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Latinoamérica

21 de enero del 2004

105 mil 120 horas después

José Steinsleger
La Jornada


Tras la esperada invasión de Panamá (diciembre de 1989) y la inesperada derrota electoral del sandinismo dos meses después, en los coches de Miami aparecieron calcomanías adheridas que decían: "La próxima Navidad, en La Habana".

Xavier Suárez, alcalde de la ciudad, declaró: "…la 'vox populi' (sic) en la comunidad de exiliados es que 'ese señor' no puede mantenerse ni por un año". Y un periodista cuya opinión "independiente" coincide invariablemente con la del amo, apuró el paso para entregar a imprenta un libro de modesta pretensión: "La hora final de Castro".

A tono con una época en que la información se liberaba de los criterios tradicionales de la verificación o el error, el libro de Andrés Oppenheimer se vendió como pan caliente y termina así: "Esto ya se cayó - me dijo un hombre en la calle hacia el final de mi último viaje a Cuba -. Estamos en el papeleo".

Ciento cinco mil ciento veinte horas después (incluyendo las de 1993-95, las más difíciles de la revolución), Fidel cumplió 77 años. Hecho que a muchos politólogos y escritores de espíritu plural aunque peleados con la realidad, les condujo al sensacional hallazgo de que las personas, a determinada edad, mueren.

Angustiados por Cuba (al igual que lo están por Haití, Colombia, la deuda externa, los indios de Bolivia y los periodistas asesinados de América Latina), los chiquillos y las chiquillas bienpensantes emplean una serie de términos de "excelencia académica" que atornillan y desatornillan a discreción. "Transición" es el favorito. Como en España…¿me explico? "Diálogo", "participación ciudadana", "alternancia", "democracia con inclusión social", "acceso a la información", "transparencia", "desarrollo humano sustentable"… suma y sigue.

Ahora bien. Si las personas mueren a determinada edad, cosa científicamente probada, Fidel Castro sería igual a Francisco Franco. Por tanto, corresponde alentar (¡ intervenir, no!), apoyar (¡conspirar,no!), impulsar (¡desestabilizar, no!), una "transición" como la que Felipillo realizó en la madre patria de todas las derrotas.

¿De qué "transición" se trataría? La manirrota Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), jura que su anhelo consiste en favorecer "una transición rápida y pacífica a la democracia en Cuba" (¡zambomba, Delfina! ¿ahora sí, te cai?). En la hoja informativa del 16 de enero pasado, la USAID señala que el programa asciende a un total de 26 millones de dólares en donaciones a 28 "organizaciones no gubernamentales" para establecer solidaridad con los "activistas en derechos humanos" (sic), dar una voz a los periodistas "independientes" (sic) y hacer un "plan para la transición a la democracia." (sic). (¡Eah, mi gente! ¿Hay chamba por ahí?).

Amte la "inminente transición" (sic), la Universidad de Rutgers, la Universidad de Miami y el Consejo Empresarial Estados Unidos-Cuba, conjuga esfuerzos con la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES), "organismo no gubernamental y no partidario sin fines de lucro" (sic), que opera en varios países del mundo para que la democracia funcione como la dinastía Bush sueña que debe funcionar. Por ejemplo, en la rebatiña de licitaciones para la reconstrucción de Irak, el secretario de Estado Colin Powell controla el IFES para dirimir sus "contradicciones secundarias" con el Pentágono.

Dijo Powell en mayo pasado: "Estados Unidos no considera necesario utilizar la fuerza contra Cuba porque estima que el gobierno 'anacrónico' de Castro caerá por sí mismo". Curiosamente, su antecesor en el cargo, John Quincy Adams, escribió en 1823: "…así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer al suelo, así Cuba, una vez separada de España…tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión americana".

Licuado entre física de Newton y geopolítica imperial que está por verse. Porque antes de Powell, el jefe del Pentágono Donald Rumsfeld declaró que la invasión tendría lugar en caso que hubiesen "armas de destrucción masiva". Algo que el último filme de James Bond ya descubrió y el "olfato" periodístico de Oppenheimer y los intelectuales libres podría certificarnos. Tiempo al tiempo. Y si no…cincuenta misiles sobre Cuba podrían reforzar el voto gángster de Florida que, después del lobby sionista, es el de mayor influencia en la Casa Blanca.

Ni modo: a determinada edad, estiramos la pata. Compay Segundo se fue con 97 años. El poeta Andrés Henestrosa asegura que cumplirá tres más para completar un siglo. Y el maestro Horacio Labastida, que los 85 libra fecundas batallas contra la impostura intelectual, sigue convencido de que a pesar de los intentos retorcidos de interpretar la historia, una conciencia colectiva alerta no puede ni debe aceptar conciliaciones políticas de índole monstruosa.