando listas en cada uno de sus distritos para las próximas elecciones, de
eso tendríamos que hablar”. Plata, insinuaciones electorales y exigencia de
desmovilización como condición para hacer efectivas las promesas
presidenciales... ¿Estaba siendo el secretario general de la presidencia “más
papista que el papa”, y tratando de sacar provecho en las negociaciones con
nuestro movimiento de la buena fe presidencial? Después de todo, esas
propuestas y condicionamientos que nos hacía Parrilli,
no habían sido planteadas por Kirchner en las
reuniones anteriores. Quienes reflexionan así se hacen eco de una vieja maña de
la dirigencia política consistente en “proteger al jefe”, adjudicándole siempre
buenas intenciones, e inculpar a los subordinados de las decisiones que
impliquen costo político. Sin embargo, lo que Kirchner
esperaba lograr con sus promesas y que había callado ante nuestra presencia y
la del padre de Darío Santillán, lo dijo en el marco de una conversación con el
periodista Van Der Kooy que
publicó el diario Clarín, semanas después: “´primero
que acaben con los cortes`, exige Kirchner”, escribió
el periodista en su relato sobre las perspectivas de la prometida y nunca
cumplida Comisión Investigadora.
¿Alguien puede imaginarse al presidente diciéndole a
las Madres de Plaza de Mayo que, si quieren que se avance en la construcción
del Museo de la Memoria en el predio de la ESMA, primero acaben con las rondas
de cada jueves? ¿O planteándole a los jóvenes de H.I.J.O.S.
que, para avanzar en la restitución de la identidad de otros hijos de
desaparecidos, primero acaben con los escraches a los
represores?
III-
Transcurrieron casi dos años desde que Kirchner
asumió la presidencia e hizo aquellas promesas. Los archivos de los servicios
de inteligencia del Estado, los de las policías Federal y bonaerense (que el
presidente nos dijo saber que contenían información sobre lo que sucedió aquel
26 de junio), finalmente no fueron abiertos.
La lucha por los derechos humanos, cuando deja de ser capital simbólico de cara
al pasado y se convierte en denuncia de la injusticia y la impunidad que se
suceden hoy, encuentra en este gobierno el mismo desinterés que en cualquier
otro: allí está la complicidad con la impunidad en la causa por los asesinatos
de Darío y Maxi, pero también la impunidad que gozan
quienes pusieron una bomba contra la movilización a Plaza de Mayo el 20 de
diciembre de 2003, durante la conmemoración del segundo aniversario de la
rebelión popular, hecho que nunca fue investigado; otros dos piqueteros fueron
asesinados en la provincia de Jujuy, gobernada por el amigo del presidente,
Eduardo Fellner, sin que nada se hiciera por
esclarecer el hecho; el gatillo fácil policial sigue dejando decenas de jóvenes
asesinados, y las cárceles argentinas son campos de concentración donde decenas
de personas mueren por desatención, falsos enfrentamientos o motines alentados
por los guardiacárceles. Tampoco pasa desapercibido
para nadie que, a cambio de cierta moderación en los métodos represivos, este gobierno
profundizó la persecución judicial a las protestas sociales, manteniendo a
decenas de hombres y mujeres tras las rejas, y más de 4000 luchadores sociales
procesados. Si de derechos humanos se trata, el derecho a la alimentación, el
trabajo, la salud y la educación siguen vulnerados por decisión presidencial:
la negativa a cumplir con el Decreto-Ley que establece un subsidio universal
para Jefas y Jefes de Hogar desocupados tiene como único objetivo debilitar la
organización popular en los barrios, ya que el superávit fiscal permitiría
ampliar la ayuda social. Resultado de esta especulación política es la
exclusión de millones de famillas que subsisten por debajo de la línea de
indigencia. Kirchner mantiene su negativa a una más
justa redistribución de la riqueza contrariando las demandas populares, pero
además desoyendo las denuncias de la Defensoría del Pueblo de la Nación,
incluso violando pactos internacionales en materia de Derechos Humanos
contraídos por el país, como fue denunciado internacionalmente por el Informe
FIAN (organismo consultor de las Naciones Unidas).
Sin embargo, la afirmación hecha más arriba puede no resultar convincente para
quienes ven por televisión a familiares de víctimas del gatillo fácil ser
recibidos en la Casa Rosada, o a funcionarios acercándose a barrios o actos
donde se inauguran obras o se conmemora a víctimas de algún hecho de violencia
policial. Es cierto que son gestos que no se veían en gobiernos anteriores.
Pero igual de cierto es que en ninguno de los casos se apunta a resolver la
problemática de fondo, para que no siga habiendo policías asesinando jóvenes en
los barrios, militantes atacados por su actividad social, familias con
necesidades básicas insatisfechas o personas sin condena muriendo en las
cárceles.
Sin resolver la problemática de fondo, pero siendo ágiles a la hora de
mostrarse cerca de las víctimas, lo que el gobierno realmente desarrolla es una
política inteligente de neutralización de la protesta social, y cooptación de
familiares o movimientos de denuncia. Por caso: la integración a las políticas
oficiales y contención brindada a la mamá del chico que, hace tres años, la
policía asesinó arrojándolo al Riachuelo, acalla la voz de denuncia, neutraliza
la organización barrial en torno a la lucha por justicia, a la vez que deja el
camino libre para que otros policías de la misma comisaría asesinen por la
espalda a otra chica de 14 años en el mismo barrio, como acaba de suceder en la
villa 20 de Lugano.
El papá de Darío, la hermana de Maxi, no aceptaron
cargos estatales ni admitieron ser incluidos en programas oficiales, no se
dejaron engañar por ningún tipo de ofrecimiento que los alejara del reclamo de
justicia. Los compañeros y compañeras de militancia de Darío y Maxi, nos negamos a considerar la memoria de nuestros
compañeros como prenda de negociación en una mesa ministerial. Tal vez por eso,
porque entre un despacho oficial y la asamblea de barrio optamos por la
asamblea de barrio, porque entre las ofertas a nuestra organización y la
lealtad a nuestros compañeros caídos fuimos consecuentes con nuestros
principios, tal vez porque no fuimos sumisos ante las exigencias del gobierno,
hoy el encubrimiento que protege a los autores ideológicos y responsables
políticos de los asesinatos de Darío y Maxi cuenta,
además, con la colaboración del presidente Kirchner.
Pero no sólo eso pesó a la hora de definir posiciones en el gobierno nacional
respecto a la causa del 26: el presidente sabe, porque demostró conocer más de
lo que dijo sobre el tema y porque recibió, de manos nuestras, el libro que
ahora reeditamos, que si fuera consecuente con sus palabras, si pusiera la
voluntad política para “ir a fondo, caiga quien caiga”, se toparía de pleno con
la autoría intelectual y las responsabilidades políticas de las primeras líneas
del duhaldismo, ex-presidente incluido. Y también con
esto especuló: trascendidos sobre la posible investigación, pedido de informes
en la cámara de diputados, rumores volcados a través del periodismo obsecuente,
fueron maniobras a las que apeló el kirchnerismo para
“asustar” a su oponente interno, esgrimiendo la posible investigación como si
fuera una “carta en la manga” que pesara en la interna partidaria para
acorralar a las tropas de Duhalde. Aunque finalmente
termine imponiéndose el acuerdo al interior del partido Justicialista y la
interna se aquiete, los cargos y puestos de poder se repartan, y poco o nada
cambie. ¿Víctimas de tanta politiquería? Entre otros, los anhelos de justicia
por los asesinatos de nuestros compañeros Darío y Maxi.
"Me siento usado por Kirchner, me mintió y la
impunidad sigue intacta", declaró Alberto Santillán ante todos los medios
de comunicación, el 26 de enero de 2004, desde el corte del Puente Pueyrredón. Minutos después, en un clima de más confianza,
los compañeros del medio alternativo Argentina Arde le preguntaron:
- ¿Cómo te sentís, Alberto?
- Bastante molesto; enojado con este gobierno que realmente dice una cosa y
hace otra ¿no?, (...) a mí en la cara Kirchner me ha
dicho que la comisión se iba a crear en tres cuatro días, que ya estaba como
funcionando. Me siento un estúpido, un títere al que él usó para que los medios
recepcionen la buena voluntad de él (...) Me da mucho
odio que me hayan “forreado” así, que yo me haya
prestado para que me saquen esas fotos, con lo cual estaba avalando algo que
realmente fue toda una mentira”.
Desde que el secretario de la presidencia Oscar Parrilli
intentara “negociar” la causa del 26 en base a un planteo que resultaba en
realidad una extorsión, y al encontrar una respuesta negativa de nuestra parte,
los encuentros no volvieron a repetirse. Desde la presidencia de la Nación no
volvieron a comunicarse con Alberto Santillán, ni siquiera para
disculparse.
IV-
Por último, resultan necesarias algunas aclaraciones sobre la vigencia del
trabajo que ahora reeditamos. Son contadas –y secundarias respecto a la
investigación general- las novedades en el expediente judicial producidas
durante los dos últimos años.
El 20 de agosto de 2003 fue apresado el sargento Carlos Leiva, hasta entonces
prófugo, que será juzgado en otra causa por su detención tardía. El 27 de abril
de 2004 la Sala 3 de la Cámara de Apelaciones de Lomas de Zamora revocó el
sobreseimiento del ex-jefe de la Departamental de Lomas de Zamora, Comisario
mayor Osvaldo Félix Vega. Finalmente el tribunal no admitió que se avanzara más
allá de las responsabilidades materiales, y fijó como fecha de inicio del
juicio, el 17 de mayo de 2005.
Durante este tiempo, los distintos proyectos con pedidos de informes al Poder
Ejecutivo presentados en la Cámara de Diputados de la Nación y las legislaturas
porteña y bonaerense fueron cajoneados, en cada caso, por los bloques del PJ,
la UCR y otras fuerzas parlamentarias de derecha. Esta tendencia corporativa de
la clase política a consolidar la impunidad tuvo como contraparte el
acompañamiento que más de 30 legisladores brindaron al surgimiento de la
Comisión Independiente que impulsamos junto a los familiares.
Otra aclaración debemos hacer, ahora respecto a nuestra organización: el MTD
Aníbal Verón, que en el capítulo 10 de este libro
caracterizamos como un “movimiento de movimientos” se encontró, fruto de la
política gubernamental de doble discurso y cooptación, con dos posiciones a su
interior que no lograron una síntesis común. Surgieron marcadas diferencias
respecto a la relación con el gobierno, y por lo tanto sobre la creación de la
Comisión para empujar el esclarecimiento de los crímenes de Avellaneda. Algunos
MTDs, manteniendo la confianza en las promesas
gubernamentales, siguieron (hasta fines de 2004) esperando ser partícipes de
una Comisión gubernamental que, después de todo, nunca llegaría; otros optamos
por seguir acompañando a los familiares de Darío y Maxi
en un reclamo de justicia que consideramos innegociable, e impulsamos, en
cambio, la constitución de una Comisión Independiente que reunió a los
familiares, a organismos de Derechos Humanos y a personalidades independientes.
Al igual que el resto de las organizaciones sociales que no cedieron a la
exigencia de “lealtad” por parte de un gobierno que no satisface las demandas
populares, nuestro sector se encontró con una actitud de creciente desprecio
hacia nuestras demandas por parte de los funcionarios gubernamentales. Aún así,
mantuvimos nuestros criterios de funcionamiento democrático y de base (otra
diferencia que se profundizó al interior de la Verón,
como consecuencia de frecuentar tantos pasillos gubernamentales); sumamos
fuerzas junto a otras organizaciones de desocupados, estudiantiles, culturales
y militantes sindicales, conformando el Frente Popular Darío Santillán. También
profundizamos la relación con los movimientos campesinos autónomos, y seguimos
en el camino de la lucha por el Trabajo, la Dignidad y el Cambio Social.
A pesar de estos cambios en la conformación de nuestro movimiento, preferimos
volver a editar este trabajo sin ninguna modificación, reflejando todas las
posturas de quienes, más allá de las divisiones posteriores, protagonizamos en
forma conjunta aquellas jornadas de lucha, dolor y resistencia.
V-
Sobre los policías que apretaron el gatillo, no habrá durante el juicio mayores
aportes que lo expuesto en las páginas que siguen, lo que debería ser
suficiente para dictar condenas con las máximas penas para quienes asesinaron a
nuestros compañeros. Y sobre los políticos que planificaron, complementaron la
represión con directivas desde sus despachos y encubrieron y justificaron los
crímenes, como también queda demostrado en las páginas que dan cuerpo a este
trabajo, está claro que no será esta “justicia” la que los condene.
La contraparte de esta impunidad, lejos de la resignación o el escepticismo,
fue y seguirá siendo la memoria, la denuncia y la lucha popular. Ahí están los
carteles de la estación de Avellaneda, que a fuerza de insistencia militante
ahora llevan los nombres de Darío y Maxi; ahí está,
en el árbol de la estación, el rezo a “San Darío del andén”, manuscrito por una
mano anónima y pegado sobre la corteza, mes a mes. Ahí están las pintadas con
los nombres de los pibes en los paredones bonaerenses, exaltando la dignidad piquetera; y los comedores populares, centros culturales,
agrupaciones estudiantiles, aulas universitarias, movimientos de desocupados
que llevamos el nombre de los militantes asesinados en nuestras banderas y
nuestros corazones; ahí seguimos estando, cada 26, agitando la desmemoria
social, reclamando justicia, aunque las marchas y cortes de rutas y puentes
“dificulten el tránsito” y alimenten el centimetraje
alarmista y antipopular en medios de des-información.
Ahí están también los artistas populares preparando obras de teatro, murales,
canciones, para denunciar frente a los tribunales de Lomas de Zamora el inicio
de un juicio que no hará justicia.
Y aunque todavía resulte insuficiente, ahí está el ex –presidente Duhalde teniendo que salir cada tantos meses a decir “yo no
fui”, y soportando escraches en su propia casa; ahí
está Oscar Rodríguez, ex -vicejefe de la SIDE, recluido en la cámara de
diputados, señalado en los pasillos hasta por sus propios colegas como responsable
de la planificación operativa de los asesinatos; ahí está Juan José Álvarez,
“cerebro” de la acción conjunta de las fuerzas represivas que dio el marco
necesario para los asesinatos, con su carrera manchada por el señalamiento de
su responsabilidad criminal, escrachado cada vez que
asume un cargo público y poniéndose nervioso cuando es interpelado por el
periodismo sobre el tema; un poco más escondidos están también el ex
-secretario de seguridad bonaerense Luis Genoud, el
ex –jefe de la SIDE Carlos Soria, quien fuera jefe de gabinete Alfredo Atanasof, el por entonces ministro del Interior Jorge Matzkin, el ex –ministro de justicia Jorge Vanossi, el todavía gobernador bonaerense Felipe Solá y otros más... Está bien que sean señalados, que pese
sobre ellos la condena social, pero si hablamos de justicia, esto solo resulta
insuficiente. Tendremos que seguir aportando nuestro granito de arena,
agrandando la conciencia social para que el repudio sea tal que los
responsables finalmente deban pagar. Tendremos que seguir insistiendo, seguir
luchando. Por Darío y Maxi, pero también por los
30.000 desaparecidos durante la dictadura, por los más de 50 asesinados en
democracia en protestas sociales, y también para revertir esta terrible
realidad donde generaciones enteras de pibes cuyas familias son mantenidas en
la indigencia, están creciendo sub -alimentados y con
sus capacidades intelectuales disminuidas, lo que condiciona el futuro de todo
un pueblo. Por eso, para que haya verdadera justicia, lucharon Maxi y Darío. Por eso seguiremos adelante.