Latinoamérica
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El líder paramilitar pide el mandato a la población
Seguidores de Guy Philippe saquean el Museo de Arte en Puerto Príncipe
FRANCOISE ESCARPIT
Puerto Principe, 2 de marzo. Grandes obras del naif haitiano y reliquias del vudú albergadas en el Museo de Arte de esta capital ardieron esta tarde en hogueras encendidas por una muchedumbre seguidora del nuevo ídolo popular Guy Philippe, de 36 años, antiguo comisario de la policía y hombre con un negro historial de derechos humanos.
El dechoukaj -acto de arrancar de raíz- de este bastión del patrimonio cultural haitiano empezó a vislumbrarse como un peligro cuando a la una de la tarde se supo que Philippe, al frente de sus 500 insurrectos del Frente del Norte, convocaba a una manifestación en lo que hasta 1995 había sido cuartel general de la policía, una mansión que después el ex presidente Aristide convirtió en sede de la Oficina de Asuntos de la Mujer y que últimamente había sido habilitada como Museo de Arte.
Philippe, que ha cambiado su atuendo de camuflaje militar por un traje negro, entró a la casona y se asomó al balcón principal, acompañado por Paul Arselin, ex embajador de Haití en República Dominicana. Ante unos mil 500 seguidores fanatizados que se habían congregado bajo el balcón, el líder de las bandas armadas leyó una lista de jefes de la pandilla rival, los chimeres, seguidores del presidente caído, y ordenó que éstos se presentaran antes de las 16 horas en ese sitio, declarado desde ese momento su cuartel general, a entregar las armas. De no hacerlo, dijo, sus hombres, constituidos ya en fuerza pública, los irían a buscar. Arselin tomó la palabra y el ánimo del mitin se encendió más. Este último hizo vitorear al jefe de las bandas armadas, dijo que Aristide debería ser encarcelado.
Arengó a los seguidores que se habían congregado a ir a apresar al primer ministro Yvon Neptune.
Dicho lo cual, Philippe, Arselin y sus hombres montaron en sus pickups y partieron en medio de la algarabía. Instantes después la multitud irrumpió en las salas del museo. El primer asalto fue a un bellísimo salón dedicado a la religión nativa: el vudú. Todo su contenido salió volando por el balcón mientras la gente gritaba que Aristide era el diablo y tenía que ser quemado. Valiosas pinturas de grandes maestros del naif, tallas de madera, objetos para la magia y las ceremonias fueron amontonados. En un instante todo estaba envuelto en llamas, a pesar de que algunos cuantos, entre ellos los periodistas que presenciaron los hechos, trataban de intervenir, de evitar el desastre argumentando que ese es un patrimonio del pueblo.
Después la manifestación se dirigió hacia la sede del primer ministro, ubicada enfrente a la embajada mexicana. Ahí subieron los ánimos hasta que la emoción decayó cuando se supo que Philippe y sus hombres se habían dirigido a Petion Ville, el barrio alto que en otros tiempos fue de clase alta, a una reunión "del estado mayor": comandantes e ideólogos del neoduvalierismo: Jodel Chamblin, Paul Arselin, Winter Etienne... Ahí, ignorando los reclamos de Washington que pidió su rendición el martes por la tarde, anunciaron que finalmente no van a dejar las armas mientras existan los chimeres.
Este desafío se materializó más tarde, en una entrevista en la radio. Ahí, Guy Philippe demandó: "Es necesario que la gente nos dé el mandato para garantizar la seguridad. Cuando tengamos ese mandato, asumiremos nuestra responsabilidad". Ahí, según reportó Radio Metropole, reiteró su decisión de no deponer las armas, contrario al compromiso que había expresado después de la caída de Aristide, el domingo. Hoy lo dice con todas sus letras: "El ejército nunca fue disuelto".
En 1990 Aristide tomó entre sus primeras decisiones como presidente la de deshacer el ejército, que a cuatro años de la caída de Jean Claude Duvalier -Baby Doc- era aún un bastión duvalierista. En su lugar constituyó un cuerpo de policía que nunca logró hacerse fuerte y que en esta crisis, en menos de tres semanas, se desmoronó ante el avance de 5 mil milicianos bien armados.
Mientras tanto, en Washington, el secretario de Defensa estadunidense, Donald Rumsfeld, declaraba que "la situación, hoy, es más estable que ayer".