Latinoamérica
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Sobre el asesinato de Monseñor Giraldi en Guatemala
Que no nos roben la historia
Carlos Martín y Darío Páez
Equipo Nizkor
En un reciente artículo publicado por el diario EL PAIS (España, 22/02/04), el
escritor Sr. Mario Vargas Llosa mostró su reconocimiento al libro ¿Quien mató
al obispo? (Planeta, Mexico) publicado recientemente por la Sra. Maite Rico
y el Sr. Bertrand de la Grange sobre la investigación del asesinato Monseñor
Gerardi en Guatemala. En su glosa, el Sr. Vargas Llosa refiere que los autores
han realizado una "investigación tan exhaustiva como apasionante" y califica sus
investigaciones de "rigurosas, con incansables cotejos y escrupulosos análisis".
Monseñor Gerardi fue asesinado dos días después de presentado el informe
Guatemala Nunca Más, fruto del trabajo de más de tres años por parte de la
Iglesia católica orientado a dar voz a las víctimas y ayudar en la
reconstrucción del tejido social diezmado por la guerra en Guatemala.
Ese fue un esfuerzo enorme en un clima aún de miedo, por parte de una red de
cerca de 600 animadores de la reconciliación, miembros de las comunidades y
agentes de pastoral que recogieron testimonios a lo largo y ancho del país,
apoyaron a la gente en la identificación de los cementerios clandestinos y
realizaron un enorme trabajo de búsqueda de la verdad y dignificación de las
víctimas.
Un año después de publicarse el informe, la Comisión de Esclarecimiento
Histórico, auspiciada por la ONU en el marco de los Acuerdos de Paz, presentó su
informe Memoria del silencio.
Llama la atención que el libro referido, cuyo contenido está orientado a
analizar los vaivenes y resultados de la investigación del asesinato de Monseñor
Gerardi, incluya a la par tantas y tan sesgadas valoraciones sobre algo que no
tiene nada que ver con la investigación judicial del crimen, y se dedique a
despreciar su contenido. ¿Por qué? Monseñor Gerardi fue asesinado dos días
después de presentarse el informe (24/04/98) y muchas personas del proyecto
sufrieron amenazas y ataques en los meses posteriores.
La justicia guatemalteca condenó en primera instancia a tres militares como
autores y un sacerdote como colaborador en el asesinato del obispo. En la
actualidad está pendiente de resolver el recurso presentado por los condenados.
Los autores del libro ¿Quién mató al obispo? han declarado su voluntad de
que su libro influya en la revisión del caso que han pedido los abogados de los
condenados. El juicio por el asesinato de Monseñor Gerardi es uno de los pocos
casos, se pueden contar con los dedos de una mano, en que las investigaciones
han llevado a la condena de mandos militares o colaboradores.
Otros muchos, la mayoría, han quedado en la impunidad, y sólo el esfuerzo y una
larga lucha entre el miedo, la impotencia y la esperanza de algunas víctimas,
como Helen Mack (hermana de Myrna Mack una antropóloga asesinada por un comando
el Estado Mayor Presidencial en 1990) ha logrado recientemente que se haga
justicia en su caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos
El libro no se limita a sembrar dudas o acusaciones contra personas concretas en
el proceso de la investigación, cosa que los tribunales guatemaltecos o
internacionales tendrán que juzgar, sino que aprovecha desde el inicio del mismo
para sembrar dudas, proferir acusaciones y tergiversar la verdad del contenido y
del proceso de elaboración del informe Guatemala Nunca Más (1998) y de paso del
informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico auspiciada por la ONU
(1999). Ninguna de esas falsedades se sostiene después de un mínimo análisis o
contraste de datos con la realidad.
Por ejemplo, el libro comienza mostrando la indignación de uno de los condenados
cuando leyó que se había publicado el informe Guatemala Nunca Más en el
que se responsabilizaba al ejército de Guatemala de la mayor parte de las
violaciones de derechos humanos en los 36 años de guerra (90%) y a la guerrilla
de otra parte de ellas (9,3%). Luego la CEH confirmaría esos datos pero su
porcentaje de violaciones es aún más contundente (el ejército un 93% y la
guerrilla un 3%). Los autores niegan que esto sea cierto.
En lo que se refiere a la metodología y contenido del informe Guatemala Nunca
Más, el libro se mueve entre la sospecha y la acusación, pero también
muestra la ignorancia sobre cómo se realizó. Repasemos algunas de ellas.
El libro plantea que la idea de realizar el proyecto REMHI provocó una profunda
división en la Conferencia Episcopal Guatemalteca, cuando la realidad es que
sólo una diócesis no se sumó al proyecto en esa fase.
También sugiere de forma maliciosa que la investigación del REMHI estaba
dirigida a "un ajuste de cuentas" o la "venganza". En el cuarto tomo del
informe, donde se habla de las propuestas de reparación, se recoge la voz de las
víctimas que los autores del libro no se han parado siquiera a escuchar: Los
efectos de esto son desastrosos: uno poco a poco se va aniquilando, muriendo, en
una sociedad donde no es permitida la vida. Yo no he recuperado la vida. Y en
particular, que se aniquilaron tantas expectativas que habíamos tenido. La
esperanza es que yo creo que no fue inútil ese gran sacrificio que soportaron.
Necesitamos saber lo que pasó. Estar seguros de que en algún momento murieron. Y
esclarecer la responsabilidad de los autores. No se puede establecer venganza,
pero sí que se siente el precedente para que no vuelva a ocurrir.
(testimonio, en ODHAG, 1998: IV: 483) ¿ Cual es la idea de la venganza de dar la
voz a las víctimas? ¿Por qué acusan al proyecto de algo así?
Los autores atribuyen al proyecto REMHI la intención de "condicionar el trabajo
de la Comisión de Esclarecimiento Histórico" en un intento de manipulación de la
investigación oficial auspiciada por la ONU. También dicen que la CEH se vio
contaminada porque usó la base de datos del REMHI. Y entonces ¿a qué se dedicó
la CEH durante dos años? La CEH contó con un presupuesto varias veces mayor y un
equipo de más de 200 investigadores profesionales que hicieron su propio trabajo
de recogida de testimonios e investigación.
Pero lo peor del libro es que Maite Rico y Bertrand de la Grange mienten cuando
dicen que "la casi totalidad de los entrevistadores eran catequistas o líderes
locales que habían colaborado con la guerrilla". ¿Conocen acaso a los animadores
de la reconciliación? ¿Se han entrevistado con ellos?¿Qué significa eso, que
manipularon los testimonios que recogieron, que buscaron a víctimas de un lado
de forma deliberada, que sesgaron las respuestas de las víctimas? El proceso de
selección de los entrevistadores fue riguroso y en base a los criterios de
confiabilidad y siguiendo un intenso proceso de capacitación. Dicho proceso fue
estructurado, evaluado y desarrollado por un equipo formado ad-hoc y dirigido
por un equipo con gran experiencia en investigación social.
Además acusa a los asesores del proyecto de "tener los mismos prejuicios
ideológicos, con pocas excepciones, entre las cuales figura el propio Gerardi".
El equipo de investigación fue de total confianza de Monseñor Gerardi, como no
podía ser de otra manera. Pero para sostener una acusación tan grave no muestra
ningún argumento o análisis. Además añade que "con la salvedad del tomo III, el
"entorno Histórico" redactado en gran parte por expertos externos, el resultado
refleja el sesgo tremendo de los autores".
Maite Rico y Bertrand de la Grange demuestran que desconocen totalmente el modo
en cómo se investigó y realizó el informe. Lo que fue escrito sobre todo por
investigadores externos fueron el tomo I y II. No es un problema de números. Esa
parte del informe muestra los testimonios de las víctimas, las consecuencias de
la violencia en la población civil y los mecanismos que hicieron posible el
horror que vivió la población guatemalteca. ¿Por qué se dedican a desprestigiar
ese trabajo? Tanto los resultados del informe como algunos aspectos de su
metodología han sido publicados en revistas de prestigio como RPN de la
Universidad de Oxford, The Lancet, Psicothema, etc. y otros proyectos como la
Comisión de la Verdad del Perú, Sierra Leona o Timor Este, se han nutrido de su
experiencia.
Los autores dicen que el REMHI sataniza a las Fuerzas Armadas y a los grupos
campesinos de "autodefensa" mientras minimiza la responsabilidad de los
guerrilleros. Obvian que los grupos de "autodefensa" eran Patrullas creadas de
forma obligatoria por los gobiernos de los generales Lucas García y Ríos Montt
como un instrumento de lucha contrainsurgente y control de las comunidades
rurales. Repiten y aseguran que "el informe plantea una visión maniquea del
conflicto, habla de crímenes del ejército y de los "errores" de la guerrilla".
Sin embargo esta afirmación no puede encontrarse en ninguna de las páginas del
informe. Les invitamos a leérselo. Además la guerrilla desconfió del trabajo del
REMHI desde el primer momento. Los intentos de varios investigadores de tener
los testimonios de algunos comandantes de la URNG recibieron siempre la negativa
de los mismos debido a que no confiaban en la ecuanimidad del análisis del
equipo del REMHI ni en la posición de la Iglesia. Cuando el informe se presentó,
la respuesta de la guerrilla fue de distancia y de defenderse de los casos que
les adjudicaban. Prejuicios ideológicos,¿de quien?
El libro pone en boca de algunos exoficiales de inteligencia militar -uno de los
cuerpos con peor record en violaciones de derechos humanos en América Latina -
valoraciones sobre el informe REMHI que muestran sólo su propia disociación para
no confrontarse con las investigaciones históricas sobre los hechos. Sus
opiniones no serían consideradas sin ser contrastadas con las de sus víctimas o
con analistas independientes en ningún trabajo mínimamente profesional.
Recoger la opinión del exoficial Lopez Bonilla diciendo que "El trabajo de campo
en una universidad seria no te da el pase al segundo año de licenciatura" no
sólo es una forma de desprecio a un esfuerzo metodológico muy complejo sino
también una enorme ignorancia. Si hubieran preguntado les habríamos dicho que
los testimonios fueron analizados por el equipo de codificación, que además de
los datos relativos al hecho, víctima y responsable se incluyeron otros aspectos
como las consecuencias, las percepciones y las demandas de la gente.
Todo esto se analizó con una metodología estadística bastante exhaustiva y un
análisis cualitativo muy cuidadoso. Así se analizaron las frecuencias, pero
también análisis más precisos y complejos como correlaciones estadísticas,
regresiones múltiples y regresiones logísticas. ¿Todo eso, según la tesis que
defiende el libro y que refiere el exmilitar Sr. Lopez Bonilla, se estudia en el
primer año de licenciatura?
Igualmente el libro da como buenas, las opiniones de este exoficial de
inteligencia militar respecto a las cifras de desaparecidos diciendo que las
cifras aportadas por el REMHI son exageradas, aunque en realidad cuando dice eso
se refiere a las estimaciones aportadas por la CEH (45.000 desaparecidos) y no a
los datos incluidos en las estadísticas generales del informe (Tomo IV).
Así, avala el argumento de todos los regímenes represores al recoger las
opiniones de altos cargos militares de que muchos de los desaparecidos en
realidad están en Estados Unidos o muertos por causas ajenas a la guerra.
¿Quieren una aclaración sobre cómo se hicieron por ejemplo los análisis de las
masacres que son los casos que plantean desafíos metodológicos más difíciles?
Con los testimonios de masacres se realizaron informes específicos que incluían
una codificación por parte de dos codificadores independientes con una
supervisión específica por parte del coordinador de investigación.
Para este caso se utilizó solamente la información de consenso entre los
diferentes testimoniantes. En el análisis cuantitativo se despreciaron las
cifras extremas que podrían inducir a sobreestimación, y se tomaron las cifras
medias o bajas en las que existía el mayor grado de certeza. Toda esa
información está incluida en los correspondientes informes de masacres y se
contrastó con otras fuentes secundarias cuando fue posible.
El libro apoya la versión militar de que las agresiones a la población civil no
fueron parte de una política de Estado. Sin embargo, tanto el REMHI como la CEH
por diferentes fuentes y tipo de análisis llegaron a las mismas conclusiones al
establecer el modus operandi a través de análisis comparativos y estadísticos en
diferentes regiones del país y en diferentes momentos de la guerra.
La CEH definió en su informe que el ejército de Guatemala había cometido
genocidio en varias regiones del país. ¿Niegan Maite Rico y Bertrand de la
Grange el genocidio en Guatemala?. ¿ Qué relación tiene entonces el aval del Sr.
Vargas Llosa al libro con la parte final de su artículo de crítica a las
dictaduras latinoamericanas?
Por último, el libro contiene valoraciones gratuitas y totalmente erróneas de la
relación de Monseñor Gerardi con el proyecto REMHI y específicamente con el
informe Guatemala Nunca Más. Sus opiniones contrarias a la guerrilla expresadas
en diferentes ocasiones son utilizadas por los autores para mostrar la distancia
de su pensamiento con los resultados y el proceso de investigación del REMHI.
Eso se llama manipular las asociaciones de los hechos.
Monseñor Gerardi siguió el proceso de investigación y leyó todos y cada uno de
los borradores del informe Guatemala Nunca Más. Sus opiniones fueron siempre
tenidas en cuenta por el equipo de investigación. Es más, Monseñor Gerardi fue
entrevistado por varios miembros del equipo durante tres días sobre el papel de
la Iglesia y su visión del conflicto armado, incluyendo los episodios más
dolorosos, cuando tuvo que cerrar la diócesis del Quiché en 1980 debido a los
asesinatos de sacerdotes y catequistas.
En esa entrevista declara cómo un alto mando del ejército que se reunió con él
unos días antes de la masacre y quema de la embajada de España en Guatemala (31
de enero de 1980) le pidió que la Iglesia se posicionase a favor o en contra del
ejército y cómo esa masacre fue, en la práctica, el inicio de la política de
tierra arrasada. Sus palabras están grabadas, y ningún intérprete de su
pensamiento puede hacer valer sus propias opiniones y suposiciones sobre la
verdad de su testimonio y su memoria.
En su afán por buscar culpables de la supuesta tergiversación de la historia, el
libro señala al Sr. Edgar Gutierrez, coordinador del proyecto en ese momento
como autor del trabajo que tanto desprecia y a otros miembros de la Oficina de
Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala como inductores de la manipulación
a espaldas de Monseñor Gerardi.
Pero una vez más muestra su desconocimiento tanto de las características del
equipo de investigación (en el que participaron cerca de 80 personas y dos
equipos profesionales de distintas universidades) como el desarrollo de los
diferentes análisis que tuvieron tanto los testimonios recogidos como las
fuentes secundarias, entrevistas a informantes clave, testimonios colectivos,
monografías, estudios de caso, fuentes hemerográficas, archivos desclasificados
de la CIA, testimonios de perpetradores, etc.
El juicio sobre su trayectoria personal después del REMHI (miembro relevante del
nefasto gobierno del expresidente Sr. Portillo del FRG) no tiene en absoluto que
ver con el proyecto, ni con Monseñor Gerardi ni con la solidez metodológica y de
los resultados del trabajo del informe Guatemala Nunca Más.
La memoria de las víctimas del genocidio guatemalteco sigue clamando por el
reconocimiento de la verdad, la reparación, la dignidad de las víctimas y la
sanción social a los perpetradores como el camino de la reconstrucción del
tejido social y la convivencia en Guatemala. El libro ¿Quién mató al obispo?
en sus valoraciones sobre el trabajo del proyecto REMHI y de la CEH es una
negación del genocidio, un insulto a la memoria de las víctimas y a la
inteligencia de la humanidad.
Carlos Martín Beristain.
Médico.
Coordinador del informe Guatemala Nunca Más.
Profesor de Ayuda Humanitaria del Máster Europeo Red NOHA(UE).
Universidad de Deusto.
Darío Páez Rovira.
Catedrático de Psicología Social.
Universidad del País Vasco.
Director de análisis estadística psicosocial del Informe.
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