Con el trasfondo del retumbe de feroces tiroteos, saqueos, gritos y convulsión en las calles y un saldo de al menos 10 muertos, Jean Bertrand Aristide firmó ayer su renuncia como presidente de Haití y escapó sin que nadie pudiera confirmar su destino.
El titular de la Corte, la máxima instancia judicial del país, Boniface Alexandre, asumió como nuevo jefe de Estado en una ceremonia privada, a los apurones ante el primer ministro y el embajador de EE.UU. De inmediato, Washington y París anunciaron el envío de un primer contingente de soldados. Hubo de todo en las calles: tiros pero también festejos, y choques entre unos y otros. Un toque de queda rige hasta las 6 de hoy.
En una rueda de prensa en donde se oficializó la renuncia, el premier Ivon Neptune leyó parte de una carta firmada por Aristide fechada ayer: "La Constitución no debe ser escrita con la sangre del pueblo haitiano. Si mi renuncia evita un derramamiento de sangre, acepto partir", escribió.
Hasta ayer, al menos 100 personas habían muerto desde el 5 de febrero, cuando los rebeldes comenzaron a tomar varias ciudades del país y llegaron a controlar la mitad de este estrecho territorio, apenas más grande que la provincia de Tucumán. Sus jefes aclararon que depondrán las armas y anunciaron su respaldo al nuevo presidente.
Hay una condición en todo esto. Alexandre cuenta con apenas 90 días para convocar a nuevas elecciones en una situación dramática, volátil e imprevisible.
Casi 10 años después de que 20.000 marines lo repusieran en su cargo, Aristide fue forzado a renunciar por las presiones externas, fundamentalmente de Washington y París, por el creciente descontento popular y por el avance de los rebeldes. Entre ellos hay grupos de ex partidarios de Aristide, ex militares acusados de todos los delitos y pandilleros comunes alzados en armas.
El acuerdo para que Aristide dimita se habría logrado en una reunión que mantuvieron la noche del sábado diplomáticos de EE.UU. y Francia con el ex mandatario en el Palacio Presidencial abarrotado de marines desplegados para garantizar la seguridad.
Pero hay versiones de todo tipo en un sociedad que en los últimos días sólo se alimentó de ellas. Una persona que se presentó como el conserje de la residencia de Aristide afirmó a la radio francesa RTL que soldados de EE.UU. fueron a buscar al ex mandatario. "El ejército estadounidense vino a buscarlo a las dos de la mañana y se lo llevaron en un helicóptero", señaló. "Aristide no estaba contento. No quería que lo capturaran ni irse", relató.
El ex presidente haitiano había sido reelecto el 26 de noviembre de 2000 con 91,8% de los votos, en unas elecciones calificadas de fraudulentas por la oposición y por la mayoría de los haitianos, incluso los que votaron hasta cinco veces por el, como confió a Clarín Alexandra, una estudiante capitalina. Esa elección fue el detonante de esta crisis.
A las 6.15 de la mañana, cuando Aristide partía en un avión privado con su esposa, Mildred, y su jefe de seguridad, Puerto Príncipe comenzaba a arder y a transformarse en una ciudad de miedo, con saqueos, enfrentamientos armados y asesinatos.
Los seguidores del ex presidente -los temidos chimeres- sembraron de caos y anarquía la ciudad, tal como lo hicieron en los últimos tres días. Chocaban con la gente que salió en columnas para festejar la salida del contro vertido mandatario.
En el centro de la capital, densas columnas de humo tapaban el cielo diáfano. Los chimeres incendiaron al menos 2 estaciones de servicio.
El nuevo presidente Alexandre es un jurista que hasta ayer tenía estrechos vínculos con el ex presidente. Fuentes diplomáticas confiaron a Clarín que este robusto moreno de casi dos metros de alto y 68 años había sido impuesto por Aristide como titular de la máxima instancia judicial. A las 9.25 de la mañana Neptune confirmó el recambio que había comenzado a circular como rumor a las 12 de la noche del sábado, las 2 de la mañana del domingo en Argentina.
Flanqueado por el nuevo presidente, el premier lucía agobiado. En creole, francés e inglés detalló el mensaje de Aristide: "La vida para todos, la muerte para nadie", escribió el ex presidente.
Alexandre asumió acatando el mandato de la Constitución. De inmediato lo reconoció la comunidad internacional. Flanqueado por el embajador de EE.UU., James Foley, quien parecía custodiar cada palabra que allí se decía, Alexandre llamó a la calma a la población: "Haití, te exhorto a mantener la calma", afirmó. "Nadie debería tomar la justicia en sus manos", agregó, aunque los seguidores del ex presidente parecían no escucharlo.
Luego, vino el turno de quien se erigía como el verdadero poder, el embajador Foley. Con tono seguro dijo que una vez obtenida la renuncia de Aristide, su país enviará un cuerpo de marines. Al cierre de esta edición ya estaban operando, confirmó el mismo embajador.
¿Cree que los rebeldes depondrán las armas?, le preguntó Clarín. "Esperamos que cumplan su promesa", fue la respuesta seca y cortante.
Los rebeldes encabezados por el ex policía Guy Philippe, que comanda una banda de ex ladrones, narcotraficantes y militares perseguidos por violaciones a los derechos humanos, se mostró conciliador. "Estamos dispuestos a deponer las armas", afirmó desde Cap Haitien.
"Si nos necesitan, si la oposición política y la comunidad internacional nos piden ayuda, iremos a Puerto Príncipe", agregó. Nadie hasta ahora lo hizo y difícilmente lo hagan. Por el momento, Philippe envió una avanzada de seis hombres para reunirse con la oposición política de la Plataforma Democrática que, por medios pacíficos, también exigía la salida del poder de Aristide y que aceptaron de inmediato al nuevo gobierno.