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En torno a Torrijos II
Guillermo Vega
Colaborador
En los análisis de politólogos locales no entra en escena un actor que aportó
mucho al triunfo de Martín Torrijos: Omar Torrijos. La población votante, joven
y vieja, marcó la casilla del PRD, y el aliado que esperaba recibir votos de los
supuestos enemigos del PRD recibió menos del 5% del total de los mismos. Lo digo
sin ánimo ulterior, reconociendo que el apoyo espiritual es importante. Así como
la memoria de Arnulfo Arias no sirvió de nada a la candidatura oficialista, el
recuerdo de Omar Torrijos renovó la esperanza de miles de panameños en que su
hijo traería al gobierno una genuina preocupación por el bienestar de los
humildes. Hablar de Patria Nueva sin mencionar el triunfo del PRD sobre sus
viejos fantasmas es un intento, por parte de algunos, de esconder una verdad: el
triunfador es el PRD, y el éxito o el fracaso del próximo gobierno recaerá sobre
el PRD.
La muletilla de los partidos y sus dirigentes de la "gobernabilidad" no es más
que la excusa para colarse en el gobierno mediante los "espacios políticos"
(otro eufemismo reciente) o para practicar una oposición que permita lograr o
mantener contratos y concesiones que dependen del favor oficial.
En realidad, Martín Torrijos no necesita entrar en ese viejo juego politiquero.
Como resultado de la votación no precisa del apoyo de personajes rechazados
abrumadoramente por la población. Su verdadera preocupación debe ser el más de
un millón de habitantes que lo juzgarán y al PRD por lo que hagan, no por lo que
digan, ni porque tenga o no mayoría en la Asamblea. Nadie cree ni respeta ese
organismo y la mayoría creemos en Martín. Su oportunidad es magnífica para, por
un lado, reivindicar la acción de su padre contra la antigua clase política y
por el otro, sentar las bases para que su partido continúe la labor que él pueda
realizar en este quinquenio. Sus enemigos serán, en gran medida, los vicios que
acabaron con el mireyismo; lo acecharán desde el primer día el nepotismo, la
corrupción, la incapacidad y la continuación de una política exterior
vergonzosa. Esos vicios están latentes en la sociedad civil y militar, de
camisilla y de uniforme, y contra esos enemigos es que demostrará la tónica de
su talante.
El PRD es un partido torrijista, guiado en su esencia por un vínculo indisoluble
con las clases populares. De allí surge una clase política formada y educada
para gobernar en beneficio de esas clases (aunque muchos han usado sus estudios
y títulos para servir otras causas y otros amos) Ello no impide que se
incorporen al partido personeros del gran capital conscientes de su
responsabilidad social y otros de la sociedad civil (aún no conozco una sociedad
militar) que compartan la línea torrijista.
El PRD puede dar vueltas y revueltas, pero siempre será lo que es: el partido de
Omar Torrijos; cuando se aparte de ello, le ocurrirá lo que le pasó al de
Arnulfo Arias. En suma, Omar ha reemplazado a Arnulfo en el favor popular. He
allí, el 50% de los votos de Martín Torrijos. Este es un tema que merece el
estudio serio de nuestros sociólogos y también de los politcos del PRD. Anclarse
en el mero análisis de las cifras y de las edades olvida meterle el bisturí a lo
que está ocurriendo en el cuerpo nacional. Es que en verdad el voto del 2 de
mayo le ha dado a Martín y al PRD un mandato claro y preciso: acabar con todo lo
que representa el gobierno actual, comenzando con la impunidad (esa promesa
explica los 400 mil votos de Endara) como hizo Kirchner en Argentina. Hay que
ordenar la casa, pero primero hay que barrerla. No se trata de revanchismo, sino
de demostrar desde el primer día, cero corrupción. Todo partido aspira a
continuar en el poder, pero la continuidad sólo la logra un gran gobierno. Ni la
prepotencia ni las armas lo garantizan como lo indican ejemplos recientes.
El 2 de mayo, y las denuncias posteriores, ponen de manifiesto que estamos en un
proceso de purga general que esperamos siga con el nuevo gobierno. De aquí al
1º. de septiembre se cometerán errores y podremos achacárselos a los consejeros,
pero antes del 2005 se sabrá si se ha respondido al reto que enfrenta el PRD o
si la desilusión engendrará nuevas y peligrosas convulsiones sociales. Prohibido
olvidar sí, pero prohibido equivocarse también.