Fotos y trenes que pasan por Madrid
La guerra en Colombia:
entre la vieja ruta y el nuevo laboratorio
Carlos Alberto Ruiz
Rebelión
A la memoria de Elsa y Mario,
defensores de derechos humanos, asesinados en Bogotá el 19 de mayo de 1997
La intención de este artículo
*,
así como de su encabezamiento, es marcar con inquietud y necesaria ironía, ante
el sarcasmo y crudeza del devenir, unos elementos de la coyuntura y del
conflicto estructural en Colombia, como también aspectos a tener en cuenta en la
política española en relación con la situación y la tendencia en dicho país,
máxime con la aparentemente "llana" visita de Álvaro Uribe Vélez el 21 de mayo
de 2004 a Madrid, y su encuentro, más probable foto abordo y abrazo, con el
nuevo presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.
Laboratorio y tanatorio
Es ya un lugar común señalar en literatura tanto de líneas convencionales como
de enfoques críticos, que en materia de derechos humanos Colombia es un
laboratorio. Recientes libros de análisis o informes de organismos
internacionales editados en España en el 2004, aplican el término para explicar
cómo se cuecen recetas que parcial pero congruentemente se contrastan y
reafirman en otras experiencias y secuencias del orden mundial, de creciente y
cada vez más abierto dominio imperial, en el que este país, Colombia, es
privilegiado escenario de prueba. Taller, literalmente, de francas
empresas de guerra.
También ha sido usado e inducido paulatinamente desde el año 1999 el concepto y
la metáfora del laboratorio para enmarcar un proceso de ensayo de
"paz" y sus respectivas rentas, proceso en el que se compatibilizan a la
fuerza dos objetivos supuestamente contradictorios: la gestión del grueso de la
cooperación europea, de un lado, y del otro la pérdida real de espacios
alternativos para las reivindicaciones radicales sobre aplazadas necesidades
sociales, primordiales para la prevención y el vencimiento de las violencias más
descarnadas. En ese laboratorio tienen lugar engranajes y voces de
oficiosas mezclas de paradigmas que han contribuido a la anulación exitosa de
bases de luchas populares, truncadas en gran medida por la guerra sucia.
Haciendo vacío y silencio sobre la tramoya del genocidio, del que han sido
víctimas por ejemplo las organizaciones sindicales y campesinas, con parte del
instrumental de tal laboratorio se suplantan duras bregas y búsquedas que
venían produciéndose desde décadas pasadas tras genuinos o superiores
empoderamientos populares. Así, el laboratorio se verifica fáctica y
simultáneamente en labor de una trama, de muy escogidas
contrapartes, y en trama para una labor política de aparente
mediación, que se define ante todo según los intereses de corporaciones
privadas, de la banca mundial, de centros de gobiernos y elites de agencias
internacionales y nacionales, que se desgrana e implementa luego dentro de una
franja asociativa de órbitas y ganancias particulares que comprende algunas Ongs
o agrupaciones locales de diferente nivel, intermediarias y receptoras de un
discurso de pacificación, que administran recursos y palabras de la
llamada asistencia humanitaria y de la alegada ayuda al desarrollo.
Frente a la enorme riqueza del país acumulada en muy pocas manos, una primaria y
obvia conclusión debe subrayarse: tal "paz" elaborada como argumento en
ese laboratorio, es viable como apaciguamiento; que llega como solución
de disuasión dirigida a los disidentes del modelo y promesa de futuro sin los
cambios sustanciales o las reformas para las amplias colectividades excluidas
(casi 30 millones de colombian@s en la pobreza: el 65% de la población).
En ese sentido, la apelación del "laboratorio" es también la petición de
"tiempos y compás de espera". Suele decirse entonces que se precisa de
márgenes de actuación y mecanismos de gracia para que las instituciones obtengan
resultados en el mediano y largo plazo. Tal idea se solapa con la "seguridad
democrática" planteada en el proyecto totalitario de Uribe Vélez, pues ha
acompañado tanto el aprovisionamiento mediático como la instrucción "civil-ciudadana"
de sectores hoy sumisos, que bajo la obediencia y la colaboración a la
autoridad funcionarían sobreviviendo todavía más dóciles en medio del
conflicto, mientras éste se desactiva en sus expresiones militares y políticas
rebeldes, sin que puedan como bloques contestatarios interferir con
posibilidades la acción del gran capital, que instala sus resortes en regiones
inmensamente ricas como el Magdalena Medio, el sur de Bolívar y el Oriente de
Antioquia, tres vastas e importantes zonas del centro geográfico y productivo
colombiano, donde el "laboratorio de paz" que apoya la Unión Europea ha
marchado acompasado con los dividendos del terror.
Debe repasarse que desde el 2000 la connivencia se produce sin impugnaciones,
mientras no cesa el control militar-paramilitar y la concatenación de
operaciones contrainsurgentes de aliento estratégico descargadas contra la
población civil más arruinada, propias del tan mentado Plan Colombia,
programa actualmente rediseñado para una etapa feroz por determinar,
según los dictados y cálculos que se trazan en Washington y Bogotá, dos patas de
un trípode que se ha movido con las explosiones de los ataques criminales en
Madrid el 11 de marzo.
Trípode para fotos y armas
El otro pie de ese trípode se bifurca nominalmente en La Moncloa y en Bruselas.
Es el soporte liberal de la amenazadora "legitimidad" eventual. Y
si fallara el socio europeo, su no alineamiento puede sacudir el
repertorio político-legal, hacer tambalear el armazón mediático e ideológico
que se prepara para una mayor y más costosa aventura guerrerista, a la cual no
va a renunciar el dúo Bush (o sucesor) - Uribe y sus nóminas.
Pensando en la declarada decencia política de Rodríguez Zapatero, existirían
razones para a- guardar la esperanza, ingenua acaso, que el "comando Madrid",
regido antes por Aznar para este propósito de guerras lucrativas, esté
interceptado. No obstante, sus explosivas cargas fueron dejadas ya en el
tren del conflicto colombiano.
Está por verse muy pronto el registro que el gobierno de Rodríguez Zapatero
tendrá al respecto. Si se hace guardián en Colombia del legado de agresión,
ocupación e intervensionismo que su antecesor estimuló; si es heredero del
liderazgo pérfido henchido de doblez en la combinación de un emplazamiento de
fondo bélico al tiempo que promueve la " cooperación" paliativa y
perversamente interesada a través de la Unión Europea, o si es reconducida en
conjunto con ésta una facilitación transparente, para futuros pasos y
condiciones básicas hacia la solución de un hondo conflicto social, político y
armado, mediante una negociación concertada y fundada en reformas para la
justicia social.
Ciertamente, por su peso actual y potencial, lo que haga o deje de
hacer este nuevo gobierno del PSOE ante el conflicto colombiano tendrá un severo
impacto, porque está en capacidad de agravar la actual fractura y sus
repercusiones regionales, como también, por el contrario, de apostar por un
devenir de diálogo y cambio. Rodríguez Zapatero tiene que haber leído en los
periódicos que paramilitares-mercenarios colombianos atravesaron la frontera con
Venezuela. Y sus servicios exteriores y de inteligencia deben situarlo en las
coordenadas generales de los planes que se trazan desde Washington, Miami y
Bogotá contra el gobierno de Hugo Chávez.
Avances y acercamientos son posibles, apuntando tanto a la salida histórica de
la confrontación armada en Colombia, como a la articulación de una política
exterior para América Latina y el Caribe que comprenda y demande tal solución
política de un país que desborda su crisis y podredumbre, para lo cual es
imperioso que abandone España su penosa faena esquizofrénica en relación con los
derechos humanos, su doble rasero, así como la prepotencia ante unos, que
une a la sombra de servilismo que de manera patética supo infundir y
cultivar Aznar al lado de Bush y Blair, caras del mismo trípode.
La prueba Uribe al talante de Rodríguez Zapatero
En consecuencia con el rechazo explícito a las guerras criminales y suicidas, y
en consonancia con la resonada vuelta al arquetipo de Naciones Unidas, al menos,
inmediatamente y no más tarde, Rodríguez Zapatero debe desprenderse de las
orientaciones globales y locales del actual binomio Bush-Uribe y sus camarillas,
temiéndole a futuras fotos que no habrá, de las torturas, desapariciones,
asesinatos y matanzas que sí hay a diario en Colombia. Se supone por los ecos
sobre su talante, su pudor y su inteligencia, que no necesita que se le hagan
llegar fotografías. Basta por lo pronto que su equipo lea y le resuma sin
tergiversaciones los documentos de Naciones Unidas acerca de la situación de
derechos humanos en ese país.
Ante sí, tiene el nuevo presidente español un test de coherencia mínima, de
propiedad de la palabra, porque si la empobrecida ONU debía valer para Irak,
pese a su languidez debe valer para el franco régimen totalitario que se
configura raudamente en Colombia. Y el panorama es claro aunque sea complejo, no
obstante la flojedad de las deposiciones y los registros tardíos de la ONU y de
otros foros sobre la tragedia que afronta el pueblo colombiano.
Como las anteriores administraciones, cuyos titulares pasan y posan impunemente
por Madrid después del desangre al que contribuyeron como presidentes y
comandantes militares, Andrés Pastrana entre otros socios de Aznar,
sistemáticamente también el gobierno Uribe, ha burlado olímpicamente las más
elementales obligaciones de derechos humanos que la ONU ha requerido se cumplan
sin más dilación.
Uribe Vélez mantiene en impunidad la estrategia paramilitar que impulsó
personalmente desde pasados cargos, la cual en gran medida es objeto de una
reingeniería de legalización e inmunidad a través de pantomimas de
desmovilización que esconden su reciclaje y fortalecimiento, y de la recompensa
mercenaria a sistemas de informantes, empresas de seguridad privada, cooperantes
en la guerra, soldados campesinos y demás figuras en la misma cuerda, que
regatean no sólo el derecho a la justicia de miles de víctimas de los crímenes
del terrorismo paramilitar, sino que se premian de hecho con su blindaje y
recomposición en tanto se mantiene incólume su lógica funcional. Es avalada así
como solvente garantía de fuerza a la postre eficiente para la protección de
inmensas propiedades de terratenientes, ganaderos y empresas que se emparejan en
negocios ilegales como el narcotráfico, hasta los legales como la explotación
petrolera, bananera, maderera o el cultivo de palma.
Pero no sólo es esta brutal guerra sucia que se recubre con ese "mirar
a otro lado" a la hora de los asesinatos selectivos, las masacres, las
desapariciones forzadas, las torturas y el exilio. El día a día revela el
simultáneo ensamble inteligente de un férreo cerco a quien ose disentir
seriamente de la política económica ya no sólo de recio credo neoliberal sino de
fuerte raíz colaboracionista con la prospección de corporaciones de Estados
Unidos, principalmente, las mismas que están en pos de guerras y saqueos como
ocurre en Irak, siendo ejemplo manifiesto la persecución a la legítima huelga de
los trabajadores petroleros de la Unión Sindical Obrera, USO y el aumento de
personal militar estadounidense y mercenario que monitorea o dirige tramos y
claves del conflicto y su usufructo actual y futuro. Es también la
judicialización de organizaciones sociales, populares, sindicales, cívicas y de
defensa de los derechos de la población; más normas "antiterroristas" que
facultan a los militares para actuar por cuenta de la sospecha y la caza de la
subversión hasta aniquilarla; y cárceles abarrotadas donde no están ni los
políticos corruptos, ni los generales genocidas, ni los jefes paramilitares.
3.1. El test paramilitar
Estos últimos, entre amagos de vendettas mafiosas, negociaciones fanfarronas de
su impunidad para evitar ser extraditados por fricciones y repartos del
narcotráfico, y una parafernalia de " interlocutores" políticos que en
las mismas sábanas pernoctan como "antagonistas", devienen en prácticos
comodines y pasajeros en esta fase de la pregonada "seguridad democrática",
bautizada así por Uribe, quien a su modo se rodea hábilmente de ella. Un
calificado capo paramilitar antiguo jefe de bandas de asesinos a sueldo del
narcotráfico, hoy "inspector" paramilitar, afirmó a la prensa, a nombre de las "
autodefensas", que no se opondrían al "primer Magistrado" (Uribe),
que condenan "cualquier acción que ponga en riesgo" su vida, recordando
que Uribe "tiene una finca ganadera en el departamento caribeño de Córdoba,
zona en la que tienen alta influencia los paramilitares", y que es el
"único lugar de Colombia donde el presidente conduce su vehículo y anda
tranquilo". Así es. Sin duda.
Por ello, Uribe paramilitariza el país tanto como el sosegado entorno de su
hacienda, así como a su forma quienes le siguen y resguardan, expelen, de manera
pulida o tosca, que no están dispuestos a perder: nada de ser sancionados por
sus crímenes ni dejarse arrebatar sus grandes propiedades agrarias acumuladas
cuando desplazaron al campesinado pobre; nada de restarse su poder e
inconmensurable capital. Lo dicen al tiempo de manifestar para la galería que
están dispuestos a actos de reconciliación con las víctimas donando parcelas
para ellas o pagando gestos. Es la concepción de justicia feudal que Uribe y los
suyos representan, aunque haya sido elegido "democráticamente" en la
rutina huera de una "democracia" de espanto que busca ahora afinar para
su casi segura reelección. Por ello, con otras razones de estructuración de la
doctrina y la armadura neoliberal, impulsa una reforma constitucional que le
permita cumplir el quiebre de la prometida y dispendiosa "solución final".
Uribe, con un serio prontuario en cuanto promotor de oscuras alianzas y
beneficios narco- paramilitares, tiene ante sí no sólo el desafío guerrillero,
sino el probable cansancio más tarde de amplios sectores maleables que, se dice,
le apoyan al día de hoy, según los altavoces de los medios, pese a la miseria
generalizada y a la frustración cada vez más corriente, apenas obvia, tras los
golpes de una exclusión galopante, sostenible por ahora con la fuerza, el
artificio y el miedo.
Trenes rumbo a Colombia, que pasan por Madrid
Del mandato de Rodríguez Zapatero habrá pues que hacerse un seguimiento muy
riguroso en este campo, y decirse lo que hay. Si hay algún grado de complacencia
o silencio con la estrategia de impunidad del paramilitarismo, con sus
beneficiarios y benefactores; si hay más ventas de armas a unas fuerzas
oficiales genocidas; si admite misiones militares y policiales sin control de
qué personal y con qué propósito arriban a España o se trata con ellas; si no
contribuye a la persecución de crímenes internacionales o de lesa humanidad. Los
que tantas veces han reprochado el abrazo de las Islas Azores no pueden callar
qué poses y qué fotos buscará tomarse Uribe Vélez y con qué socios, al lado del
talante de cambio que se anuncia y enuncia en el ámbito español y europeo.
Tienen Rodríguez Zapatero y su ministro Moratinos el deber político de la
higiene a la hora de las fotos, los saludos y los pactos. Cualquier signo de
respaldo a la psicosis de Uribe sería fatal. Sería llevarle las mochilas de
muerte que él busca dejar en trenes que pasan por Madrid y que van hasta
Colombia, menos a su finca y alrededores.
El compás de Uribe Vélez ha finalizado al condenar a Colombia a más guerra y
opresión. En la encrucijada de ese país dentro de una región convulsa, tiene el
gobierno español de Rodríguez Zapatero una clara oportunidad de demostrar la
consistencia de un pensamiento progresista, de genero social, que sabe de la
pobreza en la base de la violencia; que pretende auténticamente se respeten los
derechos humanos, rechazando el libreto fascista; y que le interesa la
renovación de idearios y pautas de construcción de la integración y la
democracia en América Latina como fuente de paz y futuro de libertades. No se le
pide naturalmente al nuevo gobierno acompañar o compartir muchos de los retos de
autodeterminación y bienestar a que aspiran allá fuerzas políticas y sociales,
que plantan algún grado de lucha irritando donde el Imperio manda despreciativo,
pero donde comienza otra vez a ser desobedecido. Sin embargo, se espera
fundadamente del gobierno PSOE-Rodríguez Zapatero que no copie a PP-Aznar, que
salga en defensa activa al menos de los derechos humanos liberales, sembrados en
la vieja ruta de la paz con dignidad, y que se niegue a peligrosos experimentos
de pacificación con pobreza en laboratorios de desesperanza.
* Una versión resumida se publicará en la Revista Pueblos, de
junio de 2004