Tanta desigualdad es "es un pecado social", dice una
investigación de Caritas de la Iglesia Católica
Bolivia, el país más
desigual del mundo
Miguel Lora
Si América Latina es la región más desigual del planeta en cuanto a la
distribución de la riqueza, entonces Bolivia es el país más inequitativo del
mundo. En Latinoamérica el 10% de los más ricos de la población se queda con el
48% del ingreso y el 10% más pobre obtiene apenas el 1,6%, es decir 30 veces
menos. Y en Bolivia ese índice de desigualdad es más alto todavía. Para
determinar el grado de desigualdad entre las naciones los investigadores
sociales recurren al Coeficiente Gini, un indicador que mide las desigualdades
en la distribución del ingreso entre individuos y hogares. Un coeficiente Gini 0
significa una distribución de ingresos perfectamente igual, mientras que un
coeficiente Gini 1 indica una perfecta desigualdad. Aplicando ese coeficiente,
Bolivia aparece como el país más desigual del continente a comienzos del siglo
XXI, desplazando incluso a Brasil al segundo lugar, antaño la nación con mayor
concentración de la riqueza. América Latina tiene un coeficiente Gini de 0,54 en
promedio, el índice de desigualdad más alto del mundo, seguido por África del
sur del Sahara que presenta un coeficiente de 0,45 en promedio. En los países
industrializados del norte el índice oscila entre 0,25 y 0,40 -0,33 en promedio-,
mientras que en Europa del Este y Asia del sur el coeficiente llega a 0,31.
Según esos indicadores, aún el país más equitativo de Latinoamérica -Uruguay,
con 0,45 de coeficiente Gini- es mucho más desigual respecto a países
industrializados del norte y de Europa del Este. El país más equitativo en
Europa es Austria, donde el 20% más pobre de la población recibe tres veces
menos de ingreso que el 20% más rico. En Suiza los más ricos reciben hasta siete
veces más que los más pobres. En Bolivia ese índice es abismalmente superior: el
20% más rico de la población recibe casi 60 veces más de ingreso que el 20% más
pobre.
La injusticia boliviana
Una reciente investigación de la Comisión Episcopal de Pastoral Social Caritas
de Bolivia realizada por Alfred Gugler indica que en el año 2002 el 10% del
total de la población -aproximadamente unos 830 mil habitantes-se apropió de más
del 46% de todos los ingresos generados en el país, en tanto que el 10% de los
más pobres se conformaron con menos de 0,17% los ingresos. Esto quiere decir que
en el reparto de 100 bolivianos de ingreso entre 100 ciudadanos bolivianos, los
10 más ricos recibieron hasta 46 bolivianos, mientras que los 10 más pobres
obtuvieron apenas 17 centavos, es decir 270 veces menos.
Lo más grave es que esa amplia brecha tiende a ensancharse, y no sólo en
Bolivia, pues la gran mayoría de los países de la región registra hoy mayores
niveles de inequidad que a principios de la década los 70 del siglo pasado.
Según un estudio de la Unidad de Análisis de Políticas Económicas del gobierno
boliviano (Udape), entre 1999 y 2001 los ingresos del 10% más rico de los
bolivianos aumentaron 11%, mientras que el 10% más pobre perdió casi 20% de su
ingreso.
En otras palabras, los ricos se vuelven cada vez más ricos y los pobres cada vez
más pobres. La Iglesia piensa que no es más que un "pecado social" el hecho de
que pocos tengan mucho y muchos casi nada y que sea extremadamente baja la
participación de los más pobres en el ingreso total.
Monseñor Luis Casey, vicario de Pando y presidente de Caritas, opina que un
sistema con tanto desequilibrio e inequidad es insostenible, pues la desigualdad
se traduce en inestabilidad política suficientemente demostrada con el reventón
social de 2003 que todavía no fue apaciguado.
¿Por qué se amplía la brecha?
Según la Iglesia y el investigador Gugler varios factores tienen que ver en la
pésima distribución de la riqueza y en la ampliación de la brecha entre ricos y
pobres.
Las políticas públicas de ajuste estructural inspiradas en total ausencia de
valores éticos y morales, cuyos objetivos centrales no siempre son la búsqueda
de una sociedad más justa y solidaria, contribuyen al agravamiento del problema.
La obsesión del equilibrio fiscal, con la inflación y déficit bajos, no siempre
consideró el impacto en la producción y el empleo. De ahí que las reformas
estructurales "informalizaron" la economía e hicieron más precario el mercado
laboral.
Las desigualdades en América Latina comenzaron a empeorar después de la década
de los 70. En los 70 el capitalismo de Estado pudo disminuir en algo las
brechas, pero en los 80 éstas comenzaron a ensancharse fuertemente con la crisis
de la deuda y tendieron a agravarse con los programas de ajuste estructural de
los años 90, especialmente en la segunda mitad de la década. Entre 1993 y 1998,
la región registró un crecimiento promedio de 4,7%, pero la inequidad aumentó de
igual manera.
También contribuyen al ensanchamiento de la brecha otros factores estructurales,
como la desigual distribución de la tierra. En el año 2000, 20% de las unidades
agropecuarias poseían el 97% de las tierras cultivables de Bolivia, mientras que
el 80% restante de las unidades sólo accedió al 3% de las tierras. Según el
analista en temas agrarios Miguel Urioste, el 95% de las grandes propiedades se
encuentra en manos de especuladores de la tierra, conformando una especie de "neolatifundio
improductivo" en el oriente y minifundio en el occidente del país.
Por otro lado, las políticas impositivas regresivas también agudizaron las
desigualdades. El 80% de los impuestos en Bolivia gravan el consumo, lo que
demuestra la regresividad del sistema, pues son los pobres los que consumen casi
todos sus ingresos. Según un estudio de Fernando Cossío Muñoz, la carga
impositiva para el 20% más pobre de la población es casi el 25% de sus ingresos,
mientras que esa misma carga representa sólo el 14% de los ingresos del quintil
más rico de la población.
El "pecado social"
"A la luz de la fe, vemos como un escándalo y una contradicción con el ser
cristiano la creciente brecha entre ricos y pobres. El lujo de unos pocos se
convierte en insulto contra la miseria de las grandes masas. Esto es contrario
al plan del Creador. En esta angustia y dolor, la Iglesia disiente una situación
de pecado social de gravedad, tanto mayor por darse en países que se llaman
cristianos", reclama la Iglesia en el Documento de Puebla número 28.
Y la presión obliga dar la cara a los responsables más visibles de la progresiva
polarización social. El Banco Mundial identifica cuatro acciones para reducir la
desigualdad: garantizar una democracia más participativa que integre a los
marginados; mayor libertar de información; prudencia fiscal en buenos tiempos y
políticas anticíclicas en épocas de vacas flacas; y conceder derechos de
propiedad para que los marginados accedan a activos productivos.
Para reducir la brecha entre ricos y pobres y de algún modo mejorar la
distribución de los recursos, Gugler propone reformar la política tributaria
regresiva, gastar más en la gente, dar seguro de desempleo, subsidios, bono de
natalidad, lactancia y asistencia familiar. Es importante también considerar más
gastos en educación y salud, la subvención de ciertos servicios básicos e
intervenir directamente en el mercado.
En la actual coyuntura, cuando las desigualdades se convierten en una bomba de
tiempo, los planteamientos de Gugler y del propio BM se convierten en una
exigencia si es que el gobierno quiere evitar un conflicto mayúsculo sin
recurrir a la violencia. Pero al parecer la administración Mesa todavía no
termina de comprender el problema pues ha mandado a decir a uno de sus ministros
que cambiar el modelo de libre mercado es como pedir que la tierra deje de rotar
alrededor del sol.