Un ejemplo más de la barbarie
Cromañom y el Profesorado Joaquín V. González
Martín 1 *
Nuevo Rumbo
La relación entre la masacre de Cromañón y el Profesorado Joaquín V. González tiene varios puntos de contacto. En primer lugar, este instituto educativo en el que se preparan la mayoría de los futuros docentes del país, depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el cual no ha dado ningún tipo de respuesta ante los distintos reclamos de la comunidad estudiantil. En relación con esto, es digno de tener en cuenta que el profesorado cumplió en el año 2004 su primer centenario de vida sin poseer un edificio propio que le permita albergar a los cerca de diez mil estudiantes que circulan anualmente por el instituto. El Joaquín V. González funciona en el Colegio secundario Mariano Moreno y más de una vez sus estudiantes han denunciado y advertido al gobierno porteño la ausencia de condiciones seguras y dignas de cursada. En este sentido, el edificio sufrió varios derrumbes en los que han salido heridos algunos estudiantes, carece de salidas de emergencia y de medidas básicas como por ejemplo, el poseer techos con media sombra en las aulas o que la única salida sea una puerta giratoria de madera, entre otras deficiencias. De hecho, por pedido del Centro de Estudiantes y de las agrupaciones, el día 15 de febrero, Defensoría del Pueblo concurrió al Profesorado para hacer una evaluación de sus condiciones. El resultado fue la advertencia de 18 fallas que harían del Instituto un ámbito problemático y peligroso para garantizar el inicio de clases.
Todo esto va de la mano y no puede desligarse de un proyecto económico y político (también encarnado por el actual gobierno de la ciudad) que relega la educación a un segundo plano. Es así como anualmente se exige a las autoridades un edificio propio, el desdoblamiento de cursos y la apertura de nuevas cátedras (para evitar que cerca de 200 personas tengan que cursar en una misma aula que no puede contener ni a la mitad de ese número). En esta misma línea, los estudiantes del Profesorado resisten desde hace años (gracias a la lucha, hasta el momento con éxito) los intentos del gobierno de Ibarra de imponer una reforma educativa acorde a las medidas neoliberales propias de la década de 1990 que, respondiendo a los dictámenes de organismos internacionales como el Banco Mundial, vaciaron al sistema educativo (la Ley Federal de Educación y la Ley de Educación Superior son los ejemplos más claros de esto). Es por eso, que los estudiantes del Joaquín V. González no son ajenos y no pueden sorprenderse de la corrupción y el desinterés de las autoridades gubernamentales, un aspecto que tras Cromañón tomó mayor estado público.
En segundo lugar, y siendo seguramente la conexión más importante, dos estudiantes de esta institución educativa murieron dentro del local bailable. Uno de ellos, Derlis Monges, quien era sostén de una familia con escasos recursos económicos. El otro, Luis Santana, quien se desempeñaba como periodista en Crónica y tenía el objetivo de recibirse de profesor de Historia para enseñar en escuelas rurales y utilizar la educación como forma de transformación social. Santana murió en Cromañón de una manera que simboliza la actitud que muchos jóvenes tuvieron esa noche: volviendo al lugar del incendio varias veces para rescatar a la personas que aún quedaban adentro del local. En este sentido, Santana se convierte en un ejemplo más de una actitud emocionante y destacable que muchos jóvenes tuvieron en contraposición a un sistema que nos impone el individualismo y el "sálvese quien pueda". Son este tipo de actitudes, contrarias a lo s conceptos de "generaciones perdidas" muchas veces utilizados, las que debemos tener en cuenta para analizar a los jóvenes que nos rodean. Quienes, como Santana, ingresaron nuevamente al local bailable para rescatar personas, concientemente o no, le han ganado una batalla fundamental a las ideas y valores hegemónicos que diariamente los jóvenes reciben a través de diversos mecanismos. Estos actos de compañerismo y de solidaridad echan por la borda con todo un bagaje ideológico y cultural que pugna por el bienestar individual y por el placer personal por sobre la dignidad colectiva. ¿Cómo no relacionar la actitud de estos jóvenes con el accionar durante la masacre de Puente Pueyrredón de Darío Santillán, sacrificando con su vida para asistir a su compañero Maximiliano Kosteki? El estudiante del Joaquín V. González, Luis Santana, luego de este hecho había escrito: "No sé por qué extraña razón Darío siempre se me aparece, siempre está presente en todos los lugares adonde voy . Su cara sonriente en los afiches de la facultad, su nombre en las banderas que piden en Plaza de Mayo, su cuerpo parado frente a las gomas que arden en puentes y rutas de todo el país, siempre presente en todos los lugares donde se reclama un derecho. (...). Lo veo a Darío y lo admiro con verdadero respeto; hay que tener coraje para tejer la vida con la casi ausencia de todo, con tanta desesperación, ofensa, dolor. Con tanta humanidad negada, traicionada y aplastada. Darío volviendo y entrando al hall sin poder cruzar los brazos ante tanto insulto, Darío aguantando al frente para que sus compañeros se escapen, Darío otra vez, otra vez Darío, siempre Darío, eternamente Darío ahí donde pocos se atreven a pararse. (...)". Solo dos años después, el propio Luis Santana moriría de la misma manera, sacrificando su vida con el fin de salvar la de otros.
Por estos jóvenes, con ellos y para ellos, es necesaria la construcción de otro tipo de sociedad. El sistema dominante los ha desplazado del mapa y sólo les ha ofrecido muerte ante la imposibilidad de poder trabajar, de educarse, de curarse o de poseer un futuro digno, la misma muerte que (de otra forma) encontraron varios de ellos el pasado 30 de diciembre del 2004 en un local bailable.
Por todo esto, resulta necesario impulsar en el Joaquín V. González (al igual que en los distintos ámbitos de estudio o trabajo donde existieron víctimas de Cromañón) una comisión formada no sólo por las agrupaciones estudiantiles sino también (y principalmente) por los familiares y amigos de las víctimas, por aquellos docentes que consideren que las condiciones de cursadas no son adecuadas y por los estudiantes e ingresantes que breguen por otro tipo de educación (y a través de ésta, de sociedad). Este espacio debe investigar la masacre, buscar respuestas y llevar a cabo un plan de lucha en pos del esclarecimiento y del castigo al poder político y empresarial culpable (por acción, por complicidad o por omisión) de la muerte de más de 190 jóvenes. Únicamente con el conjunto de la sociedad tomando el problema en sus manos, ni el profesorado ni cualquier otro ámbito, se convertirá en un próximo Cromañón.