Latinoamérica
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26 de marzo del 2004
Carta de un refugiado político colombiano al Ejército de su país
¡No sea cobarde, general!
Juan Valdés
Señor: Comandante Brigada del Ejército Colombiano E. S. D.
General:
Soy refugiado político en un país que me concedió el estatus después de estudiar mi situación ya que mi vida corría peligro por el señalamiento y la persecución que la institución a la que usted pertenece, me hizo desde los años setenta.
Esa persecución me obligó a esconderme en mi país, primero en un área rural y posteriormente en una de las capitales, hasta que la situación se hizo insostenible y por consejo de abogados defensores de derechos humanos y amigos, abandoné Colombia en 1994.
He intentado rehacer mi vida y en este país que me acogió, respiro Libertad, sensación que durante muchísimos años no experimenté en mi Patria. Sobre mí no pende una espada ni me sigue un sicario con el propósito, ordenado por algún oficial de las Fuerzas Militares como Usted, de asesinarme porque pienso diferente a Ustedes, porque milité en la Unión Patriótica y porque creo que la solución a los problemas de Colombia no puede ser la Guerra.
En este país formé una familia, tengo amigos que me aprecian y camino tranquilamente por cualquier parte, a cualquier hora del día o de la noche, tomo el autobús o el metro, sin estar mirando atrás para ver si me siguen o me están agûaitando para asesinarme En este país democrático, General, he podido completar mis estudios, realizar otros de especialización y superación personal.
En este país trabajo libremente, con la certeza de que mi salario me es pagado normalmente todos los meses y lo que gano me alcanza para vivir sin ninguna clase de angustia.
Tengo contacto con dirigentes políticos, gremiales, sindicales, con estudiantes, con mujeres, con gays, quienes están interesados en saber qué pasa en Colombia y ver de qué manera pueden contribuir, así sea con un granito de arena, para lograr la paz que la mayoría de los colombianos ansiamos y, que solo unos pocos, como Usted General, quieren porque viven de la guerra, usufructúan la guerra, como aves de carroña.
He tenido contacto con integrantes de la insurgencia en Colombia, muy pocos por cierto, quienes entran a este país con permiso de las autoridades respectivas, y hemos dialogado sobre las posibles soluciones. De igual manera, he tenido contacto con personalidades democráticas colombianas y he ayudado a resolver sus angustias a paramilitares que están en este país, también en calidad de refugiados, enviados por el gobierno y dejados abandonados y sin recursos ni posibilidades de supervivencia, y quizá, no lo sé a ciencia cierta porque siempre tratan de camuflarse, con militares que Ustedes envían a realizar espionaje de los colombianos refugiados. Cabe preguntarse qué rol le corresponde a la Embajada Colombiana en este país, o si esas actividades las realizan sin su conocimiento, cosa que no creo.
En los últimos años, varios de mis hermanos han sido asesinados por integrantes del grupo paramilitar de Salvatore Mancuso, uno de los jefes paramilitares protegidos y apoyados logísticamente por la Brigada del Ejército que Usted comanda, a quien su jefe de inteligencia, necesariamente con su consentimiento, dio la orden de asesinarlos.
Qué pobre inteligencia militar tienen ustedes cuando mandan asesinar personas que militan en el Partido Liberal, votan en cada elección y son seguidores de Horacio Serpa, y ni siquiera pueden rastrear los bienes de una familia que siempre tuvo algo, en parte por la herencia que nos dejó nuestro padre, un gran patricio liberal, en parte por el trabajo sacrificado de la familia quienes se levantan a las 03:30 de la madrugada para ir a trabajar y su jornada se extiende hasta las 5 de la tarde.
Pero no contentos con estas muertes, hoy sus esbirros, General, los paramilitares que diariamente asesinan a sindicalistas, políticos de izquierda, mujeres, niños (simulando combates), muchachos de barriada, campesinos, indígenas, negros, la hacen víctima de extorsión, les exigen no sé cuántos millones de pesos para no matarlos, dizque, esa es ahora la excusa, yo me reúno en este país en que estoy refugiado con los guerrilleros.
¿Qué exabrupto es éste? ¿Qué significa semejante aseveración para justificar lo injustificable? Están demostrando que las Fuerzas Militares Colombianas se pasan por la faja la soberanía de este país, que realizan labor de espionaje sin el consentimiento de las autoridades de este país, y esos informes los utilizan para amedrentarme y extorsionar y asesinar mi familia. Le reitero General, que vivo en un país realmente democrático, que aquí somos libres de reunirnos con quien sea, respetando, no faltaba más, las leyes democráticas de este país y el derecho internacional.
Si algo tiene contra mí y desea resolverlo, aquí estoy, General, en este país que Usted muy bien sabe cuál es. No sea cobarde, General, si quiere matarme venga y hágalo Usted mismo. No mande a sus esbirros y mercenarios a asesinar mi familia, que yo nunca ni he matado ni he mandado matar a ninguno de los suyos, ni mucho menos he mandado asesinar la familia de Salvatore Mancuso, a pesar de saber en dónde viven. Tenga Usted General, la seguridad que hay un Dios que tarde que temprano hará cumplir la sentencia Bíblica de que aquel que a hierro mata, a hierro muere.
Juan Valdés Refugiado