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Medio Oriente - Asia - Africa


25 de febrero del 2004

¿Muro o valla? ¡Vergüenza!

Alberto Piris
Estrella Digital

Las palabras, como armas arrojadizas que pueden ser en ciertas circunstancias, se cargan de significados añadidos y exigen sumo cuidado al utilizarlas, sobre todo cuando se refieren a realidades duras, complicadas y sangrientas, como el conflicto israelo-palestino. El Gobierno de Sharon se empeña en llamar valla (fence) a la obra con la que está rodeando, desde junio del 2002, los territorios palestinos con la finalidad de impedir el paso de los terroristas suicidas a Israel. Los palestinos lo llaman muro (wall) y lo consideran un modo más de expoliar sus tierras y sus recursos, obstaculizar cualquier negociación y hacer todavía más difícil la vida de un pueblo ya humillado y oprimido. Unos y otros tienen en la mente el recuerdo del ya histórico, pero siempre ominoso, muro de Berlín.

Veamos de qué se trata. La mayor parte de los 720 km que aproximadamente tendrá esta polémica obra está constituida por una base de hormigón sobre la que se erige una cerca metálica de 5 m de altura. Se completa con una alambrada de acero cortante y un foso de 4 m de profundidad, así como con detectores electrónicos y ópticos, y una pista "rastreadora" de tierra fina, sobre la que quedarían las huellas dejadas por quienquiera que atravesase las demás defensas. En otras partes, lo que se construye es un compacto muro de hormigón de 8 m de altura, en el que se instalan torres de vigilancia.

Se deja al juicio del lector decidir si lo descrito se parece más a una valla o a un muro. Es decir, si le recuerda a la valla que delimita un prado para ganado o al muro que rodea una prisión o campo de concentración. Es casi obligado aceptar que parece inapropiado considerarlo una simple valla, como hace el Gobierno israelí. Forzosamente nos trae a la memoria el muro de Berlín y su prolongación en la frontera entre las dos Alemanias de la Guerra Fría, en lo que fue el denostado Telón de Acero. Aunque esto no guste a Sharon y su Gobierno.

Así pues, un muro serpentea atravesando Palestina y divide sus tierras y a sus gentes. Basta observar un mapa del proyecto y su realización (como el que publica Foreign Policy - Edición Española, nº 1) para advertir la gravedad de este ignominioso proyecto. Lejos de materializar con él las fronteras de 1967 -exigidas por varias resoluciones de Naciones Unidas-, reduce el territorio palestino en Cisjordania a un 40 por ciento de su extensión inicial. Es difícil creer la argumentación de Sharon cuando afirma que no se trata de materializar con él la futura frontera que separe los dos estados porque nada impediría modificar después su trazado (a pesar del coste inicial de unos dos millones de dólares por kilómetro). Parece difícil no entender que se trata de forzar un hecho consumado, imponiendo soluciones unilaterales de modo violento, que necesariamente condicionarán cualquier intento de arreglo negociado entre las partes.

Quizá el aspecto más negativo del muro sea que, para erigirlo, se confisca tierra palestina, separando a muchos agricultores de sus tierras y de sus medios de vida. La comisión de Derechos Humanos de la ONU ha advertido también de que más de 200.000 palestinos quedarán encerrados entre el muro y la frontera israelí, imposibilitados de recurrir a sus propios servicios sociales, con lo que aumentará el número de refugiados internos causados por este largo conflicto. En septiembre del 2003 la ONU publicó un informe en el que se declaraba ilegal esta obra, por ser equivalente a un "acto de anexión de territorios".

También el Comité Internacional de la Cruz Roja ha manifestado oficialmente que la construcción del muro (el CICR, como la ONU, lo llama "barrera" para no agravar más la polémica) se opone al Derecho Internacional. Manifiesta que los problemas que afectan al pueblo palestino en su vida cotidiana demuestran con claridad que el muro infringe la obligación de Israel de garantizar el bienestar y el tratamiento humano de la población que vive de hecho bajo ocupación militar.

Ayer lunes comenzó en el Tribunal Internacional de La Haya el tratamiento jurídico de este conflicto, a requerimiento de la Asamblea General de Naciones Unidas. Se pide al tribunal que se pronuncie, mediante sentencia no vinculante, sobre si debería obligarse a Israel a destruir el muro. Israel no reconoce la competencia del tribunal en esta cuestión.

Muro, valla o barrera, lo que sí puede asegurarse es que, del mismo modo que la invasión y ocupación militar de Iraq no sólo no han reducido la amenaza terrorista, sino que han contribuido a fomentarla y extenderla, la nueva humillación que supone para el pueblo palestino el levantamiento de este vergonzoso muro no contribuirá a la resolución del viejo y enconado conflicto. El pueblo que sufrió lo indecible entre las paredes del gueto de Varsovia -también rodeado por los nazis con un muro de ladrillo y alambre de espino, y vigilado militarmente- no debería aceptar, impasible, que otras murallas igualmente ignominiosas encierren hoy a los legítimos dueños de las tierras que les son expoliadas por la fuerza.

* General de Artillería en la Reserva. Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)