Medio Oriente - Asia - Africa
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6 de febrero del 2004
"Tengan piedad de nuestros hijos"
El grito de las madres palestinas
Gideon Levy
Primero mataron a uno de sus hijos en un tejado, luego un sobrino suyo murió tiroteado en una comitiva fúnebre, y por último su hijo primogénito se hizo estallar atado a un cinturón explosivo. Una semana en la vida de la familia Al-Masri.
Abir al-Masri estaba sentada sobre la repisa de una ventana de su casa en el centro de Nablús mirando a su hijo Amjad, de quince años de edad, que se encontraba sobre el tejado de la casa vecina charlando con su hermano y con algunos amigos. De repente vio cómo el muchacho se derrumbaba de costado. Una bala fatídica lo había alcanzado delante de sus aterrados ojos.
Al día siguiente la muerte volvió a golpear. Mohamed, sobrino de Abir, de dieciocho años de edad, cayó muerto por disparos durante la procesión fúnebre de Amjad. Una semana más tarde se produjo otra tragedia: Iyad, su hijo primogénito, de diecisiete años, se hizo estallar delante de los soldados israelíes. Así fue cómo en el plazo de una semana Abir al-Masri, de 34 años, perdió a dos hijos y a un sobrino.
La madre de los chicos mantiene una expresión congelada. No llora ni alza la voz. Atildada y vestida con ropas negras, con un pañuelo gris cubriéndole la cabeza, no mueve ni un músculo de su cara mientras nos relata la muerte de uno de sus hijos y la explosión del otro. Tenía cuatro hijos varones y ahora sólo le quedan dos hijos y una hija. Su casa se halla situada en un edificio de apartamentos en el centro de Nablús, detrás de los puestos de coliflores, y es un típico apartamento de clase media situado en el segundo piso, con sofás de terciopelo, alfombras y figurillas de porcelana en recipientes de vidrio.
Amjad era un estudiante de décimo curso en la escuela Amr bin al-Aas de la ciudad. El día de su muerte, el 3 de enero, se levantó temprano para preparar su examen. Ese día el ejército israelí se hallaba en la ciudad vieja de Nablús, pero allí, en el centro de la ciudad, todo parecía tranquilo.
Amjad salió de casa a las ocho de la mañana. A corta distancia de la escuela vio a los soldados, se dio media vuelta y regresó a casa. Impaciente, volvió a intentarlo un poco más tarde, pero de nuevo volvió a casa. El ejército israelí se hallaba en la zona, de modo que ya no había exámenes. Subió hasta el tejado de la casa vecina, un edificio de apartamentos de piedra como el suyo, para ver si los soldados se habían marchado.
Una pequeña bandera palestina ondea ahora en el tejado de la casa vecina, allí donde Amjad aguardó para poder ir a la escuela. Dos plantones de palmera están plantados en el patio posterior como monumento a la memoria del muchacho caído.
Abir dice que vio a los niños charlando en el tejado justo antes de que Amjad cayera muerto. El portavoz del ejército israelí mantiene una versión diferente: "Amjad resultó muerto cuando se encontraba arrojando rocas desde el tejado del edificio contra una fuerza del ejército israelí durante unos disturbios en los que se vio envuelto. Las tropas llevaban a cabo un operativo en respuesta a avisos que indicaban la intención por parte de organizaciones terroristas de enviar a cinco hombres bomba a realizar ataques en el corazón de Israel. El operativo se saldó con la detención de cuatro kamikazes, así como de docenas de individuos en situación de busca y captura. En el curso de la acción se produjeron numerosos intentos de dañar a las fuerzas del ejército israelí por medio del lanzamiento de cócteles molotov y bloques de cemento, e incluso mediante disparos y lanzamiento de bombas".
Abir solo alcanzó a gritar "¿Qué te ha pasado?", y su hijo sólo pudo responderle: "Nada", antes de derrumbarse. Abir no vio ni piedras ni botellas. Un vecino llamó a una ambulancia, la madre se abalanzó hacia su hijo mientras éste permanecía tumbado sobre el tejado, inconsciente. La madre no vio sangre. Iyad les acompañó en la ambulancia. Cerca del edificio del ayuntamiento la ambulancia fue retenida por los soldados, y después de un rato llegó al hospital. Amjad fue enterrado ese mismo día.
Abir no asistió al funeral de su hijo. Pero Fátima al-Masri, su cuñada, sí lo hizo. Fátima dice que Amjad quería ser farmacéutico; hace mucho tiempo comenzó a pasar horas en su farmacia, ayudándola a atender el negocio. El padre de Amjad entra en la habitación y permanece sumido en el silencio. Contable de profesión, lleva más de un año y medio en el paro.
Durante la procesión fúnebre, dice Fátima, se escucharon de pronto disparos en la dirección de la camilla sobre la que transportaban el cuerpo del muchacho muerto. Fátima afirma que ésta es la primera vez en la historia de la ciudad en que se dispara contra una procesión fúnebre. Una de las personas que transportaban el cadáver era un primo de Amjad, Mohamed al-Masri, de dieciocho años de edad. Fátima, que también era tía Mohamed, dice que una de las balas pasó rozando la cabeza de Iyad e impactó sobre Mohamed. Cayó fulminado y murió.
Portavoz del ejército israelí: "Durante el funeral de Amjad se produjeron violentos disturbios en el curso de los cuales se arrojaron cócteles molotov y piedras contra soldados del ejército israelí. Mohamed, primo de Amjad, tomó parte en los altercados, arrojó cócteles molotov a los soldados y puso en peligro sus vidas. La fuerza efectuó disparos en su dirección y en la de otro terrorista que se hallaba armado con una pistola".
Mohamed fue enterrado al lado de Amjad el día siguiente al del funeral de su primo.
Iyad, que se encontraba en el tejado con su hermano Amjad, que montó con él en la ambulancia y que estuvo a punto de morir en su funeral, parecía regresar a su rutina habitual. Su madre dice que no le notó ningún signo de aflicción especial y que no le oyó pronunciar ninguna palabra de venganza. Sin embargo, sí hay algo reseñable en su conducta, admite finalmente. Al cabo de los cuatro días de duelo por la muerte de su hermano, le pidió a su madre que no se diera prisa por dar por concluido el período de duelo. En los días siguientes el muchacho apenas salió de casa y permaneció encerrado en su habitación. También comenzó a fumar, algo que nunca había hecho antes. Su tía, Fátima, le dijo que ahora su obligación era cuidar de su madre.
El domingo, día 11 de enero, exactamente una semana después del funeral, Iyad salió de casa. Dijo a sus padres que se iba a trabajar; trabajaba ocasionalmente en la construcción. Abir ya no volvió a verle.
Al atardecer, Al Manar, la estación de televisión de Hezbollah, difundió una noticia relativa a un muchacho que se había hecho estallar delante de soldados en campo abierto, a la salida de la aldea de Jinsafot. En el hogar familiar todavía no habían encendido la televisión debido al duelo por Amjad, y ésa es la razón por la que no escucharon las noticias. Lo descubrieron solamente al anochecer.
¿Hacia dónde se dirigía? ¿Qué estaba planeando? ¿Por qué se hizo estallar en campo abierto? ¿Se perdió de camino al puesto de control de Qalandiyah, que está situado lejos de allí, se asustó cuando vio a los soldados en el puesto de control de Jinsafot y por eso se hizo estallar lejos de ellos, tal como afirmaron residentes de la aldea? Portavoz del ejército israelí: "Iyad a-Masri, hermano de Amjad, se hizo estallar en las proximidades de la aldea de Jinsafot, cerca del asentamiento [judío] de Kedumim. Se dirigía al centro del país con la intención de llevar a cabo un ataque suicida".
La familia no fue informada de lo que había sucedido. Al día siguiente, Haaretz público un informe diciendo que el padre de la familia, Bilal, había manifestado su cólera contra la Jihad Islámica por haber reclutado a su hijo. "Somos una familia patriota que ha sacrificado su parte en la Intifada, pero el grupo que reclutó a Iyad lo envió sin pensar que lo sacrificaban en vano", declaró el padre. El anuncio realizado por la familia, que según el informe pidió a la Autoridad Palestina que investigara las circunstancias del reclutamiento de Iyad, decía también que "la familia condena la explotación del estado emocional del muchacho a raíz del asesinato a sangre fría de su hermano. El joven fue enviado a realizar una operación sin ningún objetivo, con el resultado previsible. Lo mandaron con un cinturón de explosivos sin que quienes lo enviaron se preocuparan lo más mínimo por sus posibilidades de éxito, a pesar de que conocían las medidas de seguridad que adopta el ejército israelí ".
Bilal se agita inquieto al escuchar las citas. "Han tergiversado mis palabras", dice vacilante. Tan sólo se dirigió a la Autoridad Palestina para solicitarle que recabara de la Jihad Islámica información sobre lo que le había pasado a Iyad. Luego decidió expresar su opinión: "Enviar a mi hijo fue un gran error. Nosotros queremos vivir, y toda persona con conciencia combatirá la ocupación a su manera".
¿Qué habría sucedido si Iyad le hubiera preguntado?
"Ningún padre en el mundo habría consentido".
¿Está enfadado con Iyad?
"Somos creyentes. Lo hecho, hecho está. Las condiciones y el momento no estaban justificados".
¿Qué cree que le sucedió a Iyad?
"Si pensó en acudir a esas organizaciones, fue solamente para vengar la muerte de su hermano, de su primo y de su amigo Raad Khaled, a quien también mataron".
Bilal desearía al menos recuperar el cuerpo de su hijo. El ejército israelí no se lo devuelve. Portavoz del ejército israelí: "Todos los cuerpos de los terroristas palestinos se devuelven a sus familias para ser enterrados. En aquellos casos en los que se decide no devolver a su familia el cuerpo de un terrorista, ello se hace por motivos de seguridad y después de tomar en consideración todas las circunstancias relativas al caso".
Iyad no dejó ninguna explicación. Ni una carta, ni una videocasete. Sorprendentemente, ni la Jihad Islámica ni ningún otro grupo publicó carteles de victoria en su honor.
El hijo menor, Islam, de once años de edad, parece perplejo, como si no entendiera a que se debe todo este jaleo. Sólo su hermana pequeña, Alaa, vio a Amjad muerto en el tejado.
"Nuestros hijos de uno y dos años saben hay muerte, asesinatos y disparos. Todos nosotros tememos morir en cualquier momento", dice Fátima. "Tengan piedad de nuestros hijos. Así como ustedes aman a sus hijos, nosotros amamos a los nuestros".
"Presionen a sus hijos para detener la matanza", dice Abir a las madres israelíes. "Las madres permiten a sus hijos matar, y luego se lamentan de los ataques suicidas. Mientras sus hijos continúen matando a nuestros niños no deben esperar que cesen los ataques por nuestra parte".
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