Latinoamérica
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Evo, el guardián de palacio
Gabriel Tabera Soliz
www.econoticiasbolivia.com
El aroma del poder y un grupo de ambiciosos intelectuales de clase media
le han cambiado la cara al otrora radical e insurgente Movimiento al Socialismo
(MAS) del cocalero Evo Morales, que ha enterrado la lucha social para salvar al
presidente Carlos Mesa y las elecciones del 2007.
El cocalero presidenciable es muy popular en el exterior, se codea con
intelectuales y es elogiado por los parlamentarios europeos que buscan una
barniz progresista. Ha cosechado algunos amigos en el exterior, aunque ha
perdido muchos en Bolivia.
De él, ya no hablan mal los empresarios ni los militares, menos los gobernantes.
Los grandes medios de comunicación alaban su mesura, su racionalidad y su
flamante apego al orden institucional. Sólo las clases bajas, los sindicatos y
las organizaciones sociales y populares de base lo cuestionan y lo llaman
traidor y vendido al neoliberalismo.
En el extranjero tiene fama de héroe. Muchos, inescrupulosos o poco informados,
creen que ha sido el conductor y líder de la insurrección popular de octubre.
Evo sonríe, da conferencias y recibe sin inmutarse el aplauso de una platea, que
no conoce o no recuerda, que el cocalero andaba de viaje cuando los pobres
enfrentaban la metralla y el genocidio.
Pocos se acuerdan que el cocalero no aceptaba ni la huelga ni el bloqueo de
caminos decretadas por la Central Obrera Boliviana (COB) para derrocar a Gonzalo
Sánchez de Lozada. "Viene el golpe militar", "viene el autogolpe", decía en
octubre del 2003 para hacer retroceder y desanimar a los obreros, campesinos y
vecinos que se habían levantando para nacionalizar el gas y el petróleo, que se
habían rebelado para acabar con el neoliberalismo.
Hoy, cuando la rebelión de los pobres ha vuelto a ponerse de pie y apunta al
gobierno del neoliberal Carlos Mesa, que es el fiel continuador de la política
de Sánchez de Lozada, del FMI , de las transnacionales y de la Embajada de
Estados Unidos, el cocalero convertido en fiel amigo del hombre de Palacio,
repite el libreto y acusa a los sindicalistas de propiciar el golpe faccioso y
hacerle el juego a la Embajada de Estados Unidos y a los militares fascistas.
Penoso papel. El gran ausente de la rebelión de octubre acusando a los hombres y
mujeres, que enfrentaron la bala y la metralla del Ejército hace seis meses, de
ser hoy aliados de los militares "carapintadas" en la tarea de aplastar la
democracia y las ilusiones del pueblo.
Pero no sólo predica contra la movilización de las masas, sino que trabaja
abiertamente para su fracaso al instruir a todos los sindicalistas del MAS para
que boicoteen la lucha de la COB, para que socaven y destruyan a la actual
dirección sindical de los obreros, no importa cómo y a qué precio. Aplica a la
dirección de la COB la misma receta que los gobiernos neoliberales y la Embajada
de Estados Unidos le enrostraban casi siempre que organizaba bloqueos y marchas
de cocaleros. "Es un paramilitar", dice del líder de la COB, Jaime Solares, el
que ayer era acusado de ser un instrumento de los narcotraficantes.
Evo está irreconocible y habla, incluso, en contra de la nacionalización del gas
y el petróleo, la consigna que mueve y une a los pobres de Bolivia. Según James
Petras, uno de los mayores intelectuales revolucionarios de la actualidad, hay
un abismo entre el MAS de la heroica resistencia cocalera y el MAS de hoy.
"El MAS empezó entre los cocaleros, pero cuando llegan al Parlamento se suben al
tren muchos profesionales de clase media acomodada. Estuve con uno de los
hermanos Peredo reunido con otros 40 progresistas con ideas críticas al
neoliberalismo, a favor de un mayor manejo estatal, pero no eran gente realmente
combativa. Hablar del MAS ahora, un partido electoral, policlasista, con mucha
influencia de los parlamentarios vinculados con la clase media, con lo que era
el MAS al comienzo, es un error, como sucede con el PT del Brasil", dice Petras
en un reportaje publicado en la revista La Maza por el periodista argentino
Mario Hernández.
Al Evo y al MAS de hoy sólo les interesan las elecciones y sentarse en la silla
presidencial para armar un socialismo de papel, respetando a las transnacionales
y a los empresarios nacionales que explotan sin misericordia la mano de obra
asalariada.
"Mi propuesta es construir el socialismo en Bolivia, claro que respetando a los
empresarios honestos, responsables. Estamos en un proceso de transformación
profunda en el que debe aplicarse la economía mixta. En todo caso mi propuesta
de socialismo es respetando la propiedad privada", le dijo hace poco al
periódico argentino de Página 12.
Y su objetivo inmediato es ganar por lo menos 200 municipios, más del 50% de los
gobiernos locales, en las elecciones municipales de fin de año, lo que, según
calcula, le daría grandes chances para llegar a la Presidencia en las elecciones
del 2007.
Pero este extremado electoralismo podría, por el contrario, sepultar a Evo y al
MAS, según la visión de Petras.
"Más allá de Evo, uno de sus principales ideólogos, el senador Filemón Escobar,
minero hace 30 años, tiene una visión electoralista. Habla de la lucha de masas
pero, según me dijo en una reunión que participamos junto con los cocaleros,
subordinada a una visión estratégica puesta en las elecciones del 2007. Así toda
la lucha está condicionada para mantener el sistema a cualquier costo confiando
en las elecciones. Por eso pactaron con Mesa".
"Creo que esta visión es sumamente surrealista, sobre todo en Bolivia.
Planificar a tres años la participación electoral mientras cada año hay por lo
menos un levantamiento y alguna intervención militar, no tiene mucho realismo.
Está muy influido por el camino de Lula, en un sentido muy negativo. Han tomado
un camino equivocado", agrega Petras.
En el último año, Evo ha perdido mucho en los sectores sociales y en los
sectores combativos de la clase media, desilusionados por el accionar del líder
cocalero al que habían apoyado en las elecciones nacionales del 2002, cuando
logró la segunda mayoría, muy cerca de la primera.
En las marchas y en los ampliados sindicales muchos hablan mal de él y muy pocos
se atreven a defenderlo de frente, a defender su política conciliadora y
electorera.
Su desgaste es evidente y no se necesita leer en la sagrada hoja de coca para
saber que, si sigue boicoteando la lucha de los pobres que pugnan por acabar con
el neoliberalismo y nacionalizar el gas y el petróleo, Evo no tendrá el
suficiente apoyo popular para cristalizar su sueño dorado: ganar las elecciones
y sentarse en la silla presidencial. El electorero trabaja para su propia
derrota electoral.