Latinoam�rica
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Tareas prioritarias de la revoluci�n
La organizaci�n popular: �nica garant�a de cambio
Iv�n Oliver Rugeles
Rebeli�n
En d�as recientes, con ocasi�n de la inauguraci�n de varias cl�nicas populares
de las quinientas que la revoluci�n debe poner en funcionamiento de aqu� al
t�rmino del 2006 en todo el pa�s, en particular la que se ubica en la
urbanizaci�n El Para�so, un hombre del pueblo, de cara apacible y de vestir muy
humilde, fue abordado por una periodista del canal del estado (VTV) para
preguntarle que c�mo le parec�a ese centro de salud que estaba siendo puesto en
servicio y ese ciudadano, quien no pod�a esconder su inmensa emoci�n por dicha
obra, pues nunca se le hab�a pasado por la mente la posibilidad de que gente de
sus precarias condiciones econ�micas pudiera disponer de una cl�nica de
primer�sima calidad, totalmente gratis, tan buena como las mejoras y m�s
costosas de la burgues�a, s�lo atin� a decir, palabras m�s, palabras menos, que
eso hab�a que cuidarlo y que quienes asuman la responsabilidad de dirigirla y
manejarla, tienen que comprometerse a velar por la integridad y el apr
opiado uso, tanto de la estructura como de su equipamiento en general. Agreg�,
ya para concluir con sus aleccionadoras palabras, que el gobierno nacional ten�a
que garantizar eso y evitar, a todo costa, que las mafias, amparadas en la
complicidad y la impunidad, se roben los equipos y dem�s instrumentos del centro
de salud, los que, como sabemos, tienen un alt�simo costo. Es bueno recordar que
esa fue una pr�ctica asquerosa mil veces denunciada durante el puntofijismo en
casi todas instalaciones hospitalarias del pa�s, sin que nada ocurriera para
evitarla y mucho menos para sancionarla.
Nos caus� emoci�n ilimitada escuchar a un venezolano del pueblo hablar en tales
t�rminos. Uno entre una inmensa cantidad de hombres y mujeres de los estratos
ancestralmente excluidos de este pa�s que, estamos seguros, opinan igual que �l
y que son una opci�n necesaria e invalorable en este proceso de cambios que vive
la Rep�blica, no solamente para integrarse en organizaciones de control y
vigilancia de los bienes de uso colectivo, como los son esos centros de salud,
sino igualmente veladores rigurosos del desempe�o de quienes han asumido la
responsabilidad de gobernar, tanto a nivel municipal y estatal, como nacional.
Son, sin duda alguna, la �nica esperanza de que un proceso de transformaci�n
revolucionario avance hacia la consecuci�n del objetivo esperado por todos, el
cual no puede ser otro que construir y afianzar un pa�s que ofrezca igualdad de
oportunidades, en donde prevalezcan los intereses colectivos sobre los
individuales o de grupos, dentro del marco de una democr
acia aut�ntica, fundada en los principios de la paz, la justicia, la solidaridad
y el respeto irrestricto entre los pueblos del orbe.
En su programa Al� Presidente del pasado domingo 10 de octubre, vimos y
escuchamos al Comandante Ch�vez reiterar el llamado a su equipo de gobierno a no
fallar en el cumplimiento de los planes y programas sociales que se han puesto
en marcha para la b�squeda de ese pa�s que se est� construyendo, a prop�sito,
precisamente, de una advertencia que por v�a telef�nica le hac�a una venezolana
que se hab�a incorporado a la Misi�n Ribas para culminar sus estudios de
educaci�n media, en el sentido de que en su zona la deserci�n en ese Plan estaba
planteada como una hu�da obligada y sumamente dolorosa, porque los recursos y
apoyos t�cnicos requeridos para su instrumentaci�n no llegaban y no hab�a a
quien denunciarle lo que ocurr�a. Se hizo evidente la respuesta cargada de mucha
molestia del primer mandatario luego que escuch� la queja de la compatriota y no
era para menos. Una vez m�s el Presidente le ped�a a su equipo que hab�a que
poner m�s atenci�n y mayor vigilancia al trabajo del
gobierno y que no era admisible fallar, que hab�a que implementar mecanismos que
hicieran que ello fuese posible, entre los cuales mencion� uno que, ciertamente,
es muy efectivo: aparecerse sin aviso y hasta en horas inimaginables para ver si
los funcionarios y encargados de los planes est�n trabajando y si efectivamente
el esfuerzo que adelantan produce los resultados esperados, porque si ello no es
as�, pues a cambiar a la gente y recurrir a nuevas caras que en verdad se
comprometan con los cambios.
Ese episodio del domingo que el pa�s todo conoci�, el cual se enmarca dentro de
lo que debemos entender y aplaudir como una sana y necesaria cr�tica, es una
demostraci�n muy clara de lo urgente que se impone la creaci�n e impulso de las
organizaciones populares en todos los espacios a instancias del Estado, para
impedir que los procesos de cambios se vean entorpecidos por negligencia o por
omisi�n de quienes tienen el deber de coordinarlos y conducirlos a puerto
seguro. El hombre que le preocupa la preservaci�n y cuido de la cl�nica popular
y esa venezolana que no tuvo temor alguno en informarle a Ch�vez las fallas de
la Misi�n Ribas en su barrio, son elocuentes ejemplos de la necesidad
prioritaria de esas organizaciones populares como garantes de los cambios
efectivos que demanda la revoluci�n.
Por otra parte, es conveniente decirlo, ese importante hecho ocurrido el domingo
es, adem�s, una contundente reafirmaci�n de que el programa Al� Presidente es
una necesidad insustituible en tanto persistan los viejos vicios del pasado: el
burocratismo entendido como opci�n para el "resuelve" personal o de grupos que
a�n merodean por all� amparados en padrinazgos sutilmente (?) coleados en
ciertos estamentos del poder.