Latinoamérica
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Una nueva revolución en América Latina.
Ernesto Cardenal
De El Nuevo Diario , Managua
Chávez tiene en contra a todos los medios de comunicación privados, y también
los extran-jeros. La oposición además recurre al terrorismo. Sus manifestaciones
políticas son vandá-licas. En Valencia me contaron que a unos estudiantes que
regresaban de Cuba les quitaron sus valijas en la calle y su dinero y todas sus
pertenencias. Más de 80 líderes campesinos han sido asesinados. Y un psiquiatra
me contó que tienen que tratar a muchos pacientes afectados por las campañas de
terror de la derecha.
Los periódicos cada vez se venden menos por sus ataques a Chávez, y en
consecuencia también han bajado sus anuncios. Y ellos mismos lo reconocen.
Uno ve en las calles, al final del día, mu-chos bultos de El Nacional y El
Universal sin abrir, que están siendo devueltos. La pregunta que se hace el
pueblo es quién paga las pérdidas de esos periódicos. Y quién paga a los canales
de tele-visión por dedicar su tiempo precioso, no a noticias ni anuncios, sino a
ataques políticos.
A Chávez siempre lo están caricaturizando esos medios, con un racismo nuevo que
ha surgido en Venezuela. Se burlan de él por sus facciones y el color de su
piel. Como hay partidarios suyos que le llaman Mi Comandante, la derecha lo ha
apodado Mico Mandante: porque es mestizo o mulato o tal vez las dos cosas, y por
el color de su piel un tanto cobriza. La campaña de la derecha es abier-tamente
anti-pueblo, y me contaron de un animador de televisión que a los pobres llama
feos, des-dentados y negros violentos. Los medios además están llamando a la
insurrección. El irrespeto no tiene límites, y el presidente de un partido le
gritó a Chávez en la televisión "¡El coño de tu madre!". ¿En qué país le han
dicho así a un jefe de estado? "Creo que no he conocido otro país en que haya
tal libertinaje en las comunicaciones", escribe Marta Harnecker. Con todo,
ningún periódico ni televisión ni radio han sido cerrados. Y tampoco hay presos
políticos.
En Mérida nos hospedaron en un hotel donde también se hospeda Chávez cuando
llega, y me contaron que entonces mucha gente, y sobre todo estudiantes, hacen
vigilia allí toda la noche, esperando poderlo ver algún momento y platicar con
él, y él suele salir, generalmente de madruga-da, y los saluda y conversa con
ellos.
A Chávez lo acusan de populista, pero creo que eso no es cierto, y que es
auténticamente revolu-cionario, aunque también es populachero. Su amor por el
pueblo es evidente, y su predilección por los pobres. Le hablan de tú, sobre
todo los más humildes. Recorre incesantemente el país, desde hace años, desde
que se lanzó a la política por primera vez. Ha ido a pescar con indios que
pes-can con la mano o con una gran piedra, y les ha dado implementos de pesca.
Cita a Bolívar a cada rato, y se lo sabe de memoria. Aunque habla muchas horas
seguidas, el pue-blo siempre está atento, y lo interrumpe en el momento debido,
con aplausos, gritos, consignas, exclamaciones o abucheos, según lo que esté
diciendo. Se parece a Fidel, en cuanto que los dos hablan tanto tiempo
(cautivando al auditorio) pero Fidel es bastante serio, y él es bastante jocoso.
A diferencia de Fidel, mucho habla de Dios y de Cristo en sus discursos. Hace
muchas citas del Evangelio, y a veces son citas falsas, poniendo en boca de
Cristo cosas que no dijo nunca, aunque en el mismo espíritu de las que dijo.
No debo negar que encontré en Venezuela intelectuales honestos, algunos de ellos
amigos míos, que se oponen visceralmente a Chávez. Pero para mí, su revolución
bolivariana es como que Bolí-var hubiera vuelto a Venezuela, de donde lo expulsó
la oligarquía. Para mí se vive una auténtica revolución, y no es solamente un
líder carismático, sino son millones de venezolanos que hay de-trás. Es una
revolución distinta de todas las otras, como son distintas todas las
revoluciones.
Tal vez lo más popular que tiene Chávez es su programa "Aló Presidente" de los
domingos en la televisión, en el que está recibiendo llamadas telefónicas de
todo Venezuela y departiendo con su pueblo por 5, 6 y 7 horas. Durante esas
horas se paraliza casi todo Venezuela. Me contaba una escritora que su papá no
se aparta de la televisión desde que comienza el programa hasta que termina.
Otro me contaba de su hijo que está con cuaderno y lápiz tomando apuntes como en
una clase, y le llama su "clase". Cada domingo ese programa se realiza en una
localidad diferente. Cuando yo estuve fui invitado por Chávez a su "Aló
Presidente" en una ciudad no muy lejos de Caracas y que duró 6 horas. Había
grandes carpas con varios miles de personas, principalmente de gente humilde del
lugar, sobre todo muchachos y muchachas, mezclados con ministros y altos
funcionarios. Él estaba en camisa, ante una mesa en que había un mapamundi y
lápices. Apuntaba lo que se le decía en las llamadas, y daba largas
contestaciones muy detalladas haciendo frecuen-tes bromas, y el público también
intervenía y bromeaba con él.
Me di cuenta que es un hombre culto, que mucho cita autores y libros, y con
frecuencia se refería a la Constitución levantando el libro que también él
siempre anda consigo. Me pareció un caso único en el mundo, el de un jefe de
estado en charla franca con su pueblo, los presentes y los ausentes, en un
programa en vivo y durante tantas horas seguidas.
Una poeta australiana asistió junto conmigo a ese programa, y mientras él hacía
una descripción del paisaje que nos rodeaba y los cerros en que una vez acampó
Bolívar, ella le gritó: "¡Tú eres poeta!".
Es un torrente verbal, lleno de digresiones y digresiones de digresiones, pero
retoma el hilo y vuel-ve a lo que había comenzado a decir. Y aunque habla sin
parar también sabe escuchar, y se deja interrumpir. En aquel "Aló Presidente",
una mujer del pueblo que lo llamó desde un rincón muy remoto del país, le
quitaba la palabra: "Pero corazoncito escucha, no me dejas hablar, deja que te
explique...".
Esas llamadas las contestaba con lápiz en mano. Su manejo de cifras es como el
de Fidel. De-muestra un gran conocimiento de la historia de Venezuela.
También de la geografía en sus compa-recencias públicas hace campaña para
fomentar la lectura y recomienda libros y recita. Esa vez en atención a mí leyó
un poema mío.
Entre sus defectos está el ser impulsivo, el actuar con brusquedad a veces, tal
vez con arbitrarie-dad; el ser demasiado exigente con sus colaboradores, por lo
que es difícil trabajar con él, según lo reconoce él mismo. Pero admite
fácilmente sus errores y sus fallas. En aquella ocasión le oímos echarse la
culpa por decisiones equivocadas.
La jerarquía católica es adversa a la revolución como en todas partes. Y, como
en Nicaragua, es corrupta. El presidente de la Conferencia Episcopal es de los
peores. El cardenal, ya fallecido, llegó donde Chávez cuando los golpistas lo
tenían preso, y lo quiso presionar para que renunciara.
En Caracas hay un edificio blanco muy grande y muy bello, que era la sede
central de Petróleos de Venezuela. Allí la riqueza petrolera era administrada
autónomamente sin que el Estado pudiera intervenir en nada, y se robaban esa
riqueza. Sólo ahora, mediante la nueva Constitución el go-bierno pudo tener
control de la empresa.
Chávez despidió a miles de personas corruptas, y sacó a todos los que estaban en
ese edificio blanco, y convirtió al edificio en sede de la Universidad
Bolivariana, la universidad de los pobres.
Ahora miles de estudiantes pobres estudian allí, en relucientes oficinas con
mullidas alfombras, baños de lujo y sillones de cuero. (Chávez antes estuvo
pensando darles el palacio de Miraflores, porque decía que él podía acomodarse
en cualquier parte).
Antes la revolución venezolana tuvo que enfrentar un paro petrolero que por dos
meses paralizó el país. Dañaron los pozos, las refinerías y las tuberías,
cerraron las gasolineras, sabotearon los bar-cos, bloquearon los puertos. No
había gasolina para los vehículos ni gas para las cocinas, y en muchas partes
del país se cocinaba con leña. Al mismo tiempo se cerraron los supermercados y
otros grandes comercios y las procesadoras y distribuidoras de alimentos.
El gobierno tuvo que importar petróleo a los precios internacionales, y enormes
cantidades de ali-mentos: carnes del Brasil, leche de Colombia, arroz y maíz de
República Dominicana. También el gobierno instaló en todo el país supermercados
populares, donde el pueblo podía comprar a pre-cios más bajos, y éstos ya
quedaron desde entonces. Los días de Navidad fueron pasados con estas carencias
de todo, pero el pueblo no se rindió. Una española queestuvo en esos días y
ahora ha vuelto, me contó que el pueblo lo aguantó con toda clase de inventivas
y con humor. Las colas eran enormes y para cualquier cosa, pero en esas colas no
se amargaban ni culpaban a Chávez.
En el mismo domingo en que asistí al "Aló Presidente", todos los poetas del
festival fuimos invita-dos a cenar con Chávez en el palacio de Miraflores. A
pesar de que Chávez acababa de llegar del programa de 6 horas, tuvo antes de la
cena un coloquio de más de dos horas con nosotros. Nos contó que en el salón en
que estábamos había sido donde se habían reunido todos los golpistas, y donde el
presidente de la Cámara de Empresarios se había autojuramentado a sí mismo como
el único poder, aboliendo el Congreso Nacional, el Tribunal de Justicia y el
Tribunal Electoral, mien-tras todos lanzaban vivas a la democracia.
Unos irlandeses estaban haciendo un trabajo de cine en Miraflores cuando el
golpe y filmaron esto, y Chávez nos dio copias de esa película. Fue el golpe
militar más breve del mundo, pues los po-bres rodearon Miraflores, además de que
en todo el país el pueblo se volcó a las calles, los cam-pesinos salieron a las
carreteras, los estudiantes ocuparon las universidades y los trabajadores las
fábricas, y los indígenas salieron de la selva. Cuando Chávez fue liberado de la
isla donde lo tení-an, ya el jefe golpista estaba preso.
"La revolución bonita", le llama Chávez a la de Venezuela.
En la cena me tocó estar sentado al lado del Presidente. Mientras cenábamos se
le acercó alguien a informarle de un intento de privatizar las aguas de
Venezuela (lagos, lagunas, ríos, el Orinoco incluido) y me dijo él que eso iba
contra la Constitución y lo pararía, que esa misma noche iba a llamar al
presidente de la Asamblea, aunque era casi como la medianoche. Después que él se
hubo retirado, y nosotros ya lo íbamos a hacer, me dijo un empleado del palacio:
"No se va a acos-tar; él se acuesta hasta muy tarde". Le pregunté a qué hora se
levantaba, y me dijo: "Muy temprano".
Chávez antes de irse me pidió la bendición. Me excusé, como a veces lo hago,
diciéndole que ya estaba bendito. Pero él insistió, y vi que lo pedía muy en
serio, y que eso era importante para él. Le di una bendición solemne a él y a su
pueblo, y la recibió emocionado.
Cuando regresé a Nicaragua, al sólo ver unos titulares de periódico cobré
conciencia del abismo que separa nuestros dos países.