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Perú: Históricamente en bancarrota moral y politica
Luis Arce Borja
Era el 28 de julio, y Toledo se dirigió del palacio de gobierno hacia el local
donde funciona el Congreso en cuyo hemiciclo tenía que dar su discurso por las
fiestas patrias. El trayecto lo hizo por el jirón de la Unión, donde sin cita
alguna se habían congregado miles de ciudadanos los mismos que le gritaban
"¡Mentiroso!", "¡Ladrón!", "!Corrupto!" "!Inmoral!" "¡ratero!". Su nutrida
patrulla de seguridad tuvo que intervenir energicamente para defender al
presidente de los gruesos insultos que le llovía de todas las direcciones. Los
últimos hechos escandalosos que rodean al presidente peruano tienen que ver con
un soborno de 5 millones de dólares y la falsificación de firmas con fines
electorales. Los 5 millones de billetes verdes provienen del grupo colombiano
Baviera. Esta grupo, con apoyo presidencial, compró las acciones de la empresa
cervecera del Perú Backus y Jhonston. El enlace para este negocio fue César
Almeyda Tasayco, ex asesor personal de Toledo, actualmente en prisión. Almeyda,
aparte de haber sido consejero del presidente, fue jefe del Consejo Nacional de
Inteligencia del Estado (CNI) y socio de la « primera dama » Eliane Karp.
Para desmentir esta acusación, Alejandro Toledo ha gritado como el ladrón
atrapado en plena fechoría. Que "¡revisen mis cuentas bancarias !", ha dicho.
Para nadie pasó desapercibido que esta treta propia de delincuentes de bajo
monto tiene el propósito de encubrir precisamente el delito cometido. No son los
bancos nacionales o extranjeros los lugares más seguros para guardar los
millones provenientes del robo, la coima y el narcotráfico. Fujimori y
Montesinos fueron los campeones en utilizar cientos de maletas diplomáticas para
sacar al extranjero millones de dólares. Hace algunos meses, la señora Eliane
Karp, fue denunciada cuando en un extraño viaje a Israel arrastraba 18 grandes
maletas diplamáticas de diferentes colores cuyo contenido constituyó un secreto
de Estado.
En el caso de la falsificación de firmas, que ahora se encuentra en el poder
judicial, revela que Toledo y sus más cercanos familiales habían dado cuerpo a
una organización delictiva que en 1999 falsificó masivamente firmas con el
objetivo de lograr la inscripción de su grupo político que en ese tiempo se
llamaba « País Posible » (después cambio de nombre por « Perú Posible ». En este
caso, no se trata solamente de la falsificación de firmas, sino que este hecho
fuera de la ley, contó con el apoyo del Jurado Nacional de Elecciones (JNE)
fujimorista y del mismo gobierno de Fujimori. Nadie puede créer, que la
maquinaria infernal (de inteligencia) que manejaba Vladimiro Montesinos, podía
dejar pasar por descuido que en sus narices sus « opositores » manejaran una
fábrica de firmas y rúblicas de electores.
No se puede decir que recién con Alejandro Toledo se inaugura la corrupción en
Perú. Antes de él fue Alberto Fujimori, y antes de éste lo fue Alan García
Pérez. Y antes de García lo fue Fernando Belaúnde, y si seguimos jalando el hilo
de los anteriores gobernantes, tendríamos que concluir que 183 años de historia
repúblicana en el Perú es una secuencia de ladrones y toda suerte de malandrines
en el poder. Los gobernantes peruanos, civiles o militares, han sido sátrapas
que han usado el poder para enriquecerse y que hicieron de las instituciones del
Estado verdaderos latrocinios del meretricio político, de la corrupción y el
crimen organizado. Los más afamados gobernantes no han sido otras cosa que
rufianes disfrazados de políticos. El gobernante peruano es la imagen más nitida
de una sociedad y un Estado que se construyó a retazos, sin personalidad
política y sin ningún tipo de ideología ni siquiera burguesa. Desde la épocas
más remotas han estado presentes los personajes como Toledo, Alan García y
otros. Por mensionar algunos ejemplos. Augusto B. Legía, un corrupto presidente
gobernó dos veces el Perú. Se hizo famoso en abril de 1912, cuando ordenó a la
policía asesinar a balazos a más de 500 campesinos en Chicama (norte del país).
Legía cayó en desgracia y fue desterrado del país. A su regreso en 1919 fue
declarado por su admiradores "maestro de la juventud y apóstol del patriotismo".
Uno de estos admiradores fue Víctor Haya de la Torre, fundador del anticomunista
partido aprista. Otro caso fue el general Manuel Odria, un militar semi
analfabeto quien en 1948 dio un golpe de Estado, pero en 1950 fue elegido «
presidente constitucional ». El coronel Luis Sánchez Cerro, fue otro de los
presidentes de antología del Perú. Gobernó desde 1930 hasta 1933. Este militar y
borrachín empedernido, cuando se pasaba de copas salía al patio exterior del
palacio a bailar huaynos y marineras. Le gustaba el lio callejero, y no pocas
veces se trenzó a patadas con los peatones de la plaza de armas de Lima.
La cara odiosa y de ladrón que tiene ahora Toledo, antes la tuvieron Alan García
y Alberto Fujimori. Unos más corruptos que otros, se diferencian solo por
matices en la forma que actuaron en los asuntos del Estado. Por ejemplo, Alan
García una vez que concluyó su desatroza administración (1985-1990) fue
enjuiciado penalmente por robos y actos criminales. Salió huyendo del Perú y se
refugió en Colombia. Después se traslado a París donde vivió 10 años como un rey
bajo la protección del « socialista » Miterrand. Más por propaganda política,
que por hacer justicia, fue amenazado con la extradición. Garcia, nunca fue
sancionado ni por corrupción ni por los abominables crímenes cometidos durante
su sangriento gobierno. Ahora nuevamente en Perú se prepara para volver al poder
del Estado, y lo peor de todo es que su eslogan publicitario se refiere a
"luchar contra la corrupción". Después le toco el turno a Fujimori, quien el año
2000 abandonó abruptamente el poder . Salió huyendo a Japón y desde ahí envió
una carta de renuncia a la presidencia del Perú. Ahora, como en su tiempo lo
vivióAlan García, es acusado de diversos delitos y es amenazado con la
extradicción. Pero como ya es costumbre en los corrillos políticos del Perú, las
amenazas de extradición y otras sanciones, sirven simplemente como espectáculo y
cortina de humo para encubrir las serias deficultades en las alturas del Estado.
Entonces, nada pasa, y Fujimori, como antes lo hizo Alan García, se prepara para
un reencuentro glorioso con el poder y la mafia del Perú.
Si se toma la referencia de la historia o los casos más recientes, se podría
concluir que uno de los estigmas de la historia política de este país, es la
vida escandalosa y corrupta de los individuos que se han turnado en el poder. La
raíz de este fenómeno no hay que buscarlo en cuestiones personales o de
indosincracia de los gobernantes, sino más bien en la naturaleza de clase de los
grupos de poder (burgueses y terratenientes) y en su forma de actuar en la vida
económica, política y social. José Carlos Mariátegui, tuvo razón, cuando precisó
que en el "Perú no hemos tenido en cien años de república, una verdadera clase
burguesa, una verdadera clase capitalista"(7 ensayos de Interpretación de la
realidad peruana, 1928). En efecto, en Perú lo que se conoce como clases
dirigente, son apenas lumpenes y testaferros de las grandes potencias
imperialistas. En esta realidad, ahora es el turno de Toledo, mañana será otro.
La corrupción, como uno de los elementos de un Estado que se cae a pedazos, es
la expresión de la decadencia y descomposición de los grupos de poder y sus
representantes políticos (sus partidos). El Perú, los hemos dicho algunas veces,
es una sociedad (oficial) lumpenizada donde los ricos se enriquece no por su
vitalidad de empresarios capitalistas, sino más bien por el robo, los malos
manejos del Estado, y por la brutal explotación al que someten a millones de
trabajadores. Los partidos políticos, los caudillos inmorales, los
parlamentarios, los falsos izquierdistas, los falsos democrátas, y toda esa gama
de podioseros políticos que rodean el poder, representan no un sistema
democrático, sino más bien un Perú que funciona como antro de la corrupción y
del crímen.
La coima y el soborno son los indicadores del manejo trafero en todas las
instancias del poder. El policia de tránsito anula una multa si el chofer que
cometió la infracción le entrega un billete por lo "bajo". El narcotraficante
para salir libre tiene que entregar una parte de su jugosa ganancia. El ministro
de Estado se vuelve rico en la entrega de las licitaciones públicas. Los
miembros del parlamento, para cerrar los ojos y hacerse los sordos, reciben auto
del año, cientos de litros de gasolina, aumento de sueldos, viajes gratuitos al
extranjero, grandes oficinas y un séquito de secretarias y colaboradores. El
precio de jueces y fiscales varía según el delito y el monto de lo robado. El «
tránsfuga político », es una nueva profesión que se práctica en el parlamento
(cambian de partido según la demanda y el salario). Hasta el cura y el sacristan
reciben la coima camuflada como « limosna voluntaria » a dios.
¿ Qué hacer para salvar al Perú de este tipo de gobernantes ?. Se dice que
mediante la redacción de una nueva Constitución se resuelve el problema. Los
partidarios de este tipo de solución, autodeclarados « opositores » y nada
inocentes por supuesto, exigen elecciones para una asamblea constituyente. No es
necesario indagar en la historia para mostrar que este planteamiento, que se
repite estupidamente desde hace más de 100 años, es una viveza criolla de
ambiciosos políticos, y de todos aquellos que tienen intereses en que se
mantenga intangible la corrupción y el saqueo del Estado.
Es antihistórico, pretender hacer creer que basta una nueva constitución para
salvar de la bancarrota el Estado y la sociedad peruana. Los países
desarrollados (hablando en términos del capitalismo), no deben su potencial
económico, político y social a tal o cual estilo de redacción de la
constitución. En este caso, la constitución y sus leyes reflejan en lo
fundamental la forma en que se han organizado (en la vida económica, social y
política) los grupos de poder para administrar el Estado y la sociedad. En el
caso peruano, basta tomar los ejemplos más recientes para mostrar que el agudo
problema del Perú se relaciona con el sistema económico social y político
injusto, con un Estado opresor y en bancarrota, con la tenencia de la propiedad
productiva, y esto no se resuelve ni con una nueva constitición, ni con nuevas
elecciones generales. Alan García Pérez, (el mismo que quiere ser nuevamente
presidente) fue presidente del Perú en aplicación de la Constitución redactada
por la Asamblea Constituyente de 1978-1979. Esta Asamblea fue presidida por
Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del Apra, partido al cual pertenece el
mismo García Pérez.Como se recuerda, el gobierno aprista de García Pérez, que
segùn él se guío por esta « carta magna » (constitución), dejó en la miseria a
más del 70% de los peruanos, organizó criminales grupos paramilitares (comando
Rodrigo Franco), asesinó mansalvamente a centenas de prisioneros de guerra,
desapareció a miles de campesinos, y violo los más elementales derechos de los
ciudadanos peruanos. Hay tanta estafa en este planteamiento político, que el
mismo Toledo en su discurso del 28 de julio pasado ha propuesto la viablidad de
una Asamblea Constituyente y la modificación de la Constitución.
El otro planteamiento, tan antihistórico, como el primero, se refiere a
"adelantar las elecciones presidenciales". Según sus mentores, para echar de
palacio a Toledo. Supondiendo que en el más corto periodo se organizan las
elecciones y Toledo cae. ¿Solución?. De ninguna manera, y esto por una razón
simple. Los mismo que están involucrados en la caca del Perú serán los que tomen
las riendas del gobierno y del Estado. Las elecciones servirán para hacer una
transferencia del poder, de unos corruptos a otros corruptos, de ladrones a
ladrones, y de mafiosos a mafiosos. Y para no ir muy lejos, sera Alan García
Pérez el que se beneficiará directamente de las futures elecciones. Como avance,
García ha empezado una gira política en los Estados Unidos, donde espera tener
el visto bueno del gobierno yanqui. Una segunda administración de este
individuo, no sólo sería una nueva catátrofe, sino que el Perú, se convertirá en
la amalgama política de un regimen tipo frankestein compuesto de las piltrafas
del fujimorismo, del toledismo y del aprismo reaccionario y proimperialista.
Buscar verdaderas soluciones a los males del Perú, nada tienen que ver con
asambles constituyentes, o elecciones generales, o cualquier otro tipo de evento
electoral digitado desde el Estado. El camino del pueblo descansa en lo
fundamental en la organización política de los oprimidos (su partido), y en la
lucha decidida que desarrollen para liquidar de una vez por todas las
injusticias, el hambre, la miseria, y la corrupción. Esta lucha es contra el
Estado y el sistema imperante. Es contra burgueses y terratenientes. Esta lucha
para ser verdadera, tiene que apuntar contra los grupos de poder, el
imperialismo, y sus lacayos políticos de izquierda y derecha.