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Europa

Portugal: El desencanto y la esperanza

Miguel Urbano Rodrigues
Resistir.info. Traducido para Rebelión por Marla Muñoz

Aquellas imágenes me emocionaron. La emisora portuguesa RTP 2 transmitía un documental sobre el 25 de abril [i]. Fue inesperado. Cineastas extranjeros famosos hablaban del choque recibido hace 30 años cuando desembarcaron en Portugal donde la lucha de clases estaba en las calles, en una revolución que los deslumbró. Llegaban de Francia, de Brasil, de Suecia, de Alemania, de los EUA, de la Unión Soviética. Aquello que vivían y sentían tenía toques de situación extraterrestre. Los claveles en la boca de los fusiles, el pueblo en las ciudades y en los campos confraternizando con un ejército que semanas antes estaba todavía hundido en la guerra colonial. El vendaval revolucionario soplaba en un país en el que el pueblo volvía a ser sujeto de la historia después de casi medio siglo de dictadura fascista.

Aquello existió. Aquel Portugal fue real.

He residido fuera del país en los últimos ocho años. Acababa de regresar de América Latina donde la esperanza nunca muere. Y el reencuentro con Portugal ha sido melancólico. De ahí mi alegría ante la memoria de la historia, grabada en la película sobre Abril transmitida horas antes del desfile conmemorativo de la fecha.

Como decenas de miles de portugueses bajé la Avenida de la Libertad. Y una semana después participé, también en Lisboa, en el Primero de Mayo.

En ambas jornadas mi pensamiento voló con frecuencia al pasado.

No por nostalgia. Soy, por temperamento, un optimista. Me movía en zonas brumosas de la memoria en busca de respuestas que no encontraba.

Siempre es difícil identificar las causas profundas de las grandes rupturas históricas y de los retrocesos posteriores.

Esperé por la Revolución de Abril durante décadas. Ella fue más lejos de lo que la esperanza permitía imaginar. Pero el reflujo, por la rapidez y complejidad, presentó facetas sorprendentes.

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El Portugal de este inicio del siglo XXI es una sociedad decepcionante.

Abril, es innegable, dejó una herencia que, duramente golpeada, no ha sido destruida en múltiples campos. La estructura de clases de la época fascista no ha podido ser totalmente reconstruida. Los desniveles en la distribución del rendimiento son abismales. Pero la revolución generó en los trabajadores un sentido de la dignidad impeditivo de la sobrevivencia de las antiguas relaciones sociales.

El nivel de instrucción es otro. Pero la acumulación del conocimiento no ha desembocado en una nueva cultura. En el terreno de la revolución técnico-científica ha habido grandes progresos; acompañamos a Europa desarrollada en la medida de lo posible. Entretanto, en el campo de las ideas, de la reflexión sobre el caminar de la humanidad, el país retrocedió.

El panorama que Portugal exhibe hoy, como país periférico, dependiente, recolonizado, es deprimente. Un país que consume más de lo que produce, una nación rebajada al nivel de protectorado de los EUA y provincia económica de España, una tierra que ha pasado a importar aceite, uvas, melones y naranjas.

El discurso político del partido único (en la práctica el PSD y el PS comulgan en la promoción y defensa del neoliberalismo) repite monocórdicamente lo de sus maestros de los EUA y de la Unión Europea.

La mediocridad de un Primer ministro que parece saltar del palco de un teatrillo de revista estimula el anecdotario nacional. Mas el humor no apaga la realidad. La sumisión del pelotón de gobernantes robotizados encuentra su complemento natural en una comunicación social mediocre, modelada por una estrategia que hace de la noticia, del comentario, del análisis, instrumentos de desinformación. La prensa escrita es todavía más perversa que la televisión, porque en ésta la imagen empuja, con frecuencia, a la reflexión, contrariando y desmintiendo el discurso del vasallaje.

La mayoría ha tomado conciencia del engranaje. Rechaza el proyecto de sociedad importado. La perversión mediática le inspira repugnancia. Condena las guerras imperiales del sistema de poder de los EUA. Empero, asfixiada, su respuesta es casi pasiva. Se interroga sobre lo que hace y siente dificultad para encontrar respuestas.

El debate de ideas en Portugal -repito- es muy pobre.

La derecha -y en ella se sitúa la dirección del Partido Socialista, incluyendo personalidades ahora enmascaradas de antineoliberales- se esfuerza y consigue desviar la atención de problemas fundamentales, concentrándola en temas coyunturales y en escándalos caseros.

Los trabajadores sienten el peso de la opresión; rechazan el papel que el sistema les atribuye. En pocos países de la UE las luchas reivindicativas asumen la amplitud que alcanzan en Portugal. Sin embargo, éstas, importantes, pierden el ímpetu por irrumpir muchas veces como acciones aisladas, desligadas de una estrategia ambiciosa y coherente.

La historia no se repite de la misma manera. Pero el discurso político y las tácticas de la burguesía, esos sí, se repiten con variaciones mínimas.

La época es muy diferente. No obstante, no pierde actualidad la alerta de Rosa Luxemburgo cuando, en la Alemania imperial del inicio del siglo XX, Bernstein establecía confusión al afirmar que el movimiento era todo y que el resto casi nada. Rosa, sin subestimar el significado de las grandes luchas obreras en defensa de reivindicaciones inmediatas, recordó entonces que «el objetivo final» era el socialismo y que el partido revolucionario capitularía si olvidaba esa evidencia. Fue, por cierto, lo que sucedió en Alemania. La supuesta renovación del marxismo llevó al SPD, de concesión en concesión, a la aceptación del capitalismo.

Incluso antes de la implosión de la URSS, una intensa ofensiva ideológica (y no solo) condujo a la neutralización de la mayoría de los partidos comunistas y, en algunos casos, a las metamorfosis que hicieron de ellos partidos socialdemócratas.

El portugués, el griego y el chipriota fueron, en Europa Occidental, excepciones.

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Los defensores del capitalismo identifican en él el fin de la historia. Proclaman que será eterno. Esa actitud es natural. La misma ha influido a fuerzas políticas que, oponiéndose al neoliberalismo, vacilan, convencidas de que, ante el enorme poder del imperialismo -sobre todo de su baluarte principal, los EUA- la única opción positiva para la humanidad progresista será luchar por reformas que humanicen el capitalismo.

No lo afirman expresamente, pero tal convicción está implícita en su comportamiento político. Ella se identifica en múltiples corrientes de pensamiento contemporáneas, desde el neoanarquismo del irlandés-escocés John Holloway y del italiano Tony Negri hasta la rebeldía humanista del mexicano Marcos, teórico del zapatismo chiapaneco.

En América Latina el debate sobre las estrategias y tácticas a adoptar en la lucha que opone la humanidad progresista al sistema de poder que la amenaza es amplio, intenso y estimulante. Los temas ideológicos marcan las conferencias y seminarios internacionales cuyo objetivo es la reflexión sobre los grandes desafíos de nuestro tiempo.

El marxismo, como ideología en permanente renovación creadora, ha readquirido gran actualidad a nivel mundial. Los trabajos de cientistas políticos como el húngaro Istvan Meszaros, el egipcio Samir Amin, los franceses Georges Gastaud, Labica y François Chesnay, el canadiense Michel Chossudovsky, la cubana Isabel Monal, los norteamericanos de la Monthly Review -apenas algunos ejemplos- estimulan la reflexión sobre los grandes problemas de nuestro tiempo.

En Portugal la producción de ideología -insisto- es paupérrima. En el campo de algunas ciencias sociales se ha avanzado un poco. Pero el puente entre la historia y la realidad social contemporánea está obstruido. La televisión invita a académicos con muchos títulos a pronunciarse como especialistas sobre temas de la política doméstica de copa y cocina y para debatir, como especialistas, disparates sobre el Islam, cuyo objetivo es desinformar al pueblo acerca de la criminal agresión de los EUA a Iraq. Pero el perverso sistema mediático casero ni siquiera ayuda a comprender los cambios profundos que el arribo de cientos de miles de inmigrantes empieza a introducir en la sociedad portuguesa. ¿Contribuirán ellos en las próximas décadas a la ruptura del fatalismo y de la tristeza que marcan nuestra gente con consecuencias paralizantes, o acabarán por ser neutralizados por la encantadora indolencia nacional? XXX

La entrada de 10 países de Europa Central y Oriental a la UE va a agravar los males crónicos que ella sufre -desde el déficit de democracia al resbalar hacia la militarización.

La Constitución europea, cualesquiera que sean los remiendos introducidos en el proyecto en debate, será la primera en el mundo en institucionalizar el capitalismo.

En el horizonte se esboza un panorama de grandes luchas. Pero un rayo de esperanza rasga la negrura de la noche capitalista. El motor del sistema de dominación imperial -los EUA- funciona cada vez peor. Las guerras "preventivas» de agresión confirmarán que el gigante tiene pies de barro y que el capitalismo atraviesa una crisis estructural para la cual no tiene solución.

Las fotos de las torturas a prisioneros en Iraq han suscitado una ola de indignación mundial. De repente cientos de millones de personas han percibido que una sociedad regida por instituciones formalmente democráticas -la de los EUA- desarrolló un sistema de poder que en su actuación en el escenario mundial asume, en teoría y praxis, contornos neofascistas. Los crímenes cometidos en Iraq y Afganistán por la soldadesca norteamericana, con la complicidad activa de la cadena de comando de la US Army, solamente encuentran precedente en los que hicieron trágicamente célebres las fuerzas armadas del III Reich alemán.

Esos crímenes no deben ser disociados del proyecto de dominación planetaria del sistema imperial. Ellos se insertan en la dinámica de un terrorismo de estado que amenaza la propia continuidad de la vida en la Tierra.

Comprender que la lucha contra la guerra es hoy la primera prioridad en el combate de la humanidad en defensa de la libertad y del progreso ha pasado a ser una exigencia del combate por la sobrevivencia de la especie.

La comprensión de esa evidencia es, sin embargo aún muy deficiente en Portugal.

El país está integrado en el sistema capitalista, los comportamientos sociales, la cultura, la mirada a la vida están fuertemente marcados por el funcionamiento de los engranajes del capitalismo. Una ponderable parcela de la intelectualidad de izquierda tiene dificultad para evaluar la profundidad de la crisis estructural del capitalismo. La fachada del poderío aparentemente invulnerable de los EUA impresiona y quita el coraje a mucha gente. Escapa a las grandes mayorías que el capitalismo entró en su fase senil -como afirma Samir Amin. Ignoran que la deuda pública y la externa de los EUA son superiores a todas las deudas sumadas del resto del mundo, representando ya casi el 60% del PIB del país, cuyo parasitismo se acentúa cada año [ii] .

La democracia representativa portuguesa es una farsa. Pero sus mecanismos tienen un efecto anestesiante. No hay democracia cuando el pueblo no participa. Él, aquí, dejó de ser sujeto de la historia.

La escoria política de tres partidos en complicidad y al servicio de una oligarquía ella misma dependiente mantiene a Portugal a remolque de una Europa hegemonizada por un sistema de poder condenado. La agonía del capitalismo puede ser lenta. Pero el fracaso estruendoso de la estrategia de las «guerras preventivas» (y de saqueo de los recursos naturales de pueblos del Tercer Mundo) y los crímenes contra la humanidad que le acompañan valen como advertencia.

La guerra en Iraq es una guerra perdida para los EUA, como fue la de Vietnam.

Luchar contra ella y por la paz, en Portugal es contribuir a apresurar el fin del capitalismo senil, es luchar para que nuestro pueblo vuelva a ser sujeto de la historia.

[i] «O outro país», 1999, documental de Sérgio Trefaut. El autor es mi hijo, lo que refuerza mi emoción.

[ii] El déficit de la balanza comercial de los EUA en el pasado año, próximo a los 500 mil millones de dólares, confirmó una peligrosa realidad: los EUA se han transformado en una sociedad parasitaria que consume mucho más de lo que produce. En abril pp, el déficit comercial superó los 46 mil millones de dólares, estableciendo un nuevo record.

* El original portugues de este articulo se encuentra en http://resistir.info