Latinoamérica
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20 de april del 2004
México / Cuba
Vía telefónica, el adiós a la política exterior
Víctor Flores Olea
Decididamente las llamadas telefónicas son la perdición de Vicente Fox. Sobre todo porque las pláticas se revelan fuera y a él apenas le queda un disimulo que no puede manejar. Y porque su contenido es vergonzoso, si no humillante para él, según lo mostró hace dos años Fidel Castro cuando Fox le pidió al mandatario cubano que nada más comiera (un "cabrito") y saliera de Monterrey: no se fuera a topar en algún corredor con el mandatario estadounidense. Y ahora, en las antípodas, el mismo George W. Bush anunciando desde su oficina en Washington el sentido del voto mexicano en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra.
Las cuestiones se quedarían en ridículas anécdotas si no probaran el desprecio del mandatario mexicano a las elementales reglas del trato entre Jefes de Estado y a los principios de la política exterior mexicana. En el primer caso, en una conferencia internacional organizada por Naciones Unidas, de la cual México era el país anfitrión. Ahora, atendiendo la petición-indicación de Bush, cuando sus voceros, comenzando por el Secretario de Relaciones Exteriores, seguían insistiendo en que la decisión del gobierno mexicano dependía del estudio en sus "méritos" de la resolución condenatoria a Cuba.
Tales "méritos", como es claro, quedaron definidos en esa llamada telefónica, lo cual confirma que Fox y su gobierno convierten al país en una especie de república bananera, de las que sólo esperan la voz del amo para actuar, y a nuestras instituciones y principios internacionales en moneda de cambio, más bien en materia desechable a voluntad.
Por cierto, pasadas unas horas se ha sabido que el teléfono de Bush repicó no sólo en Los Pinos sino en otra decena de oficinas presidenciales latinoamericanas. Y que el insigne paje Aznar, puesto ya en la calle por el veredicto de las urnas, participó también en esa operación de ablandamiento latinoamericano, además de las presiones y chantajes que se efectuaron (sin éxito) sobre países africanos integrantes de la comisión. Decididamente a Fox le han tomado la medida y nuestro país ha ingresado a la legión de celosos servidores del Imperio: vergüenza histórica, indignidad que ni siquiera ha sido compensada por un plato de lentejas. Pero las cosas son así y es natural: a los servidores se les patea sin asomo de compasión ni de compensación.
Resolución injerencista la de Ginebra no sólo por sus "méritos" textuales sino porque se añade a las más de cuatro décadas de acoso criminal a Cuba, que entre otros propósitos ha servido a Washington para continuar con el embargo a la Isla, lo cual es una de las mayores aberraciones en las relaciones internacionales hoy. La prueba es que año con año la Asamblea General de la ONU condena por abrumadora mayoría ese bloqueo, incluido paradójicamente el voto de México. Lo cual añade vergüenza al desprestigio ya que resulta escandalosa contradicción jurídica y política oponerse a ese bloqueo y votar al mismo tiempo, favorablemente, un proyecto de resolución que es pieza clave de Washington para prolongar el mismo.
"Ambos países -Estados Unidos y México, según se reveló también de la llamada telefónica-, trabajarán conjuntamente para impulsar los derechos humanos en Cuba". ¿Y quién "trabajará" para impulsar los derechos humanos en Estados Unidos y México? Porque vaya que lo necesita ese país y nosotros mismos. ¿O no ha sido honda preocupación de México la frecuente violencia y violación de los derechos humanos de nuestros compatriotas, por parte de oficiales estadounidenses? ¿Y no vivimos en el nuestro con la carga de denuncias diarias abundantes por el mismo motivo?
Tales son los problemas que aparecen cuando el tema de los derechos humanos se politiza y convierte en instrumento de presión y manipulación, cuando su intención es claramente facciosa y cuando se utilizan las instituciones internacionales según la voluntad del poderoso.
Porque nadie olvida que la Casa Blanca de George W. Bush se ha distinguido por sus violaciones masivas no sólo a los derechos humanos en su país y en otros países, sino al derecho internacional y a la Carta de Naciones Unidas. La guerra de Irak sólo es una muestra extrema del desprecio de su gobierno hacia las instituciones internacionales, que ahora cínicamente utiliza para seguir acosando a Cuba. Una vez más se prueba que para la potencia las instituciones del derecho internacional son fungibles, aplicables o no según sus intereses. Por eso decimos que resulta una vergüenza haber seguido a Estados Unidos en esa doble moral definida por el cinismo y la insolencia.
La política internacional de México cae abismalmente cuando en este caso, ¿en otros también?, el Presidente de México sigue dócilmente las instrucciones de un gobierno violador del derecho internacional que, en pleno siglo XXI, revive las conquistas territoriales y coloniales de otros tiempos. Y que no se ha detenido en la comisión de asesinatos genocidas, como los que consuma hace más de una año en contra de la población civil iraquí. Que es ya motivo además del repudio universal, incluido el de buena parte de la sociedad estadounidense, que descubre cada vez con mayor transparencia las mentiras que estuvieron en el origen de la agresión.
Por fortuna, el propio gobierno cubano ha tomado la decisión de presentar ante la propia Comisión de Derechos Humanos de Ginebra un caso flagrante y escandaloso de violación de derechos humanos en territorio de la misma Isla: como se sabe más de 600 personas, desde hace más de dos años, están detenidas en la base militar de Guantánamo, en oprobiosas condiciones, sin juicio y sin defensa legal, una detención que nos remite a épocas de inaceptable barbarie. Personas, según se sabe, confinadas en celdas metálicas, inmovilizadas físicamente y detenidas sin acusación específica. Como en cualquier régimen totalitario.
La "trampa" del "gran defensor de los derechos humanos", que convenció tan velozmente por vía telefónica a Vicente Fox, ha sido la de denominar a esas personas "combatientes enemigos", en vez de "prisioneros de guerra", sustrayéndose por ese vulgar subterfugio a la Convención de Ginebra sobre el trato a los detenidos de guerra. Tan grave es el asunto que la propia Suprema Corte de Estados Unidos ha dado ya entrada a algunas demandas (de británicos, kuwaitíes y australianos, pero no de los afganos detenidos durante la invasión a ese país), cuyos abogados han dicho que "Estados Unidos ha creado una prisión en Guantánamo que opera absolutamente al margen de la ley".
¿Ahora que sucederá? ¿También el ínclito Secretario de Relaciones Exteriores estudiará con ahínco y "en sus méritos" este nuevo caso presentado ante la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra? No lo sabemos, pero no debiera sorprendernos caer aún más bajo en nuestra política exterior, según las instrucciones que reciba de la Casa Blanca el Presidente de México.
Por supuesto, los "méritos" de la resolución sobre Cuba, que tanto estudió el señor Derbez, están plagados de motivaciones políticas y de una doble moral inaceptable. Es verdad, las resoluciones que vota México deben ser estudiadas pero no limitándose a la literalidad de un texto sino atendiendo también a sus antecedentes y a la "intencionalidad" política que las anima. En textos altamente politizados, como el que votó favorablemente México, debe tomarse en cuenta la totalidad de sus significados y, al hacerlo, no como burócratas pusilánimes sino como representantes de una nación digna e independiente, estábamos obligados moral, histórica, jurídica y políticamente a rechazarlo. O al menos a abstenernos, como lo hicieron decentemente Brasil, Argentina y Paraguay. Pero no se hizo y así estamos.