Latinoamérica
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Otra batalla por la soberanía
Ingo NIEBEL
El domingo sera un historico dia para America Latina: por primera vez en la
historia del continente se decide mediante un referendum el fin o la continuidad
de un presidente. en este caso, el futuro de hugo Chavez. una duda, sin embargo,
planea sobre esta cuestion: si todos los actores van a aceptar el resultado del
referendum.
11/08/04 Dado que los EEUU estuvieron involucrados en distintos intentos de
derrocar a Chávez desde que éste fuera elegido democráticamente en 1998, es poco
probable que Washington vaya a aceptar un nuevo triunfo electoral del
carismático líder de la Revolución Bolivariana. Este domingo los venezolanos no
sólo van a decidir sobre la carrera de un político sino también sobre el
desarrollo social, económico y político de su país y, asimismo, de toda América
Latina.
En el caso de que Chávez gane el referéndum, entonces va a poder consolidar los
logros de la Revolución Bolivariana: sanidad y estudios gratuitos para todos,
campaña de alfabetización, participación de las clases oprimidas en la política
del país. Esta política social serviría de ejemplo para el resto del continente.
Esta perspectiva no puede gustar ni a la oligarquía venezolana ni a las demás
americanas y, mucho menos, al Gobierno de Washington.
Cara al alto precio de petróleo y respecto al hecho de que China se haya
convertido en el principal competidor económico e industrial de EEUU a nivel
global que entre otras cosas, está dejando vacío el mercado del crudo,
Washington tiene que asegurarse del control sobre los gigantescos campos
petrolíferos de Venezuela por razones estratégicas. El fin de Chávez y la toma
del poder por parte de la oposición mediante el referéndum revocatorio
facilitarían la realización de este plan, pero éste fracasa ante la realidad
política que es muy distinta a lo que algunos desean en la Casa Blanca.
Sondeos favorables Los sondeos favorables a Chávez le sitúan en el 57% de los
votos frente al 41% que votaría en su contra. Hace cuatro años fue reelegido por
primera vez con 60 puntos. Según informa la North American Opinion Research Inc.
el partido más votado sería el Movimiento Quinta República (MVR) del presidente,
que obtendría el 45%. En el segundo lugar se situaría el partido derechista de
la oposición «Primero Justicia», con sólo 11 puntos. Sin embargo los institutos
Datanalisis y Mercanalisis han detectado que entre mayo y junio entre el 54 y
57% de los venezolanos votaría contra Chávez, que sólo contaría con un apoyo de
entre el 33 y 43%. No obstante, las cifras son algo relativas en la vida
política de la República Bolivariana. Para saber cuáles son fiables y cuáles no
hace falta tener en cuenta otros factores.
Los m·s beneficiados de la política de Chávez son los pobres, el 70% de la
sociedad. De ahí se explica por qué el presidente recibió el 60% de los votos en
el 2000. Hasta ahora no ha engañado a sus votantes. Por lo tanto no existe
explicación lógica alguna por qué el presidente no podría contar con un
resultado similar al del 2000. Además, hay que tener en cuenta que la oposición
no tiene ni siquiera a un candidato que pudiera presentarse al electorado de
Chávez como una alternativa. Los 13 partidos y las 60 ONG que forman la
opositora «Coordinadora Democrática» incluso han tenido serios problemas para
presentar un programa común, el «Plan Consenso País», para explicar su política
post-chavista. Por lo tanto, el único sentido que tienen las encuestas que
auguran el derrocamiento de Chávez es el de sembrar la duda sobre el resultado
del día 15.
Un papel muy importante a la hora de valorar el resultado electoral lo juega el
ex presidente estadounidense Jimmy Carter, que figura como supuesto mediador
entre Chávez y la oposición. A su intervención se debe que el Consejo Nacional
Electoral (CNE) decretara la celebración del referéndum diciendo que la
oposición había conseguido 15.000 votos más de los 2,4 millones que necesitaba
para ello. El domingo, sin embargo, tendrá que conseguir más de 3,7 millones
para acabar con la carrera política de Chávez.
Carter, que tiene la imagen de ser «democrático», no se quejó en absoluto de que
hasta 50.000 muertos podrían haber firmado contra Chávez y que aun así el CNE
quería celebrar la votación del 15 de agosto. La actitud de Carter no sorprende
porque desde hace 10 meses la administración de George W. Bush no hace otra cosa
que decir que habrá referéndum. Ante este fondo ha de entenderse por qué Chávez
al final no se opuso a la celebración del mismo, ya que no puede concurrir con
la fama internacional de Carter. El triunfo de Chávez supondría un jaque mate a
la política intervencionista del supuesto demócrata Carter y de su fundación en
Venezuela.
Pero la muy probable victoria de Chávez en el frente civil no supondría el final
del acoso estadounidense que, por las razones estratégicas, no puede dejar en
paz a la República Bolivariana. La amenaza militar viene desde Colombia. En
julio pasado la diplomacia venezolana logró un éxito cuando el nuevo Gobierno
español decidió no vender al colombiano una cuarentena de tanques AMX.
Los tanques de aznar José María Aznar había vendido los carros de combate a su
homólogo Alvaro Uribe y se esperaba su llegada para principios de agosto.
Ambos políticos justificaron la compra con la lucha anti-guerrilla y anti-droga
en Colombia. Sin embargo, desde la guerra del Viet-Nam se sabe que los tanques
no sirven para el combate en la jungla y la montaña. El comandante de las FFAA
venezolanas, el general Raúl Baduel, temía que con estos tanques Uribe iba a
formar una nueva brigada mecanizada que podría servir de punta de lanza para una
invasión de su país desde Colombia. Ya en los años 90 los Estados Unidos habían
elaborado planes para invadir con tropas venezolanas a Colombia en el caso de
que las marxista-leninistas FARC tomaran el control en Bogotá. Estos planes de
invasión funcionan también a la inversa. La detención de más de 100
paramilitares colombianos en Caracas el pasado mayo indica que ya se han
adaptado los viejos planes a la nueva situación.
Por lo tanto el 15 de agosto no va a ser el resultado electoral el que va a
decidir sobre el futuro y la soberanía de Venezuela, sino el poder de los
venezolanos de defender este resultado electoral contra una intervención civil o
militar llevada a cabo desde el exterior.