El bárbaro y sanguinario Cómo reina hace por lo menos 2500 años. O más. No
podemos precisarlo. Es cierto que Por-qué ha bajado a la tierra algunas veces,
pero ha debido retirarse luego de sacrificar a quienes lo encarnaron por un
tiempo.
A través de la historia, Por-qué, el dios Primero -el que conocen los niños y al
que luego aprenden a olvidar- ha sido el subversivo por excelencia. Hace mucho
tiempo, las escuelas y las universidades emprendieron una carrera enloquecida en
beneficio de Cómo, mientras Por-qué fue relegado sistemáticamente a los márgenes
ilegales de la filosofía y la inmoralidad.
En la política y en el pensamiento colectivo -ese que se jacta de su pragmatismo
y de no perder su tiempo filosofando inútilmente-, desde la práctica más humilde
hasta aquella otra que dicta los destinos del mundo, se ha decretado que el
problema de la humanidad consiste en resolver el Cómo.
Tomemos, por ejemplo, el mayor tabú y el mayor paradigma de nuestros tiempos: el
terrorismo. Todos -absolutamente todos- los esfuerzos intelectuales del mundo
"decente" están concentrados en resolver cómo combatirlo. Los discursos son
unánimes. Aún aquellos que están en lucha dialéctica están de acuerdo en
resolver el Cómo. Todos estamos en contra de eso que casi todos entendemos por
"terrorismo". Pero ¿cuántos están preocupados en responder ¿por qué existe eso
que llamamos terrorismo?
Cada vez que baja Por-qué a la tierra es una amenaza a la seguridad. Si el
debate mundial se centrara no en el Cómo sino en el Por-qué, seguramente habría
que comenzar por definir con más claridad los límites del significado del
término "terrorista". Lo cual es, claro, peligroso. Muchos arrogantes
insospechados caerían dentro de la misma bolsa. Muchos amigos y "adversarios"
serían igualmente identificados con el mismo término.
Por lo tanto, cuando esto ocurre, se debe recurrir nuevamente a Cómo, con
desesperación, para que desplace la incómoda voz de Por-qué. El cómo es una
especialidad de Cómo: a Por-qué se lo neutraliza y se destruye identificándolo
con el tabú, con el antiparadigma, con el peligro... Sacrificado Por-qué, una
vez más, Cómo otorga sus medallas de moralismo patriota a sus ciegos servidores.
Y el orgullo del guerrero eyacula, una vez más. Porque el Cómo -en términos
psicoanalíticos- es eso: matar, eyacular y morir.
Sin embargo, y pese a todas estas tragedias humanas, gran parte de la resolución
del Cómo radica en la correcta respuesta del Por-qué. Pero si alguien se
atreviese a lanzar al viento semejante pregunta, sería etiquetado como una
amenaza. Incluso, correría el serio riesgo de ser etiquetado de —ya que estamos—
"terrorista".
Pero ¿por qué el Por-qué es siempre subversivo?
Si estoy ante las respuestas de un adversario dialéctico siempre podré
defenderme más fácilmente: me defenderé con mis propias respuestas. Una parte
importante de una defensa consiste en identificar con claridad al adversario -no
digamos "enemigo", no echemos leña a esa hoguera de radicalizaciones genocidas-.
En ese caso, sabré qué debo enfrentar y, probablemente, ya conozca mis propias
respuestas de antemano.
Pero ¿qué ocurriría si mi adversario en lugar de lanzarme sus respuestas
comenzara a interrogarme sobre los Por-qué de mis seguridades? Seguramente, y
sobre todo si mis convicciones están fundamentadas en el barro, como es casi la
norma, cada una de mis lanzas dialécticas se quebrarían en el aire, mi edificio
ideológico comenzaría a crujir. ¿Por qué? Porque el mundo moderno ha entrenado
hombres y mujeres obsesionados con el Cómo: cómo tener éxito, cómo hacer lo que
la sociedad espera de nosotros, cómo derrotar a nuestros adversarios, cómo
inventar enemigos, cómo y cómo. El Cómo es siempre combativo, guerrero, no tiene
paz; al Por-qué no le interesa el triunfo ni la derrota, sino la verdad. Pero ¿a
quién le importa la verdad? Al Cómo sólo le importa la verdad si le es útil; si
le resulta una amenaza, simplemente se inventa otra verdad a su medida. Él
siempre sabe cómo. Pero si reapareciera Por-qué en nuestras sociedades,
seguramente la mayoría de las sólidas estructuras que brillan con orgullo en
nuestro mundo comenzarían a crujir. Entonces atraparemos a Por-qué, como antes
atrapamos a Sócrates y a Cristo, y lo sentenciaremos a muerte. ¿Por qué? Por
hacer demasiadas preguntas, por preguntarse y por preguntarnos Por-qué en lugar
de preocuparse del dios Cómo.
Un hombre inteligente sabe Cómo, pero sólo el sabio sabe Por-qué. Saber Cómo es
saber imponer una respuesta, pero saber Por-qué es saber formularse a tiempo la
pregunta. No necesitas gritar ni levantar la voz; sólo pregunta con calma y en
voz baja —¿por qué?.