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Nuestro Planeta

Nikolai Vavilov, geógrafo soviético
El recolector de vida

Carmelo Ruiz Marrero*
MASIOSARE
LA JORNADA

Durante dos décadas, en la primera mitad del siglo XX, el geógrafo soviético Nikolai Vavilov viajó por los cinco continentes recolectando semillas en los lugares que visitó y datos sobre la geografía, los idiomas y culturas de sus habitantes.
Como resultado de sus expediciones, la colección de semillas de Vavilov llegó a ser la más grande del mundo, con alrededor de 200 mil especímenes. Estos fueron almacenados y sembrados en más de 100 estaciones experimentales diseminadas por toda la Unión Soviética.
Su influencia sobre los campos de la agricultura y la biodiversidad es tan grande que los lugares de origen de las plantas más usadas en la agricultura llevan su nombre

LA DIVERSIDAD BIOLOGICA O BIODIVERSIDAD es tema candente hoy día. Ecologistas, biólogos y agricultores de todas partes del mundo nos hablan de cómo este valioso recurso se está reduciendo y erosionando, comprometiendo seriamente el futuro de la agricultura y la ecología del planeta. En el esfuerzo mundial por preservar y fomentar la biodiversidad se debe dar reconocimiento a uno de los titanes de la ciencia del siglo XX, quien a pesar de ser poco conocido ayudó enormemente a descubrir y catalogar la biodiversidad agrícola del planeta: el geógrafo soviético Nikolai Vavilov.
Durante dos décadas, Vavilov viajó por los cinco continentes recolectando semillas de plantas agrícolas, como maíz silvestre y cultivado, papa, granos, forraje, frutas y vegetales, al igual que datos sobre la geografía de los lugares que visitó y sobre los idiomas y culturas de sus habitantes.
Como resultado de sus expediciones, la colección de semillas de Vavilov llegó a ser la más grande del mundo, con alrededor de 200 mil especímenes. Estos fueron almacenados y sembrados en más de 100 estaciones experimentales diseminadas por toda la Unión Soviética. Su influencia sobre los campos de la agricultura y la biodiversidad es tan grande que los lugares de origen de las plantas más usadas en la agricultura llevan su nombre.
Su primera expedición de recolección de plantas lo llevó a Persia, de mayo a agosto de 1916. La Primera Guerra Mundial estaba en pleno furor y el zar todavía gobernaba en Rusia. Su travesía, llena de vicisitudes y realizada bajo una temperatura que llegaba a los 110°F, lo llevó en por lo menos una ocasión a unos escasos 40 kilómetros de las líneas de combate en la frontera ruso-turca. Después fue directo a las montañas de Asia Central, a donde volvería en 1924, 1929 y 1932.
De Etiopía a México
Tras el triunfo de la Revolución de Octubre, el gobierno de la recién formada Unión Soviética reconoció el valor e importancia de la obra de Vavilov y le dio todo su apoyo. Vavilov nunca se consideró comunista, pero entendió que su trabajo con el régimen soviético adelantaba los mejores intereses de sus compatriotas rusos y de toda la humanidad.
Su segunda expedición fue a Estados Unidos, entre mayo de 1921 y enero de 1922. Ese histórico viaje marcó la primera instancia de cooperación científica entre Washington y Moscú. Una de sus gestiones en ese viaje fue abrir una oficina de botánica aplicada en Nueva York, a la cual inmigrantes rusos llevaron numerosas muestras de semillas. Estas fueron llevadas a la Unión Soviética para aportar al trabajo de Vavilov.
Su siguiente travesía fue un verdadero hito de la geografía soviética: una expedición que lo llevó a Afganistán.
Durante la expedición, que comenzó en julio de 1924, Vavilov aprendió a comunicarse en farsi y árabe, no por una mera necesidad de viaje sino como parte de su labor de investigación. Le interesaba usar la lingüística como herramienta para averiguar los orígenes de las plantas. Comparó los nombres de granos y animales en ruso, tazdik, pushtun y kafir para ver si estos idiomas tenían términos agrícolas en común.
En el mes de octubre su ruta lo llevó a Nuristán, región recóndita cuyos recursos botánicos y agronómicos eran desconocidos por Occidente, y que nunca había sido visitada por un geógrafo. A su regreso a casa, la Sociedad Geográfica Soviética galardonó a Vavilov con la medalla de oro N.M. Przhevalsky.
Pero viajes más espectaculares y audaces le esperaban en su futuro. Su siguiente expedición lo llevó al litoral del mar Mediterráneo, al Medio Oriente –incluyendo Siria y Palestina– y al noreste de Africa, terrenos que en su mayoría eran entonces colonias francesas o británicas.
Su travesía estuvo repleta de todo tipo de peripecias y situaciones extrañas. En el norte de Siria se topó con guerreros anticoloniales que luchaban contra los franceses. Al conocer el propósito de su inesperada visita, trataron a Vavilov con amabilidad y le facilitaron varios especímenes agrícolas.
Vavilov fue el primer ciudadano soviético en entrar a Etiopía, donde tuvo la oportunidad de conversar con el emperador Menelik y con el famoso Ras Tafari. A través de intérpretes hablaron del trigo, de la agricultura etíope y de la Revolución Rusa.
En los siguientes años, sus expediciones botánico-geográficas lo llevaron a más rincones del planeta. En 1929 viajó a China, Japón y Corea, y entre 1930 y 1931 recolectó especímenes en varias localidades de Estados Unidos, incluyendo los estados de Florida y Texas y reservaciones indígenas. De Arizona cruzó a México y continuó su travesía hasta Guatemala. Su última expedición internacional fue a Centro y Sudamérica, entre 1932 y 1933, e incluyó escalas en El Salvador, Costa Rica, Honduras, Panamá, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Trinidad y Cuba.
Tras esa última travesía, Vavilov pasaría el resto de sus días en la URSS. Pero de cualquier modo en casa tenía suficiente trabajo. Tenía en sus manos la responsabilidad de catalogar, estudiar y darle uso a las semillas que había recolectado, que constituían entonces la colección más grande e importante del mundo. Estas semillas fueron diseminadas en unas 115 estaciones experimentales distribuidas por los climas variadísimos de la Unión Soviética.
Los centros Vavilov
En sus viajes, Vavilov notó que la biodiversidad agrícola estaba repartida de una manera muy desigual. Mientras que algunos lugares rebosaban de diversidad de plantas, otros no tenían mucho que ofrecer. En el estado mexicano de Oaxaca no es nada extraño encontrar huertos campesinos de subsistencia con más variedades de maíz que en Estados Unidos, o huertos indígenas en Perú y Bolivia con más cepas de papa que en toda Europa. Vavilov se dedicó a averiguar la causa de este fenómeno.
Llegó a la conclusión de que los lugares con más biodiversidad agrícola tienen variadas topografías, tipos de suelo y climas. Más importante aún, tienden a estar rodeados de cadenas de montañas que constituyen formidables barreras geográficas. Las montañas, al igual que los océanos, son un factor de aislamiento que evita las invasiones de especies exóticas.
Vavilov determinó que la biodiversidad agrícola proviene en su mayoría de ocho núcleos identificables, que incluyen a China (de donde se origina la soya), India, Asia Central, México-Centroamérica (cuna del maíz), los Andes (de donde viene la papa) y el Mediterráneo. En la actualidad los botánicos y los agrónomos se refieren a estas áreas geográficas como centros Vavilov (pas.byu.edu/AgHrt100/vavilovs.htm, www.ukabc.org/GeneticFutures/visser/sld006.htm). Los centros Vavilov son refugios irremplazables de biodiversidad y son esenciales para la alimentación humana. El agrónomo o agricultor que quiera mejorar sus variedades de maíz u otros granos debe tener acceso a especímenes de sus centros de origen. Independientemente de que la papa sea cultivada en Polonia, Irlanda o Idaho, para ser viable como alimento necesita de las variadísimas cepas que se encuentran solamente en su centro de origen en el altiplano andino.
Para dar un ejemplo concreto, a principios de los setenta, una plaga azotó la cosecha de maíz en Estados Unidos, causando pérdidas multimillonarias. El futuro del maíz en Norteamérica parecía estar en entredicho hasta que se descubrió en el sur de México una variedad inmune a la plaga. Especímenes de ésta se enviaron de inmediato a Estados Unidos para cruzarlos con las variedades comerciales, salvando así la agricultura estadunidense de una catástrofe.
Cada Vavilov tiene su Lysenko
Tan apreciada y reconocida era la importancia de la colección de semillas de Vavilov que sus colegas científicos hicieron los más grandes sacrificios para protegerla durante la Segunda Guerra Mundial. Durante el sitio a Leningrado, algunos de ellos murieron de hambre antes de comerse las semillas almacenadas en la estación experimental en las afueras de la ciudad.
Pero Vavilov no pudo ayudar a proteger su colección, pues al tiempo de la invasión nazi estaba preso por la persecución estalinista.
Todo superhéroe tiene su archinémesis, su Lex Luthor personal. El de Vavilov era Trofim Lysenko, un seudocientífico que argumentaba que el estudio de la genética era una ciencia burguesa que buscaba darle justificación biológica a las diferencias de clase.
Ansioso por ganarse la simpatía de José Stalin, Lysenko armó una campaña de difamaciones e injurias contra Vavilov, aprovechando cuanta oportunidad se encontraba para obstaculizar su trabajo y denunciar su "biología contrarrevolucionaria". El 6 de agosto de 1940, Lysenko y sus partidarios lograron que las autoridades arrestaran a Vavilov y lo llevaran al Gulag. Murió en el presidio Saratov el 23 de enero de 1943.
Tras la muerte de Vavilov, su colección de semillas ya no estaba custodiada por científicos auténticos. La ortodoxia estalinista reinaba y seguidores de Lysenko campeaban por su respeto. La colección se deterioró por el mal almacenamiento y por décadas de introgresión y polinización cruzada sin el debido rigor científico.
No fue sino hasta la década de los sesenta cuando miembros de la comunidad científica soviética lograron que el premier Leonid Brezhnev deshiciera los agravios de Lysenko y se le diera a Vavilov el debido reconocimiento. En 1968, al Instituto de Botánica Aplicada de Leningrado se le cambió el nombre a Instituto Vavilov. Al tiempo del rompimiento de la URSS en 1991, la red de investigación de Vavilov estaba parcialmente restaurada y operaba en 19 estaciones experimentales, cuatro de ellas fuera de Rusia.
Hasta la fecha, nadie más ha realizado un esfuerzo semejante al de Vavilov para catalogar y clasificar la biodiversidad agrícola del planeta. Sus teorías sobre la distribución geográfica de la biodiversidad han pasado la prueba del tiempo y todavía hoy son aceptadas por biológos y agrónomos del mundo entero.
Más información:
http://www.serve.com/ecobooks/vavilov.htm