Latinoamérica
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El Perú frente al ALCA
El desafío de la nueva colonización de la educación: ALCA y pedagogía para la opresión
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por Manuel Talens
Introducción
El año 2005 marcará la firma y la implementación del ALCA, un exhaustivo acuerdo
político y económico que limitará radicalmente la soberanía latinoamericana. El
ALCA le proporcionará al imperialismo estadounidense un marco legal y de toma de
decisiones para determinar el comercio, las inversiones, las políticas sobre la
propiedad y la legislación laboral, así como la naturaleza, el coste, la forma y
el contenido de los sistemas de salud y educación.
El ALCA significa un cambio cualitativo en las relaciones entre EE.UU. y América
Latina, porque establece un nuevo sistema político y la base legal para el
control estadounidense directo de toda la estructura socioeconómica de esta
última. Los gobiernos de casi todos los países andinos, Perú, Ecuador, Colombia
y Bolivia (con la excepción de Venezuela) ya han manifestado su deseo de aceptar
el nuevo estado colonial. Pero antes de discutir sobre cualquier cuestión social
de importancia es necesario entender las implicaciones del ALCA y su impacto
específico sobre la educación, así como sus efectos sobre el sistema pedagógico
peruano.
El ALCA como proceso
La firma y la puesta en marcha del ALCA en 2005 son el producto de un proceso
político, no de un acontecimiento aislado. Es importante comprender las
diferentes fases y cambios incrementales que han creado la base para la
actual transición hacia el nuevo colonialismo. El ALCA es la culminación de una
lucha que ya dura veinte años y que, en el caso de Perú, se inició en los años
ochenta bajo Belaunde y la presidencia de Alan García, se aceleró en los noventa
bajo la dictadura de Fujimori y ha culminado con la abyecta y total sumisión del
régimen de Toledo al marco neocolonial propuesto.
Incluso si la transición al ALCA tuvo lugar por medio de cambios poco
sistemáticos, el acuerdo representa una nueva totalidad que abraza cada aspecto
de la vida política, militar, social y cultural. El ALCA no es simplemente un
problema de dominación económica, sino que afecta tanto la estructura interna
como la política internacional de América Latina, incluida la formación de un
ejército mercenario para vigilar el imperio, tal como se ha visto en la reciente
intervención y la ocupación de Haití.
El proceso de colonización se inició con el uso imperial de la deuda externa
como palanca de la «política de ajuste estructural»; a través de sus
representantes en las instituciones financieras internacionales (el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano) Washington
diseñó un programa para la privatización de empresas públicas, la
desnacionalización de los recursos naturales, la cancelación de las medidas
arancelarias protectoras, la desregulación del sistema financiero, la inversión
de la legislación industrial y social y la promoción del control privado
capitalista de la educación y la seguridad social. Cada una de estas medidas
neoliberales tuvo un doble efecto: por un lado, aumentaron los activos, los
beneficios y los pagos de intereses a los bancos y multinacionales
estadounidenses; por el otro, apareció dentro del país una clase social de
gerentes, profesionales, inversionistas, administradores, políticos y demás que
se beneficiaron de dicha política y que son los principales partidarios internos
de la transición al colonialismo. La política neoliberal creó un nuevo personal
y las instituciones internas que apoyan al ALCA. El neoliberalismo es una
política precolonial y procolonial que ha creado la clase política dispuesta a
servir al imperio colonial.
El imperialismo se expande y gobierna mediante la fuerza y las ideas. Para
algunos escritores y universitarios, el problema clave es la hegemonía imperial,
es decir, la integración mental de las ideas de la clase dirigente por parte de
los oprimidos. Yo añadiría que el término hegemonía ha sido desvirtuado.
La hegemonía imperialista en América Latina se basa en sectores sociales y
políticos muy limitados. La mayor parte de las clases sometidas a la hegemonía
son aquellas que colaboran abierta y continuamente con instituciones imperiales
y comparten los beneficios del pillaje imperial. Esto incluye a los líderes
políticos de la mayoría de los partidos electorales, a banqueros locales,
inversionistas, consultores, etc. Esos colaboracionistas ejercen influencia
sobre las clases medias, prometiéndoles «reformas» y «democracia» y sirviendo
algunos de sus intereses. Pero la gran masa de la ciudadanía rechaza el libre
comercio, el pago de la deuda, la reducción de los presupuestos sociales, la
erradicación de la coca y el ALCA. Es evidente que la hegemonía imperial no
funciona entre las masas, que no aceptan la hegemonía del imperialismo, pero
están manipuladas por los líderes políticos y sociales pequeñoburgueses, que sí
están bajo la hegemonía imperial. El imperialismo gobierna a las masas por medio
de la fuerza y la manipulación retórica y organizativa de la arribista clase
política electoral.
Educación: la transición desde el neoliberalismo al colonialismo
En el área específica de la educación, el proceso de privatización se ha abierto
camino por medio de diversas políticas complementarias. En primer lugar, la
reducción del presupuesto estatal para la educación pública conduce a la
reducción de los salarios de los educadores, a un aumento del alumnado por aula
individual, al deterioro de las instalaciones, etc. Los presupuestos estatales
fueron reducidos para canalizar un tercio de los beneficios y la mitad de los
ingresos de las exportaciones hacia el pago de la deuda. La reducción de los
gastos educativos y de otros gastos sociales también tiene un objetivo
ideológico: lograr que la educación pública se deteriore y, luego, argüir que
cualquier actividad pública es inferior a la empresa privada capitalista.
Además, la reducción de la financiación pública de la educación hace que las
escuelas públicas sean más dependientes de la financiación privada, lo cual hace
que aumente la influencia del sector privado sobre la educación.
La promoción y la subvención de la educación privada y, por consiguiente, el
deterioro de las escuelas públicas, conduce a la segregación de la educación
entre los pobres y las clases medias bajas. La financiación de la educación
privada tiene varios objetivos. En primer lugar, promueve la idea de que lo
privado es mejor que lo público. En segundo, aumenta la calidad de la educación
privada para las clases privilegiadas y reduce los gastos de la elite. El Banco
Mundial y las fundaciones privadas (las Fundaciones Ford y Rockefeller) diseñan
y financian programas educativos, agendas de investigación, reformas de planes
de estudios y educación ideológica con vistas a hacer avanzar el proceso de
privatización y a vincular la educación a los intereses económicos privados, a
la extensión colonial y a la difusión de la ideología imperial. Por mucho que el
Banco Mundial abogue a favor de una mayor profesionalidad y en contra de la
ideología en los programas educativos, en realidad lo que promueve es una
ideología proimperial que prepara tecnócratas para que sirvan a las
multinacionales contra una ideología nacionalista que sirve a la población.
La función de esa educación es crear un hombre nuevo que cuadre con la
nueva economía colonial, lo cual implica la conversión cultural de ciudadanos
independientes soberanos en sujetos coloniales. La construcción de una cultura
colonial es esencial para el mantenimiento de los nuevos regímenes colaboradores
que sostienen el imperialismo. La ofensiva cultural colonial se opone al
concepto cheguevariano de hombre nuevo socialista [1] con la noción de
hombre nuevo colonial. La ideología del hombre nuevo colonial se basa en que
«lo que es bueno para las multinacionales es bueno para el país». Su objetivo no
es cuestionar los objetivos del imperio, sino definir las técnicas menos
costosas y los medios para alcanzar los mayores beneficios.
La perspectiva de Guevara, el hombre nuevo socialista, se opone diametralmente a
la del hombre nuevo colonial: para el Che, el objetivo en la vida es servir al
pueblo, guiarse por los ideales del bien común, integrar la palabra con la
acción, combinar el trabajo físico con el intelectual, despreciar a los
opresores y abrazar al oprimido, sacrificar la riqueza material por el bien de
la humanidad. Por el contrario, el objetivo del hombre nuevo colonial consiste
en servir a la corporación, guiarse por la acumulación privada de riqueza,
hablar con doblez, despreciar el trabajo físico, adorar al rico y al poderoso y
despreciar al pobre, idolatrar el consumismo y venderse al mejor postor.
Para el Che, el valor más alto era la solidaridad de clase; para el sujeto
colonial es el mercado quien dicta las respuestas; para el Che, el respeto de la
naturaleza y la fe en el potencial humano eran valores supremos; para el sujeto
colonial, el objetivo consiste en extraer la riqueza y pisotear los derechos de
los pueblos indígenas.
La creación de una cultura colonial implica no sólo la conformidad con la
disciplina económica y social impuesta por el estado neocolonial para facilitar
el pillaje imperial del trabajo, de los recursos naturales y del tesoro público,
sino también la colonización de la mente, de los sentidos e incluso de los
objetos del deseo.
La dominación cultural colonial incluye la influencia de las experiencias
visuales y del entretenimiento a través de los medios de comunicación mediante
programas estúpidos de violencia policial que refuerzan la autoridad del Estado,
telenovelas que convierten profundos problemas sociales en dilemas personales o
juegos de azar que crean la ilusión del escape individual lejos de la miseria de
las masas. El imperialismo gastronómico bajo la forma de consumo individual de
comidas rápidas infectas destruye los hábitos nutritivos históricos y colectivos
que hasta ahora se transmitían de generación en generación. El imperialismo
gastronómico crea vínculos con los hábitos de consumo de la sociedad imperial y,
además, elimina a los productores locales de alimentos e incrementa los
beneficios de multinacionales multimillonarias. Los símbolos coloniales del
consumo –centros comerciales enormes– se convierten en lugares de encuentro para
la juventud de clase media baja y sirven como puntos de referencia para el
comportamiento imitativo, que conduce a la sumisión colonial.
La educación, en el más amplio sentido de la palabra, también tiene lugar fuera
de las aulas por medio de la publicidad, de los medios de comunicación
colonizados, de familias conformistas y grupos de amigos. No son únicamente las
fuerzas macropolíticas las que crean la mentalidad colonial, sino también los
microcontextos, la influencia de los amigos y de las relaciones primarias, con
sus «líderes de opinión» que comunican directamente con los estudiantes.
La auténtica educación debe tener en cuenta a los estudiantes que posean
cualidades de mando y sean capaces de transmitir los valores solidarios
de clase y de independencia nacional para que organicen a otros estudiantes en
la causa de la justicia social. Sería necesario incitar a los estudiantes a que
tomen la delantera en el desafío a la propaganda colonial, y ello tanto en los
patios de recreo, como en las aulas y en los campos de juego.
La educación formal debe crear una mente crítica que permita a
individuos/estudiantes/profesores/familias analizar y desenmascarar las
intenciones imperiales ocultas tras la macrodominación manipuladora de los
medios de comunicación y la transmisión inconsciente (o estúpida) del mensaje y
de los valores en pequeños grupos. La lucha pedagógica no sólo abarca la
enseñanza de las materias fundamentales en el plan de estudios, sino también la
interpretación de las experiencias cotidianas en el mundo.
Los educadores no sólo deben proporcionar a los estudiantes las críticas
de la elite en el poder y de sus múltiples voces en los medios de comunicación,
sino asimismo trabajar con ellos y con la comunidad en la construcción de
microalternativas, lo cual incluye la publicación de boletines y pequeñas
revistas literarias y políticas, la organización de foros públicos, el rodaje de
vídeos experimentales, la creación de sitios web, la organización de actividades
solidarias, el aprendizaje de la escritura narrativa, el montaje de espectáculos
de marionetas y teatros callejeros en barrios populares, los conciertos y
acontecimientos sociales con un claro mensaje social de clase y de afirmación
nacional. Sería necesario animar a los estudiantes al trabajo voluntario con una
clara orientación de clase, para que formen brigadas alfabetizadoras y enseñen
higiene a los más pobres.
Los educadores deben animar a estudiantes a que se conviertan en actores y creen
medios de comunicación alternativos (radios comunitarias) y lugares alternativos
de encuentro (centros municipales) que fomenten la solidaridad de clase y
provoquen el rechazo de los centros culturales coloniales controlados.
Educación formal: el modelo colonial
Los colaboradores locales presentan el modelo colonial de la educación como la
«elevación del nivel de educación», la búsqueda de la «excelencia en la
enseñanza» y la «modernización del plan de estudios», todos ellos objetivos
recomendables… en abstracto. Pero, una vez que se estudia el contenido
operativo de tales conceptos, lo que se descubre es que están vinculados a
la fabricación de un tipo específico de estudiante: un sujeto colonial. La
«elevación del nivel de educación» es, con frecuencia, una excusa para la
privatización de la educación y la conversión de los estudiantes en trabajadores
acríticos que se identifican con los intereses de las autoridades políticas y
del mundo de los negocios. La búsqueda de la «excelencia en la enseñanza» bajo
el neoliberalismo quiere decir el uso de los modelos imperiales centrados en el
éxito individual, ajeno a cualquier noción de solidaridad de clase social. Las
«reformas educativas» financiadas por las agencias imperiales explotan el
complejo de inferioridad de los pueblos y de las autoridades del Tercer Mundo y
presentan su plan de estudios colonial como una modernización, como la
transferencia del triunfo de un Primer Mundo superior a los pueblos
colonizados. Los educadores críticos que se oponen a la tendencia ideológica de
la «modernización» colonial son descritos como ideológicamente atrasados.
Debemos elaborar criterios, normas de excelencia y métodos propios para alcanzar
una educación de calidad que incorpore los valores de la independencia nacional,
la solidaridad internacional y las formas de autogestión de la propiedad social.
Los planes de estudios deberían ser diseñados conjuntamente por profesores y
estudiantes, en consulta con los padres. Debemos evaluar constantemente las
técnicas y las habilidades sociales y permanecer abiertos a la crítica y a las
nuevas ideas. Y, por encima de todo, debemos esforzarnos por llegar a los más
pobres, interesados en un proyecto social común.
Las reformas educativas imperiales son cambios complejos, integrales, que
alteran la formación del profesorado, reforman los planes de estudios, afectan
la disciplina de clase y dan lugar a experiencias de trabajo diseñadas para
crear una actitud sumisa a la hegemonía en la que profesores, estudiantes e
individuos aceptan de buen grado la dominación colonial.
Las «reformas» coloniales de la educación del profesorado tienen dos vertientes,
una utilitarista y otra ideológica. El lado utilitarista acentúa el mayor
conocimiento de los medios técnicos en la educación, las mejoras educativas, los
programas de enriquecimiento venidos de ultramar, etc. El lado ideológico
acentúa la figura del profesor como sujeto ajeno a la ciudadanía, pues no
participa en las luchas sociales y, en cambio, hace de guardián de la autoridad
existente en la política y en la economía. Según las normas coloniales, los
profesores deberían enseñar los ideales del Estado, no una comprensión
crítica de las realidades del abuso de poder, de la corrupción estatal o de la
explotación económica.
La cuestión central de la educación del profesor es su «naturaleza híbrida», una
mezcla de innovaciones técnicas y adoctrinamiento ideológico; únicamente los
profesores con principios firmes están en condiciones de desactivar el
paquete de reformas y de rechazar la ideología imperial de las innovaciones
técnicas útiles.
La transición desde el régimen neoliberal al neocolonial establece nuevas
exigencias sobre el mercado del trabajo, pues requiere un nuevo plan de
estudios, nuevos manuales, nuevos profesores y una nueva política de admisiones.
La función principal del régimen neoliberal consistía en eliminar la autonomía
educativa, debilitar el apoyo popular a los educadores públicos, minar la
solidaridad social y facilitar la transición desde un sistema educativo
semiprivado a uno totalmente privado.
El plan de estudios colonial requiere que se haga hincapié en una formación
profesional limitada, en el endoctrinamiento social de los «efectos benéficos»
del universo imperial y en la aceptación pasiva de la posición privilegiada del
mercado capitalista. Desde la perspectiva colonial, el producto ideal de estas
reformas es un técnico entrenado sin referencias sociales ajenas a las
establecidas por las autoridades políticas y económicas y un profesional «culto»
que carece de criterios críticos para evaluar el contexto social de la crisis
socioeconómica. Este tipo de educación incita a las personas a pensar que los
problemas sociales y económicos son fracasos personales y a culparse ellas
mismas en vez de al sistema imperial. Al aceptar la responsabilidad personal por
los fracasos del sistema, es menos probable que los estudiantes, los profesores
y los padres socialicen su descontento y actúen de manera colectiva.
Bajo el modelo colonial, los programas de formación de profesores y estudiantes
son sumamente estratificados y jerárquicos: en lo alto de la pirámide se
encuentran las costosas y exclusivas escuelas y universidades privadas, tanto
locales como extranjeras, para los hijos y las hijas de la clase dirigente y de
los ricos, donde son entrenados para llegar a ser directores de empresas y
ministros. En la mitad de la pirámide están los colegios privados y las
universidades públicas de alta calidad, que forman profesionales, ingenieros,
consultores y gestores medios del sistema imperial. En la base se encuentran las
escuelas técnicas y las universidades provinciales, que producen trabajadores
expertos, funcionarios de bajo nivel, profesores mal pagados e inspectores de
sanidad. Para el resto, está la «economía informal», donde trabaja un ejército
de niños pobres que, de vez en cuando, estudian por la tarde. Se trata de un
sistema educativo diseñado para reproducir y consolidar la sociedad, la economía
y la política coloniales.
Los mecanismos de dominación educativa
Con vistas a realzar la influencia imperial sobre el proceso educativo y
transmitir la ideología imperial a profesores y estudiantes, el estado imperial
ha instituido varios mecanismos y disposiciones institucionales, el Banco
Mundial, el Banco de Desarrollo Interamericano, fundaciones privadas
semioficiales e instituciones educativas semiautónomas.
En primer lugar se encuentra la financiación imperial –denominada ayuda
extranjera– sobre la base de condicionamientos. Los fondos son
distribuidos bajo la condición de que se pongan en práctica las reformas
imperiales. Para asegurar el control, muchos de los programas financiados
requieren la creación de asociaciones entre los funcionarios imperiales y sus
colegas del Tercer Mundo. Esta asociación tiene por finalidad asegurar que los
recipiendarios sigan las reglas y directrices y alcancen resultados que
favorezcan la política imperial. Las asociaciones también permiten el control
colonial del colega del Tercero Mundo.
Con vistas a promover la ideología de EE.UU. y realzar los intereses
estratégicos económicos y políticos estadounidenses, las fundaciones
semioficiales privadas financian: (1) conferencias sobre asuntos de interés para
el imperio; (2) consejeros que infiltrarán las instituciones educativas claves y
supervisarán las reformas; (3) programas de intercambio para resocializar
a los estudiantes y educadores (y posiblemente reclutarlos); (4) programas de
becas (como los US Fullbright Scholarships) que inducen a los aspirantes
potenciales a evitar las manifestaciones públicas contrarias al imperialismo y
(5) programas educativos conjuntos que crean vínculos estructurales a
largo plazo y que sirven de correa de transmisión para el control imperial. Las
«asociaciones» entre socios de recursos desiguales conducen siempre a la
subordinación. Únicamente las asociaciones entre educadores latinoamericanos se
dan en un estado de igualdad y permiten un intercambio libre y positivo.
La «ayuda extranjera» es un concepto engañoso por muchos motivos. En primer
lugar, porque se trata sobre todo de préstamos que se deben ser rembolsar
con intereses. En segundo lugar, las condiciones de estos préstamos
permiten transferir desde el país los ingresos excedentarios. La desregulación
de los mercados financieros (que es una condición para la ayuda extranjera)
permite que los políticos corruptos, los hombres de negocios, los banqueros, los
narcotraficantes, los traficantes de armas y los esclavistas sexuales envíen
miles de millones de dólares de dinero sucio a bancos del exterior. En segundo
lugar, la desregulación permite que los bancos y multinacionales transfieran
miles de millones de beneficios, intereses y derechos de autor a sus sedes
centrales fuera del país. Una economía nacionalista que controle los flujos de
capital, posea compañías provechosas y persiga a los delincuentes del dinero
sucio no necesita «ayuda extranjera». Puede financiar su desarrollo con fondos
propios.
Estrategias imperiales: poder blando, poder duro
En el lenguaje de los estrategas imperiales, el poder blando (por ejemplo, la
reforma educativa) es tan importante como el poder duro (la intervención militar
o las misiones clandestinas de la CIA) para el mantenimiento y la ampliación del
imperio. El poder blando es otra manera de hablar del imperialismo cultural (el
debate implícito entre Bush y Kerry durante la del poder blando y del poder duro
en el proceso de edificación de imperio. Kerry estuvo en favor de utilizar un
poder ligeramente más blando que Bush).
El imperialismo cultural implica el reconocimiento de la subjetividad
como fuerza para sostener el mando imperial y el pillaje y como arma para
eternizar el control imperial. La subjetividad es una relación aprendida, ya que
nadie nace esclavo o revolucionario. Las condiciones económicas y sociales
pueden facilitar por sí mismas una u otra respuesta subjetiva, pero nunca son
totalmente determinantes. No existen «condiciones objetivas», por muy precarias
y opresivas que sean las condiciones que determinan automáticamente el
conocimiento político o la subjetividad. Se conocen muchos casos, documentados y
experimentados, de gente oprimida que responde a la miseria abrazando
movimientos espirituales o centrando su frustración en la violencia familiar.
También se conocen numerosos casos de organizaciones rurales y urbanas pobres
que atacan al sistema. Entre el mundo objetivo y la respuesta de los individuos,
las clases y los grupos étnicos son el contexto subjetivo, ideológico y social
que influye en la percepción, en la comprensión y en la acción social. El uso
imperial del poder blando busca crear una pantalla ideológica que filtre y
elimine el análisis crítico y promueva una identificación positiva con los
símbolos y los intereses del poder imperial. Por ejemplo, todos los paquetes de
arroz, frijoles y harina donados por USAID llevan una gran etiqueta: «From the
USA».
La educación: terreno para la lucha contra el poder blando
Todos hemos estado, estamos y estaremos siempre inmersos en una batalla de
ideas, de lenguaje, de métodos educativos y de materias de estudio. ¿Cuántos de
nosotros hemos vivido nuestra niñez con precariedad y hemos trabajado en
condiciones de explotación, ignorantes de las causas de aquel estado de cosas,
para sólo tomar conciencia política de los motivos más tarde, al leer,
estudiar e implicarnos en discusiones públicas?
Los profesores y educadores tienen que enseñar a sus estudiantes cómo analizar
críticamente los conceptos coloniales, que tienen una connotación positiva, pero
un significado totalmente negativo. El imperialismo ha corrompido nuestro
lenguaje político, invirtiendo el significado de conceptos y obligándonos a
servir sus fines con la palabra. Por ejemplo, los ideólogos coloniales y
neoliberales proponen reformas que, de hecho, desmantelan los programas
sociales y concentran los ingresos en lo alto de la pirámide. En un principio,
desde luego, las «reformas» se referían a la política redistributiva que
favorecía a los pobres. Otro ejemplo es la expresión política de ajuste
estructural. En el pasado, la izquierda hablaba de la necesidad de «cambios
estructurales» tales como la reforma agraria y la nacionalización de los bancos.
En los labios de los neoliberales, el «ajuste estructural» es un eufemismo para
transferir la propiedad pública a monopolios privados extranjeros, promover la
inversión extranjera y llevar a la bancarrota a los productores locales, reducir
salarios y aumentar sus propios beneficios. Todo el vocabulario político
colonial está hoy lleno de eufemismos, colonización lingüística que, en última
instancia, conforma el pensamiento conceptual y el marco para la
comprensión, la interpretación y la actuación en el mundo. Los educadores deben
dedicarse a una crítica cuidadosa y sistemática que ponga en evidencia la
contradicción fundamental entre la connotación de estos conceptos
eufemísticos y su significado sustancial en nuestra vida diaria.
Las ideas son importantes y la educación pública, tanto fuera como dentro de las
aulas, puede proporcionar los instrumentos críticos para el análisis y también
las habilidades técnicas para ganarse la vida. La batalla de las ideas tiene
lugar en terreno impugnado: la escuela no es simplemente un producto de
influencia vertical, de arriba abajo; la educación es también un producto de
influencia horizontal, de abajo arriba. La historia no es simplemente el estudio
de los nombres y las fechas de la elite, sino una discusión desde abajo, una
historia popular de luchas y avances sociales.
El método de enseñanza depende de los sujetos y del objetivo de
ésta. Quienes enseñan para el imperio se centran en los efectos positivos del
establecimiento colonial, no en el pillaje a las civilizaciones precoloniales;
destacan a los dirigentes y su modo de gobernar, no los esfuerzos autóctonos de
solidaridad, la autonomía y la lucha contra la explotación. El punto de vista (o
la perspectiva de clase) determina la elección de los conceptos, los
protagonistas de la historia y la naturaleza de las relaciones de poder. En la
ciencia no sólo estudiamos los grandes hallazgos, sino la opción de los temas de
estudio, el uso y los beneficiarios de los descubrimientos científicos, en una
palabra, el contexto social del trabajo científico.
Incluso si muchos científicos se dicen «apolíticos», la clase de investigación
que realizan –ya sea militar o civil, para compañías farmacéuticas
multinacionales dedicadas a hacer beneficios o para agencias de salud pública,
cirugía estética para ricos o el tratamiento de la malaria para las clases
pobres rurales– se basa en decisiones políticas. El apoliticismo de quienes se
dedican a la enseñanza implica la abdicación de sus responsabilidades, ya sea
por ignorancia del contexto político de su trabajo o por un cinismo hipócrita.
Uno de los objetivos principales del contenido de la educación está
inevitablemente determinado por la necesidad de crear habilidades técnicas de
sirvan para entrar en el mercado de trabajo. Sin embargo, la enseñanza de las
habilidades y el conocimiento técnico, así como el uso de innovaciones para la
comunicación de ideas, necesitan acompañarse de una comprensión más profunda de
las relaciones sociales de producción y de trabajo, de la organización social de
las formas alternativas de trabajo, del universo de las relaciones entre estados
y de cómo todo esto afecta nuestras experiencias cotidianas en el trabajo, en la
familia y en nuestras relaciones personales.
Por ejemplo, los trabajadores especializados y los profesionales deberían
aprender cuál es la naturaleza y la actividad de las empresas privadas
capitalistas –en especial, su tendencia a cambiar la localización de la
producción y a abandonar a su suerte a comunidades enteras para mejorar sus
márgenes de beneficios. Los profesores deberían recibir una formación sobre el
proceso del trabajo, un ejemplo del cual se encuentra en la sustitución del
personal permanente por «profesores contratados», con beneficios sociales
reducidas para adaptarse a las reducciones presupuestarias que son el resultado
de los pagos de la deuda externa.
La experiencia educativa no se limita a la relación entre el estudiante y el
profesor, sino que forma el núcleo de una serie de interacciones, ajenas a las
aulas, con padres, vecindario, sindicatos y movimientos sociales. La implicación
del profesor con los padres trabajadores es esencial para la mejora de la
educación, del clima de trabajo y para la formación de un liderazgo en la lucha
cultural antiimperialista. La mejora de los salarios y de las condiciones de
trabajo de los educadores sólo se puede lograr hoy mediante su vinculación con
los intereses educativos más amplios que afectan a los estudiantes, a los padres
y a la economía local. La historia reciente nos enseña que sólo los grandes
movimientos de masas, no simplemente las huelgas del personal de enseñanza,
logran resultados favorables. Los educadores son una «red natural» –se
encuentran en todo el país, poseen potencialmente los instrumentos para el
pensamiento crítico, la oratoria y la escritura, interactúan a diario con
sectores importantes de la población y los padres los consideran esenciales para
el éxito de sus hijos. De manera objetiva, los educadores se ven forzados hoy en
día a compartir las dificultades de las familias de sus estudiantes. El
profesorado está en decadencia, sus salarios (¡cuando les pagan!) son iguales o
inferiores a los ingresos de los trabajadores semicualificados y de los
campesinos medios; sus salarios y su estatus disminuyen, sin ninguna esperanza
de mejora, dentro del sistema colonial, puesto que la política neoimperial
recorta los presupuestos para pagar a los banqueros del exterior. Objetivamente,
el empobrecimiento de los educadores se entrecruza con las condiciones generales
de la masa de trabajadores y campesinos: han dejado de tener un estatus distinto
y especial.
Sin embargo, algunos educadores se han opuesto subjetivamente al reconocimiento
de su situación social o han escogido las «soluciones personales» al recurrir al
pluriempleo, a la dependencia de los ingresos de sus cónyuges, al falso sentido
de la diferencia profesional o a una comprensión errónea de lo que significa ser
un buen profesional. En muchos casos, temen las represalias de las autoridades
públicas o de los intereses influyentes del mundo de los negocios. Son
conscientes de los despidos de profesores e incluso de las amenazas físicas
contra sus vidas. Precisamente a causa del papel central que ocupa la escuela
pública en la educación y socialización de las generaciones futuras de
trabajadores, campesinos y clases medias bajas, se ha convertido en un «objetivo
del poder blando imperial».
Sin embargo, el profesorado posee un activo estratégico. Todos los estudios
recientes demuestran que, durante los últimos cien años, la mayoría de clase
obrera, del campesinado y de las familias de clase media baja creen firmemente
en la educación como vehículo para la mejora económica de sus hijos y de sus
familias. Trabajan duro y se sacrifican para obtener la mejor educación posible
y no dudarán en implicarse en la lucha por obtenerla, a condición de que estén
organizados y de que posean una educación política.
Qué hacer
Hoy en día, profesores, estudiantes, padres y movimientos populares están ya
implicados en la lucha por una educación global pública gratuita y contra los
proyectos imperiales de privatizar, obtener beneficios y estratificar la
educación. Una política educativa progresista, nacional y democrática sólo puede
sobrevenir por medio de un movimiento nacional y social dinámico. La
construcción de un movimiento educativo progresista debe combinar exigencias
educativas específicas con luchas más amplias que hagan retroceder los avances
del imperialismo mediante la renacionalización de los recursos estratégicos, la
reconstrucción de una economía industrial basada en el control de los
trabajadores, la reasignación de las finanzas públicas, desde la educación
privada a la pública para todos. Estos cambios estructurales macropolíticos se
basan en la micropolítica y en las victorias que tienen lugar en cada aula, en
cada escuela, en cada distrito: la micropolítica implica victorias que aseguren
la presencia de trabajadores sanitarios, enfermeras o médicos en cada escuela.
Las pequeñas victorias construyen grandes movimientos. Los avances
cuantitativos, a través de la micropolítica, en algún momento se vuelven
transformaciones cualitativas a través de los movimientos nacionales de masas.
Hoy, el Perú vive un período de creciente polarización y movilización de
campesinos y estudiantes. Por una parte, el estado colonial intenta dividir y
debilitar los sindicatos de profesores con asociaciones «paralelas» coloniales y
criminalizar a los profesores que enseñan la crítica en las ciencias sociales.
Por la otra, hay un renacer de un movimiento de masas estudiantil que desafía la
estructura de la universidad autoritaria y que ya ha logrado algunas reformas
positivas. La historia demuestra que los movimientos de estudiantes que se unen
hoy a movilizaciones de campesinos y trabajadores urbanos para las reformas
pueden convertirse mañana en el embrión de un movimiento revolucionario.
Cuando hablamos de imperialismo y, en particular, de neoliberalismo o de
neocolonias, debemos reconocer que se trata de categorías generales que sólo
tienen un significado cuando se examinan las particularidades de la historia, la
cultura y las relaciones sociales de formaciones sociales específicas. En los
países andinos, cualquier lucha eficaz contra el imperialismo y el
neocolonialismo debe dirigir su atención principal hacia la explotación
económica y la opresión cultural de los indígenas; el imperialismo golpea
directamente con programas de erradicación de la coca, que destruyen los
ingresos y obligan a los niños a abandonar la escuela. Hablar en general de
imperialismo o neocolonialismo sin examinar el papel de los líderes políticos
particulares y de las elites gobernantes y sus vínculos con los diferentes tipos
de clases dirigentes y funcionarios administrativos, socava el esfuerzo de
centrar la movilización popular en auténticos objetivos. En el Perú, el problema
del racismo no es simplemente un problema de los indios, sino también de los
blancos, de los líderes sindicales y de los profesionales, que han apoyado las
exigencias del pueblo indígena, pero que no han creado vínculos orgánicos con
sus exigencias históricas: tierra, autogobierno, autonomía territorial, libertad
para cultivar cosechas provechosas (incluida la coca). El neocolonialismo
peruano es muy diferente del brasileño y el chileno, porque sus estructuras
sociales, sus exigencias históricas y su pasado político no son iguales. Todos
los pueblos comparten un adversario común –el imperio estadounidense–, pero los
programas sociales específicos para la transformación, las exigencias y las
condiciones varían. Lo mismo sucede con las variaciones regionales dentro de una
nación: mientras que las exigencias de aumentar la financiación estatal de la
educación son comunes, la utilización de los fondos, las prioridades sociales y
los beneficiarios son diferentes. El arte de la política, incluida la política
educativa, debe crear poderosos movimientos internacionales y nacionales por
medio del reconocimiento y de la articulación de las demandas plurales y
específicas de cada clase explotada y de los grupos étnicos y sexuales
oprimidos. El arte sutil de la política educativa debe integrar las luchas
particulares con los movimientos nacionales y articular un programa que conecte
la micropolítica local con un proyecto para alcanzar el poder estatal.
Por último, deberíamos recordar que el objetivo de la educación es no sólo
impartir habilidades analíticas y un pensamiento crítico y preparar a nuestros
estudiantes para ganarse la vida decentemente, sino enseñar valores morales,
crear el hombre nuevo, como el Che Guevara nos enseñó: integrar nuestras ideas
con nuestra praxis.
Notas
[1] En el inglés original, new socialist person, concepto que abarca
tanto al hombre como a la mujer. Para la traducción castellana hemos retenido la
denominación original de Ernesto Guevara, hombre nuevo socialista, pues
el Che, a quien nadie en su sano juicio podría acusar de discriminación
genérica, redactó sus escritos en unos tiempos en que las justas
reivindicaciones feministas aún no habían impuesto el cambio de hombre a
persona. (N. del T.)