La maquinaria de seguridad desplegada en Chile con el fin de "garantizar el óptimo desarrollo" de la cumbre de APEC, es un operativo represivo y de inteligencia que no se veía en el país desde 1987, cuando tuvo lugar la visita del Papa Juan Pablo Segundo. La prensa llena páginas y minutos televisivos con artefactos "sospechosos" a punto de estallar, policías de gatillo fácil y la sombra de Al Qaeda sobrevolando las manifestaciones antiimperialistas que a partir de este 17 de noviembre ocuparán las calles de la capital. Aquí van algunos ejemplos. El periódico La Tercera publicó hoy una noticia con el titular "Falsa bomba alerta al GAPO (Grupo de Operaciones Especiales de Carabineros) y suspende por minutos servicio de Metro". Un artefacto supuestamente colocado por desconocidos en un andén de la Línea 1 del Metro, fue la excusa para activar un rápido operativo policial que "obligó" a suspender momentáneamente el servicio, y sobre todo, dio de sí como para que la prensa chilena suba la presión y prepare la justificación mediática a un posible fin de semana de violencia policial contra las protestas antiAPEC.
Un funcionario policial informó a la prensa que "a las 07:45 horas, todavía no sabemos qué personas fueron, dejaron un maletín tipo Notebook, en su interior un sensor de movimiento con dos tubos y cables simulando explosivos".
Casi una hora después se escuchó un fuerte ruido al interior del Metro, lo que hizo pensar en una explosión, sin embargo se informó más tarde que el sonido fue provocado por el "procedimiento habitual" de Carabineros frente a este tipo de hechos, consistente en una aplicación de agua a presión. El servicio de trasbordo de Metro en Baquedano permaneció suspendido por cerca de 10 minutos, evacuándose a los pasajeros que a esa hora se encontraban en el lugar. Por si alguien lo dudaba, la policía dejó claro ante los periodistas que "en ningún momento estuvo en riesgo la integridad física de las personas o pasajeros".
Cuidado con las masacres policiales
La televisión chilena ha evocado estos días una masacre, hasta hoy impune, cometida por un grupo de Carabineros (policías) hace 11 años, tres años después del término de la dictadura burguesa. Es decir, en plena democracia burguesa.
La matanza ocurrió el 21 de octubre de 1993, en el barrio alto de Santiago. Los uniformados iban en persecución de unos "delincuentes extremistas" que minutos antes habían atacado una sucursal bancaria. Pero las víctimas fueron una veintena de inocentes pasajeros de un autobús urbano. Durante la operación, los efectivos policiales agotaron -cada uno de ellos- al menos dos cargadores de 32 cartuchos de capacidad con las que estaban equipadas sus metralletas UZI de calibre 9 mm Parabellum. En el interior del autobús las aterrorizadas víctimas estaban siendo destrozadas a tiros, a pesar de que enarbolaron pañuelos blancos en un vano intento por detener a los agentes, que transformaban al vehículo en un colador.
La pregunta que la prensa pretende inyectar en la ciudadanía es la siguiente: "Si con ocasión de la reunión de la APEC un determinado grupo -por ejemplo en repudio a Bush- eligiera efectuar un acto armado que incluyere ataques con explosivos en el Metro al estilo 11-M, o toma de rehenes o francotiradores emboscados, etc., ¿qué actuación profesional e incruenta llevarían a efecto nuestros Carabineros?" [Isidoro Assael, columnista del diario Gran Valparaíso. 08/11/04]
Alarma mediática, luz verde para la represión
Cuando la situación social se vuelve "alarmante", cualquier cosa "puede pasar". O lo que es lo mismo, cuando los medios crean un amebiente social alarmante, la policía puede reprimir con salvajismo y sin preocupación, porque la población asumirá esa la violencia como propia de una crisis inevitable.
Muchos son ya los casos en que la histeria mediática ha precedido graves violaciones de derechos humanos por parte la policía. Gotemburgo, junio de 2001 (86 heridos, 3 de ellos de bala); Génova, julio de 2001 (un ejecutado); Barcelona, marzo de 2002 (107 detenidos). Estos son algunos ejemplos represivos que fueron preparados por la prensa con anuncios de "posibles ataques terroristas", en los que se movilizó a miles de policías y se puso al ejército en alerta.
Por suerte, esta táctica es tan vieja como aburrida. Por desgracia, la usan siempre que les pueda venir bien para justificar la brutalidad policial contra los que luchan por un mundo más justo.
La Coordinadora antiAPEC afila sus lanzas para tomar este fin de semana las calles de Santiago de Chile, con o sin manipulación mediática, con o sin dispositivo represivo policial, con o sin permiso de las autoridades. Porque la protesta no depende de cuántas amenazas recibamos de parte del poder, son lógicas, no quieren que la gente vuelva a levantar la voz y reivindicar sus derechos más elementales (y mucho más).