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Latinoamérica

El rostro del Ché Guevara en la revolución bolivariana

Isrrael Sotillo
Rebelión

Quien visite una oficina cualquiera de un ministerio, de una gobernación, de una alcaldía, o de una institución dirigida por un ‘burócrata bolivariano’, se va encontrar, casi seguro, con una litografía del Ché Guevara colgada o adherida en alguna de las paredes.
El guerrillero heroico es junto con El Libertador Simón Bolívar y el Presidente Chávez, por su puesto, uno de los íconos más importantes de la Revolución Bolivariana.
De la anterior afirmación me ha surgido una pregunta: cuántos de esos administradores de la cosa pública conocen a ciencia cierta quién era Ernesto Guevara de la Serna. No tengo inventarios al respecto, pero me temo que muy pocos de esos señores burócratas hayan leído algo acerca de la ética revolucionaria que practicaba el argentino-cubano.
Esto lo digo, puesto que la conducta demostrada por un buen número de funcionarios del Estado bolivariano, supuestamente, identificados con el proceso de transformación que vive Venezuela, indica todo lo contrario.
¿Acaso saben ellos qué el Ché le tenía una terrible alergia a los privilegios? ¿O qué nunca soportó el que se hiciera mal uso del cargo para obtener favores, ventajas o prerrogativas?
Pues bien, la verdad es que el Ché Guevara, al igual que Ho Chi Minh, se esforzaba en señalar, entre otras cosas, que la modestia debía ser imprescindible en la conducta de todo revolucionario; que la modestia debía estar presente en el gesto del hombre nuevo que estaba naciendo con la liberación del continente latinoamericano.
En cambio, muchos de estos ‘revolucionarios’ que andan con un cadáver en la boca, o mejor, de estos ‘burócratas bolivarianos’ que exponen el rostro del Ché en sus sitios de trabajo, desconocen cómo pensaba y cómo actuaba ‘Ramón’.
A los ‘falsos guevaristas’ venezolanos les caracteriza la arrogancia, la intolerancia, el orgullo, el narcisismo y la autosuficiencia. Sencillamente, están entregados a la buena comida, a los escoceses de marca y a la ropa lujosa.
Allí están, esos son, los idólatras de la foto tomada por Alberto Díaz (Korda), los mismos que se adueñan de las pertenencias del pueblo y abusan de su autoridad, o de su puesto circunstancial, para entregarse a las ofertas y a las demandas fraudulentas y lucrativas en nombre del ‘proceso’. Y que la mayor de las veces, son frenéticos egoístas y tremendos corruptos.
A los ‘burócratas bolivarianos’, por cierto, se les ve lucir en las marchas, en los actos públicos y en sus propios centros de labores, lindas camisetas con la silueta del Ché estampada en el pecho o en la espalda. Pero esos mismos, son los primeros en correr detrás de los puestos, de los ascensos, del honor y del dinero.
Algunos, no contentos con sus beneficios, ‘socorren’ a toda su familia con las providencias de la revolución. Enseguida que se estrenan como altos funcionarios, o como directores de determinados despachos, le dan cargos a sus amigos y allegados, sin tener en cuenta los resultados funestos que le ocasionan a la revolución. ¡Cómo les gusta hablar... y hacer tan poco!
Otros tienen una mentalidad mercenaria, por eso no comprenden que ellos mismos son los protagonistas de la revolución, y se sienten responsables sólo ante sus superiores y no ante la causa revolucionaria. Es que se les olvida que el autor del libro ‘La guerra de guerrillas’ fue quien inició el trabajo voluntario en Cuba en los días inmediatos al triunfo de los maquis comandados por Fidel Castro.
¡Señores burócratas! La solidaridad que practicaba el Ché estaba cargada de amor, de mucho amor; él supo vaciar de su vida las remembranzas perniciosas; él actuó, al contrario de la práctica de ustedes, despojado del veneno más letal que se inocula en los seres humanos, el egoísmo. Por eso, con su HONRADEZ, a prueba de balas, se ganó la admiración y el respeto, no solamente de aquellos que le conocieron personal o indirectamente en sus días de lucha, sino, además, de las nuevas generaciones que en el presente lo han tomado como ejemplo.
El Ché jamás buscó una vida cómoda, es bien conocido que habiendo sido Ministro de Industrias de la Revolución Cubana se fue hasta Bolivia a continuar combatiendo por la libertad popular de la Patria Grande, y allí dándolo todo por lo que creía lo sorprendió la muerte. El Ché bien alcanzó vivir en la modestia más extrema. La voz de la pobreza nunca fue quebrantada por él.
El mejor homenaje que le pueden hacer al Ché Guevara en este nuevo aniversario de su desaparición física, todas las bolivarianas y todos los bolivarianos leales, francos, activos y honrados; debería ser unirse con humildad para combatir las tendencias impregnadas de burocratismo, militar y civil, y de un profundo reformismo que tanto corroen y debilitan a una revolución, en este caso, a la Revolución Bolivariana que lidera el Comandante Hugo Chávez.
A los cientos de miles de hombres y mujeres que sueñan con una revolución autentica en Venezuela, y quienes están dando su vida por la construcción de una patria digna, les sugiero que no olviden la proclama quizá más emblemática del Ché: "En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos, con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y victoria".