Latinoam�rica
|
17 de mayo del 2004
Am�rica Latina y el modelo paramilitar
Los Orcos en la batalla
H�ctor Mondrag�n
ZNet
Este art�culo fue escrito el 29 de febrero de 2004 y dedicado a la memoria de
quien fue asesinado en Venezuela ese d�a por denunciar el asesinato de su hijo,
Pedro Doria, padre de un m�dico y dirigente socialista, organizador de los
campesinos venezolanos del Zulia en la zona del Perij�, fronterizacon Colombia..
Hoy, cuando se ha descubierto el plan para atacar Venezuela con paramilitares
colombianos y han sido detenidos 88 de esos paramilitares, cobra vigencia la
denuncia de la marcha de los Orcos El resultado m�s palpable del paramilitarismo
en Colombia es el proceso de desarraigo de tres millones de campesinos
desplazados por la violencia y la subordinaci�n a los grandes propietarios de
regiones. Pero tambi�n lo son el exterminio de la dirigencia sindical m�s
luchadora, liquidada en cuotas anuales de decenas y el final escenario de
desaparici�n de las conquistas laborales y las empresas y entidades del estado
que los sindicatos defienden. Es un proceso exitoso desde el punto de vista del
poder econ�mico.
Ahora, los resultados de la violencia ilegal son institucionalizados mediante
reformas constitucionales que eliminan derechos fundamentales o las v�as para
defenderlos. A la vez, el aparato paramilitar quiere ser legalizado mediante
acuerdos con el gobierno, cuyo efecto m�s real ser� ocultar a los responsables
intelectuales y a los beneficiarios econ�micos del paramilitarismo.
Si se consolidara el proyecto de acuerdo Uribe-paramilitares, un nuevo modelo
resolver�a los problemas generados por la impunidad en el Cono Sur y por las
leyes de olvido para las dictaduras militares chilena y argentina y la dictadura
civil uruguaya, impunidad en crisis y cuestionada internacionalmente.
El modelo colombiano s� garantizar�a, de ser apoyado internacionalmente, una
impunidad de los cr�menes contra los movimientos sociales, bajo el manto de un
acuerdo con supuestos "rebeldes". La sola posibilidad de que este acuerdo se
concrete ha desatado una ola de acciones paramilitares y sicariales en el
continente.
El intento de asesinato del presidente de la Confederaci�n de Nacionalidades
Ind�genas del Ecuador Leonidas Iza, el 1� de febrero expresa los m�todos e
instrumentos que se quieren ense�orear de Am�rica Latina para detener la lucha
masiva contra el neoliberalismo y los tratados de "libre comercio".
No ha sido un hecho aislado ni en Ecuador ni en el conjunto del continente. En
Ecuador sigui� a los asesinatos del activista campesino ecologista Angel Shingre
y del investigador petrolero Patricio Campana y estuvo precedido cinco a�os
antes por el asesinato, por los paramilitares colombianos, del dirigente
izquierdista Jaime Hurtado.
Mucho m�s grave es la situaci�n de Venezuela, donde han sido asesinados m�s de
80 l�deres campesinos que luchaban por la aplicaci�n de la ley de reforma
agraria, el m�dico socialista Pedro Doria, asesor de los campesinos, y durante
este a�o tres sindicalistas y un cooperativista bolivariano. En junio de 2002 se
hab�a anunciado la creaci�n de las Autodefensas Unidas de Venezuela AUV,
apoyadas por las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia AUC:
El 27 de febrero qued� claro que la oposici�n venezolana quiere sustituir la
p�rdida de las masas, con armas de fuego y fuego: un peque�o grupo quem� una
sede del partido MVR, otro atac� la emisora alternativa Radio Perola. Varios
opositores accionaron pistolas y rev�lveres.
En Brasil, el estudio "Los cr�menes del latifundio" document� el asesinato de 44
l�deres de los trabajadores rurales sin tierra. Las bandas armadas de los
latifundistas se expresan ahora virulentas contra la demarcaci�n de tierras
ind�genas. Amenazas de muerte han ca�do sobre el obispo Pedro Casald�liga por
apoyar a los indios Xavante cuyas tierras son apetecidas por lo platadores de
soya. En Roraima, los hacendados y empresarios del arroz lograron apoyarse en
una masa de colonos que el 6 de enero no vacilaron en secuestrar y tomar como
rehenes a 3 sacerdotes que apoyaban la titulaci�n colectiva para los ind�genas.
Lo ocurrido muestra que las bandas armadas de derecha adem�s de aumentar su
actividad, cobran una creciente confianza.
Lo mismo se pudo apreciar el pasado diciembre en Mojos, Beni, Bolivia: bandas
armadas de los hacendados amenazaron de muerte a ind�genas y campesinos y a las
monjas y organizaciones no gubernamentales que defienden los derechos de las
comunidades a la tierra. Aprovechando el incidente aislado en el cual un
empleado furioso y actuando individualmente, mat� a un alcalde porque no le
pagaba el sueldo, las bandas derechistas sembraron el terror en la regi�n y se
posicionaron para impedir las reclamaciones de tierras. Los campesinos cocaleros
denuncian que en el Chapare se entrenan grupos paramilitares para tratar de
quebrar al movimiento social.
El paramilitarismo golpea incesantemente en Honduras y renace en Argentina con
amenazas y asesinatos como el de Sandra Cabrera, secretaria de la Asociaci�n de
Mujeres Meretrices y la reaparici�n de paramilitares atacando a los campesinos
en Santiago del Estero.
Hasta los Ton-Ton Macoutes y el ej�rcito can�bal son estrellas, que de autores
de cr�menes atroces pasan a honorables rebeldes triunfantes como parte de la
"oposici�n democr�tica" haitiana.
Las bandas armadas de derecha toman un papel protag�nico en momentos en que es
evidente que grandes masas latinoamericanas se hacen sentir en las m�s diversas
formas, con grandes movilizaciones o en las elecciones. Las bandas derechistas
no pueden arg�ir el pretexto de que combaten la guerrilla, como en Colombia o
como en Guatemala de los 80 o Argentina de los 70.
Sin embargo, el objetivo de su acci�n es exactamente el mismo que el obtenido en
Colombia, donde muy lejos de destruir la guerrilla, s� han hecho la sangrienta
contribuci�n decisiva para destruir las conquistas legales de los movimientos
sociales e imponer la legislaci�n que conviene a transnacionales y latifundistas
y claro, los tratados de libre comercio; y a garantizar que no se culpe al
estado ni a los financiadores de la violencia.
La dificultades para el �xito de este modelo se manifestaron en el fracaso del
viaje del presidente Uribe a Europa; en las acusaciones de la fiscal�a italiana
contra los paramilitares colombianos por su ligaz�n con la mafia calabresa; en
las ordenes de extradici�n a Estados Unidos contra algunos jefes de las AUC y en
el esc�ndalo ocasionado por los descubrimientos de sus cargamentos de coca�na y
el intento de encubrir los mismos por autoridades colombianas. Pero desde el
gobierno de Estados Unidos no se cuestiona la impunidad para las masacres, el
aniquilamiento del liderazgo sindical y el despojo de tierras campesinas, sino
las actividades de narcotr�fico, que surgen como la prueba reina que permitir�
deshacerse de estos orcos una vez cumplan su tarea. Los orcos siempre han sido
carne de ca��n del verdadero poder.