Latinoamérica
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16 de marzo del 2004
70 años de su muerte
Sandino vive
Ileana Gadea
Rebelión
El pasado 22 de febrero se cumplían 70 años del asesinato del General de Hombres Libres Augusto César Sandino a manos de la guardia de Anasatasio Somoza. Aquella noche de febrero, después de la cena en la casa presidencial de Managua, soldados de la Guardia Nacional apresan a Sandino y lo conducen al campo de aviación donde sería ejecutado junto a los Generales Estrada y Umanzor. El líder del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, a quien los marines llamaron primero "bandido" y más tarde "guerrillero" muere a traición a los 39 a?os de edad.
Días antes había llegado a la capital invitado por Sacasa para "una franca discusión". Desde las monta?as del norte de Nicaragua, Sandino había combatido por casi una década al ejército invasor norteamericano, llegando a controlar el territorio de Las Segovias. En 1927 el entonces presidente estadounidense Calvin Coolidge había auspiciado un acuerdo de paz entre liberales y conservadores, por el cual se acordaba una amnistía, la deposición de las armas, la garantía de que los liberales podrían participar en el gobierno hasta entonces dominado por los conservadores, y la supervisión de futuras elecciones presidenciales por parte del gobierno de los Estados Unidos. El emisario Stimson negoció además que las tropas norteamericanas se mantendrían en suelo nicaragüense hasta que se formarara un ejército nacional. Sandino rechazó el pacto por considerarlo intervencionista y se mantuvo firme al lado de su Estado Mayor y de su ejército campesino luchando contra los marines que habían invadido el territorio nacional ininterrumpidamente desde 1909. En 1934 el presidente liberal Sacasa establecería un acuerdo con el General Sandino por el cual reconocía el dominio de las tropas insurgentes en la zona norte del país. Para Somoza reconocer el control guerrillero era más que un insulto, por eso recurrió a la traición. Ni las presiones del embajador norteamericano, ni el poderío militar de mas de 2000 marines en el suelo patrio, ni el frío de las monta?as, ni la falta de alimento o municiones lograron doblegar a aquellas tropas rebeldes que ganaron más de una batalla contra los invasores.
Este "nicaraguense de Niquinohomo"-como lo llama Ernesto Cardenal- había iniciado la lucha armada con un ejército de tan sólo 29 hombres. Partió a la guerra dos días después de haberse casado con la joven telegrafista de San Rafael del Norte. Tuvo una hija a quien llamó Blanca Segovia, en honor a su esposa y a la tierra que amaba.
Compró armas con el dinero que ahorró trabajando en las petroleras de Tampico y Veracruz.
Se pronunció contra la Doctrina Monroe.
Abogó por la unión de las repúblicas centroamericanas en la lucha antiimperialista. Mantuvo correspondencia con los dirigentes de la Liga Antiimperialista Mundial.
Declaró inconstitucional a la Guardia Nacional.
Animó su lucha la convicción plena de que en el orígen campesino de sus tropas humildes radicaba la garantía para la victoria. "Solo los obreros y campesinos irán hasta el fín, sólo su fuerza organizada logrará el triunfo". Lo acompa?aba la solidaridad en la lucha compartida. Contaba entre sus hermanos a los miembros de su Estado Mayor, así como al revolucionario salvadore?o Farabundo Martí.
Como su mismo ser, su fortaleza provenía del pueblo. "Mi mayor honra es haber nacido del seno de los oprimidos y explotados que son el alma y nervio de nuestra raza".
Su grito de "Patria y Libertad" es el mismo grito de los sin tierra brasile?os.
Su valor indoblegable en lucha desigual se extiende por territorios ocupados.
Su rebeldía se desborda en El Alto.
Su pensamiento vive hoy en la lucha del FMLN contra ARENA,
en la Constitución Bolivariana,
en el movimiento centroamericano contra "el libre comercio",
en la lucha organizada de los pueblos del mundo que "no se venden ni se rinden" ante el poder imperial y el modelo neoliberal.
"A Augusto César Sandino"
Poema de Joaquín Pasos (Nicaragua)
Bajo ala de sombrero mexicano, su ceño acero y la mirada triste.
Las altas botas guerrilleras viste.
Pistola al cinto al punto de la mano.
Hélice al viento de rumor cercano,
Una ave rauda su vivac embiste.
Más disparando, el hombre se resiste
Hasta caer abatido el aeroplano.
Alta en "El Chipote", su figura
Habrá de perpetuar en escultura
El espíritu antiguo de la raza.
Allá siempre estará con sus banderas,
Diciendo a las naciones extranjeras
Que hay un Sandino en pié por cada plaza.
"Aquel Hombre"
Poema de Pablo Neruda (Chile)
Después Sandino atravesó la selva
y desempeñó su pólvora sagrada
contra marinerías bandoleras
en Nueva York crecidas y pegadas:
ardió la tierra, resonó el follaje,
el yanqui no esperó lo que pasaba,
se vestía muy bien para la guerra
brillaban sus zapatos y sus armas
pero por experiencia supo pronto
quiénes eran Sandino y Nicaragua.
Todo era tumba de ladrones rubios,
el aire, el árbol, el camino, el agua,
surgían guerrilleros de Sandino
hasta el whisky que se destapaban
y enfermaban de muerte repentina
los gloriosos guerrreros de Luisiana
acostumbrados a colgar los negros
mostrando valentía sobrehumana:
dos mil encapuchados ocupados
en un negro, una soga y una rama;
aquí eran diferentes los negocios,
Sandino acometía y esperaba,
Sandino era la noche que venía
y era la luz del mar que los mataba.
Sandino era una torre de banderas,
Sandino era un fusil con esperanzas.
eran muy diferentes las lecciones,
en West Point era la limpia la enseñanza,
nunca les enseñaron en la escuela
que podría morir el que mataba
los norteamericanos no aprendieron
que amamos nuestra pobre tierra amada
y que defenderemos las banderas
que con dolor y amor creadas,
si no aprendieron ésto en Filadelfia
lo supieron con sangre en Nicaragua
allí esperaba el capitán del pueblo:
Augusto C. Sandino se llamaba
para que nos dé luz y nos dé fuego
en la continuación de sus batallas.