Latinoamérica
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Por: Hugo Blanco
Todos los pueblos y todos los seres humanos tenemos raíces históricas, el largo recorrido que hicieron nuestros antepasados: La creación de cultura en el amplio sentido de la palabra. Los conocimientos acumulados durante milenios. El tipo de relación con la naturaleza circundante. La relación con otros pueblos y culturas. La formación a partir de todo eso de la ideología o superestructura. La interacción de esa superestructura con la estructura material, física. Unos pueblos las tienen más claras que otros. Hay raíces entrelazadas, combinadas. Las hay territorialmente desarraigadas como las de los afro-americanos.
La opresión de unos pueblos por otros produjo el racismo. Ese racismo hace que el pueblo y la cultura opresores se consideren a sí mismos superiores a los pueblos y las culturas aplastados. Ese racismo produce que el pueblo y la cultura oprimidas se consideren a sí mismos inferiores a los opresores. Este sentimiento de inferioridad se combina, convive y choca dentro de la sociedad oprimida y frecuentemente aún dentro de la misma persona, con el sentimiento de rebeldía ante la opresión.
Cuando predomina la opresión, el oprimido en general se esfuerza en deshacerse en lo posible de sus características culturales consideradas inferiores, se avergüenza de sus características físicas, si puede cambiarse la piel como Michael Jackson, lo hace. Si la persona tiene las dos raíces, exalta las del pueblo opresor, se identifica con él, aunque este pueblo lo desprecie por la parte de raíz oprimida que tiene, trata de desprenderse en la medida de lo posible de las raíces del pueblo oprimido; así, vemos una cadena de mestizos, despreciándose los unos a los otros de acuerdo al grado de sangre y características culturales que tengan del pueblo opresor y del oprimido.
Cuando se yergue la rebeldía se revierte el proceso, se extiende el orgullo por las raíces oprimidas. Naturalmente que ninguno de estos procesos es puro, se combinan los contrarios, aún dentro de la misma persona.
América
Hoy día, felizmente, la fuerte opresión de las gigantescas empresas multinacionales, está provocando extendida rebelión popular en todo sentido.
Una de las principales manifestaciones de esa rebelión es la de la identidad cultural en múltiples expresiones: Rebeldía contra la yanquización de la sociedad y la cultura. Rebeldía afroamericana contra la opresión que sufre. Y, fuertemente, rebeldía de la cultura autóctona, indígena, en los países en que esta población no fue exterminada.
La voz más fuerte en este sentido, la más completa y consciente, la menos contaminada, ha sido la de los indígenas chiapanecos; precisamente por estas características ese brote retumbó en el mundo entero haciendo que de todos los rincones del globo surgiera el sentimiento de respeto por ellos en primer término, pero en general por nuestra cultura indígena americana.
No fueron los únicos indígenas rebeldes. Ocupan un sitial de honor las extensas y fuertes rebeliones en Ecuador y Bolivia.
Menores en volumen aunque no en energía, están presentes la rebelión mapuche en el sur de Chile, la persistente lucha indígena en Canadá y los Estados Unidos.
Una importante rebelión indígena poco conocida es la de los mayas guatemaltecos que sufrieron la represión armada en el pasado reciente y que por eso deben andar con cuidado, pero andan.
Hay muchos otros casos poco conocidos con diversas expresiones: Panamá, Brasil, Argentina, Colombia, etc.
Perú y nuestra cultura andina
La geografía montañosa determina que el Perú cuente con 84 de las 104 zonas de vida existentes en el mundo y 24 de los de los 34 climas del planeta. Tenemos más de seis mil años de existencia en las montañas andinas y en las vertientes hidrográficas orientales y occidentales derivadas de ella. Esa geografía ha formado nuestra cultura a través de milenios. La estupidez del racismo hace que despreciemos esas ricas raíces culturales sustituyéndolas por elementos culturales ajenos a nuestra realidad y por lo tanto muchas veces falsos, artificiales en ella.
Puesto que vivimos en el medio geográfico en que habitaron nuestros antepasados, debemos recoger, en primer lugar, la sabiduría andina de milenios; combinarla con elementos culturales venidos de otros medios, y con eso construir el futuro.
El racismo ha sido una herramienta fundamental para convertir a nuestro pueblo en sirviente de amos extranjeros en función de los intereses de ellos, lo que naturalmente nos ha hundido en el hambre, la miseria, las enfermedades y todos los males que nos aquejan.
Me explico:
Nuestra geografía forjó a través de milenios una cultura que comprendió la biodiversidad, supo entenderla y aprovecharla. La geografía andina y su extensión amazónica y costeña, la biodiversidad de ellas, produjeron una cultura agrícola elevada que desarrolló muchas especies comestibles y medicinales, y, por ejemplo, 2000 variedades de papa.
Esa geografía pródiga y a la vez difícil para la agricultura, forjó nuestra organización social colectivista.
En esas sociedades agrarias y colectivistas, aunque hubo castas privilegiadas, no existían el hambre y la miseria.
Luego sucedió la trágica invasión extranjera, que aplastó a la sociedad colectivista y agraria. Impuso una organización social y económica al servicio de sus propias necesidades, sumiendo a nuestro pueblo en el hambre y la miseria.
El eje de la economía pasó a ser la minería de oro y plata para la metrópoli europea, no en función de las necesidades de nuestro pueblo.
Esa economía ha sufrido cambios, pero continúa su esencia colonial; es decir, continúa estando al servicio de los grandes amos extranjeros, lo que deviene en hambre y miseria para nuestro pueblo.
El eje económico cambiaba: Oro y plata, wano (guano), salitre, caucho, petróleo, algodón, azúcar, harina de pescado, cobre, zinc, café, etc.
Los amos también cambiaban: España, Inglaterra, EEUU, empresas multinacionales.
Lo que no cambia es que nuestra economía, nuestra sociedad, nuestro sistema político, están organizados en función de los intereses de la metrópoli de turno y no en función de los intereses de nuestra población sino en contra de ella.
El racismo que desprecia nuestras raíces es una herramienta muy útil para mantener a nuestro pueblo sometido a los amos de turno.
Si entendemos esto, comprenderemos que, por lo tanto, el camino de nuestra liberación, es, fundamentalmente, el rescate de nuestras raíces, volver a ser nosotros, por supuesto sin despreciar los aportes de otras culturas que nos sirvan.
Así, nuestra liberación consiste en retornar a nuestra economía principalmente agrícola aprovechando la biodiversidad para nutrir a nuestro pueblo. Volveremos a planificar la producción agrícola por cuencas y microcuencas, planificaremos el consumo y las reservas, como lo hicieron nuestros predecesores, sustituyendo al caos impuesto por los depredadores que hoy subsiste. Desarrollaremos, con todos los aportes modernos que se requiera, el conocimiento milenario de nuestra cultura acerca de la infinita posibilidad medicinal que nos brinda la biodiversidad; lo que no sólo nos servirá para cuidar de nuestra propia salud, sino para exportar esos conocimientos y esos productos y compartirlos con otros pueblos.
Retornaremos al respeto por 'Pachamama', cuidando de la preservación de la naturaleza, terminando con la depredación ambiental de la minería y otras actividades de las compañías multinacionales en provecho propio y en perjuicio nuestro.
Retornaremos a nuestra organización política colectiva, surgida de nuestra realidad geográfica. Esto, ahora se inicia en el municipio de la provincia de Anta, Cusco, donde quien determina en qué se ha de gastar el dinero es la asamblea de los delegados de las comunidades campesinas indígenas (ayllus) y de los habitantes urbanos, y no la persona del alcalde, cuya lista electoral, consciente de que ese método era el rescate de nuestras raíces culturales políticas, se autodenominó Ayllu. Ese método democrático de gobierno es el que conviene a nuestra población. La actual dictadura del gran capital, disfrazado de 'democracia representativa a través de partidos políticos' conviene al gran capital multinacional que nos tiene sometidos.
Naturalmente que a nuestros amos les perjudica este desarrollo económico y político basado en nuestras raíces culturales, por eso impulsan y fomentan el racismo; eso es comprensible.
Lo triste es que compañeros de lucha contra nuestros opresores, compartan en uno u otro grado ese racismo, ese desprecio por nuestra identidad cultural andina, haciéndose cómplices involuntarios de la opresión.
Movimiento indígena en el Perú moderno
Así como en Guatemala la rebelión se expresó fuertemente en el pasado reciente, aunque no con el nombre explícito de indígena a través de la lucha guerrillera, en el Perú también tuvo una fuerte expresión en la rebelión social de los años 60, aunque no con el nombre explícito de indígena. La poca inteligencia y miopía de nosotros los participantes en su dirección, nuestra 'occidentalización' mental, nos impidió ver algo que saltaba a la vista: El carácter indígena de la rebelión. Claramente era la rebelión de la cultura agrícola del 'ayllu' (comunidad campesina) contra la hacienda traída por los españoles y mantenida por la República. Por si no bastara con esto, fue una rebelión que hablaba quechua. Se extendió por amplias zonas y democratizó la posesión de la tierra.
Hablo de la esencia de la rebelión, de su contenido y de sus resultados. Esta vez no me detengo en las formas: 'sindicatos', ley de Velasco, etc., que ya toqué en otras oportunidades. El nombre de una organización muchas veces no representa la realidad de ella; las 'leyes jurídicas' influyen en la realidad, pero no la determinan.
En la población indígena del Perú en general, quienes tienen más conciencia de identidad son los amazónicos y los aymaras.
En nosotros los quechuas, aunque lo indio sale por todos nuestros poros y en múltiples expresiones habladas y practicadas en la vida diaria, no existe la orgullosa autoconciencia de nuestra identidad que hay en amazónicos y aymaras.
A diferencia de los afroamericanos, en nuestro caso, se nota claramente que la opresión no es sólo a la raza sanguínea, sino a nuestra cultura. Alguien ya señaló en el pasado que no somos una raza sanguínea sino una raza social.
El campesinado de Pillpinto, Cusco, es de sangre más blanca que el promedio de la población peruana, sin embargo es calificado de 'indio', porque es agricultor, habla quechua y pijcha coca. Es frecuente escuchar: 'Las indias de Pillpinto son simpáticas'; es así porque su sangre no es indígena y porque gracias al racismo los rasgos físicos blancos 'son bellos' y los rasgos indígenas no lo son.
La indianidad disminuye con factores no sanguíneos: El dinero, la educación, el lugar de residencia. Así, quien tiene dinero deja de ser indio; un o una joven universitaria no puede ser indio ni india. Quien vive en la costa ya no es indio.
Da ganas de llorar cuando uno escucha: 'Mi pueblo está progresando, ahora sólo se habla castellano'. 'No quiero que mis hijos aprendan quechua'. 'No somos comunidades indígenas, somos comunidades campesinas'. 'Los ayllus son indígenas, pero las comunidades son españolas'. Los propios defensores de esa institución agraria colectivista que es la esencia cultural indígena, le atribuyen origen extranjero.
¿No recuerdan ya que la institución española feudal traída para aplastarnos fue la hacienda? ¿No se dan cuenta de que la supervivencia de la comunidad se debe a la resistencia indígena? ¿Han olvidado que esa institución agraria colectivista fue reivindicada, reforzada y en gran medida reconquistada en los años 60 por una gran rebelión indígena contra los gamonales y sus gobiernos herederos de España? ¿No recuerdan que fueron los quechuas puneños quienes la rescataron contra las SAIS de Velasco y las armas del gobierno de Alan García? ¿O es que lo importante es la etiqueta dada por los opresores y no el contenido impuesto por la fuerza de los oprimidos y su potente cultura?
La fuerza del movimiento indígena continental obligó a sectores de los opresores, como el toledismo, a hablar positivamente y a usar demagógicamente en su provecho el sentimiento de identidad. Pero lo más ingenuo que puede haber es identificar la defensa de nuestra identidad con el toledismo. Ya hemos visto la inconsecuencia de Eliane Karp al tratar de manipular el movimiento indígena, fue rápidamente desenmascarada.
Afortunadamente cada día son más amplios los sectores quechuas que adquieren autoconciencia de su identidad, lo cual, naturalmente nos fortalece. Reivindican nuestra cultura en sus diversos aspectos: Agrícola, ecológico, político, dietético, medicinal, idiomático, pedagógico, musical, coreográfico, etc. Escribo esto para participar en su positivo trabajo.
* Hugo Blanco es dirigente histórico del movimiento campesino y la izquierda revolucionaria del Perú.